
Casada desde 1961 con el príncipe Eduardo, primo de la difunta reina Isabel II, la duquesa se convirtió en una figura sumamente querida por el pueblo británico
05 sep 2025 . Actualizado a las 20:35 h.La duquesa Catalina de Kent, cuñada de la difunta reina Isabel II y esposa del primo de la monarca, falleció este jueves a los 92 años en el Palacio de Kensington, rodeada de su familia, según anunció el Palacio de Buckingham. En señal de respeto, la bandera del Reino Unido ondea a media asta desde el mediodía.
«Con profundo pesar, el Palacio de Buckingham anuncia el fallecimiento de Su Alteza Real la Duquesa de Kent. Su Alteza Real falleció pacíficamente anoche en el Palacio de Kensington, rodeada de su familia», comunicó oficialmente la Casa Real británica.
El Rey, la Reina y toda la Familia Real acompañan al Duque de Kent, sus hijos y nietos en este momento de duelo, recordando «con cariño la devoción de toda la vida de la Duquesa a todas las organizaciones con las que estuvo vinculada, su pasión por la música y su empatía por los jóvenes». Casada desde 1961 con el príncipe Eduardo, primo de la difunta reina Isabel II, la duquesa se convirtió en una figura sumamente querida por el pueblo británico. Su legado trasciende las convenciones: en 1994 rompió con tres siglos de tradición al convertirse en la primera miembro de alto rango de la familia real británica en abrazar el catolicismo.
La pareja tuvo tres hijos: Jorge, Elena y Nicolás, aunque también experimentaron la devastadora pérdida de un hijo, episodio que la duquesa describió como «profundamente devastador» y que le provocó períodos de depresión. Esta tragedia personal marcó profundamente su vida y perspectiva.
Desde finales de los años noventa, los duques comenzaron a llevar vidas separadas, aunque nunca se divorciaron formalmente. En el 2002, Catalina tomó una decisión sin precedentes: se alejó de la vida pública, renunció al tratamiento de alteza real y optó por ser llamada simplemente «señora Kent».
Compromiso social y pasión por la música
Lejos de los protocolos palaciegos, la duquesa encontró su verdadera vocación en la educación y el servicio social. Entre el 2002 y el 2010 impartió clases de música en una escuela pública, demostrando su compromiso genuino con la enseñanza. Su dedicación a los jóvenes talentos musicales la llevó a impulsar la organización Future Talent, destinada a apoyar a promesas musicales que crecían en entornos desfavorecidos. Paralelamente, mantuvo una constante labor voluntaria en diversos servicios sociales orientados a la juventud. Los aficionados al tenis también la recordarán con cariño: durante más de tres décadas, entre 1969 y el 2001, su rostro se volvió familiar en Wimbledon, donde tenía el honor de entregar los premios del prestigioso torneo.