Iryna Zarutska, la joven que escapó de la guerra y murió apuñalada a manos de un hombre que la escogió «al azar» cuando viajaba en tren

La Voz

INTERNACIONAL

La refugiada ucraniana de 24 años había llegado a Carolina del Norte, Estados Unidos, para empezar de nuevo; un hombre con problemas mentales la apuñaló sin motivo en el tren ligero Lynx Blue Line

15 sep 2025 . Actualizado a las 13:25 h.

El vídeo dura apenas unos segundos, pero hiela la sangre. En la grabación de una cámara de seguridad de la línea azul del tren ligero de Charlotte (Carolina del Norte) se ve a una joven sentada junto al pasillo, absorta en su teléfono. Detrás, un hombre con sudadera roja parece dormitar contra la ventanilla. De pronto, extrae un cuchillo y lo hunde varias veces en el cuello y el pecho de la muchacha. Luego se aleja con calma, dejando tras de sí un reguero de sangre. La víctima, Iryna Zarutska, de 23 años, había huido de la guerra en Ucrania para reconstruir su vida en Estados Unidos. Murió casi al instante.

El agresor, identificado como Decarlos Brown Jr., de 34 años, fue detenido minutos después en el andén de East/West Boulevard. Según la policía, no conocía a la joven: eligió a la persona que tenía más cerca. Brown acumulaba un largo historial delictivo —robos, allanamientos, resistencia a la autoridad— y había sido diagnosticado de esquizofrenia. Su familia llevaba años pidiendo ayuda al sistema de salud mental. «El sistema le falló», lamentó su madre, Michelle Dewitt, tras el crimen.

Zarutska había llegado a Carolina del Norte en el 2022 junto a su madre y sus hermanos, huyendo de la invasión rusa. Estudió arte y restauración en Kiev y soñaba con convertirse en auxiliar de veterinaria. Mientras tanto trabajaba en Zepeddie's, una pizzería del sur de Charlotte. Aquella noche de agosto acababa de terminar su turno. Tomó el tren para volver a casa; llevaba puesta la camiseta negra del local y un delantal anudado a la cintura. Nunca llegó a destino. 

La cámara no tiene sonido; nadie sabe si Iryna llegó a gritar. Solo se ve cómo, sorprendida, mira a su agresor, se lleva las manos a la boca y se desploma veinte segundos después de las cuchilladas. Algunos pasajeros se encogen en sus asientos o retroceden. Uno abandona el vagón. La mayoría permanece inmóvil, presa del pánico o de la incredulidad. Según varios testigos, Brown se alejó con tranquilidad y hablando para sí mismo.

Debate político

El asesinato provocó una oleada de indignación en la ciudad y más allá. En la pizzería, sus compañeros improvisaron un pequeño altar con velas y flores. La comunidad ucraniana organizó un velatorio sencillo, con pañuelos azul y amarillo y breves rezos. En GoFundMe, una campaña para costear el funeral recaudó miles de dólares. También aparecieron iniciativas anónimas para sufragar la defensa del acusado, que la plataforma terminó retirando.

La difusión del vídeo en redes sociales encendió el debate político. Sectores conservadores denunciaron que los grandes medios habían minimizado el suceso por tratarse de una víctima blanca y un agresor negro. Elon Musk se sumó al clamor pidiendo la pena de muerte para Brown y cuestionando el doble rasero mediático. Donald Trump, en plena precampaña, acusó a los demócratas de «haber dejado que la violencia se adueñe de las calles» y prometió endurecer las políticas de seguridad.

Más allá de la refriega partidista, el caso volvió a poner en evidencia los agujeros del sistema estadounidense para atender los trastornos mentales graves. Brown había sido arrestado 14 veces desde el 2007. En enero fue detenido por abusar del número de emergencias, asegurando que «materiales fabricados por el hombre» controlaban su cuerpo. En varias ocasiones fue evaluado y diagnosticado, pero nunca recibió un tratamiento estable ni una supervisión suficiente. Tras salir de prisión en el 2020, su conducta se volvió errática y su familia intentó que lo internaran sin éxito. Su hermana Tracey ha dicho, sobre lo sucedido: «Decarlos creía que la chica del tren le estaba leyendo la mente».

Para la familia de Iryna, nada aliviará el golpe. Han decidido enterrarla en Estados Unidos, el país que había elegido para empezar de nuevo. «Ella amaba América», dijeron sus padres. En el andén donde su vida se truncó, vecinos y compañeros dejan flores.