![El escritor Oscar Wilde retratado por Karen Arnold](https://img.lavdg.com/sc/Jc_r2ejNfYJDfbb_Rtr3xrEr2UE=/480x/2019/11/08/00121573237143499297842/Foto/SEN13P4F9_191815.jpg)
Nueva cita literaria con La Voz de la Escuela. Como cada mes, seguimos trayendo a esta doble página a grandes escritores cuyos nombres ocupan un lugar de privilegio en la literatura mundial. Autores de diferentes lenguas y nacionalidades, y de épocas distintas, se irán sumando a esa ya larga lista de otros que hemos ido desgranando en cursos anteriores.Era un joven distinto por su elegancia, su aspecto aristocrático y vestir extravagante.
13 nov 2019 . Actualizado a las 05:00 h.Oscar Wilde es un escritor controvertido sobre el que se han escrito muchas inexactitudes. De ahí que la información que tenemos sobre él ofrezca considerables contradicciones. En todo caso, se trata de un hombre que dejó huella en la literatura mundial a pesar de que su obra es más bien corta. Su personalidad y su talento hicieron que fuera un personaje admirado por muchos, pero poco apreciado por otros tantos. Su vida rocambolesca, que lo lleva del éxito entre lo más selecto de la sociedad británica a la cárcel y a la pobreza de los últimos años, es un buen caldo de cultivo para todo tipo de relatos y versiones.
EL HOMBRE
Oscar Wilde nació el 16 de octubre de 1854 en Dublín, Irlanda, cuando esta aún pertenecía al Reino Unido, y murió en Francia el 30 de noviembre de 1900. Su padre fue un célebre cirujano oftalmólogo que escribió libros sobre arqueología irlandesa y folklore campesino. Su madre, Jane, era poetisa y escribía para los jóvenes revolucionarios irlandeses, ya que era una decidida nacionalista. De este matrimonio nacieron tres hijos, de los cuales Oscar era el segundo. La tercera murió de niña. El padre había tenido tres hijos antes de su matrimonio cuya paternidad reconoció y se hizo cargo de su educación.
El pequeño Oscar no asistió a la escuela hasta que tuvo 9 años. Fue educado en casa, con un profesor francés y una institutriz alemana que le enseñaban en sus respectivas lenguas, con lo cual se hizo, desde muy joven, con el dominio perfecto de esos dos idiomas, a los que sumó los conocimientos profundos que fue adquiriendo del griego y el italiano. A los 10 años ingresó en la Portora Royal School de Enniskillen y estudió allí hasta los 17, cuando ingresa en el Trinity College de Dublín, donde estudió a los clásicos durante los siguientes tres años. En 1874 ingresó en el Magdalen College, de Oxford, donde continuó con sus estudios hasta 1878 con un gran reconocimiento académico y popularidad entre profesores y compañeros, hasta el punto de que llegó a convertirse en una personalidad muy conocida dentro del ámbito universitario.
Era un joven distinto por su elegancia, su vestir extravagante y su aspecto aristocrático. Y aunque de aparente blandura (ya iniciada en su infancia, cuando su madre, decepcionada por haber dado a luz a un segundo varón en vez de la niña que deseaba, vistió a Óscar con atuendos feminoides quizá más tiempo del aconsejable), era de carácter firme y decidido.
Después de su etapa universitaria en Oxford, se marchó a Londres, donde conoció a una irlandesa muy rica, Constance Lloyd, hija de Horace Lloyd, consejero de la reina. Se estableció definitivamente en esta ciudad y, desde entonces, se dedicó exclusivamente a la literatura. Se casaron en 1884 en Paddington. Las 250 libras de dote de Constance permitieron que la pareja viviera en un lujo relativo. Tuvieron dos hijos: Cyril, que nació en junio de 1885, y Vyvyan, nacido en noviembre de 1886. Se separaron a consecuencia del escándalo por el proceso de Wilde: el escritor fue condenado a dos años de prisión por indecencia grave.
Tras el encarcelamiento de Wilde, Constance cambió su apellido y el de sus hijos por Holland para desvincularse del escándalo, aunque nunca se divorció de Wilde, quien también fue obligado a renunciar a la patria potestad de sus hijos.
EL ENCARCELAMIENTO
En 1895, cuando se encontraba en la cima de su carrera, el poeta se involucró en un problema escandaloso para la puritana sociedad británica de la época victoriana. Oscar Wilde era amigo de lord Alfred Douglas, y el padre de este, noveno marqués de Queensberry, sospechaba que ambos tenían un romance. Por ello decidió enviarle una carta anunciando una querella judicial contra él en cuyo sobre se podía leer: «Para Óscar Wilde, el que presume de sodomita».
El escritor, animado por el hijo del denunciante, lo denunció a su vez por calumnias y esgrimió la amoralidad del arte como defensa. Al final, el noveno marqués de Queensberry quedó libre y Wilde se enfrentó a un segundo juicio en mayo de 1895 en el que se le acusó «de sodomía y de grave indecencia» y fue condenado a dos años de cárcel. La sentencia tuvo una gran repercusión no solo en Gran Bretaña, sino también en Europa, pues muchos artistas homosexuales sufrieron a partir de ese momento persecución y acoso, y algunos tuvieron que exiliarse.
Desengañado de la sociedad inglesa y arruinado material y espiritualmente, salió de prisión en mayo de 1897, se cambió el nombre y se trasladó a París. Su mujer, Constance, no quiso volver a encontrarse con él y le prohibió ver a sus hijos, aunque le siguió mandando dinero.
La obra literaria
Wilde está considerado uno de los dramaturgos más destacados del Londres victoriano tardío; además, fue una celebridad de la época debido a su gran ingenio. Llegó a ser imprescindible en las más selectas mesas y tertulias de la capital debido a su capacidad conversadora, su cultura y su variadísimo anecdotario.
Su primer libro fue Poemas (1881), y su primera obra teatral, Vera o los nihilistas (1882). Desde sus primeros pasos literarios se va situando dentro de una corriente literaria filosófica surgida como reacción a las doctrinas de Descartes que se llamó idealismo. En literatura se daba prioridad a todo lo que tuviera que ver con la mente y con el espíritu, que le va a interesar mucho más que la realidad material. Tras la publicación Poemas realizó una gira por América donde dio 140 conferencias en solo nueve meses defendiendo esta concepción estética del arte.
Su única novela, El retrato de Dorian Gray (1891), es una melodramática historia de decadencia moral, que destaca por su brillante estilo epigramático, es decir, de frases ingeniosas, generalmente satíricas, que sorprenden por su brevedad y agudeza.
Sus obras teatrales más interesantes fueron las cuatro comedias El abanico de lady Windermere (1892), Una mujer sin importancia (1893), Un marido ideal (1895) y La importancia de llamarse Ernesto (1895), caracterizadas por sus ingeniosos diálogos. Esta última lo convirtió en una celebridad, pero en todas ellas consiguió demostrar un talento innato para los efectos teatrales y para la farsa y aplicó algunos de los métodos creativos que solía utilizar en sus restantes obras, como las paradojas en forma de refrán inverso, algunas de las cuales han llegado a hacerse muy famosas.
En la cárcel, escribió De profundis (1895), una extensa carta de arrepentimiento por su pasado estilo de vida. Algunos críticos la han considerado una sincera expresión de sentimientos y arrepentimiento, pero otros, en cambio, una impostura y una contrición inauténtica.
Salomé es una obra teatral seria sobre la pasión obsesiva. Escrita en francés, la estrenó en París en 1894 la actriz Sarah Bernhardt. Después el compositor alemán Richard Strauss compuso una ópera homónima basada en ella.
Su postura ante la vida y ante la literatura se puede resumir en esta frase sacada de una carta que le escribió a André Gide: «He puesto todo mi genio en mi vida, y en mis obras solo he puesto mi talento».
El personaje
Oscar Wilde fue él y fue su propio personaje, y sobre su personaje edificó su obra. Después de haber sido sentenciado a dos años de prisión, que cumplió en la cárcel de Reading, la dimensión de su personaje creció, por eso se cambió el nombre y pasó a llamarse Sebastián Melmoth. Así firmó su famosa Balada de la cárcel de Reading.
Como un personaje de novela gótica. Así fue visto por muchos contemporáneos y por posteriores estudiosos de su obra. Lo cierto es que su propia personalidad y las peripecias vividas hicieron del escritor una fuente constante de episodios biográficos, unos reales y otros apócrifos. Murió en la ruina y con un nombre ficticio, fue enterrado en el cementerio parisino de Père Lachaise casi como un furtivo anónimo. Sus libros fueron tácitamente prohibidos, los editores archivaron sus manuscritos, sus amigos y sus amantes lo negaron y su esposa les prohibió a sus hijos que mencionaran su nombre. Con este panorama, no es de extrañar que los lectores de Wilde desaparecieran, por lo que el escritor casi desapareció del panorama literario.
Pero muchos años después su nombre y su obra fueron exaltados: se volvieron a publicar de nuevo sus libros, se representaron sus obras y se hicieron películas sobre él y sus textos. Y sobre su tumba no suelen faltar las flores que se ganan todos los mártires… Se hicieron antologías de sus frases y se debatieron sus ideas. En consecuencia, también se crearon leyendas y fue creciendo alrededor del escritor un anecdotario donde ya es difícil discernir lo real de lo inventado. En todo caso, hay una frase que recoge Javier Marías en su libro Vidas escritas que, de no ser verídica, merecería serlo, porque define categóricamente la personalidad irrepetible de Óscar Wilde: poco antes de morir, en un viejo hotel de París, pidió una botella de champán, pero en un momento de lucidez, dándose cuenta de su ruina económica, dijo: «Estoy muriendo por encima de mis posibilidades».
Aunque, quizá, la mejor definición del escritor sea la que dejó su amigo y amante Robert Ross en un texto, especie de obituario, que escribió unos días después de la muerte de Wilde: «Wilde fue dios y fue hombre, fue personaje de ficción y de carne y hueso, pero ante todo vivió por y para el arte y transformó en arte la vida y subió en un pedestal la mentira y la creación y escribió siempre y en cualquier situación, por compleja y difícil que fuera. Escribió desde la prisión un largo, doloroso y profundo poema, La balada de la cárcel de Reading, y un texto-carta-justificación-explicación, De profundis, a su amante Alfred Douglas, por quien acabó en la cárcel».
Dentro de todo este complejo mundo psicológico que vivió en su interior hay que señalar que se convirtió al catolicismo poco antes de morir, de una otitis mal curada, el 30 de noviembre de 1900, en el hotel D’Alsace, de la calle de las Bellas Artes de París. A su entierro acudieron ocho personas. Tenía 46 años.