Cómo y cada cuánto debemos lavar las toallas: del cambio diario al vinagre de limpieza

Laura Inés Miyara
Laura Miyara LA VOZ DE LA SALUD

EL BOTIQUÍN

Las toallas se deben lavar cada tres o cuatro usos.
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Los expertos aseguran que es un error pensar que las toallas no se ensucian rápidamente porque solo están en contacto con piel limpia; en realidad, la humedad a la que se exponen propicia la propagación de microbios

24 jul 2024 . Actualizado a las 17:29 h.

Las toallas son uno de los grandes focos de crecimiento de bacterias que tenemos en el hogar. Aunque no los veamos, esos microorganismos se sirven del ambiente húmedo y, sobre todo en esta época del año, cálido que se genera en la tela al frotarla contra la piel mojada y así comienza su colonización. Este reinado de los patógenos llega a su fin cuando lavamos las toallas, pero, para que el lavado sea eficaz, es necesario hacerlo de manera adecuada y con una buena frecuencia. Dejar que se acumulen en el cesto de la ropa sucia, hechas un bollo húmedo, solo contribuye a empeorar la situación. Los ácaros, hongos y bacterias pueden aumentar en número y provocar brotes de acné u otros problemas en la piel. Analizamos la forma correcta de lavar las toallas en casa para evitar que esto ocurra.

Frecuencia

Desde células muertas de la piel hasta bacterias presentes en el sudor y hongos generados por las condiciones de humedad, son numerosos los contaminantes que se van acumulando en las toallas y este proceso ocurre muy rápidamente. Por eso, si viviésemos en un mundo ideal, los expertos indican que deberíamos cambiar todas las toallas del hogar por unas limpias cada tres o cuatro días. Sobre todo, si nos duchamos a diario.

Además, se debe tener en cuenta que es recomendable lavar las toallas nuevas antes de usarlas por primera vez, para retirar restos de suciedad a la que el producto pueda haber estado expuesto en los almacenes o en la propia tienda. El lavado también eliminará los aromatizantes o productos químicos que algunas tiendas aplican a las toallas para que queden alisadas y sin arrugas a la hora de exhibirlas.

Esto también ocurre con la ropa. «Las prendas llevan residuos de sustancias químicas a las que debemos estar mínimamente expuestos porque dañan la salud. Proceden de los muchos pasos del proceso de elaboración de la ropa, como el teñido, el blanqueado, el plastificado de detalles del diseño o el acabado de algunas fibras. Además, la ropa de las grandes marcas se confecciona y almacena en otros puntos del globo y luego se transporta hasta la tienda donde la compras. Para mantener su integridad y evitar accidentes como incendios, incluyen retardantes de llama y más productos que no son aptos para entrar en contacto con la piel», explica en este sentido la química América Valenzuela, autora de La vida secreta de tu alcachofa de ducha (Geoplaneta, 2023).

Más allá de la recomendación estándar de lavar las toallas cada tres o cuatro usos, existen circunstancias específicas que debemos tener en cuenta. Así, por ejemplo, las toallas que llevamos al gimnasio o a la piscina, ya sean aquellas que utilizamos para secar el sudor o las destinadas a la ducha, deben lavarse después de cada uso, ya que al viajar en la mochila o el bolso permanecen húmedas durante más tiempo y esto favorece el aumento de bacterias u hongos. Las de la playa también deben lavarse tras cada uso, dada su exposición a contaminantes externos.

Cómo lavar las toallas

Lo primero que debemos hacer nada más acabar de usar una toalla es tenderla, a poder ser, al aire libre, para que se seque lo más rápido posible. Esto significa que la toalla húmeda no puede ir directo al cesto de la ropa sucia, aunque sí que podría ir directo de la ducha a la lavadora, en caso de hacer una colada inmediatamente después de ducharnos. El motivo para dejarlas secar es que este proceso minimiza la cantidad de bacterias y otros microorganismos que pueden reproducirse en la tela.

Una vez secas, llega el momento del lavado. Aquí, la clave es seguir las instrucciones del fabricante, que se encuentran en la etiqueta de la toalla. Lo indicado suele ser utilizar programas de agua fría y ciclos de lavado para prendas delicadas, aunque muchas lavadoras incluyen ciclos específicamente creados para lavar toallas. No es necesario aplicar lejía ni otros productos antibacteriales.

Hay que lavarlas de forma separada del resto de la ropa. Según los expertos, y en contra de lo que podríamos pensar, apenas dos cucharadas de detergente son suficientes para una colada y, aunque de manera general se recomienda no utilizar suavizante en estas telas, lo mejor es individualizar caso por caso. Tal y como explica la dermatóloga Paloma Borregón, «el suavizante lleva perfume y conservantes que pueden ser perjudiciales para pieles sensibles, atópicas o muy reactivas. Sin embargo, si se tiene una piel muy seca, el no usar suavizantes puede hacer que la toalla quede muy rígida y raspe la piel. Se trata de encontrar el punto medio y adaptar el lavado a cada tipo de piel».

A la hora de lavar las toallas de una persona que está enferma, los Centros para la Prevención y Control de Enfermedades afirman que es seguro hacerlo junto a las del resto de los miembros del hogar (lo mismo ocurre en el caso de la ropa), pero en todos los casos recomiendan lavarse las manos tras haber manipulado toallas o prendas sucias.

Es también importante no sobrecargar la lavadora. Es preferible que el tambor esté a la mitad de su capacidad, de lo contrario, es posible que las toallas no lleguen a limpiarse correctamente.

Vinagre de limpieza: ¿panacea o peligro?

Utilizar vinagre de limpieza en el lavado de las prendas es una práctica que se ha popularizado para eliminar olores y dejarlas suaves. Es, en este sentido, una alternativa más amigable para la piel que el suavizante comercial, ya que no lleva perfumes. De hecho, los expertos recomiendan añadir una taza junto con el detergente en el lavado, o sustituir el suavizante por un tapón de vinagre.

Sin embargo, cabe señalar que las supuestas propiedades desinfectantes del vinagre son falsas. Este producto contiene un 5 % de ácido acético, lo que le permite eliminar la grasa y funcionar como limpiador y abrillantador. Pero en cuanto a desinfección, sus usos son limitados, ya que solo se ha probado su eficacia frente a algunos patógenos, en concreto, la bacteria E. coli y la salmonella. Recordemos que un desinfectante eficaz debe matar a un 99,9 % de los gérmenes en un período de entre 5 y 10 minutos tras su aplicación, como es el caso del alcohol etílico o la lejía.

Pautas de higiene

Compartir las toallas es una gran «red flag» si de preservar la higiene se trata. No por nada hacerlo está prohibido hacerlo en entornos sanitarios. El riesgo de infecciones se multiplica cuando este tejido entra en contacto con la piel de más de una persona. «Es una tela que lo que hace es arrastrar. Cuando nos lavamos las manos, si no hemos hecho bien el enjabonado y no hubo el necesario arrastre físico para eliminar toda la suciedad que puede haber en ellas, esos restos de las cosas que hemos tocado pasan directamente a la toalla», explica en este sentido Dolo Vidal, miembro del grupo de Docencia y difusión de la Sociedad Española de Microbiología (SEM).

En el caso de compartir una toalla para el rostro, podría haber riesgo de conjuntivitis, por ejemplo, pero esto no es todo. «Ha sido de un manera muy testimonial, pero puede darse. Por ejemplo, el traspaso de un protozoo que produce una infección de transmisión sexual (ITS) que se llama trichomonas vaginalis. Aunque no resiste bien fuera del cuerpo porque se muere con relativa facilidad, si nos hemos acabado de duchar y utilizamos la toalla de una persona que es portadora para también secarnos nuestras partes íntimas podríamos pasar este protozoo de una zona genital a otra. No es algo muy común, pero se puede dar el caso», señala Vidal.

Si el lavado de las toallas es fundamental, no podemos olvidarnos de las alfombrillas del baño. Aunque estas no están tan expuestas a la humedad como las toallas que usamos para secar la piel corporal, caminamos por encima de ellas y por esta razón deberíamos lavarlas, como mínimo, una vez a la semana.

Laura Inés Miyara
Laura Inés Miyara
Laura Inés Miyara

Redactora de La Voz de La Salud, periodista y escritora de Rosario, Argentina. Estudié Licenciatura en Comunicación Social en la Universidad Nacional de Rosario y en el 2019 me trasladé a España gracias a una beca para realizar el Máster en Produción Xornalística e Audiovisual de La Voz de Galicia. Mi misión es difundir y promover la salud mental, luchando contra la estigmatización de los trastornos y la psicoterapia, y creando recursos de fácil acceso para aliviar a las personas en momentos difíciles.

Redactora de La Voz de La Salud, periodista y escritora de Rosario, Argentina. Estudié Licenciatura en Comunicación Social en la Universidad Nacional de Rosario y en el 2019 me trasladé a España gracias a una beca para realizar el Máster en Produción Xornalística e Audiovisual de La Voz de Galicia. Mi misión es difundir y promover la salud mental, luchando contra la estigmatización de los trastornos y la psicoterapia, y creando recursos de fácil acceso para aliviar a las personas en momentos difíciles.