Borja Ibáñez, autor del estudio sobre los betabloqueantes: «Ya no ofrecen beneficio ni reducen la mortalidad»

Lucía Cancela
Lucía Cancela LA VOZ DE LA SALUD

EL BOTIQUÍN

Borja Ibáñez, uno de los mejores cardiólogos de España y uno de los autores del ensayo clínico REBOOT y el posterior metaanálisis de los betabloqueantes.
Borja Ibáñez, uno de los mejores cardiólogos de España y uno de los autores del ensayo clínico REBOOT y el posterior metaanálisis de los betabloqueantes. CNIC

El director científico del Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares (CNIC) explica las conclusiones del megaestudio publicado este domingo sobre uno de los fármacos estrella después del infarto

11 nov 2025 . Actualizado a las 09:45 h.

El impacto que puede tener el reciente trabajo firmado por el equipo de los cardiólogos Valentín Fuster y Borja Ibáñez se cuenta en millones: de personas y de euros. La investigación, que más que estudio es un megaestudio, encontró que los fármacos betabloqueantes no aportan ningún beneficio clínico en pacientes que han tenido un infarto cuando su corazón se mantiene en buen estado. El análisis se publicó en la revista The New England Journal of Medicine, y se presentó este domingo en el Congreso de la American Heart Association (AHA) en Nueva Orleans (Estados Unidos). 

Los resultados del análisis de 17.801 pacientes, que formaron parte de cinco estudios distintos, vienen a confirmar lo que ya habían concluido con el ensayo clínico REBOOT, realizado en España e Italia, y publicado hace un par de meses. El doctor Borja Ibáñez, investigador principal del estudio y director científico del Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares (CNIC), pone de manifiesto cómo la ciencia avanza para mejorar la calidad de vida de aquellos que estuvieron a punto de perderla por una obstrucción. 

—Más allá del tratamiento del infarto, ¿qué son los betabloqueantes?

—Son unos fármacos que bloquean el efecto de la adrenalina en las células. Se desarrollaron hace más de cincuenta años, se han utilizado para muchas patologías y, entre ellas, desde hace muchísimo tiempo, el infarto. Se demostró a finales de los setenta y en los ochenta que tomar betabloqueantes después de un infarto reducía la probabilidad de morir, de tener una arritmia maligna o una parada cardíaca en los años siguientes al evento. Esto era así porque en estos pacientes se quedaba el corazón severamente dañado, y el efecto de la adrenalina provoca que pueda haber insuficiencia cardíaca o arritmias.

—Previo a su estudio, formaban parte de la prescripción base. 

—Efectivamente, de hecho, el tratamiento fundamental que hemos aprendido en medicina, y que se aplicaba, consistía en dar siempre betabloqueantes al paciente que había tenido un infarto. Sin embargo, nosotros empezamos a tener dudas sobre si eran beneficiosos en el contexto actual. Cuando se demostró que esto reducía la mortalidad y las paradas cardíacas, era en un contexto en el cual el tratamiento del infarto era primitivo. De hecho, en el caso de los infartos que se producían por una oclusión de la arteria coronaria, no se abría esa arteria, no había otros fármacos antiagregantes, antiplaquetarios, no se hacían cateterismos y, por eso, los pacientes, cuando sobrevivían a un infarto, lo hacían muchos casos con un corazón bastante dañado y muy propenso a tener estas arritmias.

—¿Qué le hizo sospechar de que los betabloqueantes ya no eran necesarios? 

—Cuando empecé a pensar que era fundamental reestudiar este tema fue cuando fui elegido por la Sociedad Europea de Cardiología para hacer las guías del tratamiento del infarto, de lo que fui responsable en los años 2017 y 2023. Para cada una de las indicaciones y tratamientos se hace una revisión muy exhaustiva de la evidencia disponible para dejarlo bien documentado. Así, vi que toda la evidencia para el tratamiento con betabloqueantes se basaba en estudios hechos en los años setenta y ochenta en el contexto que te comentaba antes. Pero, al mismo tiempo, en las mismas guías demostrábamos que el abordaje del infarto era radicalmente diferente hoy en día. A todos los pacientes se les abre la arteria relativamente pronto, a todos se les hace un cateterismo y no se quedan con ninguna obstrucción en ninguna arteria, todos toman fármacos antiagregantes para que no haya trombosis de las arterias y, además, también todos toman fármacos para bajar el colesterol, la tensión y demás. En las guías, seguíamos recomendado los betabloqueantes porque era la única evidencia que existía, pero había una alarma de que, muy probablemente, era necesario volver a estudiarlos porque en la actualidad ya no eran tan necesarios. De ahí partió nuestro estudio REBOOT, que ha sido el más grande que se ha hecho nunca y, luego posteriormente, nuestro ensayo clínico REBOOT, que fue contundente. Solo que, como se habían publicado otros ensayos clínicos más pequeños, pensamos que era fundamental recopilar todos los ensayos clínicos que se habían hecho en la época moderna y hacer un análisis conjunto para dar una respuesta ya absolutamente definitiva e irrefutable. Esto es lo que hemos hecho ahora.

—Su macroestudio tiene dos titulares clave. 

—Sí. El principal sería que se demuestra que los betabloqueantes ya no son necesarios después de un infarto, cuando la función del corazón es normal, porque no ofrecen ningún beneficio, ni reducen la mortalidad, ni reducen la tasa de infartos, ni insuficiencia cardíaca, ni nada. También es muy importante decir que hay más de un millón de personas en España que los están tomando y que los dejarán de tomar. No debe haber una alarma, porque no son fármacos peligrosos, sin embargo pueden tener alguna limitación en la calidad de vida porque son fármacos que pueden provocar cansancio y, a veces, sobre todo en los hombres, impotencia. Por eso, para mí, otro de los titulares es que los pacientes van a tener mejor calidad de vida porque si no son necesarios, no los tomarán. Obviamente, si en un caso particular reducen la mortalidad, hay que tomarlos. 

—¿Qué impacto económico tendrá su reducción?

—Aunque son muy baratos, porque ya están fuera de patente, un tratamiento de un mes de un betabloqueante cuestan entre dos y cuatro euros. Si tenemos en cuenta que se toman de forma crónica, de por vida, y lo hacen 1.200.000 personas, estimamos que estaremos ahorrando al sistema sanitario español entre 35 y 40 millones de euros cada año solamente con retirar este tratamiento.

—Da por hecho que se va a reducir su prescripción y que los resultados de su estudio no se van a quedar en un cajón. 

—No, seguro. Después del ensayo clínico REBOOT, que fue el más contundente, ya ha habido un cambio muy importante. Ya no se da el alta con betabloqueantes a la mayoría de pacientes. Pero después de este estudio, la posible ligera sospecha que pudiera haber queda totalmente despejada. A partir de ahora, prácticamente en la totalidad del mundo se va a implementar la no prescripción de betabloqueantes. De todas formas, los tratamientos y las recomendaciones de las guías de práctica clínica se actualizan cada ciertos años. Y la siguiente sobre el tratamiento del infarto se publicará en el 2027. Nosotros ya no vamos a participar, pero es absolutamente cristalino que esto va a cambiar radicalmente y que las guías no van a recomendar no utilizar betabloqueantes en este tipo de pacientes.

—Un millón de personas pueden dejar de tomarlos. Vaya cifras. 

—Sí. Hicimos estimaciones y, aproximadamente, unas 50.000 personas sufren un infarto cada año en España. Es cierto que hay diferentes tipos, algunos que son muy urgentes y se les hace el cateterismo de forma inmediata; otros a los que se les hace en tres días, pero, en general, el 70 % de esos 50.000 nuevos infartos mantienen una función cardíaca normal. Si la esperanza de vida es de 25 años después del infarto y se prescriben de por vida, nos quedamos con esa cifra de algo más de un millón. No digo que todas estas personas tengan que ir corriendo al médico, porque no hay peligro, pero cuando vayan a la revisión, a la gran mayoría se los quitarán. Igualmente, habrá otros que tengan que seguir tomándolos, porque siguen siendo eficaces en otro tipo de patologías como la insuficiencia cardíaca, las arritmias o incluso, los pacientes de infarto cuya función cardíaca ha quedado reducida. 

—Cuando publicaron el ensayo clínico de «REBOOT» hace un par de meses, ¿se encontraron con mucho escepticismo? Supongo que debe ser complicado cambiar lo que se cree que funciona.

—Nosotros nos tomamos esto con mucha deportividad. El ser humano en general, y los médicos no somos diferentes, es bastante resistente al cambio. Al ser un giro tan radical hizo que mucha gente se quedase expectante porque decían que solo era un estudio. Pero la mayoría de personas que opinan así es porque tampoco conocen mucho el campo. Entre los cardiólogos que tratan el infarto esto no ha sorprendido. De hecho, la sospecha de que no fueran beneficiosos la tenía toda la comunidad cardiológica, pero había que hacer estudios y demostrarlo. Por eso era tan importante hacer un metaanálisis con toda la evidencia que había, de ahí el impacto del estudio que acabamos de publicar. 

Lucía Cancela
Lucía Cancela
Lucía Cancela

Graduada en Periodismo y CAV. Me especialicé en nuevos formatos en el MPXA. Antes, pasé por Sociedad y después, por la delegación de A Coruña de La Voz de Galicia. Ahora, como redactora en La Voz de la Salud, es momento de contar y seguir aprendiendo sobre ciencia y salud.

Graduada en Periodismo y CAV. Me especialicé en nuevos formatos en el MPXA. Antes, pasé por Sociedad y después, por la delegación de A Coruña de La Voz de Galicia. Ahora, como redactora en La Voz de la Salud, es momento de contar y seguir aprendiendo sobre ciencia y salud.