Francisco Villarejo, neurocirujano: «No conocemos el origen de la mayoría de tumores cerebrales»
ENFERMEDADES
Es miembro de las sociedades más importantes de Neurología, Neurocirugía y Pediatría a nivel mundial, y reconoce que los robots pueden ser de gran ayuda en los lesionados medulares
08 sep 2022 . Actualizado a las 13:56 h.El doctor Francisco Villarejo (Málaga) es el jefe del Servicio de Neurocirugía del Hospital La Luz (Madrid), así como miembro de algunas de las sociedades más importantes de Neurología, Neurocirugía y Pediatría, entre ellas la American Association of Neurological Surgeons y la American Epilepsy Society. Reconoce que su especialidad está entre las más complicadas. Se reparte, el título, con la cardiocirugía. Eso sí, «desde el punto de vista quirúrgico». Sabe navegar a la perfección en el cerebro, en la columna vertebral y en el sistema nervioso. Se los conoce al dedillo desde que comenzó su carrera en el año 1975, después de licenciarse en Medicina y Cirugía por la Universidad Complutense de Madrid.
—¿El cerebro es el órgano más importante, ya no solo del humano, sino de las especies? O más que importante, complejo.
—Con diferencia es el más importante porque ahí tenemos todo el control del cuerpo humano. Se fabrican las hormonas que funcionan a nivel de la hipófisis, la movilidad, el pensamiento, la memoria, el habla o el oído. Está todo en el cerebro.
—¿Cuánto se conoce sobre este órgano? Siempre se ha pensado que es una parte muy pequeña.
—No, no estoy de acuerdo. Yo creo que sobre el cerebro conocemos muchísimo, y cada vez conocemos más. Nos faltan cosas a nivel de bioquímica, de productos que hay en el cerebro y que todavía no sabemos. Pero en cuanto al funcionamiento, y a la localización de estas funciones, creo que hemos progresado muchísimo en los últimos años. Pienso que es la especialidad que más ha avanzado de todas las que existen en medicina, aunque también es verdad que hay cosas que se nos escapan. Una de ellas es la enfermedad del alzhéimer, que de todas las patologías que hay en el cerebro, es de la que menos sabemos. Eso sí, creo que a corto plazo se van a encontrar productos que eviten que vaya adelante.
—¿Hay forma de cuidar el cerebro tal y como se haría con el corazón?
—Hay cosas que se pueden hacer, pero es importante ponerlas en práctica desde la juventud, porque luego, cuando una persona tenga 60 o 70 años ya no valdrán. Por un lado, es fundamental la alimentación, aunque parezca mentira. Si tomas demasiada grasa, o tienes el colesterol muy alto y se deposita en las arterias que van al corazón, y al cerebro, estas se pueden obstruir. Después, hay productos que son tóxicos para el cerebro, como el tabaco. También hay que hacer ejercicio, tanto físico como mental. Pero hay que empezar a cuidarlo pronto, desde que uno tiene 25 o 30 años.
—¿Existen diferencias entre operar un cerebro de adulto y uno de un niño?
—El cerebro del niño aguanta mucho más, pero hay que tener mucho más cuidado porque el volumen circulatorio del niño es más pequeño. Es el 10 % del peso. Un adulto puede tener una pequeña hemorragia durante la cirugía, lo que un niño no toleraría. Por eso hay que ser todavía más meticuloso en la neurocirugía infantil que en la de los adultos.
—En el Hospital La Luz cuentan con una Unidad de Epilepsia a la que son derivados los pacientes que no responden al tratamiento. ¿Es alto este porcentaje?
—Esto es algo que está estudiado tanto en Europa, como en Estados Unidos. Hay muchos tipos de epilepsia, pero de forma general, se puede decir que el 70 % de los pacientes se controlan con medicación, y hay un 30 % restante que no. Es decir, que le damos más de dos fármacos, durante dos años, y no se puede manejar la epilepsia. Son esos enfermos los que son trasladados a las unidades para estudiarlos y ver qué posibilidades quirúrgicas tienen. Lo que observamos es que de ese total, un 20 % se puede operar para extirpar el foco epiléptico siempre y cuando no esté en una zona elocuente del cerebro.
—¿Qué logran con la cirugía?
—Intentamos curar al enfermo para que no vuelva a tener crisis, o al menos, para disminuir el número de episodios. Si conseguimos reducir las crisis en un 70 %, consideramos que la cirugía ha sido un éxito.
—Al hablar de esta enfermedad, lo primero que se nos viene a la cabeza son las convulsiones. Pero presenta muchos otros síntomas. ¿De qué forma se puede manifestar?
—Claro. Hay muchos tipos de epilepsia, y las crisis pueden ser simples, parciales o complejas. Lo más conocido es la convulsión de un solo lado, o de los dos, que la gente se muerde la lengua y echa saliva por la boca. Sin embargo, hay otras clases de crisis. Una, por ejemplo, por la que el enfermo se queda ausente. Usted habla con esa persona y durante dos segundos se queda sin consciencia y luego la recupera. También hay pacientes que están despiertos, pero se les mueve una de sus manos. Es decir, él puede hablar, pero no controla este movimiento.
—¿Por qué el parkinson suele afectar más a las extremidades?
—En realidad, el parkinson afecta a todo el organismo. El enfermo tiene lentitud de movimientos, o movimientos que son anormales, piensa muy lentamente, camina muy despacio, y es una enfermedad que afecta a personas mayores. Hay juveniles pero son muy raros. Su tratamiento es muy sencillo. Primero son los fármacos. Y si no se consigue controlar de esta forma, y el enfermo está cada vez peor, se hacen estudios para colocar electrodos profundos en el cerebro, y hacer lo que se llama neuroestimulación cerebral. Así se consigue estimular determinados núcleos del cerebro que inhiben el movimiento que tiene el paciente.
«No conocemos el origen de la mayoría de tumores cerebrales»
—Su especialidad también se centra en la extirpación de los tumores cerebrales, ¿se conoce el origen?
—No. Conocemos el de determinados tipos de tumores, como puede ser la metástasis que viene de otra parte del organismo. Pero el origen de los tumores primarios, no. En realidad, lo único que sabemos es que los traumatismos craneales pueden actuar con algunos tumores que se llaman meningioma. Un traumatismo craneal severo puede, con el paso del tiempo, producir un tumor en las meninges del cerebro. No obstante, no sabemos el origen del resto. Al no conocerlo, es fundamental que se haga un diagnóstico correcto cuanto antes para poder extraerlo. A día de hoy, diría que se pueden operar todos los tipos de tumores, estén donde estén, pero el problema será la histología. Por ejemplo, aunque operamos un mieloma con grado IV, la vida del paciente será corta. Lamentablemente, todavía nos falta aumentar la supervivencia en pacientes con tumores cerebrales malignos.
—¿Hay hábitos de prevención para ello? Tal y como sucede con el tabaco y el cáncer de pulmón.
—No hay ni para los tumores malignos, ni para los benignos. Existe un factor hereditario en algunos casos, pero ahí no puedes hacer nada. Solo controles anuales de resonancia magnética cerebral.
—¿Cuáles son los síntomas más típicos?
—Depende de la localización. Un signo general, que se debe al aumento del tamaño del tumor, es que produce hipertensión intracraneal que provoca dolor de cabeza, vómitos, y pérdida de agudeza visual. Después, depende mucho de la localización. Por ejemplo, un tumor en el lóbulo temporal izquierdo, donde está la zona del lenguaje, hará que el enfermo no entienda las cosas. Si está en el lóbulo frontal izquierdo tampoco podrá hablar.
—¿Cómo avanza la introducción de la robótica en la columna? La medicina ha sido conservadora en este terreno.
—Sí, es una evolución correcta, porque al fin y al cabo, son robots manejados por el hombre. El avance será progresivo, lento. En la actualidad, por ejemplo, nos está ayudando mucho en la patología traumática y degenerativa en la que es necesario colocar tornillos. También nos ayuda a localizar los tumores, o a hacer una cirugía mínimamente invasiva, con incisiones muy pequeñas a través de las cuales solucionamos los problemas.
—¿Estamos cerca de que un paciente con una lesión traumática pueda volver a caminar o recuperar parte de su modalidad?
—Ahí está el quid de la robótica, pues proporciona unos adelantos muy importantes para que estos pacientes puedan caminar. El doctor Vaquero (1950-2020) inició un estudio que siguen haciendo sus colaboradores, el cual se basaba en trasplantes de células madres en parapléjicos por accidentes. En cualquier caso, seguimos en pañales respecto a este tema aunque esté avanzado. Eso sí, se ve una luz muy grande al final.