Olga Alejandre sufrió trastorno por atracones: «Me machacaba pensar que igual que alguna gente no podía dejar de fumar, yo no podría dejar de comer»
ENFERMEDADES
La joven explica que, la gente como ella, que ha sufrido este tipo de TCA, no tiene el poder de decir: «Estoy comiendo hasta estar demasiado llena. Para»
20 sep 2023 . Actualizado a las 15:20 h.Olga Alejandre es dietista especializada en trastornos de la conducta alimentaria (TCA). Esos con los que ella ha convivido durante casi siete años de su vida. En concreto, empezó con un trastorno por atracones (binge eating, en inglés) y posteriormente, como forma de «compensación» por esas altas ingestas de comida, también con la bulimia. Ahora, después de sanar su relación con la comida, comparte su testimonio con la publicación de su primer libro La belleza de ser tú (Somos B, 2023), donde plasma «todo lo que me gustaría que me hubieran dicho a mí en mis momentos más duros».
—¿Cuáles fueron esos primeros signos de alerta, que a lo mejor en su momento no considerabas como tal?
—Mi problema familiar (sus padres se divorciaron), para mí fue como la catapulta. Pero las piedras de esa catapulta, que al final son las que hacen que el TCA se vaya fraguando, creo que fueron esa obsesión por el deporte y la comida saludable. Esa restricción de comida es muy complicado identificarla, sobre todo ahora, que también se le da mucha más visibilidad al tema de comer más saludable. Esa línea que diferencia una cosa con la otra es muy fina. Cuando eres joven, todo el mundo empieza a hacer deporte. Te vas fijando más en tu físico, quieres empezar a cambiar y a verte mejor.
Las conductas que nos tienen que poner en alerta es que un adolescente menor de edad no debería de estar haciendo dietas. Uno, porque seguramente no lo necesita. Y dos, en caso de necesitarlo, realmente tendría que ser bajo la supervisión de un profesional, ya que seguramente el abordaje tiene que ser diferente. No una dieta como la conocemos actualmente, restrictiva. Un adolescente no está preparado psicológicamente para eso.
—¿Esos primeros signos fueron in crescendo?
—Es un proceso de muy poco a poco. Pequeños pasos mantenidos en el tiempo son los que te llevan a que, al final, un día, digas: «He caído en picado, cómo he podido llegar hasta donde estoy». Gran parte, es por la dieta y las restricciones mantenidas en el tiempo que yo tenía, que me llevan a tener esos atracones. Y con ellos, se va fomentando todo el resto, porque cuando ya empieza a haber atracones después existen emociones negativas. Empieza a fraguarse una especie de depresión, tú te ves mal porque vas saliendo cada vez menos, te encierras porque cada vez estás más triste, es un círculo vicioso. Cada día se va entrando más en un tema depresivo y todo lo que eso conlleva. Pero es que además, tú intentas seguir con tu vida adelante pero no puedes. Te cuesta cada vez más estudiar, mantener tu grupo de amigos, te cuestan más las relaciones familiares… Toda esa presión, al final, va a desarrollando un aislamiento. Si a ese le sumas que antes ya estaba enfocada en la alimentación y el deporte, ahora aislada, aún más. Es entrar en un círculo en el que es muy complicado salir sin ayuda profesional.
—¿Cómo es esa preocupación por el físico?
—Por ejemplo, el tema de pesarse. Puede que empieces pensándote de vez en cuando y acabas haciéndolo todos los días e incluso varias veces al día. Eso solo genera más pensamientos negativos. Las redes sociales, también. Exponerte a cuentas que seguramente te hagan mal porque al final estás aislada. Ya solo ves esa parte, no ves nada más. Son como pequeñas conductas que se van enfatizando gracias al propio TCA y se van haciendo más fuertes.
—La anorexia y la bulimia son más conocidas a pie de calle, en comparación con el trastorno por atracones que tú sufrías. ¿Cómo lo explicarías?
—Por las estadísticas, es de los trastornos más presentes en nuestra sociedad, pero era el gran olvidado porque nadie hablaba de él. Al final, el trastorno por atracón se caracteriza por una ingesta muy rápida de comida, puede ser en diez o quince minutos. Luego es posible que se alargue en el tiempo, pero una ingesta muy rápida de mucha cantidad de comida y, sobre todo, el hecho de que no puedes controlarla. La gente que sufre este trastorno no tiene el poder de decir: «Estoy comiendo hasta estar demasiado llena. Para». Has comido tres sándwiches, una pizza, dos helados… No puedes parar hasta que estás absolutamente llena y es tu propio cuerpo el que te dice que no puedes más. Luego es cuando te das cuenta de la sensación y piensas: «Dios, es que estoy a punto de encontrarme muy mal físicamente porque me he llenado hasta unos límites increíbles». No puedes parar de comer porque es más un reflejo, casi mental. Esa necesidad de querer escapar de todo lo que me está rodeando y escapo con la comida.
—¿Qué es lo que podía llevarte a un atracón así de comida?
—Muchas cosas. Pero ahora, desde mi perspectiva y experiencia como dietista, porque en su momento no lo sabía, siempre digo que hay dos pilares: el físico y el mental. Obviamente la restricción física es una de las claves. Si está faltando comida y estás haciendo una restricción muy severa de ciertos alimentos, no te estás permitiendo ciertas cosas que te apetecen. Si esa restricción se alarga en el tiempo es la que lleva a tu cuerpo a decir: «Alerta, aquí falta comida, la necesito».
Luego le sumamos esa parte más mental, que pueden ser muchas cosas. «No me gusta como es mi físico y por eso restrinjo». Y me culpo por comer esas cosas que a lo mejor me gustan más o son diferentes. La parte de relaciones familiares también es importante.
—Dices en el libro: «La comida me hacía desconectar del mundo».
—Lo relaciono mucho con las drogas, con el alcoholismo. Al final, no deja de ser algo adictivo. Una cosa que me machacaba mucho era pensar que al igual que existía gente que no podía dejar de fumar, yo no podía dejar de comer. Al final, me comparaba mucho. Con el paso del tiempo, me he dado cuenta que el atracón simplemente es querer abstraerse de todo lo que te rodea, porque la parte externa es tan dura, que quieres tener paz. Pero la persona que tiene un TCA, además de todos los problemas que le han podido llevar a él, como problemas familiares, de autoestima… Estamos hablando de que no es feliz y que tiene una realidad externa que no le gusta. Tiene muchas cosas que hay que trabajar y por eso se necesita ayuda psicológica, para tratar todos estos temas.Además, cuando tienes un TCA, le sumamos el componente de la comida. Esa persona se está enfrentando, mínimo, tres veces al día, a una situación que le genera estrés o ansiedad.
—¿Cómo explicarías esa «desconexión» del mundo con un atracón?
—En ese período que dura el atracón, tu mente se abstrae del todo, porque solo estás pensando en comer. Lo haces tan rápido que ni siquiera estás pensando en lo que estás comiendo. Y muchas veces se hace con cosas que te abstraen aún más, como por ejemplo, ver una serie o la tele. Cuando tenía esos atracones, estaba como aislada porque no quería saber nada del mundo. Digamos que te metes en esa burbuja que te protege y te aisla de todos esos pensamientos. Y es muy reconfortante, claro. Porque aunque sea durante quince minutos, no estás pensando en todo lo demás. Te da paz. Esa a la que quieres volver constantemente. Solo que después, cuando sales de esa burbuja, la situación es mucho peor que antes. Porque a esa situación de antes le tienes que sumar la culpabilidad y el malestar que te producen los atracones.
—¿En qué momento dices «hasta aquí»?
—Es el principio de una muy larga recuperación, pero digamos que busqué la primera ayuda psicológica porque me asusté. Pensé: «¿Cómo una persona adolescente, con toda su vida por delante, puede pensar en suicidarse?». Básicamente, por un problema con la comida. Ese día, cuando pasó eso, es cuando de verdad me asusto y soy consciente de que se me está yendo de las manos. Creo que aún tengo ese punto de lucidez. Obviamente, me daba mucha vergüenza ir al hospital sola, no sabía qué hacer, estaba en Madrid que no es mi ciudad natal… Ya fue por necesidad que llamé a mi madre y la involucré en el proceso. Ese fue el punto en el que me doy cuenta que tengo que buscar ayuda psicológica.
—¿Cómo fue esa recuperación?
—Fue un alivio. Me refiero a la recuperación real, porque al principio, aunque yo buscase ayuda psicológica, no me estaba recuperando de verdad porque con la comida seguía haciendo lo mismo. Obviamente era muy difícil que el TCA se fuese. Pero cuando viene la pandemia, yo digo, hasta aquí. No voy a volver a hacer dieta. Llevaba muchos años con psicólogos y me habían ayudado mucho. Seguramente todas estas situaciones formaron parte de la recuperación. Cuando cambié el chip mental me di cuenta de que daba igual cómo estuviera físicamente, pero que no iba a poder avanzar de otra forma. Me sorprendió mucho porque la recuperación fue muy rápida. Después de llevar seis o siete años metida en eso, en cuestión de meses di cambios muy importantes. Empecé a saciarme con la comida, que era algo que nunca me había pasado. Empecé a encontrarme mejor, a tener más energía, incluso verme mejor en el espejo, que para mí era algo imposible.
—Además de ayuda psicológica, pediste ayuda nutricional.
—Al final, es un poco por donde vienen los atracones. Como te decía, es por esa parte física y mental. Son ambas. No se nos puede olvidar que el TCA es una enfermedad mental y el soporte psicológico es clave, siempre. Pero claro, estamos hablando de que no solo es una enfermedad mental, también es física. Porque la persona ha llegado a eso a través de sus conductas alimentarias. Y estas, hay que tratarlas. Lo mejor es que una persona con TCA esté tratada por ambas ramas. Por un nutricionista especializado en TCA que sepa tratar esto y un psicólogo también especializado.
—Me imagino que no ha sido fácil.
—Sí, es difícil, sobre todo al principio. En las primeras semanas, tienes que combatir con todos esos miedos y seguir adelante. Da mucho miedo y hay situaciones que te estresan, pero luego es verdad que yo me mantuve firme en la promesa de querer recuperarme y noté cambios muy rápidos. Fue como liberador. No deja de ser un proceso difícil, pero creo que cuando empiezas a notar esos cambios a positivo ya sabes que ese es el camino. Para mí ha sido un descubrimiento la buena relación con la comida he podido conseguir después del TCA. Mucho mejor incluso que gente que no ha pasado por él.
—Y decides especializarte, profesionalmente, en TCA. ¿Por qué?
—Básicamente fue una sucesión de diversos hechos. A raíz del covid, que dejo el trabajo en el que estaba de márketing, decido que mi relación con la comida es bastante buena y que me apetece estudiar nutrición para darle otro enfoque. Ahí es cuando decido hacer la FP, pero por conocimiento propio, no para dedicarme a ello. Para ver qué pasa y qué concepto me dan de la nutrición. El TCA digamos que se daba en una asignatura y era únicamente un módulo. Solo se trataba de anorexia y bulimia. A mí eso me dejó patidifusa. ¿Cómo en pleno siglo XXI se le está enseñando a los nutricionistas exactamente lo mismo que hace años? Lo único que nos lleva es que la gente esté cada vez peor y no deje de hacer dieta. Eso fue un poco lo que me llevó a pensar que había que hacer algo, que había que cambiar esto.
—Con todo lo que ha pasado, ¿cómo te encuentras ahora?
—Increíble, la verdad. Es lo que intento transmitir por redes sociales. Cómo una persona que puede estar tan mal puede llegar a estar tan bien. Hay mucha gente que por miedo o desconocimiento piensa que de un TCA no se sale nunca o que es de por vida. Y para nada. Al final, el tiempo también me ha ido dando la razón. Mis análisis de sangre siempre estaban con pequeñas cosas, casi siempre tenía anemia. Recientemente, que me han hecho los últimos, está todo perfecto, sin ningún tipo de problema. Todo con el tiempo, ha tardado en estabilizarse, pero me ha dado la razón de que esa es la clave. Más sana de lo que estoy ahora, es imposible. Y también con mejor salud mental. Eso es lo que intento transmitir a la gente, que hay otra forma. Tanto mi historia personal, como pacientes que llevo y he seguido. Se sale y se puede salir muy bien. Es otra forma de vivir.