Tres mujeres, no fumadoras y con cáncer de pulmón: «No pienso en la muerte, ni me pregunto por qué a mí»
ENFERMEDADES
Eliberia Pérez, Stephanie Oyonarte da Rocha y Mari Ángeles Marín relatan cómo es su vida desde que recibieron el diagnóstico: «La gente no es consciente de que la vida son dos días», dicen
26 nov 2023 . Actualizado a las 17:16 h.Uno de cada cuatro pacientes de cáncer de pulmón es una mujer. Este tipo de neoplasia es, en la actualidad, la cuarta causa de muerte en España, tanto en población masculina como femenina y, aunque antes fuese una enfermedad muy ligada al sexo —los hombres tenían un mayor hábito tabáquico—, la incorporación tardía de la mujer a su consumo, una mayor susceptibilidad a este agente cancerígeno, la polución, la exposición al radón y otras causas genéticas están siendo factores suficientes para darle la vuelta a la situación. Mientras que las cifras de hombres afectados se reducen, las pacientes crecen.
«Nunca quieres tener cáncer. Así que cuando oyes la palabra, se te cae el mundo encima». Hace casi un año, Eliberia Pérez, quién habla, la tuvo que escuchar en una consulta del Complejo Hospitalario de A Coruña. Tenía 56 años. Hacía un par de meses, había tenido un susto parecido que, al final, se había quedado en nada. «Me hicieron unas placas por urgencias y salió algo. Así que, el neumólogo me pidió una broncoscopia con la que comprobaron que solo era un cúmulo de flemas». Pasó página hasta que la vida le dejó. «Cuando en diciembre vuelvo a tener una neumonía y voy al hospital, la doctora decide ingresarme y hacerme un PET TAC, que sirvió para ver si tenía células cancerígenas». Al ver los resultados, dice que brilló «como un arbolito».
El resultado positivo antecedió a todo un conjunto de pruebas para conocer el tumor de pulmón al que se enfrentaban. «Cuando estás en esa situación, visualizas el cáncer como general. No sabes que cada uno tiene un nombre». En su caso, HER2 con mutaciones. La posibilidad de operación y tratamiento estuvo sobre la mesa, «hasta que el oncólogo lo descartó. Me dijo que había hecho metástasis en el derecho, cuando el inicio estaba en el izquierdo». El cáncer pasó de estar en grado 2 a grado 4 y Eliberia necesitará tratamiento de por vida. «Aunque, dentro de lo malo, me dicen que están encapsulados, y con la quimio pretenden que no se extiendan», cuenta.
Eliberia recibe a La Voz de la Salud en la sede de la Asociación Española contra el Cáncer, a la que, dice, acudió para aclarar algunas dudas. «Había leído que en España puedes tomar ciertas decisiones de vida, pero no sabía cómo debía plasmarlas». Ella no quiere sufrir, no quiere tener dolor o vivir con un respirador. Prefiere ser ella quién tome las decisiones sobre lo que hacer con su vida, aunque todavía no lo haya dejado plasmado. Mientras tanto, su marido, que la acompaña a esta cita, escucha. Silencio, y traga saliva.
El aumento de cáncer de pulmón en mujeres que no han fumado es una realidad. Es el caso de Eliberia, quien entiende el porqué de esta pregunta, «tan frecuente», pero lamenta el caso omiso a otros factores. «Es una lotería. Cuando veo a la gente con tabaco, pienso: “Tú fumas y a mí me da cáncer”. Pero es así». No se lamenta, cuenta que no quiere enterrarse en la negación o en su vida de antes. «Cada uno maneja sus emociones como quiere, pero yo no voy a estar llorando. Cualquier persona puede morir, porque solo hace falta estar vivo. Por eso no pienso en la muerte o me pregunto por qué a mí». Y, como está viva, vive. «Trato de cumplir mis sueños, tengo un marido, unas hijas y unas nietas».
«Lo acepto y sigo viviendo»
Cree que ella es la fuerte de la familia. «Yo siempre les explico que no soy eterna, como no lo es nadie». Eliberia ha aprendido, «demasiado tarde», apunta a disfrutar de las pequeñas cosas. Ya no se preocupa de las nimiedades: «Busco tranquilidad y paz, hay momentos en los que solo quiero caminar, otros en los que estoy más agotada», cuenta, pero sabe en qué centrarse. «En la vida hay cosas muy bonitas», aunque sea necesario encontrarlas.
Lo peor durante este año ha sido la experiencia con la quimioterapia. Piensa que es paradójico que la razón por la que siga aquí sea, precisamente, lo que reste calidad a su vida. «Me tumba, duermo mucho, no tengo energía, me falta fuerza y tengo ganas de vomitar», explica. Con todo y como puede, sigue adelante: «Lo acepto y continúo».
A los 34
Stephanie Oyonarte da Rocha, de origen francés, aunque de acento sevillano, fue diagnosticada en el 2016 de cáncer de pulmón, cuando le faltaban cuatro días para cumplir los 35. Su madre, Fátima, falleció en mayo de este año por la misma enfermedad. «Mi consuelo era pensar que, por estadística, esto ya no le tocaría a nadie de mi alrededor. Fíjate qué ilusa». En un principio, su caso se trató con operación y quimioterapia posterior. «Tuve una remisión, un tiempo de descanso que duró poco, porque en el 2018 tuve una recidiva y hasta ahora, que sigo con el tratamiento». Su tumor se ha vuelto resistente. Ya le ha fallado una terapia dirigida y, aunque ahora se le esté administrando otra desde el 2020, «también sabemos que va a fallar». Y vuelta a empezar.
Recuerda que el primer diagnóstico fue horrible. «Nadie quiere estar enfermo». Fue un camino de 15 meses, con pruebas y especialistas de por medio que nada tenían que ver. «Yo empecé a decir que tenía acropaquias, que las puntas de los dedos se habían deformado. Eso había cambiado en mí». También tenía bajones de energía, manchas en el pecho o dolor en las rodillas y en los tobillos. Así que su alergólogo encargó una radiografía de tórax en marzo del 2015, aunque no le dio mayor importancia. Un año después, el cirujano le dijo, con la misma prueba en la mano, que el tumor ya se podía intuir.
«Un tumor en estadío 4»
El 2018 supuso otro golpe de realidad, aunque ya tenía las cosas más claras. Conocía a lo que se enfrentaba. Stephanie cree que los oncólogos responden a todo aquello que el paciente quiera preguntar. Ella no dudó en hacerlo. «Me dijeron que estaba en estadio 4, pero no hizo falta mencionar que era una metástasis. El cuatro significa que no hay cura». Sabe que cada uno gestiona su enfermedad como medianamente puede, pero ella piensa que la vida sigue. «Mi madre siempre brindaba diciendo: “Por los presentes y por los ausentes”. Y es así». La voz se le corta. «La gente no es consciente de que la vida son dos días».
Se siente una afortunada, al igual que lo hacía su madre. Defiende que tuvieron acceso a tratamientos, a una seguridad social que las cuidó y, aunque la enfermedad «sea una mierda», sostiene que siempre será así. Por el contrario, reclama que haya más investigación, porque los avances son los que le permiten vivir: «Hace 15 años, ya no estaría aquí para contarlo».
La realidad del cáncer de pulmón, uno de los más letales, es así de cruda. Un tumor estigmatizado por el factor de riesgo principal: el tabaco. «Parece que es un cáncer de segunda, que la gente que lo tiene es culpable. Pero mi madre nunca fumó y yo apenas lo hice». A efectos de justicia, poco importa haberlo hecho.
El tumor de Stephanie tiene una mutación concreta, y lo mismo sucedía en el de su madre, diagnosticado en el 2019. Se ha estudiado si podrían hereditarios, pero la ciencia llega hasta dónde llega, «y por el momento, por falta de información a nivel de investigación, se dice que no están relacionados».
«El cáncer de pulmón es como un tsunami»
A Mari Ángeles Marín la conocen como Leles. Era un apodo familiar pero, desde que visibiliza esta enfermedad como vocal de la AEACaP (Asociación Española de Afectados de Cáncer de Pulmón), ha pasado a ser un reconocimiento especial. Su diagnóstico le llegó con 53 años, «hace ahora dos», en una revisión rutinaria de su asma. «Hacía unos meses había comenzado con un tratamiento nuevo que requería controles cada seis meses. Así que, a raíz de esto, me hicieron una radiografía», apunta. La expectativa se tornó en un jarro de agua fría: un tumor de casi nueve centímetros alojado en un pulmón. «Fue un palo, porque yo nunca he sido fumadora y este tipo de cáncer es algo que, si no lo conoces, lo asocias al tabaco».
Las pruebas para ponerle nombre y apellido llegaron una detrás de otra. «Todo fue muy rápido y la ventaja fue que, para mi adenocarcinoma, que tiene una mutación, encontraron un tratamiento». Precisamente, este es el que la mantiene con vida desde hace dos años. «No tengo quimio ni radio, sino que tomo una pastilla diaria». Leles celebra la efectividad, ya que el tumor está estancado.
Se define como «optimista» por naturaleza. Cuando estaba ingresada y las pruebas médicas se iban sucediendo, encontró consuelo en las visitas de una oncóloga: «La pobre siempre venía a decirme cosas malas pero justo, después, añadía: “Tú no te preocupes, que ahora hay tratamiento para todo”. Así que me lo creía».
Digerirlo no fue tarea fácil. El diagnóstico de un cáncer de pulmón «es como un tsunami, que se lleva todo por delante: desde la familia al trabajo o la vida social». Al menos, dice Leles, hasta que reaccionas. «Yo lo hice a partir del primer tac, cuando me dijeron que la metástasis no había crecido, que estaba todo controlado». Las cosas empezaron a ir mejor. Lamenta el juicio al que más pacientes como ella se tienen que someter. «Cuando se lo cuentas a alguien que no te conoce, te mira diciendo: “Claro, habrás fumado”». Nada más lejos de la realidad. Por eso, detesta esta pregunta. De hecho, sabe de buena mano que hay mucha gente que prefiere no decir que tiene cáncer de pulmón «porque le da vergüenza». Un estigma que cambia poco a poco, aunque todavía persista.
La atención que brinda la Asociación Española Contra el Cáncer es totalmente gratuita. El teléfono de contacto 900 100 036, está disponible las 24 horas y los 365 días del año.
De igual forma, la Asociación Española de Afectados de Cáncer de Pulmón (AEACaP) brinda apoyo e información a los pacientes de esta enfermedad, con apoyo psicológico y personal, asesoramiento legal y actividades formativas, entra otras. Su teléfono de contacto es 608 717 552.
Dolores Isla, oncóloga: «Con menos tabaquismo, la posibilidad de tener un cáncer de pulmón es mayor en mujeres»
El perfil del cáncer de pulmón está cambiando. Pese a mantenerse como el más letal para ellos, la mortalidad en la población masculina se ha reducido en los últimos años en un 29 %, al mismo tiempo que se ha duplicado entre las mujeres. ¿Las razones? Que la incorporación de ellas al hábito tabáquico es más reciente y que muestran una mayor susceptibilidad a los efectos tóxicos que produce este agente causal. Para este 2023, la Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM) estimaba que el cáncer de pulmón sería el tercero más prevalente, con más de 31.000 nuevos casos.
La doctora Dolores Isla, Jefa de Servicio de Oncología Médica en el Hospital Clínico Universitario Lozano Blesa de Zaragoza y presidenta de la Asociación para la Investigación del Cáncer de Pulmón en Mujeres (Icapem), lamenta que todavía se llegue tarde a un número elevado de pacientes, pero destaca que, gracias al reciente avance en tratamientos, la esperanza de un mejor pronóstico ha ido en aumento.
La experta recuerda que en etapas iniciales este tumor es asintomático y los signos, «como tos o infecciones respiratorias de repetición», aparecen una vez ha logrado avanzar más de lo necesario.
—El cáncer de pulmón se ha convertido en una enfermedad cada vez más frecuente. ¿Qué causas están detrás de este aumento?
—Está claro que detrás de este tipo de tumor lo que hay, sobre todo, es el tabaquismo. Este hábito todavía está muy presente en la sociedad, lamentablemente. De hecho, reducirlo sería una de las principales estrategias para intentar controlar esta enfermedad. Se trata de una adicción que condiciona muchísimas patologías de todo tipo, no solo del terreno oncológico, aunque sí tenga un impacto claro en la incidencia tan alta que hay del cáncer de pulmón, que además de ser bastante prevalente, todavía tiene un pronóstico adverso pese a estar mejorando.
—¿Qué porcentaje de casos de cáncer de pulmón se atribuye al tabaco?
—En torno al 80 u 85 % se debe al tabaquismo, aunque luego, también haya otras causas muy claras como son la polución atmosférica, el radón, y otras, aunque menos frecuentes, como las hereditarias. Con todo y como vemos, el grueso viene del tabaquismo.
—Para 2023, se espera un diagnóstico superior a 31.000 casos. Un amplio porcentaje de estos se detectan en estadios avanzados. ¿Por qué se llega tarde?
—Básicamente, porque se trata de un tumor que produce síntomas en una fase avanzada, y precozmente pasa desapercibido para el paciente. Es cierto que si tuviéramos programas de cribados para la población de riesgo, sobre todo, nos podríamos encontrar con diagnósticos más precoces de manera más frecuente. Solo que al no ser una realidad, nos encontramos a los pacientes con la enfermedad más avanzada.
Desde Icapem señalan, en el Día Mundial Contra el Cáncer de Pulmón, que la Organización Mundial de la Salud decretó este tumor «como el más peligroso, dada su alta incidencia y su elevada letalidad». Por eso, la asociación reclama que los avances lleguen al día a día de los pacientes: «Invertir en investigación es una pieza clave, pero no sirve de nada si el fruto de esa investigación no llega a quien realmente lo necesita para su supervivencia», indicaba Isla.
—Hay un gran debate al respecto de este cribado. ¿Cuáles serían las ventajas de contar con un «screening» en población de riesgo?
—Así es. El cribado con escáner de baja radiación ha demostrado beneficios en cuanto a mejoras en mortalidad. Esto lo sabemos desde hace más de una década, pero la implantación de cribados poblacionales es compleja en este tumor, y precisamente esta dificultad ha llevado a que todavía no esté instaurado. El hecho de que sea complicado aplicarlo, que vaya asociado al hábito tabáquico y que esta coordinación no sea fácil son algunas de las trabas que lo van obstaculizando. Aún así, y debido a los resultados positivos que ha demostrado, creo que tendríamos que tenerlo.
—El diagnóstico es tardío. ¿Cuáles son los síntomas más precoces?
—Tos, fatiga, dolor torácico, cansancio, pérdida de peso o infecciones respiratorias de repetición que no mejoran. Esos son los más frecuentes, pero es posible que los síntomas vengan de las lesiones metastásicas que tenga el paciente, por desgracia, y ya nos pasemos a síntomas neurológicos o dolores óseos, entre otros.
—¿El retraso diagnóstico es todavía mayor en mujeres?
—Es posible que así sea. El cáncer de pulmón, históricamente, ha sido un tumor relacionado con el sexo masculino, solo que desde la incorporación de la mujer al tabaquismo, la incidencia en ellas ha crecido de forma muy clara. Pero sí, la sospecha en Atención Primaria en mujeres puede seguir costando más, ya que siempre ha sido de varones. Esto hay que conocerlo, porque en ellas se incrementa rápidamente, incluso, en pacientes con cáncer de pulmón no fumadoras cuyas causas son otras. De estas también hay que estar pendientes, porque son pacientes que no esperarías, aunque las cifras suponen el 15 % de los casos en varones, y el 30 % en mujeres, por eso es importante.
—¿A qué se debe ese porcentaje de pacientes no relacionados con el tabaco?
—Fundamentalmente, porque ha sido fumador pasivo, o debido al radón, que es uno de los agentes ambientales sobre el que estamos avanzando en el conocimiento como factor de riesgo. También debido a la polución atmosférica, y también, hereditarias. Estamos intentando ver hasta qué punto son agentes causales, en qué proporción de pacientes, en qué perfil de individuos, ya que muy a menudo pueden ser no fumadores. Es un tema que ya hemos empezado a investigar, pero todavía sin conclusiones claras.
—¿Existen diferencias en el comportamiento del cáncer de pulmón en la mujer y en el hombre?
—Sí que existen. Las hay en lo relativo a incidencia, mortalidad, susceptibilidad en el riesgo del cáncer, en el pronóstico o en la tolerancia de los tratamientos, de forma que hay unas características biológicas por un lado, y socioculturales por otro, que condicionan el hecho de que el cáncer de pulmón se comporte diferentes en ambos sexos. De hecho, en mujeres, este tumor es más frecuente en jóvenes, en no fumadores, los estadios en los que aparece son más precoces; en lo que a histología se refiere con más frecuentes los adenocarcinomas. También hay alteraciones genómicas que son más habituales en mujeres, el pronóstico es algo mejor en ellas, y de igual forma observamos diferencias en las toxicidades de los tratamientos. El sistema inmune de unos y otras es diferente, la calidad de vida, la aceptación de la enfermedad o hasta los aspectos psicooncológicos. Como ve, son muchos factores y es un campo amplio de investigación.
—¿Puede poner algún ejemplo que permita traducir estos factores a la realidad?
—Globalmente, el pronóstico en mujeres es mejor y tenemos una supervivencia a cinco años mejor en ellas que en ellos. Es cierto que esto puede estar relacionado, en ocasiones, con el tipo de tratamientos que utilicemos, pero al final, los números nos dicen que las pacientes viven algo más que los varones cuando tienen cáncer de pulmón. Detrás hay una serie de razones, que todavía no se han estudiado en profundidad, pero de entrada sabemos que puede deberse a diferencias genéticas, epigenéticas, metabólicas, hormonales, de respuesta inmune, y también a aspectos socioculturales como es el contacto con determinados agentes ambientales, las susceptibilidad al tabaco o a los efectos adversos de este, que parece que es mayor en mujeres que en hombres. Es decir, con menos tabaquismo la posibilidad de tener un cáncer de pulmón es mayor en mujeres, y todo esto condiciona a que los resultados sean distintos.
—Habla de mutaciones como parte de esos casos en los que el cáncer de pulmón no se debe al tabaquismo. ¿Estas serían hereditarias?
—Hay dos tipos. Están las mutaciones somáticas, las cuales no son hereditarias, sino causales del cáncer; y hay otras que son germinales, que sí son hereditarias, y en este campo se están desarrollando estudios para conocer los antecedentes familiares, y los genes que están implicados en al aparición de estos cánceres de pulmón por causa hereditaria. Pero son grupos diferentes de agentes causales.
Icapem propone que los cribados se dirijan a la población de riesgo, «ya sea por sus hábitos o porque sean portadores de mutaciones que aumentan las probabilidades de sufrir este cáncer, algo que ocurre especialmente entre las mujeres». De igual forma, pone la atención en las pruebas médicas y diagnósticas, así como en la necesidad de crear una mayor conciencia médica y social «sobre el riesgo real que existe».
—En este tumor se destaca la importancia de no fumar pero, ¿qué papel juegan otros hábitos de vida saludable como evitar el sedentarismo o una dieta de alto perfil nutricional?
—Los hábitos de vida saludables son importantes, por supuesto. Son algo que debemos fomentar para que se incorpore de forma habitual en el día a día de la población en general, pero no sé si estamos del todo concienciados en la sociedad. Hemos de trabajar en que se evite el tabaco, el alcohol y las exposiciones solares desproporcionadas, y se haga una dieta equilibrada y saludable. Lo mismo sucede con el sedentarismo y la obesidad, considerados un agente causal. Por eso, podría ser importante incorporar el ejercicio físico para disminuir el factor de riesgo de cáncer globalmente, así como determinadas infecciones que están relacionadas con él.
—Desde Icapem han puesto en marcha un programa de ejercicio físico entre los pacientes oncológicos. ¿De qué forma beneficia a un paciente cuya capacidad pulmonar, entendemos, se puede ver reducida?
—Sí. El programa Actívate, en el cual está participando Icapem con otros ámbitos, como son asociaciones de pacientes, está promocionando el ejercicio físico en pacientes con cáncer de pulmón. Se trata de una rutina física controlada por profesionales, que se hace de forma grupal, periódico, e individualizado a cada persona, de forma que la persona lo acaba incorporando. Es una actividad muy aceptada por los pacientes, desde el punto de vista físico, pero también psicológico. Esto es algo muy positivo para el enfermo. De hecho, queremos ir más allá con un estudio clínico, en el que analicemos los beneficios que aporta el ejercicio a la calidad de vida o a la función respiratoria, entre otros objetivos.
—Su entidad señala que el 40 % de los pacientes de cáncer de pulmón sufren distrés y detrás de ello, hay dos realidades. Por un lado, el estigma que rodea a la enfermedad, y por otro, los efectos de la enfermedad y los tratamientos en la vida del paciente. ¿Cómo se gestiona esto en consulta?
—La verdad es que el diagnóstico de un cáncer de pulmón en particular, y de cáncer en general, es motivo suficiente para provocar estrés, ansiedad o depresión en un porcentaje elevado de pacientes porque todos conocemos que es una enfermedad seria, y que tiene un pronóstico complicado. No es de extrañar, por tanto, que el paciente lo asuma con una descompensación psicológica porque tiene que hacer frente al tratamiento, la frecuentación hospitalaria, los efectos secundarios de los fármacos, el pronóstico que tiene o a los resultados de las prueba diagnósticas que vamos viendo a lo largo de la enfermedad. Todo eso son motivos para que el paciente tenga una reacción psicológica que no siempre es la que nos gustaría, por eso hay que hacer un apoyo por nuestra parte, el propio oncólogo y enfermería, y también desde el punto de vista psicológico, que yo recomiendo cuando esté disponible en el hospital, porque en mayor o menor medida, la van a necesitar. Es una ayuda fundamental que contribuye a llevar mejor la enfermedad.
—¿La alteración que supone es todavía mayor en la vida de las mujeres? Ellas son quienes se suelen ocupar de los cuidados, por ejemplo.
—Claro. Ese rol condiciona mucho el funcionamiento familiar como todos sabemos, al menos de momento. Hasta ahora, el papel de la mujer en la familia ha sido muy destacado, muy protagonista, y cuando se produce una enfermedad que genera síntomas, con tratamientos que provocan toxicidades, una frecuentación hospitalaria alta, existe una repercusión familiar y social. Es algo, hasta la fecha, inevitable. Por eso también hay que apoyar al paciente y a todo su entorno, para que haya una buena aceptación del nuevo escenario en la familia. La mujer, madre o esposa, es muchas veces el pilar de a unidad familiar, y al enfermarse, todos se resienten. Por eso hay que ayudar a todos y creo que, en este ámbito, hay bastante trabajo que hacer.
—¿Qué situación experimenta el cáncer de pulmón respecto a su tratamiento? La inmunooncología parece estar dando esperanzas en un subtipo de cáncer de pulmón, por ejemplo.
—Hay dos grandes avances. El primero ya lo empezamos hace dos décadas y consiste en un fortalecimiento de las base biológicas del cáncer con la identificación de alteraciones genómicas, tratables con terapias dirigidas contra ellas. Esto nos ha permitido hacer una oncología de precisión en determinados grupos de pacientes que tenían determinadas alteraciones genómicas, las cuales eran tratadas con unas terapias específicas. Esto es lo que se conoce como medicina de precisión con terapias dirigidas. Por otra parte, está la inmunooncología, la inmunoterapia, que empezó hace una década y ha sido un gran avance. El cómo utilizar el sistema inmune contra el cáncer, como activarlo, para que el arma terapéutica de nuestras defensas actúe contra el tumor y de esta forma consigamos resultados positivos. Se ha avanzado, también, en otras estrategias de nuevos fármacos, que vienen en combinación con las medidas anteriores o no, y que son diferentes, y se están investigando para aportar un mejor pronóstico a nuestro pacientes, como los anticuerpos conjugados con tratamiento de quimioterapia o los fármacos bioespecíficos. En resumen, tenemos otras clases de fármacos en ensayos clínicos para avanzar en todo lo que ya teníamos. Creo que hay motivo para dar esperanza, porque se está llevando a cabo una investigación muy intensa sobre el cáncer de pulmón con buenos resultados, lo que supone ir dando pasos hacia un mejor pronóstico.
—¿Qué lastra el avance de este tumor?
—El primer problema es que el diagnóstico sucede cuando la enfermedad está más avanzada. Pasaría lo mismo en otros tumores. Por eso, es clave que lleguemos antes, en el estadio más precoz que se pueda, porque el pronóstico está relacionado con el estadio de una forma muy clara. Y luego, que no hemos tenido suerte con las estrategias de tratamiento que se han utilizado antes de las dos últimas décadas, momento en el que empezamos a dar pasos importantes. Con todo, no es fácil, pero estamos consiguiendo mejoras muy relevantes y largos supervivientes. Hemos podido cronificar este cáncer en un alto número de pacientes de forma sorprendente, muchas veces, y comentarlo me parece fundamental. Además, es importante saber que los avances suelen ser lentos, surgen poco a poco y de forma progresiva, aunque en los últimos 20 años la velocidad de crucero haya sido mucho mayor.
—Diferentes expertos nos han explicado que dejar de fumar a tiempo permite que la capacidad pulmonar de la persona se recupere a niveles de un no fumador, especialmente, si se hace antes de los 40. ¿Podríamos decir que dejar de fumar a tiempo beneficia el riesgo de cáncer o, por el contrario, el cuerpo tiene memoria?
—Dejar de fumar siempre es positivo, es un paso muy importante, por eso hay que facilitarlo y poner todos los medios para que sea una realidad en nuestro país. Cuanto antes se haga, y sea de forma total, mejor. Recientemente hemos conocido la financiación de medicación para contribuir a esta deshabituación tabáquica en la sanidad pública. Es una gran noticia que haya un apoyo desde el punto de vista sanitario, porque muchas veces la población no es capaz de dejar de fumar de forma voluntaria y necesita la ayuda. Creo que el mensaje es que siempre es buen momento para dejar de fumar, a cualquier edad, pero todavía sería mejor si la persona no empezase nunca. Si se consiguiera que el consumo de tabaco, en lugar de estar presente en el 20 o 25 % de la población, desapareciera a cero, sería la mejor noticia para la sociedad en general y para el sistema sanitario en particular.