Alberto Cordero, cardiólogo: «Empezamos a ver a mujeres jóvenes con infartos, cuando antes era muy raro»

Lucía Cancela
Lucía Cancela LA VOZ DE LA SALUD

ENFERMEDADES

El doctor Alberto Cordero, coordinador del grupo de trabajo de Dislipemias y Riesgo Residual de la Sociedad Española de Cardiología.
El doctor Alberto Cordero, coordinador del grupo de trabajo de Dislipemias y Riesgo Residual de la Sociedad Española de Cardiología.

El coordinador del grupo de trabajo de Dislipemias y Riesgo Residual de la SEC señala que la cardiología es una de las pocas especialidades con fármacos tan buenos para su enfermedad como son las estatinas

01 dic 2023 . Actualizado a las 13:05 h.

Las enfermedades cardiovasculares se pueden prevenir. La Fundación Española del Corazón señala que, si se hiciesen pequeños cambios en el estilo de vida, se podrían evitar hasta el 80 % de muertes prematuras por esta causa. Los pilares son de sobra conocidos: practicar ejercicio físico, seguir una alimentación saludable y abandonar el hábito tabáquico. Los tres son, además, fundamentales en el control del colesterol.

Esta sustancia grasa natural e imprescindible para la vida es, a la vez, una variable de riesgo cuando sus niveles se disparan. El doctor Alberto Cordero, coordinador del grupo de trabajo de Dislipemias y Riesgo Residual de la Sociedad Española de Cardiología (SEC), analiza un problema que afecta a más del 50 % de la población adulta en España. 

—¿Cuáles son los principales enemigos de la salud cardiovascular en la actualidad?

—Hay tres cosas muy importantes: el sedentarismo, la dieta inadecuada y el tabaco. Todo lo contrario, que es comer sano, hacer ejercicio y no fumar son las bases de la prevención. Cuando no cumplimos con todas, o con algunas, es cuando se empiezan a descontrolar ciertas variables como son la tensión, el sobrepeso o el colesterol. 

—¿De qué forma contribuyen a poner en riesgo la salud cardiovascular en concreto, y la salud en general?

—El tabaco, en sí mismo, es un factor de riesgo independiente. Es un tóxico y no hay ninguna cantidad sana. Un cigarrillo al día también es peligroso porque al final son muchos en una vida. Es un agente muy dañino para las arterias, ya que deriva en la arteriosclerosis. Además, produce cáncer en todos los sitios a los que se acerca. Desde la boca, la lengua, la laringe hasta los pulmones o la vejiga. Los factores de riesgo se potencian entre sí, basta con tener uno para que se empeore con el resto. 

—¿Cree que se tienen más en cuenta?

—Creo que hubo una ola muy buena contra el tabaco. Desde los 70 y 80, la publicidad se ha ido abordando. Luego se crearon las leyes antitabaco, que en realidad eran para proteger a los no fumadores, pues somos mayoría. Estas hicieron mucho. Pero sí que es cierto que en los años posteriores, se registró una relajación y un incremento del consumo de tabaco, sobre todo, protagonizado por las mujeres. Este tóxico sigue siendo un peligro y es una sustancia que, más allá de los impuestos, no se ha regulado demasiado. En España, entre el 20 y el 30 % de la población sigue fumando, y en algunos grupos de edad se supera. Son cifras altas todavía. Por otra parte, vivimos una corriente de fomentar el ejercicio y la dieta sana. Un claro ejemplo se ve en el supermercado, en el que todas las marcas de alimentación tienen su versión fitness. Para mí, más allá de la publicidad engañosa que se pueda hacer a este respecto, la cual habría que auditar, pienso que es una mentalidad y educación sanitaria muy positiva, algo que siempre hay que apoyar. 

—Según la Fundación Española del Corazón, el pronóstico de un infarto de miocardio es peor en mujeres que en hombres y un porcentaje mayor fallece antes de llegar al hospital. ¿Qué ha causado esta diferencia?

—Lo explican varios aspectos. Por una parte, la mujer está más protegida por las hormonas hasta la llegada de la menopausia. En esta etapa, debido a los cambios hormonales y biológicos, se produce una aparición de muchos factores de riesgo que incrementan las probabilidades de tener un infarto. Por eso, por debajo de los 60 años, es mucho más frecuente en los hombres, pero a partir de esta edad, las mujeres los igualan e incluso los superan. Aparte, está el hecho de que ellas son más longevas, y ahora, en grupos de 80 y 90 años, hay más mujeres con infarto. Esta diferencia pre y post menopausia se veía mejor antes que en la actualidad, porque fuman más y eso lo minimiza. Hay datos nacionales muy alarmantes que muestran cómo la mortalidad por tabaco o por causas atribuibles al tabaco en los hombres no hace más que bajar, y en las mujeres no hacen más que subir. Esto es algo que nos preocupa mucho porque ya empezamos a ver chicas con infarto o con cáncer de pulmón, cuando antes era muy raro. Por otra parte, está la manifestación clínica del infarto, que no es igual en mujeres que en hombres. Esto provoca que ellas minimicen los síntomas o no les presten atención porque tienen más responsabilidades laborales o familiares, que acudan más tarde, y se detecte más evolucionado, más grave, con más complicaciones y mayor mortalidad. Por último, hay otras causas que son biológicas y no podemos luchar contra ellas; o que, cuando son mayores, no saben explicar o detectar lo que les pasa. Por eso, a veces, también es un problema para los médicos independientemente de si el paciente es hombre o mujer. 

—¿Qué diferencias hay entre el infarto del hombre y el de la mujer?

—El síntoma típico del infarto es un dolor opresivo en el tórax, que irradia hacia el cuello y brazos; sensación de malestar o sudor frío. El paciente nota que se pone malo de verdad. Pero, a la mujer, a veces, solo le duele un brazo, o tienen unos sudores fríos que ella identifica como consecuencia de la menopausia, o le falta el aire y lo explica con un constipado o infección respiratoria. 

—Supongo que algo habrá cambiado, ¿no?

—Claro. Estamos mucho más alerta y más concienciados de que no hay que minimizar los síntomas atípicos. Es decir, aunque la paciente piense que no es nada, nosotros tenemos que ser más exhaustivos. Tanto con ella, como con los ancianos que se pueden expresar peor o tener algún déficit neurológico.

—Explíqueme el camino del colesterol en nuestro cuerpo. 

—Da para mucho. Creo que es importante que la gente sepa que el 75 % del colesterol que tenemos en nuestra sangre lo fabricamos nosotros, y el otro 25 % viene de la dieta. Es decir, comer de forma muy estricta, sin apenas productos de origen animal, tiene su efecto pero no va a reducir, por completo, el colesterol en sangre, ya que una parte muy importante lo fabricamos nosotros. El hígado elimina parte de lo sobrante a través de las bilis y de las heces. Sin embargo, la cantidad que no logra desechar continúa circulando por el torrente sanguíneo hasta que se acumula en los tejidos como energía. Si la cantidad sobrante es demasiada, se introduce en dónde no debe, en las arterias. Y así aparece la arteriosclerosis. Son pequeñas placas de colesterol, que se potencian mucho por la inflamación que genera el tabaco y la diabetes. El peligro llega cuando las arterias se estrechan, la sangre no pasa bien, la placa se rompe y forma un trombo, con el infarto final.

—¿El malo es tan malo y el bueno es tan bueno como se dice?

—Las partículas del colesterol malo, el LDL, son siempre malas, porque es lo que sobra, lo que va circulando y se deposita en las arterias. Sin embargo, el colesterol HDL recibió el nombre de bueno porque tienen propiedades para limpiar las partículas del malo. De hecho, se llama transporte reverso de colesterol y su función es sacarlo cuando está en las arterias y llevarlo hasta el hígado para que lo elimine. No obstante, hoy en día sabemos que esa capacidad no es suficiente como para proteger, al completo, a la persona. 

—¿El colesterol alto puede explicar un infarto?

—Por sí solo, por supuesto, ya que es lo que hace posible que se formen esas placas de colesterol. Pero en cardiología, los factores de riesgo se potencian. Es decir, si alguien es diabético y fuma no tiene el doble de riesgo de infarto, sino que tiene el triple o el cuádruple. La asociación potencia el efecto de cada factor. Por eso, cuanto más controladas estén las variables, menos riesgo. 

—Si lo que el organismo produce no se puede controlar, ¿qué conductas elevan el colesterol? 

—Tener una dieta alta en grasas, presente en algunos lácteos como los quesos o la carne roja. Por ejemplo, si bien es cierto que un niño que está creciendo necesita más cantidad, a un adulto le bastan dos raciones a la semana. También sube el colesterol la grasa presente en la bollería, en la alimentación industrial, ya que contienen muchísimos triglicéridos en forma de grasas pues son un muy buen conservante para los sabores. Pero, sin duda, lo que más colesterol tiene son los vísceras como el hígado, los riñones o los sesos. 

—¿Hacer ejercicio lo eleva? 

—El ejercicio, en realidad, quema muy poquito colesterol. Esto es algo que no se sabe. El ejercicio es fantástico porque quema muchas grasas, calorías, consume azúcares y baja la tensión, pero apenas consume colesterol. Para bajarlo, hay que llevar una dieta sana y, si alguien ya ha tenido un infarto, tomar algún medicamento se vuelve casi imprescindible. En este sentido, estamos viviendo una revolución porque cada vez contamos con más tratamientos eficaces para reducirlo. Prueba de ello es el fármaco inyectable dos veces al año. 

—En cambio, el ejercicio sí aumenta el colesterol bueno. 

—Efectivamente. El colesterol HDL se incrementa con el ejercicio, cuando la persona deja de fumar o cuando baja de peso. Es decir, es un marcador de un estilo de vida saludable. Es cierto que ha habido muchas estrategias farmacológicas para subir este colesterol bueno con fármacos, pero apenas han funcionado. Sí que es cierto que ahora se están investigando otras moléculas, que tienen muy buena pinta, pero aumentar este colesterol bueno no es una prioridad. 

—«Ni lo hacemos tan bien como pensamos ni los pacientes toman tan bien las pastillas como nos dicen». Esta frase, que es suya, la pronunció en referencia a la aterosclerosis. ¿Lo mantiene?

—Es verdad. Cuando miras los resultados de las prácticas clínicas, se ve que no todos los pacientes están genial tratados. Nos falta mucho por hacer. Muchos de ellos no están bien controlados porque les damos poco tratamiento o uno que es poco intensivo. Por ejemplo, hoy en día está clarísimo que en alguien que haya tenido un infarto se deben utilizar dos fármacos para el colesterol. En la realidad, solo la mitad de los pacientes lo cumplen. y luego, las personas, que salen con seis, ocho o diez pastillas después de un accidente de este tipo, tienen problemas de adherencia. Es más, tenemos muchos datos que nos dicen que en el primer año ya no se toman ni la mitad. Nos falta concienciar en este sentido. La gente te dice: «Yo no soy de pastillas». Pero claro, si han tenido un infarto, no hay negociación. Eso sí, fui un poco cañero en mis declaraciones [se ríe].

—Cuando se plantean varios fármacos para un mismo paciente, siempre se habla de la eficacia de la polipíldora en la cardiología. 

—Eso es. Al juntar tres pastillas en una, lo haces más fácil, mejora la adherencia y, como consecuencia, el paciente tiene menos complicaciones. 

—El consumo de pastillas para reducir el colesterol se incrementó un 50 % en la última década. ¿Crecen los eventos cardiovasculares o ustedes los prescriben más?

—No. Sino que a raíz de tener fármacos muy potentes, hemos aprendido que cuanto más se reduzca el colesterol, mejor. Es de las pocas cosas en medicina que cuanto más se reduce, mayor mejoría hay, los pacientes están mejor, hay menos infartos, menos ictus y se mueren menos. De ahí, la prescripción. 

—Se ha criticado mucho a las estatinas. ¿Cuál es su opinión?

—Es una fama totalmente inmerecida. Son unos fármacos muy seguros, súper eficaces, y los que más han cambiado el pronóstico de los pacientes. Reducen el riesgo de infarto, con una incidencia de efectos secundarios muy baja. Menos del 10 % de los individuos tienen mialgias, que son dolores musculares; y los efectos secundarios más graves, como para morirte, solo se dan en uno de cada millón prácticamente. Pienso que muy pocas especialidades tienen fármacos tan buenos para cambiar el curso de su enfermedad como es la cardiología, y son las estatinas. Además, están subvencionadas, lo que las hace muy asequibles y baratas.. 

—La Encuesta de Salud de la Fundación Española del Corazón (Esfec) revela que el 22,8% de los españoles tiene hipercolesterolemia; dato que llega a ser aún más elevado en otros trabajos, como el estudio ENRICA. En este último, solo el 46,4% es consciente de ello. ¿Cómo es posible?

—Es posible porque con el colesterol te tienes que hacer una analitica. Esto no duele, sino que la única forma de detectarlo es con un análisis de sangre, cosa que mucha gente no hace. De hecho, hay muchas iniciativas para que la gente revise el colesterol y si sale alto, empezar una prevención. Que no es cuestión de tratamientos, sino de sondear a quién tenga más riesgo.

Lucía Cancela
Lucía Cancela
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Graduada en Periodismo y CAV. Me especialicé en nuevos formatos en el MPXA. Antes, pasé por Sociedad y después, por la delegación de A Coruña de La Voz de Galicia. Ahora, como redactora en La Voz de la Salud, es momento de contar y seguir aprendiendo sobre ciencia y salud.

Graduada en Periodismo y CAV. Me especialicé en nuevos formatos en el MPXA. Antes, pasé por Sociedad y después, por la delegación de A Coruña de La Voz de Galicia. Ahora, como redactora en La Voz de la Salud, es momento de contar y seguir aprendiendo sobre ciencia y salud.