Joaquín Fuster, neurocientífico: «La caducidad del cerebro es la demencia»

Lucía Cancela
Lucía Cancela LA VOZ DE LA SALUD

ENFERMEDADES

El doctor Joaquín Fuster, experto en neurociencia cognitiva, es profesor emérito de la Universidad de California de Los Ángeles.
Carmen Cox.

El psiquiatra, uno de los mayores expertos en neurociencia cognitiva, es la cuarta generación de una familia de médicos y, a sus 93 años, todavía sigue ejerciendo | Asegura que «hablar más de un idioma ayuda a la memoria» | Su hermano es el famoso cardiólogo Valentín Fuster

09 ene 2024 . Actualizado a las 12:31 h.

Pocos saben del cerebro tanto como Joaquín Fuster (Barcelona, 1930), psiquiatra experto en neurociencia, que ha dedicado más de 50 años a estudiar la corteza cerebral. Su carrera se centró en los mecanismos implicados en las funciones cognitivas. Conoce la atención, la percepción, la memoria, el lenguaje y la inteligencia como la palma de su mano. Este interés no es nuevo para él. Forma parte de la familia Fuster Carulla. Él es la cuarta generación de médicos, su hijo la quinta y su nieta, que todavía está estudiando la carrera, será la sexta. Su abuelo materno, médico y farmacéutico, fue rector de la Universidad de Barcelona y tiene, incluso, una escultura en el Hospital Clínic como uno de sus primeros directores. El padre de Fuster fue psiquiatra, de ahí los primeros pasos que dio su hijo; y su hermano es el prestigioso cardiólogo Valentín Fuster. «La verdad que en nuestra familia más te vale estar sano», bromea en la llamada que mantenemos. 

Es Profesor Emérito de la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA), en la que desarrolló gran parte de su carrera. Allí fue pionero en la introducción de primates en la investigación, pues estaba convencido de que eran imprescindibles para el estudio de los mecanismos de la cognición, el conocimiento y la memoria. Con ellos descubrió que, cuando los centros del sueño eran activados durante la vigilia, se aumentaba la atención visual. «Estimulando profundamente la formación reticular del tronco cerebral, conseguí aumentar la atención de los animales. Podían ver estímulos presentados mucho más rápido, a la vez que el tiempo de reacción bajaba», recuerda. Un hallazgo «bastante importante» que se publicó en la revista Science en 1958. Un año antes se casó con Elizabet, su mujer, con quién comparte tres hijos, seis nietos y un bisnieto. «El cerebro, esta fue la gran cuestión durante tantos años. Ahora, ya soy viejo», nos dice entre bromas. Viejos serán los trapos. 

—Tiene 93 años y sigue al pie del cañón. ¿Se cuida?

—Bueno, sigo más o menos. No te lo digo todo. Pero desde hace 50 años, voy a nadar tres veces a la semana, medio kilómetro cada día. Nadar es una actividad que yo recomiendo mucho, porque es buena para el sistema respiratorio, para el circulatorio, para el cerebro naturalmente y también para el corazón. 

—Esto seguro que se lo ha recomendado su hermano. 

—[Se ríe]. Claro. Mi hermano Valentín, que además también es mi ahijado. ¿Eso lo sabías?

—No tenía ni idea. Usted descubrió que no solo tenemos una memoria, sino varias dentro de un conjunto de redes cognitivas. 

—Sí señora. Lo dices mejor que yo. 

—¿Cómo se lo explicaría a alguien que no entiende nada de neurociencia?

—En primer lugar, debe quedar claro que el cerebro no tiene rinconcitos para cada memoria. Es decir, no es que los recuerdos de mi abuela estén en esta parte y los de un primo en otra. Esto es una falsa creencia contra la que he estado luchando durante muchos años. En realidad, la memoria está distribuida, por la corteza cerebral, en redes formadas por grupos celulares que han sido estimulados al mismo tiempo y que, por lo tanto, asocian elementos de la percepción que llegaron simultáneos y constituyen una red. A su vez, esta red se relaciona con otras de memoria y de conocimiento previo. 

—Póngame un ejemplo. 

—Cuando nos encontramos con una persona que conocemos pero no nos acordamos de su nombre, hay una activación de varias redes que están interconexas y que conectan muchas cosas relacionadas con aquella persona: el ambiente en el que la conocimos, el nombre de su esposa, la edad o el pelo blanco que tiene. Una parte de esta memoria está constituida por unos grupos celulares relacionados con el lenguaje y, por lo tanto, con el nombre del señor. Estos son accesibles a través de cualquier parte; es decir, cuando queremos recordar algo, buscamos nuestro camino a lo largo y ancho de estas redes neuronales de tal forma que, como se suele decir, todos los caminos llevan a Roma. A veces el camino es más tortuoso y otras veces menos. Pero fíjate, aquí hay un elemento afectivo emocional muy importante, porque en ocasiones, si no se nos viene a la cabeza el nombre de esa persona, nos ponemos nerviosos; y cuanto más lo estemos, peor. 

—Muchas veces viene después. 

—Claro, lo hace de manera espontánea y con calma, porque tu cabeza, inconscientemente, ha estado buscando a través de todas esas redes en las que ese señor está distribuido. 

—¿Las tres formas de memoria (a corto plazo, a largo plazo y la de trabajo) se relacionan unas con otras?

—Sí, precisamente, he probado la hipótesis de que las tres comparten redes corticales, aunque en diferentes estados. Durante muchísimos años he trabajado sobre esas redes ejecutivas y, como sabrás, he publicado cinco ediciones de Cortex Prefrontal, que es mi obra preferida. Esta área es la parte anterior de la corteza frontal, y además de alojar memorias ejecutivas, también las guarda como memoria de trabajo durante la ejecución de una acción. Los mecanismos son iguales para la memoria perceptiva —la de los sentidos— y ejecutiva. Solo que las primeras, como puede ser el recuerdo de ver a alguien, están en la parte posterior; mientras que las segundas se encuentran, sobre todo, en la parte anterior. Esto no significa que cada una esté en su rincón, sino que son redes interconexas, solapadas entre sí. Y después viene el ciclo percepción-acción, que da nombre a mi próximo libro. 

—¿A qué se refiere?

—En el curso de nuestra conducta y búsqueda de un cierto objetivo, el que sea, hay una interacción entre las partes del cerebro que alojan la memoria perceptual, del ver, del oír, entre otras, con las que guardan la actividad, la ejecución, el hacer. En cualquier acción, existe un ciclo que va desde las zonas perceptuales, es decir, lo que percibimos, a las más ejecutivas, o lo que es lo mismo, cómo actuamos o qué hacemos. Esto tiene una serie de efectos en el exterior que son registrados. El nombre físico es la cibernética. El hacer tiene unos efectos, estos son analizados y producen un nuevo hacer. La cibernética es la ciencia del ciclo percepción-acción. Viene del griego y quiere decir «llevar el timón de la nave». Piensa que el timonel tiene sensaciones que le vienen de todo: de la dirección de los vientos, de la marea, de la brújula o del mapa. Y va integrando estos efectos para ejecutar una acción sobre el timón. Los cambios y dirección de la nave están sujetos a cambios del exterior, que a su vez producen nuevas acciones por parte del timonel. Esto es algo que la inteligencia artificial no puede imitar. 

—¿Piensa que la inteligencia artificial llegará a sustituir a la humana?

—Eso es una mentira por varias razones. En primer lugar, solo hace lo que se le dice que tiene que hacer. Claro, es más rápida que nosotros y lo hace mucho mejor, pero es ciega. No tiene bucle de regreso, no puede predecir lo impredecible. No puede calcular probabilidades, hacer selecciones entre probabilidades e imponderables, y no puede crear. Fíjate bien. Había una computadora muy famosa que se llama Deep Blue. Era tan eficaz, rápida e inteligente que batió al campeón mundial de ajedrez. Vemos que la computación y la inteligencia artificial pueden hacer cosas maravillosas pero, ¿sabes qué no puede hacer?

—¿Qué?

—Inventar un juego nuevo. Ahí está. La capacidad creadora y la capacidad para calcular entre probabilidades e incertidumbres, así como predecir, son propiedad única y exclusiva del cerebro humano. 

—¿Qué cree que nos hace humanos respecto a un animal?

—Una proliferación extraordinaria de la corteza cerebral sobre la corteza cerebral de los otros. Esto nos da una flexibilidad de conocimiento y de acción mucho más grande que la que tiene un chimpancé. Además, es cuestión de un desarrollo extraordinario del cerebro interno que rige y regula los instintos, la motivación, el afecto y las inclinaciones emocionales. Y naturalmente, en los instintos reside todo, desde el sexo, a buscar comida o el entusiasmo. Fíjate, que la educación del niño se basa justamente en el desarrollo de estas virtudes humanas.

—¿Habla de la función cognitiva?

—Claro. La expansión emocional es más primitiva y habitual en los animales. Pero la función cognitiva es exclusivamente humana. Esto es lo que nos hace hombres y mujeres. Y la función más elevada y que es única de los humanos es el lenguaje. Los animales se comunican entre sí, pero no tienen lenguaje. Entonces, ¿qué nos hace humanos? El desarrollo extraordinario de las funciones cognitivas y entre ellas, sobre todo, el lenguaje. 

—Algunos neurocientíficos temen que el uso excesivo de los dispositivos electrónicos por parte de los niños pueda afectar a su futura memoria. ¿Está de acuerdo?

—Sí. Es innegable que, en cierto modo, toda esta instrumentación sirve para ayudar al niño a desarrollar ciertos aspectos de la memoria cognitiva, de la memoria ejecutiva y del lenguaje. El problema que tienen es que automatizan esas funciones, de tal modo, que el niño pierde la capacidad para crear, para desarrollar su propia iniciativa y su motivación. Fíjate, un sabio muy sabio que se llama Plutarco dijo que la educación no es llevar una vasija, sino encender un fuego. Muchas de esas tecnologías modernas no solo sirven como muleta para lo que tendría que ser acción y pensamiento creativo y espontáneo, sino que además tienen otros efectos desastrosos sobre funciones orgánicas y biológicas. Por ejemplo, los niños que se aficionan a las pantallas duermen menos que los que no. Le quitan descanso. Y resulta que con ello pierden unas de las funciones más importantes del ser humano y del ser animal que es el sueño, lo que provoca un perjuicio terrible a la flexibilidad, a la imaginación o las funciones cognitivas que son necesarias en el proceso educativo. Y luego, no hablemos de lo que pasa en la educación con la ruptura del ciclo acción-percepción entre el niño y el maestro o medioambiente en general, como ocurrió durante el covid. 

«La caducidad del cerebro es la demencia»

—¿Qué importancia tiene la relación humana en el aprendizaje?

—Esta pandemia es un buen ejemplo para explicarlo, porque hubo una escisión del ciclo percepción-acción. El niño hacía una cosa, pero no tenía forma de tener una respuesta como corrección o como recompensa, que son importantes para mantener la atención del alumno en el aprendizaje. Lo que ocurrió fue una catástrofe para los niños, sobre todo, para los que pilló entre los 6 y 11 años, que además de estar en pleno período de desarrollo, es la etapa en la que más se necesita el contacto con los otros para la educación. Y ojo, que hablo de los profesores pero, especialmente, de la familia. Esta es la unidad básica de la sociedad y el núcleo en el que un niño primero aprende a relacionarse con otros de forma afectiva. Ahí descubre cómo se funda el amor, la compasión, la generosidad o el altruismo. Por eso cuando la familia desaparece, este ambiente no existe. 

—Se ha dedicado a estudiar los recuerdos. ¿Cree que a veces hace falta tener mala memoria para ser feliz?

—[Se ríe] Qué pregunta tan filosófica. Yo tenía un amigo que decía que la felicidad es tener buena salud, mucho dinero y una mala memoria. Los gallegos sois gente muy ingeniosa. Tengo admiración por vuestra región, la conozco muy bien, tan verde, bonita y maravillosa. 

—El cerebro también envejece. ¿Se puede retrasar?

—Hay ciertas cosas que son fundamentales. Las más importantes son tres: una buena nutrición; la actividad física, hacer ejercicio; y la tercera es la actividad social, la relación con los otros. Todo ello retrasa el advenimiento del alzhéimer o de otra demencia. Tenemos hechos estadísticos pero no podemos localizar los mecanismos por los cuales esto ocurre. 

—¿El cerebro tiene fecha de caducidad?

—La caducidad es la demencia, aunque como bien sabemos los médicos, no conocemos del todo bien la raíz del Alzhéimer, pero sí que estas tres variables lo retrasan o, tal vez, lo dominan. 

—Pero no caduca como tal. 

—Hay un concepto muy importante que se llama reserva cognitiva. Todos tenemos, además del conocimiento y de la memoria, la capacidad para mantener información cognitiva inconsciente que se pueda utilizar en caso de necesidad, en caso de que falle la memoria principal. Esta reserva cognitiva se pone en marcha, sobre todo, cuando la capacidad funcional principal falla. Algo muy bueno para que los tipos como yo aguantemos. ¿Y sabes dónde se encuentra una de las fuentes más importantes de esta reserva?

—No. 

—En otros lenguajes, en conocer más de una lengua. Esto ayuda a la memoria, porque lo que no se puede conseguir por una lengua, se consigue por la otra. Hay datos de tecnología de imagen que demuestran claramente que los políglotas tienen una memoria más extensa porque pueden utilizar varias redes en una lengua o en la otra. Esto es parte de la reserva cognitiva. 

—Sabe tanto de la memoria que hasta habla de la memoria del futuro. ¿Cómo es posible? Parecen conceptos contradictorios. 

—Parece absurdo, ¿verdad? La memoria del futuro es justamente una de las funciones principales de la corteza prefrontal. Consiste en la reestructuración de la memoria del pasado con fines futuros. Es reactivar lo pasado para hacer el futuro. Dicho de otra forma, no hay acción del futuro que no esté educada por el pasado. Es simplemente la imaginación, que se basa en lo que ya ocurrió para formar lo nuevo. Esto lo vi, por primera vez, en un artículo de un amigo sueco. Él ponía énfasis en el lenguaje, porque tenía datos de la técnica de imagen. Era un pionero. Descubrió que la corteza prefrontal se activa no solo con la acción pasada, sino con la acción futura, con la imaginación de un acción nueva. Así fue que dijo: «Esta parte del cerebro está viendo el futuro». Este tipo de memoria es una de las funciones más importantes de la corteza prefrontal, porque es la capacidad de predecir y de tener la posibilidad de corrección en caso de error. Este tipo de memoria es la base de la creación. 

—Precisamente, usted ha estudiado esta corteza prefrontal durante más de 50 años. Su libro es una referencia. ¿Qué se sabe hoy en día que no se conocía cuando usted comenzó?

—La corteza prefrontal tiene unas funciones fundamentales y esenciales para el ciclo percepción-acción. Primero es la atención ejecutiva, es decir, la atención concreta, selectiva y dirigida a lo que se hace y hay que hacer. Como sabes, la base de la atención es que tenemos recursos limitados en el cerebro y estos se han de usar de un modo selectivo. Cuando se hace algo hay que atender a ello para que salga bien. La segunda función que tiene es la memoria de trabajo, empleada durante el ciclo percepción-acción cuando hay separación entre lo que estoy haciendo y lo que tendré que hacer, o el resultado que va a ocurrir. Por ejemplo, si quiero llamar a mi amigo, tengo que mirar el número y luego recordarlo. Es la memoria de algo que se necesita para hacer algo en el futuro próximo. Otra función es la capacidad para decidir entre alternativas; y otra, el poder planificar, ya que tiene una base temporal más larga que otras funciones. Por último, la quinta función es el control inhibitorio.  Esto quiere decir la supresión de lo que no pertenece a la acción presente y la distracción. Hay una enfermedad de la infancia donde esta función falla porque la corteza prefrontal no se ha desarrollado de un modo correcto y a tiempo, que es el trastorno de la atención de la infancia con la hiperactividad. 

—Tras más de 70 años con una carrera exitosa sigue en activo. 

—Bueno, hago funciones pro-bono, que no me pagan por ello. Estoy jubilado, pero desde hace años ayudo en el servicio ambulatorio para enfermos de salud mental de habla hispana. Como soy psiquiatra... En California, los psiquiatras de habla hispana hacen mucha falta porque hay muy pocos, con una población que alcanza casi el 50 %. Se necesita gente voluntaria y también me mantiene activo. No hemos hablado de ayudar a los demás, pero es una cuestión muy importante para el desarrollo del ser humano. 

Lucía Cancela
Lucía Cancela
Lucía Cancela

Graduada en Periodismo y CAV. Me especialicé en nuevos formatos en el MPXA. Antes, pasé por Sociedad y después, por la delegación de A Coruña de La Voz de Galicia. Ahora, como redactora en La Voz de la Salud, es momento de contar y seguir aprendiendo sobre ciencia y salud.

Graduada en Periodismo y CAV. Me especialicé en nuevos formatos en el MPXA. Antes, pasé por Sociedad y después, por la delegación de A Coruña de La Voz de Galicia. Ahora, como redactora en La Voz de la Salud, es momento de contar y seguir aprendiendo sobre ciencia y salud.