Daño en los riñones y envejecimiento acelerado, publicado el mayor estudio sobre los riesgos del turismo espacial

L. Balado

ENFERMEDADES

La tripulación de la misión civil espacial «Inspiration4», estudiada para esta investigación.
La tripulación de la misión civil espacial «Inspiration4», estudiada para esta investigación. Inspiration4

Aunque la mayoría de los efectos sobre la salud humana se han mostrado reversibles, la ciencia ya busca soluciones a problemas que podrían permanecer en el tiempo

11 jun 2024 . Actualizado a las 18:55 h.

El mayor estudio que jamás se ha hecho sobre el impacto que tienen en la salud humana los viajes espaciales acaba de aterrizar en la Tierra. Se trata, en realidad, de un compendio de 44 publicaciones; un paquete de datos científicos sobre los efectos de este tipo de expediciones en el organismo de los astronautas que se ha bautizado como SOMA ( que corresponde a las siglas en inglés de Space Omics and Medical Atlas). Más de cien instituciones de más de 25 países han trabajado de manera coordinada para traducir estos datos en efectos concretos. El resultado es el mayor estudio sobre el impacto de los vuelos humanos en la biología humana y cuyas conclusiones se han publicado en la revista científica Nature.

En un horizonte en el que se empiezan a promocionar los viajes espaciales de ocio, SOMA ofrece información valiosa sobre las posibles consecuencias de este tipo de turismo sobre los riñones, el corazón, la piel o los músculos. Sin embargo, sus conclusiones también podrían aportar respuestas a secretos del cuerpo humano más allá de un ambiente extraterrestre.

Para el organismo no es lo mismo darse una vuelta por la órbita de la tierra que pasarse meses 'encerrado' en la Estación Espacial Internacional (EEI); también es cierto que la mayoría de los efectos que provoca en los cuerpos un cambio tan brusco de ecosistema desaparecen a los pocos meses —pero no todos—; y que un civil no tiene la misma preparación que un astronauta de la NASA. Las variantes son muchas en un trabajo que ha recopilado datos que van desde los aportados por la tripulación del Inspiration4 —la primera misión civil que realizó un viaje corto por la órbita terrestre— hasta el impacto en los cuerpos de los profesionales de la agencia estadounidense durante sus tareas en la estación internacional. Allí pasan períodos que oscilan entre 120 días y un año.

También hay información aportada de otras expediciones como Polaris Dawn, Axiom, NASA Twins y alguna de la Agencia Japonesa de Exploración Aeroespacial (JAXA) Pero teniendo en cuenta estas diferencias, ¿qué le pasa a nuestro cuerpo en el espacio?

La misión «Inspiration4»

Buena parte de los datos han sido obtenidos de la monitorización de la tripulación civil de la Inspiration4, una expedición realizada en el año 2021 y que llevó a dos mujeres y dos hombres a viajar a una altura de 590 kilómetros sobre la Tierra durante tres días. Durante ese tiempo se les realizaron diversos experimentos y se tomaron muestras de sangre, saliva, heces o biopsias de piel. En ellos se apreciaron cambios a múltiples niveles, algunos de los cuales presentes también en los vuelos de mayor duración, aunque «no supuso un riesgo significativo para la salud de la tripulación», según una de las investigaciones. 

Los cambios observados

Los viajes al espacio, incluso de corta duración, afectan a la salud y nuestro organismo se ve sometido a cambios moleculares, celulares y fisiológicos, aunque gran parte se normalizan al regreso. Christopher Mason, de la Escuela de Medicina de Nueva York, firmante de algunos de los artículos incluidos en SOMA, ofreció una rueda de prensa virtual en la que enumeró algunos de las consecuenias apreciadas. En concreto, se centró en la tripulación del Inspiration4, «que no son especialmente atletas olímpicos ni que se entrenan diez años para ir al espacio». 

Aunque un 95 % de los marcadores analizados volvieron a los valores de referencia en los meses posteriores al final de la misión, algunas proteínas, genes y citoquinas parecieron activarse solo durante la recuperación y persistieron al menos tres meses. Según los investigadores, esto sugiere que la readaptación a la Tierra activa una serie de mecanismos reparadores que ayudan a recuperar, al menos en parte, el estrés fisiológico impuesto por la exposición al entorno espacial. Los mayores cambios fisiológicos se habrían producido durante el lanzamiento y la reentrada a la Tierra. Actividad anómala en la que los cambios bruscos de gravedad jugarían un papel central.

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Algunos de los efectos de viajar al espacio pueden resultar obvios, como los mareos, los vómitos y otros síntomas neurovestibulares como la desorientación, que llegan a afectar a un 80 % de las personas que se deciden a salir de órbita. Otros no lo son tanto. Los datos de Inspiration4, junto a los de JAXA —la agencia japonesa— y a los de simulaciones realizadas en la Tierra apuntan repetidamente al impacto de las misiones espaciales sobre la función mitocondrial y la «regulación inmunitaria».

El cambio de gravedad ya mencionado, sumado a la radiación espacial, repercutirían a nivel celular en el funcionamiento de los músculos, de los riñones, del corazón, de la piel y tejidos del sistema nervioso central. Además, los científicos señalan que salir de la Tierra aceleraría el envejecimiento —uno de los efectos más llamativos es el acortamiento de los telómeros registrados en la tripulación del Inspiration4—. En cualquier caso, se recuerda que la muestra es demasiado pequeña (cuatro personas) como para obtener conclusiones sólidas. 

Telómeros que crecen y decrecen

Uno de los efectos más llamativos observados en estas expediciones es el de los efectos de la radiación en los telómeros, que son una especie de 'fundas' que protegen los extremos de los cromosomas. Su acortamiento es un signo del envejecimiento en los humanos. En investigaciones anteriores se había descrito que se alargan durante la estancia en el espacio, pero se desconocían los detalles de este fenómeno. 

La investigadora de la Universidad Estatal de Colorado (EE.UU.) Susan Bailey indicó en la rueda de prensa que los datos de Inspiration4 revelaron que los telómeros de toda la tripulación habían crecido en un viaje de solo tres días. Sin embargo, al regreso «se acortan drásticamente» volviendo «más cortos que cuando el astronauta comenzó el viaje».

Daño renal

Entre los estudios publicados por Nature, uno encabezado por Keith Siew y Ben Walsh, investigadores del University College de Londres, advierte de que la estructura y función de los riñones se ve alterada por la radiación, tanto solar como galáctica, hasta el punto de que podría poner en riesgo una misión a Marte. 

La investigación simuló con ratones la exposición a radiación galáctica similar a la que se sufriría en un viaje al planeta rojo y el resultado fue daños permanentes y pérdida de función renal. «Si no desarrollamos nuevas formas de proteger los riñones, un astronauta que llegue a Marte podría necesitar diálisis en el viaje de regreso», advirtió Siew. Otro de los peligros sería la formación de cálculos renales, que si ya no resulta agradable cuando te coge en casa, palabras mayores son que el dolor empiece en otro planeta.

Otros de los puntos interesantes de la investigación se centran en la prevención, así como en conocer los riesgos específicos para la salud de la mujer. Respecto al primero, uno de los hallazgos revela que la inhibición de una firma clave del microARN podría convertirse en un factor protector de las consecuencias de la exposición a esta radiación, evitando la desregulación inmunitaria e inflamatoria de este tipo de viajes.