La anomalía ultraprocesada de la sanidad: ¿qué venden en Galicia las máquinas de los centros de salud?
VIDA SALUDABLE
Las máquinas de «vending» de los centros públicos, que pretende regular Consumo, ofrecen de manera muy mayoritaria productos no saludables
14 dic 2025 . Actualizado a las 10:37 h.En la fila de arriba, una palmera de chocolate, snacks de los que manchan los dedos y patatas que prometen saber a jamón dos veces. Circuló el bulo de que Europa las iba a prohibir, pero la restricción se limitó a ciertos aditivos de aroma ahumado, por lo que ahí siguen con todas las de la ley. Bajando la vista un poco más, gominolas de toda clase y condición. La siguiente hilera, productos de fumadores de todo tipo para fumadores de todo tipo. Y chicles, que parecen estratégicamente ubicados como paliativo al mal aliento. Después de chocolatinas de las que se venden para «tomarte un respiro» y similares, un toque saludable: una caja de preservativos. Y el agua, claro: un único código alfanumérico para ella frente a la amplia oferta de refrescos azucarados de todo color y monstruosas latas de bebida energética.
Es una máquina expendedora cualquiera de un barrio obrero de una ciudad gallega. Una entre muchas, porque este tipo de aparatos surgen como setas en chaflanes u ocupando locales vacíos y de arquitecturas complicadas para los modelos de negocio actuales. Gustará más o menos, pero están en la calle, que no se rige por la misma regulación que, por ejemplo, un centro de salud. Es ahí donde planea meterse de lleno el Gobierno vía Real Decreto. El ministerio de Consumo considera incompatible con la palabra salud los productos que, mayoritariamente, se ofrecen en estos puntos de venta. Y pese a que es cierto que el escaparate no es el mismo en un centro sanitario que en una esquina cualquiera de cualquier ciudad, las opciones están lejos de ganarse el calificativo de saludable.
En un hospital
En uno de los hospitales de referencia de una de las siete áreas sanitarias de Galicia, las escaleras animan a mantener «un peso corporal saudable», se recuerda cada tres peldaños que evitar el ascensor equivale a «mellor condición física». «Mellor a pé», resumen dos simpáticos monigotes pegados en los accesos. Sin embargo, la arenga durante la escalada a reducir el «risco de diabetes tipo II» convive malamente con el catálogo que despliegan estas máquinas de vending, que también conviven de manera natural en los centros de salud públicos. Hay una de ellas en las zonas de esparcimiento de cada planta. Quizás en un futuro acaben siendo una escena tan extemporánea como lo son hoy los recuerdos de cigarrillos humeantes en las salas de espera, pero a punto de culminar el 2025, a nadie llama la atención su presencia.
Es cierto que la oferta es notablemente mejor que la de sus homólogas callejeras. Hay cierta conciencia tras el cristal, pero, con mucho, la mayoría de las opciones son ultraprocesadas. Por descontando, ni de lejos, se acerca al límite del 20 % de productos no saludables que pretende el Ministerio.
En los hospitales gallegos, así como en otros puntos de atención primaria, la oferta de estas máquinas es muy similar, ya que en los últimos años una concesionaria ha ido instalando sus terminales que unifican las alternativas. Se pueden encontrar snacks —patatas al punto de sal y con sabor a jamón—, chips de «tomate, queso y orégano» muy bien publicitados como «no fritos» o con un «-50 % de grasa» —no son la peor opción, pero son ultraprocesados—, pan de pipas, cóctel de frutos secos —fritos—, galletas «digestivas» y también chocolatadas, barritas energéticas y alguna bolsita de nueces o almendras —junto al agua, lo más saludable de entre todo lo disponible—. A partir de ahí, chocolatinas clásicas, gominolas, bollería industrial, ‘zumos' de piña y melocotón —más próximos a un refresco que a un jugo natural—, batidos de proteínas, sándwiches precocinados, refrescos, bebidas isotónicas y un lineal completo de botellas de agua. Con mínimas variaciones, el escaparate es el mismo en cada planta.
La más grande de las máquinas —en realidad son tres anexas— está en el exterior del recinto, en una de las entradas con más actividad porque aquí llegan las ambulancias y recibe tanto a personal sanitario —interno o externo—, como a familiares que hacen compañía en la sala de espera. Una está llena de agua y refrescos en proporciones similares. En las otras dos, la oferta saludable se mantiene igual de escasa, pero el safari permite ver una pantera rosa, que podría creerse en extinción.
La anunciada retirada de la mayoría de estos productos, en opinión de María Barragáns, endocrinóloga del Hospital Álvaro Cunqueiro de Vigo, será beneficiosa para pacientes, acompañantes y también personal sanitario. «Sabemos que el entorno condiciona mucho las elecciones. Cuando estás agotado porque estás cuidando un familiar, o porque estás haciendo una guardia, tener estos alimentos disponibles hace que los consumas en mayor medida», asegura.
Centros privados y puntos de atención continuada
Se suben y bajan las escaleras, se explora cada rincón en un hospital de la sanidad privada, pero no aparece máquina expendedora alguna. Como están tan integradas, es normal que pasen desapercibidas, así que a punto de alcanzar ya el último piso del edificio —que no es pequeño—, mejor preguntar por ella en un mostrador. El personal dice que no disponen de ellas, que hay que ir a la cafetería. Lo bueno es que no hay ultraprocesados; lo malo es que no hay nada. Que cada uno pondere su balanza.
Por curiosidad, merecía la pena la visita a la cafetería. Tal vez haya fruta, pero no está a la vista. Una señora pregunta si tienen churros y la camarera le replica que lo único que hay «de bollería» es lo que está sobre la barra de aluminio: una bandeja tapada con napolitanas y otra con cruasanes.
Bajando un escalón asistencial, probamos en diferentes puntos de atención continuada (PAC), de nuevo dentro del servicio público. Uno de ellos está en la ciudad. Tras recorrer tres plantas con las mismas pegatinas motivadoras en los escalones, la máquina aparece al enfilar la salida. Había pasado desapercibida frente a los ascensores. La oferta es la misma que en el hospital.
El otro es un centro de especialidades, ya fuera de la ciudad, que también ofrece atención primaria de urgencias. No hay que buscar mucho. Frente a la recepción, dos máquinas, una de comida y bebida y otra de café que ofrece más posibilidades que la mayoría de cafeterías con licencia en Galicia —capuccino cremissimo, capuccino aroma, crema de café irlandés, mocca bombón, caprice, irish coffee, todos ellos XL—. En la de aperitivos, otra pantera rosa da cuenta de que su estado de conservación no está amenazado. Las cuentas son fáciles. La máquina tiene seis hileras y dos enteras, a excepción de un puesto, están ocupadas por agua, un 16 %. Con lo que sí cuenta el centro es con otro de los requisitos que se pretenden implantar, fuentes de agua potable gratuitas.
Estas fuentes también están presentes, de vuelta en la ciudad, en uno de los centros de salud más grandes de la urbe —cuenta con seis plantas—. No hubo suerte a la hora de detectar la presencia de máquinas de vending pese a la enorme extensión del centro, lo cual quiere decir que en una visita breve no saltó a la vista, no que no exista. En cualquier caso, son muchos los centros gallegos de tamaño humilde que, por lógica, carecen de este tipo de servicio.
Sanidade se mueve
A falta de Real Decreto, la Consellería de Sanidade confiesa a La Voz que moverán ficha. «Estase a desenvolver unha auditoría prospectiva nos hospitais públicos de Galicia coa finalidade de formular recomendacións actualizadas en materia de alimentación saudable, tanto para pacientes como para profesionais. Este traballo inclúe a análise da oferta alimentaria das máquinas de vending, poñendo o foco non só na calidade nutricional dos produtos dispoñibles, senón tamén na súa cantidade e na organización da oferta, co obxectivo de reducir o desperdicio alimentario», aseguran.
¿Pero hasta qué punto se puede adaptar el contenido de una de estas máquinas a una oferta saludable? Unas fresas no son ultraprocesadas, pero sí ultraperecederas. «Podremos ver yogures o kéfir naturales, palitos de pan con una cantidad de sal más limitada. Es cierto que no vamos a encontrar de repente una máquina expendedora lo más sano del mundo, es difícil, pero entre unas galletas Oreo y una manzana, pues hay puntos intermedios», adelanta Lucía Fernández, nutricionista del Colexio de Dietistas e Nutricionistas de Galicia (Codinugal).
Lo que se sabe de la futura ley
No le falta razón a la Consellería de Sanidade cuando, a preguntas de La Voz sobre posibles ajustes en las máquinas de vending ubicadas en sus espacios, respondan que «por agora non dispoñemos do texto oficial do Real decreto anunciado polo Ministerio de Consumo, nin sequera en fase preliminar para unha eventual consulta pública previa». Desde el Sergas recalcan que «tampouco se teñen compartido criterios nin documentación nos órganos de cooperación coas comunidades autónomas en materia nutricional», por lo que, reconocen, carecen de criterio para valorar lo que vislumbra el Ministerio de Derechos Sociales, Consumo y Agenda 2030.
Poco se sabe en realidad más allá del anuncio público del titular de la cartera Pablo Bustinduy (Sumar) y de una nota de prensa en la web ministerial introduciendo la medida, de la que Sanidad es coproponente.
80 % de productos saludables
En el texto trasladado desde consumo bautizan esta nueva normativa como «Real Decreto de Alimentación Saludable de Hospitales y Residencias». Pretende garantizar al menos una presencia del 80 % de productos «saludables» en las máquinas expendedoras en «todos los hospitales y residencias tanto públicos como privados, así como de otros centros públicos». Del mismo modo, se regulará para que estos lugares cuenten con fuentes de agua potable gratuitas y se obligará a que las bebidas calientes de máquina sean dispensadas, por defecto, sin azúcar, aunque se permitirá la opción de incorporar hasta un máximo de cinco gramos por preparado. Actualmente, «la máquina da la opción de poner más azúcar o menos, pero no tienes control, no sabes cuánto le estás poniendo realmente», explica la dietista-nutricionista Dora Remiseiro.
Así, el 80 % de la oferta de las máquinas deberá consistir en productos como agua, leche, frutos secos no fritos bajos en sal, zumos de frutas, fruta, panes y sándwiches integrales o yogures sin azúcares, «entre otros». Solo se permitirá una presencia del 20 % de productos poco saludables —aquellos alimentos de formulación industrial compleja, con ingredientes transformados, aditivos y alto contenido en grasas saturadas, azúcares o sal, como algunos snacks, bollería industrial, bebidas azucaradas o galletas industriales—, que no podrán ocupar las posiciones centrales. Deberán ser relegadas a zonas menos visibles.
La definición de ultraprocesado
No siempre es fácil trazar la línea entre un alimento saludable y uno que no lo es; o, incluso, acotar una definición universal sobre qué caracteriza a un alimento ultraprocesado. La endocrinóloga María Barragáns ilustra con ejemplos los matices que puedan existir: «Un yogur natural es procesado, es un alimento que ha sufrido una transformación, pero eso no lo convierte en un ultraprocesado. Estos son productos formulados industrialmente, que tienen azúcares añadidos, harinas refinadas, grasas trans y aditivos que alteran su impacto metabólico. A nivel nutritivo, tienen un valor muy bajo y son poco saciantes. Esto hace que los comamos en más cantidad y su valor calórico es muy elevado», por lo que podemos excedernos con mayor facilidad.
El impacto negativo de estos productos es claro. «Son muchos los estudios que establecen una asociación entre este consumo y un mayor riesgo de padecer enfermedades no transmisibles, cáncer, patologías cardiovasculares, diabetes u obesidad», observa Ángeles Romero, Catedrática de Tecnología de Alimentos de la USC.