Ana de Hollanda, endocrinóloga: «Mantener la pérdida de peso es un desafío»

Lucía Cancela
Lucía Cancela LA VOZ DE LA SALUD

ENFERMEDADES

La doctora Ana de Hollanda, endocrinóloga en el Hospital Clínic de Barcelona.
La doctora Ana de Hollanda, endocrinóloga en el Hospital Clínic de Barcelona.

La experta del Hospital Clínic de Barcelona explica que la obesidad tiene múltiples causas y lamenta que, en ocasiones, se culpe a los pacientes de ello

14 jul 2024 . Actualizado a las 13:46 h.

La obesidad lleva años creciendo a nivel mundial a un ritmo imparable. Tal es la preocupación de las entidades científicas, que se considera un problema de salud pública. Tiene más de 200 complicaciones asociadas, entre ellas, las patologías más prevalentes en la actualidad, como las enfermedades cardiovasculares o el cáncer, y las de tipo metabólico, como la diabetes. Según recoge una investigación del Instituto de Salud Carlos III y la Agencia Española de Seguridad Alimentaria, el 55,8 % de los adultos y uno de cada tres menores tiene exceso de peso. 

A la parte física, se suma la mental. Esta enfermedad lleva parejo un estigma y una falsa creencia, que sus pacientes están así porque quieren. Que ellos mismos se lo han buscado. La doctora Ana de Hollanda, coordinadora del Grupo de Obesidad de la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (SEEN) y miembro de la Unidad de Obesidad del Hospital Clínic de Barcelona, hace una foto fija a la situación que atraviesa la obesidad. Desde el júbilo en el presente por la llegada de nuevos medicamentos, hasta la esperanza depositada en el futuro por lo que puede venir. 

—La obesidad es una enfermedad que crece desde hace unos 40 años. ¿Se puede prevenir?

—Hay una parte que podemos prevenir, porque es un problema de salud que tiene múltiples causas. Se podría lograr con cambios en el estilo de vida, con respecto a la alimentación, y con planes globales que se hiciesen a nivel de políticas de salud. Sin embargo, al ser tan compleja, hay muchas otras causas que no las podemos prevenir del todo. Por ejemplo, hay una obesidad de origen genético en la que no podemos hacer mucha prevención.  

—Cuando tiene este peso genético tan fuerte, ¿se suelen ver varios casos en la misma familia?

—Aquí hay dos cuestiones. Por una parte, es cierto que si en una familia hay una tendencia a tener mayores niveles de obesidad, será mucho más frecuente que aparezca, porque es una afectación en muchos genes que se va transmitiendo. Entonces, si en una familia hay mucha carga, todos sus miembros pueden tener tendencia a ella. Y, por otro lado, hay un tipo que se llama obesidad especialmente de origen genético, que representa a un porcentaje muy pequeño, alrededor del 5 %, cuyos pacientes tienen una mutación concreta que hacen que tengan una obesidad importante. Aquí, por ejemplo, no es necesario que todos en la familia la tengan. Es lo típico de cinco personas con normopeso y una que tiene una obesidad muy severa, y que aparece a edades muy precoces como son los tres o cuatro años de edad. 

—¿La obesidad en la etapa infantil es capaz de influir en la epigenética?

—Sí, sin duda. Casi un 80 % de los niños con obesidad en la etapa infantil serán adultos que tengan obesidad. Y si una madre tiene obesidad durante el embarazo, el niño que nace, aunque lo haga con normopeso, en la edad adulta —por esos cambios epigenéticos— puede tener un riesgo aumentado de tenerla. 

—Teniendo en cuenta su origen multifactorial, ¿resulta muy difícil abordarla en consulta?

—Es complicado en el sentido de que hay que investigar mucho, hablar con el paciente y ver cuáles son los determinantes de la obesidad en cada persona. Hay muchas causas y están mezcladas. Es complicado también en el sentido de que el tratamiento para la pérdida de peso comienza con cambios en la alimentación, si así no se mejora podemos pasar a los medicamentos y, después, a la cirugía bariátrica. El problema que tenemos es que el tratamiento farmacológico de la obesidad no está financiado, lo que hace que los pacientes tengan que pagarlo y es bastante caro. Sin embargo, muchas veces, perder peso no es el problema, sino mantenerlo a largo plazo, porque todas las medidas que hagamos que no estén planteadas de esta manera, en general, suelen fracasar. Por eso los pacientes pueden perder mucho peso de golpe y luego lo recuperan. El desafío es mantenerlo. 

—¿Existen estrategias que ayuden a mantenerlo?

—Sí. Hacer un seguimiento adecuado, cambios en la alimentación que sean sostenibles en el tiempo, porque no sirve de nada hacer una dieta superrestrictiva y que no la podamos mantener. Y luego, están los medicamentos, que nos ayudan mucho porque pelean contra el principal problema del tratamiento de esta enfermedad, que es el hambre. De hecho, las personas que tienen obesidad tienen más apetito, necesitan más alimento para llegar a un grado de saciedad que alguien en normopeso. Ahí entran los medicamentos que contribuyen a que el paciente pueda mantener estos nuevos estilos de alimentación. El ejercicio, en general, no lo utilizamos para perder peso, porque hace falta que se haga mucha cantidad para conseguir este objetivo solo con ello, sino que lo empleamos como una herramienta para conseguir salud. Aporta muchísimos beneficios más allá del peso, como son cambios en la composición corporal, o que haga que el músculo esté más sano y fuerte. Eso es lo que buscamos con ello.

—Se solía pensar en las personas con obesidad como personas a las que les falta voluntad. En realidad, ¿qué perfil tienen sus pacientes?

—Sí, esto es un problema. Se suele asociar mucho la obesidad con la falta de voluntad, pero no es cuestión de esto, sino que a nivel cerebral, biológicamente, todos los circuitos que controlan el hambre y la saciedad no están bien regulados. Eso hace que estas personas tengan dificultades para perder peso, para saciarse y sin que nada tenga que ver con la fuerza de voluntad. De hecho, estamos intentando cambiar este concepto para que la gente entienda que es una enfermedad, con sus determinantes, y que las personas que la sufren no son culpables de padecerla, por lo que no pueden ser descritos como unos vagos. 

—¿Observa que las personas con obesidad tienen más reticencia a ir al médico?

—Sí, en general los pacientes consultan menos. Primero, porque muchas veces son tratados de una manera en la que todos sus problemas de salud se atribuyen a la obesidad. Están cansados de ir por un motivo y que siempre le salgan con el tema del peso sin fijarse en el problema en concreto. Sabemos que tardan una media de seis años en consultar por su peso, eso hace que se retrase mucho el diagnóstico. 

—¿Continúa el estigma? En más de una ocasión, un experto nos ha dicho que los pacientes de obesidad tienen vergüenza de ir a la farmacia a retirar un medicamento para su peso. 

—Sí, es una de las enfermedades más estigmatizadas. 

—Venimos de la reciente comercialización en España de Wegovy, ¿qué situación atraviesa la enfermedad con respecto a los fármacos?

—Sí, para nosotros es una gran herramienta porque funciona muy bien, y nos da esperanza para nosotros y los pacientes. Es un medicamento que actúa a nivel del síntoma principal que tiene la enfermedad, lo que nos ayudará muchísimo. Eso sí, tenemos un poco de miedo de que se utilice de una forma incorrecta y solo con fines estéticos, cosméticos o por corto tiempo para personas que no lo utilizan. Pensamos que se tiene que priorizar para los casos más importantes, con consecuencias y sobre todo tiene que estar prescrito por un médico en un contexto global de tratamiento para la obesidad. De nada sirve poner la medicación, si al final, no se tratan otros temas como la alimentación saludable, el ejercicio, el sueño o el estrés. 

—¿Cómo es capaz de actuar sobre el apetito?

—El medicamento actúa a nivel del centro del hambre que está en el cerebro, en el hipotálamo, y hace que los pacientes tengan menos sensación de hambre. Es similar a una hormona que tenemos en el cuerpo, que se llama GLP-1, y esta hormona cuando comemos, aumenta naturalmente en el cuerpo haciendo que estemos saciados. El medicamento tiene el mismo efecto, calmando el hambre y haciendo que nos sintamos más satisfechos después de comer. 

—Comparte principio activo con otro medicamento destinado a la diabetes. ¿Esta y la obesidad suelen convivir en el mismo paciente?

—Sí. De hecho, este medicamento empezó siendo diseñado para la diabetes, y luego se vieron todos los beneficios en la obesidad porque inducía la pérdida de peso. Al final, la diabetes termina siendo un problema derivado de la obesidad. El tejido adiposo, junto con la inflamación y con la genética, aumenta la predisposición a que las células del páncreas fallen y no funcionen correctamente, o que la insulina que produce el páncreas no funcione correctamente debidos a  esta inflamación y exceso de grasa.

—De cara al futuro, ¿qué cabe esperar que pueda mejorar el panorama de la obesidad?

—A nivel de fármacos se viene una revolución. Lo que tenemos ahora, que es semaglutida, actúa solamente a nivel de un receptor; en verano, se prevé que está comercializada la tirzepatida, que actúa a nivel de dos receptores, que son GLP1 y GIP, todavía más potente. En investigación hay otros fármacos que son protagonistas y que actúan sobre un tercer receptor que es el deglucagón. Cada uno de ellos es más potente que el otro. Y a nivel de diagnóstico, cada vez hay más datos de estudios con respecto a que se pueda predecir cuál será la evolución, por ejemplo, en pacientes que van a cirugía bariátrica. Aquí hay bastantes datos de quienes van a responder mejor. 

Lucía Cancela
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Graduada en Periodismo y CAV. Me especialicé en nuevos formatos en el MPXA. Antes, pasé por Sociedad y después, por la delegación de A Coruña de La Voz de Galicia. Ahora, como redactora en La Voz de la Salud, es momento de contar y seguir aprendiendo sobre ciencia y salud.

Graduada en Periodismo y CAV. Me especialicé en nuevos formatos en el MPXA. Antes, pasé por Sociedad y después, por la delegación de A Coruña de La Voz de Galicia. Ahora, como redactora en La Voz de la Salud, es momento de contar y seguir aprendiendo sobre ciencia y salud.