Juan Carlos Ramos sufrió una lesión medular: «Me caí a la piscina y ya noté un escalofrío por todo el cuerpo»

Laura Inés Miyara
Laura Miyara LA VOZ DE LA SALUD

ENFERMEDADES

Juan Carlos Ramos, lesionado medular.
Juan Carlos Ramos, lesionado medular. CESAR QUIAN

El coruñés estaba jugando con sus hijos y se rompió una vértebra cervical al golpearse la cabeza contra el fondo, quedando sin movilidad desde el pecho hacia abajo

28 jul 2024 . Actualizado a las 17:20 h.

Cada año, se estima que alrededor de 1.000 personas sufren una lesión medular en España, según los últimos datos de la Fundación Lesionado Medular. Una urgencia médica que provoca la pérdida de sensibilidad y movilidad en las extremidades por el traumatismo y el daño neurológico consecuente. Una gran parte de estos casos se producen en verano, debido a accidentes relacionados con caídas en piscinas o zambullidas imprudentes en ríos o mares. Este fue, también, el caso de Juan Carlos Ramos, un coruñés que en el verano del 2020, en pleno pico de covid-19, resbaló en la piscina jugando con sus hijos y se fracturó una vértebra.

«Estábamos en una finca, jugando con mis hijos con un balón en el agua. Yo me tiré mal y me golpeé la cabeza con el fondo. No me dio tiempo a poner las manos ni nada. No fue mucho el golpe, pero fue justo para que me rompiera una vértebra del cuello y al romper, tocó la médula. Al tocar la médula, ya estás fastidiado. Desde el pecho hacia abajo ya no sientes nada ni mueves nada», explica Juan Carlos. 

Anatomía de una lesión

Las zambullidas son la tercera causa de lesión medular traumática en España. «El mecanismo lesional es generalmente la consecuencia de un fuerte impacto en la zona central de la región parietal posterior, lo que comúnmente conocemos como la coronilla, provocándose una flexión forzada del cuello hacia delante que comprime la columna a la altura de la quinta o sexta vértebra cervical. La fractura o estallido de la vértebra puede provocar una compresión o sección del cordón medular que se aloja en el interior de la columna», explica el neurocirujano Andrés Muñoz.

«Como habitualmente se daña la médula cervical, el paciente llega ya con un estado de tetraparesia o tetraplejia. Tetraparesia es lo que ocurre cuando no hay una pérdida motora completa, y tetraplejia, cuando el daño es a un nivel en el que ya han salido las raíces cervicales y lumbares, y afecta tanto a brazos como a piernas», detalla.

«Incluso, si el daño es a nivel cervical alto, puede haber parálisis diafragmática y en esos casos hay insuficiencia respiratoria. Son pacientes que no pueden respirar porque la musculatura torácica no responde y deben conectarse a un respirador. Estos son casos que acaban con el fallecimiento del paciente por complicaciones derivadas de infecciones de distinto tipo y neumonía», advierte el cirujano.

Un escalofrío

En aquel verano de la pandemia, Juan Carlos tenía 44 años y dos hijos que empezaban a crecer y a ganar independencia. «Estaba en un momento en el que el ritmo de mi vida empezaba a remontar, mis hijos ya estaban un poco más mayores. Tenía uno de 17 años y uno de 12. Empezaba a tener más libertad para viajar con mi mujer», dice. «Antes, mi rutina era llevar a los niños al colegio, ir a trabajar y a la salida ir a hacer ejercicio, a correr o al gimnasio. Salíamos los fines de semana, como mi hijo jugaba al fútbol, íbamos a ver los partidos. También íbamos a la playa. Estaba siempre ocupado, tenía una vida normal», recuerda.

Todo eso cambió a raíz del accidente. «Cuando di el golpe en la cabeza, noté un escalofrío por todo el cuerpo y lo primero que hice fue echarme las manos a las piernas, porque no las sentía. Me subí como pude al borde de la piscina y llamé a mis hijos para que buscaran a mi mujer y a mi hermano, que estaban allí cerca. Les dije que no sentía las piernas y llamaron a una ambulancia. Yo estaba en shock mientras la esperábamos. No contaba con que un golpe así tuviera tantas repercusiones. Es algo que no te esperas, pero ya en ese momento algo me decía que las cosas no iban bien», cuenta Juan Carlos. No lo sabía aún, pero se había fracturado la vértebra C8.

Lo trasladaron a la UCI del Hospital Universitario de A Coruña (Chuac), donde permaneció ingresado durante unos días, dado lo delicada que era su situación. «Ese día me dejaron allí con respirador, un fijador en la cabeza para descontracturar la vértebra, que se llama compás. Esto fue un sábado y me operaron un martes. Primero buscan estabilizarte para no cortar la conexión de la médula con el resto del cuerpo y luego ya te operan», detalla.

«Tuve unos días en los que estaba más allá que acá. Los médicos nos explicaron todo y nos pusieron en lo peor, que no iba a volver a andar y que no volvería a mover los brazos, aunque los brazos sí que los muevo porque no fue completa la lesión, no se afectó totalmente la médula, entonces conservé esa movilidad, pero no siento nada desde el pecho hacia abajo», explica.

Juan Carlos estuvo diez días en la UCI y, una vez estabilizado, pasó a la unidad de lesionados medulares del hospital. Así comenzaba un largo proceso de recuperación de su autonomía, con todas las adaptaciones que eso requeriría, y con la pandemia como telón de fondo. Esto último, señala Juan Carlos, impactó en todo el sistema sanitario, que se encontraba, por aquellos días, colapsado. «Tuve un ingreso complicado, porque coincidió con el covid-19 y no daban abasto», señala.

Volver a aprender todo

En la unidad de lesiones medulares, Juan Carlos entró en contacto con otros pacientes que habían acabado en situaciones de parálisis similares a la suya, por diversas circunstancias. «En la unidad en la que me rehabilité había lesionados por zambullidas, por caídas en moto o en bici e incluso gente mayor que había caído por la calle. Incluso había una persona que se cayó de un caballo por el monte y estuvo veinte horas hasta que lo encontraron», recuerda.

Al escuchar todas esas historias, para él, las comparaciones eran inevitables. «Me costó aceptar que iba a quedar así. Y en mi caso, el hecho de que el accidente fuera en una piscina me fastidió bastante. Si fuese un accidente de coche y hubiese dado veinte vueltas, pensaría: "Vale, pues aún tuve suerte". Pero siendo en una piscina, no lo ves de esa manera», explica.

Pese a todo, pudo recuperar mucha de su autonomía a través de la fisioterapia. «Se busca que seas lo más independiente posible, dentro de tu lesión. Siempre vas a necesitar algún tipo de ayuda, pero vas siendo más o menos autónomo en algunas cosas. Te enseñan a vestirte otra vez, a levantarte de la silla para pasar a la cama, a usar por ti solo la ducha, esas tareas diarias», cuenta Juan Carlos.

Asegura que la mayor parte de su movilidad la recuperó una vez fuera del hospital en el que estuvo cinco meses, en la siguiente etapa de su vida, que fue otro gran desafío. «Me costó al principio, tuve una depresión, no quería salir a la calle porque todo el mundo que me veía me preguntaba qué había pasado, entonces es un poco difícil aceptarlo, no solo para ti, sino para tu familia. Les cuesta verte así. Pero te acostumbras y ahora ya es una vida más o menos normal. También tienes que volver a aprender a usar tu cuerpo desde cero, es casi nuevo. Tienes que volver a aprender hasta a hacer caca», explica.

Juan Carlos Ramos, lesionado medular.
Juan Carlos Ramos, lesionado medular. CESAR QUIAN

Tuvo que adaptarse a esta nueva vida y modificar, entre otras cosas, algunos espacios dentro de su hogar para poder utilizar su silla y acceder a todas las estancias. «A un coche me subo bien y en casa lo que adaptamos fue el baño, sobre todo, la ducha, con una silla especial», detalla. Estas adaptaciones fueron el puntapié inicial para descubrir todo lo que es posible hacer en silla de ruedas.

«Tienes que pensar en lo que puedes hacer, no en lo que perdiste. Puedes ir en barco, hay esquí adaptado, tenis de mesa, casi todo lo que quieras, lo puedes hacer. Hay un montón de cosas adaptadas, como deportes, viajes y actividades», asegura. Él, por su parte, acude todas las semanas a natación y también realiza sesiones de entrenamiento y fisioterapia en la asociación Aspaym, dedicada al apoyo a pacientes con lesiones medulares.

Sin embargo, destaca la necesidad de adaptar mejor las ciudades a las necesidades de las personas discapacitadas. «Falta mucha adaptación en las aceras, las carreteras, los edificios y los bares. Hay cuestas que son muy empinadas y no puedes subir sin ayuda. Haría falta que estuviera todo más adaptado y, sobre todo, que la seguridad social cubriera la fisioterapia, si no te tienes que pagar tú todo o recurrir a una asociación», expresa.

Juan Carlos Ramos, lesionado medular.
Juan Carlos Ramos, lesionado medular. CESAR QUIAN

Secuelas

Las lesiones medulares no solo causan la pérdida de sensibilidad y movilidad. Al causar daño neurológico, pueden afectar a distintos centros reguladores del cerebro, llegando a impactar en aspectos como la respiración o la capacidad de tragar, en algunos casos. Para Juan Carlos, una de las secuelas más complejas de controlar ha sido la mala regulación de la temperatura que le ha quedado a su cuerpo.

«Si tú tienes calor, sudas. Pero yo no, porque tengo la termorregulación alterada. Cuando hace mucho calor, me empieza a subir la fiebre y me pueden dar golpes de calor con facilidad. También tengo baja la tensión, me puedo marear y sufrir complicaciones. No es solo que no puedo andar», explica.

«Por eso siempre digo que antes de tirarse a una piscina o al mar, hay que comprobar siempre el fondo y tirarse siempre con las manos por delante, sin hacer ninguna pirueta, porque cualquier fallo que haya puede hacer que te golpees como yo la espalda o la cabeza y si eso afecta a la médula, si afectas a una vértebra, cualquiera que sea, puede romper», advierte.

Laura Inés Miyara
Laura Inés Miyara
Laura Inés Miyara

Redactora de La Voz de La Salud, periodista y escritora de Rosario, Argentina. Estudié Licenciatura en Comunicación Social en la Universidad Nacional de Rosario y en el 2019 me trasladé a España gracias a una beca para realizar el Máster en Produción Xornalística e Audiovisual de La Voz de Galicia. Mi misión es difundir y promover la salud mental, luchando contra la estigmatización de los trastornos y la psicoterapia, y creando recursos de fácil acceso para aliviar a las personas en momentos difíciles.

Redactora de La Voz de La Salud, periodista y escritora de Rosario, Argentina. Estudié Licenciatura en Comunicación Social en la Universidad Nacional de Rosario y en el 2019 me trasladé a España gracias a una beca para realizar el Máster en Produción Xornalística e Audiovisual de La Voz de Galicia. Mi misión es difundir y promover la salud mental, luchando contra la estigmatización de los trastornos y la psicoterapia, y creando recursos de fácil acceso para aliviar a las personas en momentos difíciles.