Un análisis de sangre para diferenciar el trastorno bipolar de la depresión

Lucía Cancela
Lucía Cancela LA VOZ DE LA SALUD

ENFERMEDADES

Imagen de archivo de la sala de extracciones y análisis de sangre.
Imagen de archivo de la sala de extracciones y análisis de sangre. OSCAR CELA

El Hospital Clínic de Barcelona participa en un ensayo clínico de una nueva prueba que permitiría detectar a los pacientes bipolares de manera precoz y evitar el retraso diagnóstico

27 sep 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

El trastorno bipolar es una enfermedad mental que altera los mecanismos encargados de regular el estado de ánimo. «Puede afectar hasta un 2 % de la población, lo que lo convierte en algo bastante común, solo que como hay mucho estigma, la gente no lo cuenta», señala Eduard Vieta, jefe de Servicio de Psiquiatría y Psicología del Hospital Clínic de Barcelona y director del grupo de Trastorno bipolar del Área de Neurociencias del Idibaps. Se sabe que en su origen media una causa biológica y otra genética.

La primera porque el sistema límbico, cuya función es la de controlar las emociones, sufre bruscas alteraciones sin que haya un motivo que lo justifique. La segunda porque es un trastorno con una alta heredabilidad, superior al 70 %. «Es una enfermedad poligénica (como muchas en medicina), es decir en la que entran en juego varios genes (y no uno) y que interaccionan con el ambiente de tal forma que este es el que va a permitir o modular la expresión última de la enfermedad», recoge la Confederación Salud Mental España, en su guía para pacientes y familiares. Esto quiere decir que, además de los propios genes, tiene que haber una serie de desencadenantes que precipiten la aparición, como una situación vital estresante, o el consumo de drogas o fármacos. 

Existen cuatro tipos: la ciclotimia, el trastorno bipolar tipo I, el tipo II y el trastorno esquizoafectivo de tipo bipolar. Así, la ciclotimia se caracteriza por leves variaciones del estado de ánimo, que si bien no son tan marcadas como en el resto de clasificaciones, sí son suficientes como para mermar la calidad de vida del paciente. La persona afectada por el trastorno bipolar tipo I puede presentar fases de manía, hipomanía y depresión: mientras que el tipo II se limita a hipomanía y depresión. Por esta razón, se pensaba que este último era un hermano menor del tipo I, ya que los episodios de euforia no son tan acusados y no suelen requerir hospitalización. Sin embargo, los depresivos pueden ser más graves. Y ya por último, el trastorno esquizoafectivo de tipo bipolar se parece mucho al tipo I, aunque en este caso, presenta alucinaciones y delirios incluso durante las fases asintomáticas de la enfermedad, mientras que una persona con el tipo I solo los tendrá en el contexto de una crisis. 

Lo habitual es que debute entre adolescentes o adultos jóvenes, «aunque hay gente detectada a los 60», precisa el doctor Vieta, uno de los mayores expertos en esta patología a nivel nacional. Afecta tanto a hombres como mujeres, aunque la manifestación puede variar entre sexos. Así, mientras que el clásico tipo I es más frecuente en la población masculina, en ellas es más común encontrar el tipo II u otras manifestaciones del espectro bipolar. 

La manifestación más habitual de la enfermedad se divide en dos: «Pueden tener fases de depresión que cursan sin motivación, ganas o fuerzas; y de euforia, en las que viven acelerados, con mucha energía y autoestima, con gana de hacer cosas, duermen poco o se levantan por la noche para hacer alguna tarea», explica Vieta. 

Un correcto tratamiento

La enfermedad es crónica y acompañará al paciente durante toda su vida. Es más, una vez que debuta, el riesgo de recaída, si no se toma la medicación, es muy elevado. Por ello, «en muchos casos, con el tratamiento adecuado se pueden controlar los síntomas y alcanzar la estabilidad», detalla la confederación. 

Ahora bien, a la par que los fármacos, el paciente también cuenta con otros recursos, como el apoyo psicológico o la adquisición de hábitos alimentarios y de sueño, para una mejor gestión del estrés, ya que puede ser un desencadenante. 

En el diagnóstico, la entrevista con el psiquiatra sigue siendo el único método de detección disponible en España. Si bien esta medida suele funcionar bien, hay casos en los que se incurre en errores y retrasa el diagnóstico hasta ocho años. De hecho, en muchos casos esto se debe a una confusión del trastorno bipolar con el depresivo. «Las fases depresivas se parecen mucho a la depresión unipolar, lo que puede dar lugar a errores», comenta Vieta. 

Cuando la persona, en plena fase maníaca, se encuentra bien, no acude al hospital; solo, cuando tiene síntomas de apatía, su entorno es capaz de detectar los signos de alarma. «Cuando esto sucede, se trata a la persona con un antidepresivo, y si no se asocia a otro fármaco que estabilice el ánimo, se empuja al paciente a todo lo contrario», señala el psiquiatra. En otras palabras, se resuelve un problema, pero se crea otro. 

Hasta el momento, la psiquiatría solo cuenta con un diagnóstico clínico, «basado en antecedentes, si los hay, lo que te diga el individuo y lo que vea el médico», precisa el doctor catalán. Por ello, la búsqueda de marcadores biológicos es un campo en crecimiento. 

Un test de sangre para diagnosticar el trastorno bipolar

En este marco, desde el Hospital Clínic de Barcelona, un equipo liderado por el doctor Eduard Vieta está realizando el mayor estudio hasta la fecha con un test basado en un análisis de sangre, lo que permite establecer la línea entre el trastorno bipolar y la depresión. Se llama myEDIT-B y se ha desarrollado con el apoyo de fondos de la UE a través del hub de innovación de la CE, EIT Health. Esta prueba ya está disponible en Italia desde el 2023, y en Francia, desde marzo del 2024, con una probabilidad de acierto superior al 80 %.

Así lo explica el responsable: «Hay una serie de moléculas que permiten identificar una serie de cambios genéticos más propios de los bipolares que de los depresivos», indica. Todas las células del organismo, entre ellas las neuronas, tienen el mismo código genético. «Las cerebrales están protegidas por el cráneo y sería un proceso muy invasivo, por eso, recurrimos a otras más accesibles como las de la sangre», expone. 

La intención de este grupo de investigación es lograr que la fiabilidad de los tests llegue al 90 % y conseguir un diagnóstico lo más precoz posible. De esta forma, no solo se podría iniciar el tratamiento cuanto antes, sino que se reduciría el impacto en la calidad de vida de los afectados.Según el experto, esperan que, en un futuro, se vean las patologías psiquiátricas con la seriedad y gravedad real que revierten. Solo así, piensa el doctor Vieta, «se podrá combatir el estigma que existe».

Lucía Cancela
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Graduada en Periodismo y CAV. Me especialicé en nuevos formatos en el MPXA. Antes, pasé por Sociedad y después, por la delegación de A Coruña de La Voz de Galicia. Ahora, como redactora en La Voz de la Salud, es momento de contar y seguir aprendiendo sobre ciencia y salud.

Graduada en Periodismo y CAV. Me especialicé en nuevos formatos en el MPXA. Antes, pasé por Sociedad y después, por la delegación de A Coruña de La Voz de Galicia. Ahora, como redactora en La Voz de la Salud, es momento de contar y seguir aprendiendo sobre ciencia y salud.