Jorge Del Romero, médico internista: «El uso del preservativo es una batalla que está perdida»
![Laura Inés Miyara](https://cflvdg.avoz.es/sc/Bp2WU_vBaShIj6Ya_ugBm1P7En0=/75x75/perfiles/1637054644741/1637918886756_thumb.png)
ENFERMEDADES
![El doctor Jorge Del Romero dirige una clínica especializada en infecciones de transmisión sexual.](https://cflvdg.avoz.es/sc/5A0DelZ5qLg464rp0GGJGl6vQHQ=/480x/2024/10/24/00121729782432295267696/Foto/doctordelromero.png)
El experto dirige una clínica de infecciones de transmisión sexual en la que atiende a pacientes que participan en prácticas de «chemsex», en las que se utilizan drogas en el contexto de fiestas sexuales
25 oct 2024 . Actualizado a las 10:31 h.El «chemsex», término anglosajón que alude al uso de sustancias para mantener relaciones sexuales durante largos períodos de tiempo, es una práctica que se ha popularizado y ha llegado a España bajo otros nombres: sesión, fiesta, vicio o chill. Grupos de jóvenes, sobre todo hombres, se reúnen en estas fiestas que, según los expertos, se han disparado desde la pandemia, y en las que está presente el consumo de drogas como la mefedrona o el GHB por vía oral, así como, en algunos casos, el uso de sustancias inyectables, práctica conocida como «slamsex».
Esta actividad supone un riesgo para las personas, no solamente a nivel del consumo de drogas y la posibilidad de que estas generen dependencia. El contexto sexual de esta práctica implica la exposición a infecciones de transmisión sexual y, a su vez, puede propiciar, en muchos casos, los abusos sexuales facilitados por la sumisión química.
La estigmatización de las personas que acuden a las consultas médicas por problemas derivados de estos eventos contribuye a perpetuar la situación. Esta problemática está en el centro de la ponencia que dio el doctor Jorge del Romero, director médico de la clínica de infecciones de transmisión sexual Sandoval y miembro del Grupo de Estudio de Enfermedades de Transmisión Sexual (Geits) de la Sociedad Española de Enfermedades Infecciosas y Microbiología Clínica (Seimc), en el marco del 45º Congreso Nacional de la Sociedad Española de Medicina Interna, llevado a cabo esta semana en Maspalomas (Gran Canaria). En diálogo con La Voz de la Salud, el experto expone los principales obstáculos a la hora de proteger a estos pacientes y mejorar su calidad de vida.
—Las infecciones de transmisión sexual son un tema que preocupa cada vez más a nivel médico. Los últimos datos en España muestran que siguen aumentando de manera alarmante. ¿A qué se debe esta tendencia?
—Los datos del registro confirman la tendencia que se empezó a finales del siglo pasado. Desde entonces, y especialmente desde el 2015, se ha producido un incremento mucho más intenso. Uno de los motivos es que está aumentando el cribado de estas infecciones, se hacen más pruebas y por lo tanto se diagnostican algunas infecciones que están ocultas, que no dan síntomas o que están presentes en una localización extragenital, a veces son infecciones rectales o faríngeas. Otro aspecto es que se ha perdido el miedo al SIDA. Las personas que están infectadas saben que con el tratamiento no van a transmitir el virus a nadie, quienes no están infectados y reciben PrEP, una medicación que previene la infección del VIH, saben que no van a contraerlo. Si a eso sumamos un incremento del consumo de sustancias para mantener relaciones sexuales, consumo de drogas que son muy adictivas, como la mefedrona, la metanfetamina o el GHB, y la facilidad de encontrar parejas sexuales a través de internet, tenemos las condiciones para este aumento de las ITS.
—¿Hay un perfil de riesgo para sufrir estas infecciones de transmisión sexual?
—En el registro nacional se muestra que el 80 % de los casos de gonorrea, por ejemplo, se dan en hombres jóvenes. En la sífilis, ellos son el 88 %. Estas enfermedades claramente afectan más a hombres jóvenes. Evidentemente, cuando una persona mantiene relaciones sexuales bajo el efecto de alguna sustancia, esto disminuye su percepción del riesgo. Son drogas que estimulan de alguna forma la función sexual, aumentan la libido y por lo tanto se usa menos el preservativo, que ya, de por sí, se usa muy poco.
—¿Qué sustancias son las que más se asocian a las prácticas sexuales?
—Las sustancias más utilizadas para el «chemsex» son en este momento la mefedrona, seguida del Popper, el GHB y luego algunas otras como la metanfetamina, MDMA o la ketamina. La cocaína también está presente. A veces el consumo no es de una sola sustancia en las sesiones de «chemsex». Se pueden mezclar varias, incluidos los potenciadores de la erección, porque cuando se tiene sexo en grupo durante varias horas, es necesario tomarlos para continuar. Pero también hay personas que consumen una sola sustancia, y a veces es solo alcohol, sobre todo en adolescentes.
—¿Qué riesgos supone la práctica del «chemsex»?
—El más grave es que tengas una sobredosis. Una sustancia como el GHB tiene un perfil de seguridad estrecho, o sea que si se consume en exceso o se mezcla con alcohol, se potencia su efecto tóxico y puede producirse una parada cardiorrespiratoria. Se puede perder la conciencia y si hay una intoxicación muy aguda, puede ser mortal. Otras sustancias, como la mefedrona o la metanfetamina, pueden producir brotes psicóticos u otros síntomas psiquiátricos, como pérdida de control de la situación. Y, desde luego, como producen un estímulo de placer muy importante, pueden ser muy adictivas. En este sentido, el placer sexual aumenta el efecto de dependencia de las sustancias, especialmente en jóvenes. Por otro lado, la pérdida de conciencia es un efecto frecuentemente asociado al GHB y por eso esta sustancia se usa a veces para la sumisión química.
—Todo esto, sumado al riesgo de infecciones.
—La incidencia de infecciones de transmisión sexual es muy alta en hombres que tienen sexo con hombres y que consumen sustancias para mantener relaciones sexuales. Algunas personas adelantan un paso más todavía y se inyectan sustancias por vía intravenosa, un fenómeno que se llama «slamsex». Se comparte el material para la inyección y eso se asocia a un riesgo muy alto de transmisión de la hepatitis C y del VIH. De todos modos, la eficacia de la PrEP en la prevención de la transmisión del VIH es altísima y la eficacia del tratamiento en las personas que tienen un VIH también es muy alta. Las personas que tienen VIH y están en tratamiento de supresión viral no transmiten el virus a sus parejas sexuales.
—¿Qué estrategias podrían ayudar a resolver estos problemas asociados al «chemsex»?
—El abordaje tiene que ser multidisciplinar, porque muchas veces estamos ante una persona con adicción. Esto significa que tenemos que recurrir muchas veces a psiquiatras, a psicólogos y a médicos de atención primaria que puedan detectar problemas de este tipo. Lo primero es identificar las infecciones, hacer un cribado oportunista. Y después, en función de cómo esté el paciente, muchas veces hay que remitirle a los centros de atención a drogodependencia. Tiene que haber una estrategia multidisciplinar que sea estructurada y completa, para intentar que esta persona salga del consumo.
—En su experiencia, ¿qué lleva a una persona a participar de sesiones de «chemsex»?
—Algunas personas están sometidas a estigma por su orientación sexual, o han sido víctimas de acoso escolar o intrafamiliar. Hay una serie de problemas en la infancia o en la adolescencia que a veces subyacen a estas prácticas y sería importante abordarlos para ofrecer una atención completa a estos pacientes, aunque se salga de la infectología y de la medicina interna y sea un aspecto más relacionado con la salud mental.
—¿La recomendación en cuanto a prevención sería el uso del preservativo?
—Claro, el uso de preservativo siempre, pero es una batalla que está perdida. La gente usaba el preservativo para evitar el VIH, que es lo que preocupa más, pero se ha perdido ese miedo. Y si la persona tiene relaciones bajo el efecto de las sustancias, si no abordas el problema del consumo, es inútil. Son drogas tan adictivas que suponen un placer sexual extraordinario y desinhiben de una forma extraordinaria. La gente hace cosas bajo el efecto de estas sustancias que no haría sin ellas. Por eso lo más importante es el soporte psicológico y psiquiátrico.
—¿Cómo se puede abordar el problema de la sumisión química en estos ámbitos?
—Existen abusos sexuales que se producen en el contexto del «chemsex» bajo el efecto de algunas sustancias como GHB, que pueden producir fácilmente una sumisión química. En muchos casos la gente no lo denuncia por miedo a ser nuevamente juzgado y estigmatizado, o si denuncia, se le carga de responsabilidad por haber estado en una sesión. Recuerdo a un paciente que me dijo: «Lo pasé peor en el juicio que cuando me estaban violando». La violencia ejercida entre hombres muchas veces no se contempla como un abuso y es difícil dar una respuesta a esto. En muchos casos se le dice a la persona: si tú estabas en un sitio donde ibas a tener relaciones sexuales bajo el efecto de las drogas, es porque tú has deseado esto. Esta respuesta, a una persona que posiblemente tenga una adicción y que ha perdido la conciencia bajo el efecto de unas sustancias y de pronto se ha despertado con otras personas en donde sea, solo le hace más daño.