Sergio Delgado y su historia conviviendo con tumor cerebral de grado IV: «Después de esto, pierdes el miedo a la muerte»
![Laura Inés Miyara](https://cflvdg.avoz.es/sc/Bp2WU_vBaShIj6Ya_ugBm1P7En0=/75x75/perfiles/1637054644741/1637918886756_thumb.png)
ENFERMEDADES
![Sergio, con su andador tras el tratamiento para el cáncer.](https://cflvdg.avoz.es/sc/yREqg3H-uSnnqI-thsqm-IGkxlA=/480x/2025/01/30/00121738254405072176593/Foto/3.png)
Tenía 30 años cuando una caída durante un entrenamiento de la pretemporada de fútbol le llevó a consultar por los primeros síntomas y tuvo que someterse a dos cirugías
02 feb 2025 . Actualizado a las 20:47 h.Todo empezó con una caída. Sergio Delgado tenía 30 años y era deportista. Jugaba al fútbol en un club en Barcelona y un día de septiembre del 2023, entrenando durante la pretemporada, se dio un golpe en la muñeca. «Al principio no le di importancia, era un simple golpe. Pero a medida que pasaban las semanas, noté algunos problemas. No coordinaba bien los dedos, después me empezó a costar coordinar el brazo», cuenta.
Así comenzó su desfile por las consultas médicas. En enero del 2024, por fin, recibió el diagnóstico definitivo: un glioblastoma de grado IV. Se trata de uno de los tumores cerebrales más agresivos que existen.
Un cáncer poco frecuente
Los glioblastomas surgen a partir de las células de soporte del tejido cerebral y son de crecimiento rápido. «Producen síntomas secundarios al incremento de la presión intracraneal y que dependerán de la localización del tumor», explican desde la Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM). En España, se diagnostican aproximadamente menos de tres casos nuevos por cada 100.000 personas cada año, lo que supone unos 1.400 pacientes anuales.
El diagnóstico se realiza con una resonancia magnética y una muestra tumoral obtenida mediante una biopsia o una cirugía. Las opciones de tratamiento incluyen generalmente intervenciones quirúrgicas, quimioterapia y radioterapia. Actualmente se están desarrollando estudios en inmunoterapia para este cáncer. La dificultad a la hora de tratar estos casos es que los glioblastomas presentan «características muy particulares, como por ejemplo la presencia de necrosis en sus células, o la presencia de muchos vasos, lo que le permite alimentarse y crecer. Otra característica de importancia es que tienen una elevada capacidad de infiltrar el tejido sano cerebral, lo que limita su resecabilidad quirúrgica de forma completa», apuntan desde la SEOM.
La supervivencia de los pacientes con tumores de alto grado (III o IV) oscila entre los 2 y los 6 años y depende de diferentes factores. El ser menor de 40 años, la resección quirúrgica completa y el buen estado general del paciente, con autonomía, son factores que mejoran el pronóstico en estos casos.
Llegar a una respuesta
El camino de Sergio para llegar a su diagnóstico duró varios meses y estuvo marcado por un cuadro de dificultades en la coordinación que cada vez afectaba a regiones más grandes de su cuerpo. «En octubre y noviembre fui a diferentes hospitales y fisios, pero no daban con la tecla. Fui a urgencias dos veces, pero me mandaron a casa», detalla. Como su problema había surgido a partir de la caída y el dolor en la muñeca, fue difícil separar esa lesión de la causa de sus otros síntomas. Hasta que estos empezaron a hacerse más evidentes.
«En diciembre fui a caminar a la montaña con un amigo y la pierna ya me estaba fallando. Al final, un médico me hizo un electromiograma, que es una prueba de los nervios, y un par de pruebas de movilidad», recuerda. Al ver los resultados de las pruebas y examinar a Sergio, a ese médico se le encendieron todas las alarmas. «Me dijo: Tú te quedas hospitalizado. Lo tuyo es más serio de lo que te piensas», cuenta el paciente.
Estas palabras ya son suficiente para asustar a cualquiera. Pero uno nunca sabe cómo va a reaccionar en una situación así y, para Sergio, en ese momento, primó la necesidad de mantener la calma para darles tranquilidad a sus padres. Dice que no imagina lo duro que es ver pasar por esto al hijo más pequeño. «En el momento en el que me ingresaron y estaba en el box, le dije a mi madre: "Me van a abrir la cabeza". Me lo vi venir porque los problemas que tenía eran de coordinación», comenta Sergio.
Lo que no se esperaba era que el tumor fuese uno tan agresivo. «Yo pensaba: "Bueno, me ha tocado esto, ya está". Pero no quería preguntar el nombre del tumor después de la biopsia, no quería darle entidad. Elegí tomármelo como un resfriado. Sí, sé lo que tengo, pero no quise darle ese peso, porque quiero salir adelante», explica.
Aceptación
La primera etapa al recibir el diagnóstico fue un jarrón de agua fría. Sergio y todo su círculo tuvieron que aceptar la situación y hacerse a la idea de que la recuperación sería complicada. «Es verdad que esa primera semana que me dieron la noticia de que me iban a operar, delante de mis padres me hacía el fuerte, porque sé que el entorno es el que más sufre con estas cosas», dice, pero, con sus amigos más cercanos, confiesa, hubo momentos «de lloriqueo, de pensar por qué yo. A mí ya me habían operado de la rodilla, pero no es lo mismo. Sabes que te van a abrir la cabeza y es mucho más delicado».
Tras esta aceptación, llegó el momento de afrontar la situación. Gracias a su predisposición, pudo canalizar los temores y las frustraciones de este proceso a través del humor. «La segunda operación ya me la tomé con bromas. Pues nada, a pasar otra vez por el taller», asegura. «Aprendí a perder el miedo. Yo siempre había tenido pánico a la muerte, como casi todo el mundo. Pero después de esto, pierdes ese miedo y estás en paz», cuenta.
Tratamientos
Tras la cirugía en la que le extirparon la mayor parte del tumor, Sergio tuvo que someterse a sesiones de radioterapia y comenzó a tomar pastillas de quimio. «Tenía que hacer unas 30 sesiones, pero no pude acabarlas porque me quitaron la cortisona y se me inflamó la cabeza y me tuvieron que volver a operar». Fueron dos intervenciones quirúrgicas en un mes.
En medio del proceso, tuvo que someterse a un tratamiento que requería pasar casi dos días ingresado, con los ojos vendados. En esa situación de vulnerabilidad total, encontró su propósito. «Estuve así en la UCI sin poder moverme y sin ver nada. Me lo tomé como un ejercicio mental que me vino muy bien para aprender lo que significa la vida. Fue ahí cuando me di cuenta de que quería focalizar en ayudar a gente que estuviera pasando por lo mismo que yo. En la planta de oncología, yo era el paciente más joven y veía que allí corría mucha tristeza. Entonces, quise ayudar», cuenta.
Por eso, ha creado el proyecto Siempre se puede, con un perfil de Instagram en el que comparte mensajes de aliento y enseña el día a día con este cáncer. Además, ha decidido formar parte de Astuce, una asociación para pacientes con tumores cerebrales y sus familiares. «Estos tumores tienen un mal pronóstico y se le destinan pocos recursos. Esta asociación lucha para reclamar más recursos y está respaldada por científicos oncológicos y médicos», explica Sergio.
A través de su colaboración con esta asociación, Sergio busca aportar algo de ánimos a otros pacientes. Es consciente de que muchos, en su situación, caen en la desesperanza. «Sientes mucha tristeza, lloras, te apagas. Dejas de hacer ejercicio, dejas de comer. Te hundes. Eso es lo que suele ocurrir. Pero yo siento que quienes padecemos esto estamos obligados a encontrar la paz dentro de ella. A medida que ha ido pasando el tiempo, yo me lo he ido tomando con mucha naturalidad y eso también ha ayudado a mi familia a llevarlo adelante», dice.
Con la segunda operación, se agravaron algunos efectos secundarios de su tratamiento. Tuvo que hacer rehabilitación para volver a andar. «Tenía todo el lado derecho afectado, tanto la pierna como el brazo. Estuve tres meses con andador. Lo llamaba mi Ferrari. Pero soy muy cabezón y con mucho esfuerzo y trabajo cada día pude caminar y ahora puedo pasear al perro sin andador. Hago bicicleta también», cuenta. El deporte, además de ser su afición, le ayudó a sobrellevar mejor los impactos de la quimioterapia.
![Sergio pasea con su perro cada vez que puede.](https://cflvdg.avoz.es/sc/vEzB_YDvZKKjjgFazZ9Tss3_nRU=/480x/2025/01/30/00121738254378639277742/Foto/4.png)
En esta etapa de su vida, le gusta ir a caminar en la naturaleza y disfrutar del paisaje. «Cerrar los ojos y sentir la brisa me calma mucho. Es como meditar. Esa paz interior me ayuda también, junto con el ejercicio y la buena alimentación que llevo», dice. Ha dejado por completo de comer dulces. Los carbohidratos, como las pastas, los tiene muy limitados. «Todo producto refinado, fuera, también», asegura. Todos estos cambios le ayudan a controlar, dentro de lo posible, su enfermedad.
El camino es largo y apenas empieza. Sergio sigue en rehabilitación y hace ejercicios en casa para poder mantener su movilidad y autonomía. «Me cuesta coger las cosas con la mano derecha, porque tengo espasticidad en la mano y en la pierna. Sobre todo, se me agarrota cuando estoy nervioso. Pero cuando hago una meditación o doy un paseo, se relaja», cuenta.
A día de hoy, Sergio ha acabado su segundo ciclo de tratamientos y está a la espera de su primera revisión de control, que será en abril. «Por suerte, parece ser que no tengo restos tumorales. Pero ahora hay que esperar y vivir el día a día sin pensar en el mañana. Hay que vivir el presente», dice.