«No podía bajar de peso porque tenía el cortisol elevado»: la hormona del estrés se vuelve popular en las redes

ENFERMEDADES

Los vídeos que explican cómo rebajar esta hormona se acumulan en las plataformas sociales, pero los expertos desmienten este fenómeno
11 abr 2025 . Actualizado a las 09:58 h.Si antes la dopamina era la sustancia estrella, origen y solución de todos los problemas. Ahora parece serlo el cortisol, la hormona que muchos definen como del estrés, aunque los endocrinólogos estén cansados de escucharlo: «Es una visión muy reduccionista», señala Felicia Hanzu, coordinadora del Área de Neuroendocrinología de la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (SEEN), pues a la par que del estrés, podría serlo de la vida que, sin cortisol, es imposible.
En una rápida búsqueda en redes sociales, un usuario sin formación específica puede encontrar miles de vídeos de los que esta sustancia es la protagonista. Si siente hinchazón abdominal, cara inflamada, fatiga, un apetito incontrolable de ultraprocesados, si la persona se percibe más irritable de lo normal, tiene un bajo deseo sexual o se despierta a las tres de la madrugada para ir al baño es posible que —según gurús y coaches sin titulación— el cortisol se encuentre en niveles elevados y sea recomendable qué consulten cuánto. Este malestar tiene, incluso, una etiqueta: cara cortisol. Una falacia que casi deja perplejos a los profesionales de la salud que, de verdad, conocen su efecto de cerca.
El cortisol es una hormona que pertenece al grupo de las esteroideas: «Es secretada por las glándulas suprarrenales que tenemos encima de los riñones, y además de cortisol, también producen adrenalina, noradrenalina y aldosterona», precisa la doctora Hanzu.
La principal hormona del estrés, pero no la primera que se libera
Lo que dicen acerca de esta sustancia es parcialmente cierto. Es la principal hormona que ayuda al organismo a tolerar el estrés crónico, por eso se secreta en estas situaciones. Pero antes, y con mucha menos fama, llegan otras, como la adrenalina y noradrenalina, «que nos ayudan en un estrés agudo», indica la endocrinóloga.
Lejos de relatos épicos, la respuesta al miedo, por ejemplo, mediante el estrés es algo normal. Ante una amenaza, la primera parte del cerebro que se activa es la amígdala, el centro de procesamiento emocional del miedo o de la ira. A continuación, esta área traslada la información al hipotálamo, «que conecta la actividad cerebral con el cuerpo y se inicia una cascada de hormonas y sustancias que provocan cambios en nuestro organismo», explica Noelia Samartín, psicóloga especializada en neurociencia.
Es ahí cuando la persona experimenta un mayor calor corporal o palpitaciones. Sin embargo y al contrario de lo que muchos piensan, el responsable de estos síntomas no es el cortisol, sino la liberación inicial de catecolaminas. «Estas hormonas tienen un tiempo de acción muy corto, de tres a cinco minutos. Son las que nos preparan, por así decirlo, para la lucha o huida», relata la neurocientífica.
Ahora bien, si el cerebro considera que la situación es lo suficientemente estresante como para seguir en ese estado, propicia el siguiente paso. «La amígdala se comunica con el hipotálamo. Este produce una cascada de activaciones del eje hipotálamo hipófisis suprarrenal y aparece el cortisol», añade Samartín.
Su liberación es natural
Su liberación es lenta, progresiva y se mantiene durante horas. Esto no es algo malo per sé. De hecho, según la psicóloga especializada en neurociencia, da una especie de superpoderes: «Hace que mejore mucho la capacidad de atención, el tiempo de reacción, que la persona sea más eficiente e inhibe toda la parte del dolor», describe. Es por esto que mucha gente piensa que funciona mejor bajo presión. No eres tú, es el cortisol.
De todas las hormonas, «la secreción del cortisol es el sistema que requiere un hilado más fino», precisa la endocrinóloga. Primero, porque sube y baja, de manera natural. Los niveles de esta hormona no son iguales a lo largo de todo el día, sino que varía con los ritmos circadianos. «Por la mañana, es diez veces más alto que por la noche», señala la experta de la SEEN.
Al mismo tiempo, puede aumentarse en una situación de estrés que no sea necesariamente mala como un examen o el ejercicio físico. «En una primera fase se incrementa la adrenalina, y en una segunda, al cabo de una hora, empieza a secretarse el cortisol», resume la especialista, quien explica que a lo largo del día, se dan varios factores que hacen que suba y baje continuamente.
Ahora bien, el problema aparece cuando alguien vive en un estrés constante. No tanto por esta hormona, que cumple su función, sino por los hábitos que hacen que el organismo esté continuamente activado. «Tener un pico de cortisol continuo produce alteraciones del sueño, deprime el sistema inmunológico, puede provocar problemas cardiovasculares como la hipertensión, o producir un aumento de peso y acumulación de grasa abdominal», explica la especialista en neurociencia.
El cerebro reacciona igual ante un conductor enervado por un atasco que ante una lucha o huida prehistórica. El cerebro evoluciona, pero no al mismo ritmo que lo han hecho las sociedades. «Hay estudios que dicen que lo hace cada 100.000 años», señala Samartín, que añade: «Por eso, si lo vemos desde una perspectiva evolutiva, tenemos un cerebro que vive en el paleolítico y está acostumbrado a estresores puntuales», precisa. Esto es, por ejemplo, si alguien pierde de vista a su hijo.
El problema, según un estudio publicado en el 2018 en la revista Science Advanced, «es que el 98 % de las situaciones que nos causan estrés son cosas cotidianas», indica la psicóloga. Esto es una bandeja llena de correos electrónicos, una lista de tareas por hacer antes de meterse en cama o sentir que uno no llega a tiempo a todo.
La sensación de estrés vuelve adicto a uno. Por eso, la psicóloga anima a aprender a regular la activación de nuestro sistema parasimpático: «Es el sistema de la calma y la digestión, que es lo que se nos olvida en nuestro día a día. Si pensamos que somos muy rápidos y por eso hacemos todo a última hora, estamos tirando continuamente de ese sistema de alerta», comenta.
Casi cualquier órgano tiene un receptor de cortisol. No es para menos. Juega un papel fundamental en el sistema inmunitario, en el crecimiento de los tejidos, «de hecho, es lo que pone a los bebés prematuros para que maduren sus pulmones», apunta Hanzu. También se involucra en el metabolismo de grasas, carbohidratos y proteínas, en el control de la presión arterial o en el funcionamiento del sistema nervioso. Además, provoca un efecto antiinflamatorio en caso de, por ejemplo, haber un traumatismo.
En este sentido, la endocrinóloga considera que hay una falta de comprensión con respecto a las funciones del cortisol. El objetivo no debe ser reducirlo, sino potenciar un estilo de vida saludable, con gran importancia del descanso, para hacer frente al estrés. «No podemos vivir sin estresarnos, sino que hay que tener una vida saludable, durmiendo de noche, sin exposición a pantallas de luz azul que provoquen que suba el cortisol porque el cuerpo piense que es de día o tener una dieta saludable», defiende.
Precisamente, la endocrinóloga reconoce que se ha visto que hay una relación entre las personas que trabajan en turnos de noche, los cuales no pueden mantener una buena higiene del sueño, junto con una dieta hipercalórica y ausencia del ejercicio. Todo ello en su conjunto puede favorecer el aumento del cortisol. «Sin embargo, esto tendría que requerir medidas higiénico-dietéticas y laborales», apunta Hanzu.
En cualquier caso, el aumento funcional del cortisol «no se puede ver en el exterior», plantea. Y, desde luego, no se puede confundir con situaciones patológicas, donde su incremento es crónico y se reconoce un mal funcionamiento. Es el ejemplo de patologías como la enfermedad de Cushing o de un tumor de la glándula suprarrenal.
Ejercicio, descanso y atención plena para reducir el estrés
Reducir el estrés ayudará a rebajar el cortisol de manera general. En este sentido, el descanso y el ejercicio son dos medidas esenciales en esta tarea. Samartín suma otra que puede incorporarse al día a día: hacer las cosas despacio. «A mis pacientes les digo que hagan una actividad en atención plena. Puede ser la que quieran. Desde fregar los platos hasta una ducha. Pero tienen que hacerla sin música, ni algo que les distraiga, y sintiendo cada paso», describe.
De esta forma, según la experta, se consigue “engañar” al cerebro porque el cuerpo va despacio, a un ritmo más lento. «En cambio, los pensamientos en piloto automático son activadores del estrés porque comparan, continuamente, el presente con el pasado y el futuro», señala la especialista. Por eso, reducir la sensación de todo lo que uno ha hecho o queda por hacer puede revelar lo acelerado que va.