De martirios y envenenamientos a ictus y cáncer: así han evolucionado las causas de muerte de los papas

ENFERMEDADES

Una muestra de más de 2.000 años de papados permite realizar un análisis de cuáles fueron las principales
28 abr 2025 . Actualizado a las 05:00 h.Un repaso a lo largo de la vida y, con especial atención, también a la muerte de los más de 250 papas que han desfilado durante veintiún siglos, brinda una oportunidad de análisis epidemiológico jugoso. De Judea al Vaticano, un recorrido tan largo como el de la Iglesia Católica supone también un reflejo de cómo se vivía —y, de nuevo, cómo se fallecía— en una muestra que abarca más de 2.000 años. Más longitudinal, imposible. Se trata, claro, de un ejercicio más recreativo que científico. Hay que limitarse a una muestra de unos pocos individuos cada cien años y la cifra varía mucho: si en el siglo XIX solamente seis personas ocuparon el cargo de papa, en el siglo X se llegó a veintidós. Y, tanto para lo bueno como para lo malo, no es que sean objetos de estudio promedio. Ha habido épocas donde su esperanza de vida era larga, mucho mayor que la de un ciudadano que no estuviese bajo los lujos correspondientes a la máxima autoridad de la religión hegemónica. Durante otras, sin embargo, su vida corría mucho más riesgo que la de cualquiera de sus vecinos. Un ejemplo son los papados que van desde el siglo I al III. Trescientos años en los que la principal causa de muerte en esta cohorte fue el martirio en sus diferentes modalidades. De la crucifixión boca abajo de Pedro, al lanzamiento al mar con un ancla atada al cuello que habría tenido que sufrir Clemente I en una época en la que a Roma no le gustaba nada aquella alternativa a su tradición politeísta.
Limitaciones
Es fácil deducir que la causa de muerte de Clemente I habría sido el ahogamiento. Pero no es tan sencillo conocer cuál fue el proceso biológico que acabó con los diecisiete años de papado de Gregorio IV en el siglo IX. Por entonces, el Vaticano no emitía comunicados médicos, por lo que una buena parte de los decesos han sido calificados bajo la ambigua etiqueta de “muerte natural”. De las más recientes, sabemos más detalles, como que el desencadenante del fallecimiento de Francisco fue un ictus, por lo que este grupo ha sido calificado como enfermedades por una cuestión práctica. Del mismo modo, sobre las vidas de los primeros papas no impera un estricto rigor histórico. Ni siquiera se conocen con exactitud las fechas en las que vivieron o la duración de sus papados. De San Pedro, considerado el primero en promocionar, se dice que fue el más longevo en el cargo. Es cierto que habría ascendido joven al cargo, pero resulta llamativo que sus treinta y siete años nunca hayan sido superados. Solo Pío IX, con treinta y uno, se le acerca —murió a los 85 años en 1878; en 1860, la vida media en España era de 30—. Tampoco cuánto de literatura hay en los diferentes martirios, ya que muchos de ellos parecen carecer de fuentes fiables que respalden su veracidad. Quede constancia de estas peculiaridades.
Muertes más comunes
Con todo, en estos más de 2.000 años la causa de muerte más común de los papas ha sido la de esa “muerte natural” (143), a las que podríamos sumar otras 36 debido a diferentes enfermedades. Sobre 26 muertes existen más sombras que luces, por lo que han sido englobadas como “desconocidas” y otras catorce son dudosas. Entre ellas, la de Juan XII, que no se sabe si sufrió un accidente cerebrovascular o fue asesinado; la del español Alejandro VI, que se baraja si padeció malaria o fue envenenado durante un banquete; o la de su sucesor, Pío III, donde la hipótesis del veneno, que circulaba abundantemente en la Europa del siglo XVI, también está presente. En el catálogo de la mortalidad están también los asesinatos (7), las muertes accidentales (4), los citados martirios (24) o las secuelas de torturas o malos tratos en prisión (3). Entre las abundantes teorías de envenenamiento, cuatro de ellas son las que cuentan con más sustento: la de Conón en el siglo VII y otras tres en el siglo IX (Juan VIII, Marino I y Teodoro II).
Con respecto a las enfermedades más prevalentes en la Ciudad del Vaticano, destacan los accidentes cerebrovasculares o el cáncer, que se reparten más de un 22 % del total de víctimas. Pero solo la malaria se lleva el 11 %.
Papados y aumento de la esperanza de vida
La duración media de los papados a lo largo de veintiún siglos es de siete años, si bien ha crecido considerablemente en los más recientes, alineada con el aumento de la esperanza de vida global. Sin embargo, hay peculiaridades que explican algunos fenómenos, como que la duración media sea mayor en el siglo XIX que en el XX. Pero es que es difícil competir con los 31 años de papado de Pío IX (1846-1878), sobre todo si en el XX se cuenta a Juan Pablo I que, con treinta y tres días como pontífice, baja bastante la media. No es que fuese una excepción, de hecho la duración habitual más repetida en toda la serie histórica —en estadística, la moda— es de menos de un año. Por último, tómese como anécdota o como recomendación para los venideros, el nombre que se ha mostrado más longevo —y que se haya repetido al menos cinco veces en la historia— es, como no podía ser de otra manera, Pío. La duración media de estos tocayos —doce en total— supera los trece años y solo fueron breves Pío III —sobre el que sobrevuela la sospecha de envenenamiento— y Pío VIII, que apenas sobrepasó el año en el cargo víctima de un cáncer. Por contra, los Esteban no tienen la suerte de su lado. Ha habido diez y el más longevo duró seis años. Entre todos, apenas llegan a una media de 2,4 años de papado.