El lugar en el que todavía no hay enfermedades de la vida moderna: «Caminan muchísimo en montaña, todo el tiempo se están moviendo»

Lucía Cancela
Lucía Cancela LA VOZ DE LA SALUD

ENFERMEDADES

De izquierda a derecha, Lucía, Isabel y Paula, médicas residentes de Lugo, con el resto del equipo.
De izquierda a derecha, Lucía, Isabel y Paula, médicas residentes de Lugo, con el resto del equipo.

Médicos gallegos describen la atención sanitaria en pueblos descendientes de comunidades indígenas de Argentina

05 may 2025 . Actualizado a las 09:39 h.

Cada vez que Víctor Orellana tiene que desplazarse a su lugar de trabajo, un helicóptero lo recoge a él y a su equipo para llevarlos a San José de Chasquivil, un pueblo situado a más de 2.000 metros de altura, en la provincia de Tucumán, Argentina. Tienen suerte. Hasta no hace mucho, tenían que ir en coche hasta El Siambón y, desde este lugar, situado más abajo en la montaña, hacer una ruta en caballo, ladera arriba, hasta el humilde ambulatorio que visitan semana sí, semana no. Dependiendo de la época del año, podían tardar entre cuatro y ocho horas. Habla en pasado, pero si las condiciones meteorológicas no permiten volar, tienen que seguir haciéndolo.

No hay ruta ni mucho menos carretera, solo un sendero apto para animales que se encargan, además de llevar a la persona, de portar medicamentos, ropa, colchones o comida. Todo lo que necesiten en esta comunidad descendiente de pueblos indígenas, en concreto, de los diaguitas calchaquíes. Su camino puede continuar, a veces, hasta zonas situadas a unos tres mil metros, cuando le toca atender en otros pueblos del área o cubrir la baja de un compañero. Lo ha pagado con algún mal de altura.

Encontrar a profesionales que se quieran dedicar a la medicina de alta montaña no es sencillo. En alguna ocasión, este médico generalista se ha quedado atrapado en el pueblo por la meteorología. Y si bien hay señal en puntos concretos como la escuela, a los que el wifi llegó en el 2017, no siempre funciona.

Varias mulas y mulos de camino al pueblo San José de Chaquivil.
Varias mulas y mulos de camino al pueblo San José de Chaquivil.

«Son operativos de muy difícil cobertura porque están muy aislados»

Esta área no tiene instalación eléctrica y se abastece con paneles solares. Si llueve mucho y se descargan, la conexión desaparece. Son condiciones duras de trabajo, por eso están más que dispuestos a formar a los nuevos interesados o a médicos extranjeros que hacen una residencia en Tucumán, como el caso de la gallega Paula Mato, que ejerce en el Hospital Universitario Lucus Augusti (HULA) en el área de medicina familiar y comunitaria.

El año pasado estuvo en Argentina los meses de octubre, noviembre y diciembre. Ella y sus dos compañeras, Lucía e Isabel, pasaron con el equipo de Orellana tres días y dos noches en el propio centro de salud. «Hicimos una revisión general de toda la población y dimos asistencia a todos los domicilios», recuerda la gallega, que añade: «Son operativos de muy difícil cobertura, porque están muy aislados».

José Manuel Solla, miembro del Grupo de Ecografía de la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia, comparte esta visión. A finales de febrero impartió una formación en ecografía para estos médicos de familia que atienden en comunidades indígenas y rurales. «Nosotros ya hicimos este curso en los campos de refugiados en el Sáhara y el objetivo era mejorar la mortalidad evitable. Es decir, fallecimientos que no tendrían que suceder si no estuvieran en un escenario de mayor desprotección o falta de diagnóstico», explica.

Esta era la misma intención que tenía la entidad a la hora de colaborar con médicos argentinos, especialmente, los que atienden en comunidades originarias de la falda andina: «Poblaciones del valle de los Calchaquíes, de los Quilmes o de los indios Wichíes», detalla el doctor gallego. Allí, cuenta, se ve una mayor frecuencia de enfermedades presentes en España en los años ochenta: «Salmonelosis, tuberculosis ósea, brucelosis o amebiasis, entre otras».

El doctor Víctor Orellana con varios habitantes del pueblo mientras les toma la tensión.
El doctor Víctor Orellana con varios habitantes del pueblo mientras les toma la tensión.

A los lugares de difícil acceso, se suma que hay pocos recursos. No pueden viajar con toda la tecnología que a un médico le gustaría, por eso, la ecografía se convierte en un aliado indispensable en el diagnóstico: «Pueden supervisar abdomen, partes blandas, tiroides, mama, testículos o algo de ecocardio», expone el doctor Solla.

En estos pueblos hay una figura que es fundamental para los equipos sanitarios: los agentes sociosanitarios, que hacen de nexo entre médicos y habitantes: «Suele ser gente que pertenece a la comunidad, que hace visitas domiciliarias continuas e identifica distintos problemas de salud», señala Mato. Con ellos, recuerda la residente, llegaron a caminar 14 kilómetros en un turno, yendo de casa en casa.

Estos agentes ponen en situación al equipo médico y les trasladan los principales problemas de los habitantes, que no son muchos. Unos cien, en total, lo que hace que todos se conozcan. La atención médica también lleva mucha prevención, «más que en España», precisa la doctora residente. Medidas de higiene, de seguridad alimentaria o de educación sexual.

Esto último preocupa de cara a los menores. La residente del HULA cuenta que en las zonas menos comunicadas hay problemas de violaciones intrafamiliares. «Vienen de padres, abuelos o tíos, y son niños que, en cierto modo, están menos protegidos por la administración porque hay menos recursos», lamenta. Por eso, se da formación y talleres a este respecto.

De forma rutinaria, cuenta Orellana, mantienen reuniones con la comunidad, especialmente, cuando cierra la escuela por las vacaciones de invierno y verano. Este centro es el punto neurálgico y de unión con los residentes. «Ahí planteamos situaciones que tienen más que ver con la construcción de la salud que con la enfermedad en sí», dice. 

«La enfermedad de las poblaciones olvidadas»

La patología de carácter endémico que más les afecta es la hidatidosis, «descrita como la enfermedad de las poblaciones olvidadas», precisa el médico generalista. Está profundamente relacionada con el estilo de vida que tienen. La población se dedica a la cría de ganado, que es el principal sustento y fuente de esta afectación. «Consiste en la formación de quistes sobre todo, en el hígado y en los pulmones, aunque puede afectar a todos los órganos», describe el doctor Orellana.

Existen dos formas de contagiarse. O bien comiéndose el animal que contiene estos quistes, «lo que no suele pasar porque en el despiece los eliminan», dice Paula Mato; o bien, por el contacto directo con los animales que consumen esta carne. «Allí, el perro es el mejor amigo del hombre. Conviven con ellos. Y como no desperdician nada, los alimentan con esta carne que descartan para el consumo humano», explica.

El doctor Orellana mientras realiza una ecografía abdominal a una paciente.
El doctor Orellana mientras realiza una ecografía abdominal a una paciente.

El resultado es que, al convivir con los canes, está el riesgo de que entren en contacto con la infección a través de sus babas, heces y el contacto en general. «Si hay una detección precoz se puede tratar con fármacos orales, pero si se tarda puede ser necesaria una intervención quirúrgica», explica la gallega. 

Pese al carácter endémico, era algo que tenían controlado. Sin embargo, el año pasado se registraron, después de mucho tiempo, tres casos de hidatidosis. Orellana cree que fue la factura a pagar por el covid y la poca prevención que se pudo hacer en aquel momento.

Kilómetros y kilómetros, una forma de prevenir enfermedades como la obesidad

Al contrario de lo que sucede en la mitad del mundo, las enfermedades de la vida moderna no han llegado a esta montaña. Apenas se observan casos de obesidad, diabetes tipo 2 o hipertensión, salvo que la genética o la edad medie en ello. La dieta que siguen, que puede ser calórica aunque natural, se compensa con los niveles de actividad física. «Caminan muchísimo, lo hacen en montaña, no en llano y no son distancias pequeñas. A lo mejor ascienden 400 o 500 metros porque tienen que ir a por leña, arreglar alguna cosa del campo o proveerse de agua. Todo el tiempo se están moviendo», aclara el doctor Orellana. A Mato le recuerda al estilo de vida rural gallego que había en el pasado. «En estas comunidades, por ejemplo, tienen trabajos de campo muy físicos», añade.

Con todo, esto podría cambiar. Orellana, que llegó en el 2009, observa cómo en los últimos años, gracias a la mejora de la conectividad, los ultraprocesados tienen cada vez más cabida. «Empezamos a ver que los casos aumentan muy levemente». Eso sí, no lo suficiente como para que sea algo que les preocupe.

El helicóptero en alta montaña.
El helicóptero en alta montaña.

La salud mental se tambalea en alta montaña

La salud mental es un quebradero de cabeza para el equipo médico. En el 2021, recuerda el responsable, se suicidó un chico de 21 años; un duro golpe para esta comunidad. «Conocía casos que habían sucedido antes, pero nunca había pasado en el tiempo que llevo», recuerda. Un impacto que no solo se traduce en el estado anímico del resto, sino también en sus consecuencias. «Viene con muchas situaciones de la mano, como que muchos adolescentes tengan ideaciones suicidas. Vimos una especie de efecto contagio», lamenta.

La causa, como siempre, es multifactorial. Sin embargo, el aislamiento o la nula capacidad de progreso profesional son condiciones que suman riesgo. «Hay niños que terminan la secundaria y no tienen posibilidad de seguir formándose», dice. Una problemática presente en otras zonas de alta montaña.

Menos covid al estar más aislados

Ya en el recuerdo, el covid apenas se paseó por esta zona. Llegó, pero por suerte no tuvieron casos graves. «Al principio estuvieron seguros porque ellos están naturalmente aislados», dice Orellana, quien por aquel entonces, tuvo que controlar de forma minuciosa las visitas que hacían. «Pero a medida que pasaba el tiempo y que ellos tenían que bajar a hacer trámites o a cobro de dinero, empezaron los contagios. Todos ellos leves, eso sí, en comparación a la zona urbana», cuenta.

Partos en la ciudad y un helicóptero para las urgencias

Las urgencias son inevitables, especialmente, cuando los trabajos son físicos, con animales y la prevención no está del todo consolidada. Si suceden, hay varias vías de contacto: «Por internet si cogen señal, por radio de frecuencia VHF, que era más habitual en el pasado, o nos llaman, si pueden, porque tienen nuestros teléfonos», cuenta el médico tucumano. A partir de esta alerta, un helicóptero se desplaza al lugar y recoge al herido.

Los partos cuentan con otro protocolo. Se quiere evitar, a toda costa, que las mujeres den a luz en el domicilio en zonas alejadas, por lo que a las 37 semanas se les pide que bajen a la ciudad «por orden ministerial». De esta forma, el riesgo se reduce en gran medida y se aprovecha para que el pequeño reciba las primeras vacunas del calendario. El resto se administra, como a los adultos, a tres mil metros de altura y en la escuela del lugar.

La idiosincrasia está muy marcada en ellos. Según Orellana, es gente poco expresiva y no demasiado comunicativa. Por eso, ganarse la confianza de todos fue un reto. Al principio, recuerda este médico, «me decían que habían atendido las pautas de medicamentos que yo les había dado, pero luego le preguntaban al enfermero si eran correctas o no».

También cuestionan la efectividad de su trabajo: «En un encuentro con ellos, una mujer me dijo: “Bueno, doctor, usted tiene mucha reunión, mucha reunión, pero nosotros nos seguimos enfermando”». El médico no encuentra problema en que lo hagan: «Me parece un comportamiento muy válido desde el punto de vista de construcción social comunitaria». Orellana respira vocación.

Lucía Cancela
Lucía Cancela
Lucía Cancela

Graduada en Periodismo y CAV. Me especialicé en nuevos formatos en el MPXA. Antes, pasé por Sociedad y después, por la delegación de A Coruña de La Voz de Galicia. Ahora, como redactora en La Voz de la Salud, es momento de contar y seguir aprendiendo sobre ciencia y salud.

Graduada en Periodismo y CAV. Me especialicé en nuevos formatos en el MPXA. Antes, pasé por Sociedad y después, por la delegación de A Coruña de La Voz de Galicia. Ahora, como redactora en La Voz de la Salud, es momento de contar y seguir aprendiendo sobre ciencia y salud.