El relato de Sergio Peris-Mencheta sobre su leucemia: «Cuando salí del hospital, parecía que salía de un campo de concentración»

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Sergio Peris-Mencheta, en «La Noche en 24h»
Sergio Peris-Mencheta, en «La Noche en 24h» RTVE

El actor y director relata en su nuevo libro el día a día de su ingreso en un hospital especializado de California en el que recibió tratamiento para su enfermedad

13 jun 2025 . Actualizado a las 15:15 h.

A los 48 años, mientras trabajaba en Estados Unidos, la vida obligó a Sergio Peris-Mencheta a hacer un parón. El actor recibió un diagnóstico que lo hizo enfrentarse con la fragilidad de la vida y con el peso de la genética. «Me dicen que padezco una enfermedad: leucemia aguda mielodisplásica. Mismo nombre con distintos apellidos que la que se llevó a mi abuelo en 1960 y a mi padre en 2014», relata en las primeras páginas de su nuevo libro, 730 días (Planeta, 2025), un ensayo sobre lo que supone vivir con una enfermedad como esta. El título hace referencia al período en el que escribió este volumen, un contador que comenzó el día en que el actor grabó en Los Ángeles la escena final de la serie Snowfall.

En ese momento no lo sabía, pero estaba por entrar en el túnel de la enfermedad, un camino marcado por tratamientos que, según contó más adelante, tuvieron un coste total de cinco millones de dólares. Entre otras terapias, recibió un trasplante de médula ósea de su hermano que cambiaría el curso de su leucemia. Pero el Sergio de 48 años estaba aún iniciando ese recorrido, haciéndose a la idea de convivir con el cáncer. «Estoy como solo saben los que han vivido una situación similar a la mía. Me siento vulnerable, aterrorizado y más pequeñito que nunca», así describe el principio.

Qué es la leucemia aguda mielodisplásica

La leucemia aguda mielodisplásica (LMA) es un tipo de síndrome mielodisplásico (SMD), una enfermedad en la que las células madre de la médula ósea producen células sanguíneas defectuosas o anómalas, que no llegan a convertirse en células sanas de la sangre. En algunos casos las células sanguíneas se producen en menor cantidad, o bien, no realizan adecuadamente sus funciones, explica la Asociación Linfoma, Mieloma y Leucemia (Aeal). Aproximadamente, entre un 20 y un 40 % de los casos de leucemia mielomonocítica crónica (LMMC) se convierten en LMA. Esto fue lo que le ocurrió a Peris-Mencheta.

Si bien los síntomas no se manifiestan al comienzo, pueden aparecer poco a poco algunas señales de la enfermedad, como un cansancio extremo que se agudiza a medida que la médula ósea se ve más afectada. Los pacientes pueden sufrir anemia, leucopenia o plaquetopenia, síntomas que indican deficiencias en diferentes tipos de células que forman parte de la sangre.

Los comienzos de la enfermedad

Todo empezó con una analítica que reveló niveles alarmantes en las células de su sangre. «Desde el momento en el que me dieron el primer diagnóstico en la Fundación Jiménez Díaz, en abril del 2023, mi mente y mi cuerpo se pusieron en modo supervivencia. ¿Qué tengo un síndrome mielodisplásico? ¿Qué más pronto que tarde mutará en leucemia? [...] El susto era abrumador, era vivir con miedo para siempre, y peor aún era el hecho de pensar que, además, pudiera ser hereditario y que mis hijos sufrieran lo mismo», recuerda Peris-Mencheta. Aunque ya existían esos antecedentes familiares, confiesa que no se había planteado la posibilidad de padecer en su propia carne la enfermedad.

Ante este panorama, entró en un estado de negación del que le fue difícil salir. «Esta fase me duró ocho meses. Me centré en cuidarme, guiado por diferentes especialistas: comer sano, beber sano, hacer pilates tres días a la semana, sauna, baños fríos, respiración, ozonoterapia... Para finales de año, hacía tiempo que no me sentía tan limpito. Pero los Reyes Magos me tenían reservado carbón: nuevas analíticas que confirmaban la presencia de células cancerígenas en la sangre. Un nivel de plaquetas de 5.000 (un cuerpo sano tiene entre 150.000 y 450.000) y un nivel de glóbulos blancos de 30.000, estando la cantidad normal entre 4.000 y 11.000», relata.

Esa segunda analítica vino acompañada de otro problema que llevó al actor a Urgencias y le obligó a afrontar su situación. «Mis riñones decidieron tomar la palabra y un cólico nefrítico dio con mis huesos en Urgencias», recuerda. En esa ocasión, volvió a salir del hospital pese a la insistencia de los doctores en que se quedara. «Los dolores habían remitido, pero mi cabeza iba a mil. Habían aparecido unas manchas en los brazos y en las piernas, bebía agua y no orinaba, me sangraban las encías y mi mujer estaba extremadamente preocupada», cuenta.

Esta vez, pensó en su familia, en Marta, su esposa, y en sus dos hijos, Río y Olmo, y supo que tenía que actuar. «Lo que más miedo me daba era dejarlos sin papá. Quería demostrarles a mis hijos que se podía sobrevivir», contó.

Explica que, a través de Penélope Cruz, se puso en contacto con el doctor Antonio Pérez, investigador en trasplantes de células madre del Servicio de Hemato-Oncología Pediátrica y Trasplante de Médula del Hospital de La Paz, en Madrid. Peris-Mencheta estaba decidido a volver a España para iniciar un tratamiento. Sacó billetes para el día siguiente y dejó las maletas preparadas. Sin embargo, esa noche, en la ducha, se lo volvió a pensar. «Tienes tres piedras de cinco centímetros cada una. Dos en el riñón izquierdo y otra de camino a la salida», se dijo a sí mismo.

Decidió que volar en esas condiciones no era lo más sensato y, en cambio, ingresó en el City of Hope, un centro hospitalario californiano especializado en leucemia y uno de los más importantes a nivel mundial. «Decidí quedarme, con la suerte de que, al pertenecer al sindicato de actores de Estados Unidos, tenía el mejor seguro médico que hay en el país», contó recientemente en una entrevista con el programa La noche en 24 horas. Según detalló, el tratamiento costó, en total, cinco millones de dólares.

Los tratamientos

Sergio Peris-Mencheta se ha sometido a una serie de terapias para tratar su enfermedad. Poco después de ingresar en California, inició las sesiones de quimioterapia, que le dejaron efectos adversos severos. «Pierdes el hambre, tienes náuseas. Hubo un período que perdí la vista, otro que perdí la voz», recuerda. De su peso habitual, en torno a los 96 kilos, llegó a pesar 70. «Cuando salí del hospital, parecía que salía de un campo de concentración. No tenía pelo, yo mismo no me reconocía, pero por otro lado, me reconocía en mi lado más vulnerable, en todo eso que me había pasado la vida intentando que no se notara», contó en enero de este año.

También se sometió a radioterapia y, finalmente, recibió un trasplante de médula donada por su hermano, que se realizó en mayo del 2024. «Nueve horas ha durado la infusión. Estoy hinchado como una pelota. Dos litros de médula de [mi hermano] circulan por mis venas», escribió en ese momento.

El actor lleva meses hablando públicamente acerca de su enfermedad. Uno de los momentos más mediáticos sucedió a comienzos de este año, cuando participó como invitado en el programa «Culturas 2», de La 2, en el que dio detalles sobre su proceso de recuperación tras el trasplante de médula. En esa aparición televisiva, el actor tenía la piel pigmentada de un color oscuro, un efecto secundario del trasplante de médula. Es uno de los síntomas de la enfermedad de injerto contra huéspedes (EICH), también conocida como enfermedad injerto contra receptor (EICR). Se le llama así porque es un tejido, la médula ósea, la que detecta que ese cuerpo no es suyo (receptor). En el caso del actor, la recibida por su hermano atacó algunos de sus propios tejidos porque los reconocía como extraños.

Tuvo que tomar otro fármaco para contrarrestar esos efectos. «Es una medicación que les dice a los glóbulos blancos: "Ey, el salón no es igual, pero solo porque hay una mano de pintura distinta, y el sofá es más cómodo"», contó hace unos meses, cuando comenzaron a circular esas imágenes suyas con la piel pigmentada. Aunque aclara, en el libro, que no se encuentra en remisión, de momento, asegura que está en proceso de recuperación.