Terapia de pareja: cuando el amor no es suficiente para una relación sana

Laura Inés Miyara
Laura Miyara LA VOZ DE LA SALUD

SALUD MENTAL

La terapia de parejas es vista en muchos casos como el «último cartucho» antes de romper una relación.
La terapia de parejas es vista en muchos casos como el «último cartucho» antes de romper una relación. La Voz de la Salud | iStock

Los problemas de comunicación son el motivo de consulta más frecuente, aunque las infidelidades y la distribución de las tareas domésticas también son comunes

27 feb 2023 . Actualizado a las 12:09 h.

Una crisis de pareja no es necesariamente el fin. Cuando hay amor y ambas personas tienen la voluntad de esforzarse en recomponer el vínculo, es posible volver a construir, con las piezas de la relación, algo incluso aún más sólido, estable y duradero. En este proceso es que interviene la terapia de pareja, un tratamiento psicológico clínico orientado a la resolución de problemas que surgen en las relaciones románticas. Pero, aunque este tipo de terapias existen desde hace décadas, existen barreras y prejuicios que impiden a las personas acceder a ellas, o considerarlas siquiera como una opción. Veamos en qué consisten las terapias de pareja y cuándo podemos beneficiarnos de ellas.

Para poder definir cómo es una sesión de terapia en pareja, debemos tener claro primero que los motivos de consulta serán los que determinen cómo habrá de ser el trabajo. Así lo explica Concepción Rodríguez Pérez, psicóloga sanitaria y vocal de la Xunta de Goberno del Colexio Oficial de Psicoloxía de Galicia (COPG): «Nos formamos en muchos modelos diferentes para abordar todas las situaciones posibles. Temas frecuentes de consulta son los problemas de comunicación y los desacuerdos. Actualmente, hay muchos desencuentros en temas de cómo distribuir las tareas de la casa y con los niños. Son importantes los aspectos de género, ya que hay diferentes evoluciones de los hombres y de las mujeres a la hora de incorporar las nuevas narrativas y muchas de estas cosas afectan a la evolución de la familia y de las parejas y la crianza de los hijos».

La psicóloga Alicia González, especializada en relaciones y dependencia emocional, coincide en que la terapia debe incorporar las herramientas que mejor se ajusten a las necesidades de cada pareja. «Lo ideal, para mí, es que un terapeuta sea integrativo, es decir, que no solamente sea cognitivo conductual o sistémico, sino que tenga también más formaciones para poder ofrecer a las personas, que somos todas distintas, aquello que necesitan», dice.

Entre los motivos más comunes que pueden llevarnos a estas terapias, González señala también la falta de comunicación. «Hay temas que son muy cotidianos, porque al final la vida cotidiana te atrapa. Problemas con el trabajo, con los espacios de tu casa, problemas en cómo criamos o educamos a nuestros hijos, el estrés de tu vida, infidelidades, problemas de sexualidad. Pero sobre todo, lo que más veo es una falla en la comunicación», señala. «Veo mucho esto: he conocido a alguien, lo he idealizado o he pensado que me gustaría que fuera de cierta manera, y cuando llevo un tiempo me doy cuenta de que hay mil cosas que no me gustan y que forman parte de su personalidad, que no se pueden cambiar. Ese es el ingrediente perfecto para discutir a menudo», puntualiza.

Este tipo de problemas son frecuentes en parejas independientemente del tiempo que llevan juntas. Ya sea que llevemos tres meses o tres décadas, lo cierto es que, como señala González, «no tenemos educación sobre relaciones. Lo que aprendemos lo aprendemos de las películas, de los cuentos, de lo que vemos por ahí. Y al final son cosas muy sencillas, pero hay que aprender y quitarse malos hábitos, malas contestaciones, el no decir te quiero, el no dar besos o abrazos o incorporar esas pequeñas cosas que construyen una relación sana». Para eso, acercarse a un profesional y abrirse a un tratamiento puede ser una gran idea. La terapia nos ayuda no solo a nivel de la pareja, sino también en lo personal e individual, al permitir que estemos en contacto con nuestras emociones y les demos la atención que necesitan trabajando sobre ellas.

Cómo es la terapia de pareja

«Dentro de la terapia de pareja, hay sesiones que son conjuntas, y puede haber sesiones individuales. La primera sesión es conjunta siempre, para preparar a la pareja, conocerla y saber en qué punto están de la problemática que los ha traído ahí. También para saber si necesitarás tener sesiones individuales con uno de los dos miembros de la pareja, por ejemplo, para preparar a uno de los dos a saber comunicarse», explica González.

¿Cómo se trabaja? «Desde la comunicación. Casi siempre, lo primero es la comunicación afectada. Ha habido desencuentros comunicativos y se han ido almacenando muchos desacuerdos y frustraciones en esa comunicación y llegamos a un punto donde hay que ayudar a cada uno de los dos para resolver heridas individuales y mejorar la comunicación conjunta sobre el tema. Primero, hay que ver qué es lo que les está afectando, cuáles son los objetivos de cada uno para la pareja y para la situación que viven, y hacia dónde quieren ir», dice Rodríguez.

A partir de estos objetivos de la pareja, se trabaja con técnicas que se parecen a las de la terapia individual. «Aprendemos a comunicarnos, una comunicación asertiva es súper necesaria. Aprendemos cómo establecer límites, cómo decir que no, cómo expresar nuestras emociones, también hay trabajo sobre la sexualidad, hablamos de las creencias sobre el amor que son irracionales y planteamos recursos», detalla González.

Duración del tratamiento

La cantidad de sesiones es muy variable y depende de la situación en la que se encuentre la pareja al empezar el tratamiento. «Depende mucho de la problemática. Tú puedes venir porque quieres simplemente aprender a comunicarte y con una sesión, con unas pautas, ya lo logras. Es distinto cuando tienes que trabajar una infidelidad o miedo al compromiso. En esos casos, tienes que ir más para atrás, hacer un trabajo a lo mejor más individual», explica González.

«He trabajado con parejas que han venido dos o tres veces y es suficiente. Otras necesitan años. Depende de su necesidad y también de lo que se puedan permitir. Las terapias tienen su coste para las familias, entonces cada uno usa lo que puede. A veces es necesario un promedio de medio año, o un año trabajando conjuntamente», observa Rodríguez.

Recomponer la relación

Cuando iniciamos una vida en común con nuestra pareja, los problemas pueden ir acumulándose con el tiempo, por la erosión de la vida cotidiana, hasta que un evento puntual desencadena una crisis. Estos momentos, como toda crisis, pueden servir como oportunidades. Aunque atravesar dificultades en la vida amorosa sea duro, el pedir ayuda y comprometerse a trabajar en la relación, juntos, puede fortalecer a la pareja devolviendo incluso la complicidad y la sensación de disfrute del tiempo compartido, ayudando a revalorizar y mejorar ese vínculo.

Por supuesto, para que todo esto sea posible, ambas partes deben aportar esfuerzos. «Hay una cosa que es bien cierta. Cuando hay un problema de la pareja, si uno de los dos acude solo a la terapia, es probable que acabe resolviendo su situación y yéndose de la pareja. Cuando hay una crisis, los dos tienen que crecer. O uno de los dos crece y el otro se queda atrás», explica Rodríguez. «Es importante que cada uno vea dónde están sus frustraciones, sus insatisfacciones, hacia dónde quieren ir, y ver la posibilidad de hacerlo conjuntamente, de querer lo mismo. Muchísimas veces hay que resolver aspectos individuales. Es decir, cosas que llevamos en nuestra propia mochila, individualmente, y que nos están impidiendo desarrollarnos de manera plena en la pareja, porque se despiertan en ese contexto», añade.

Infidelidad: cuando se rompe la confianza

Las infidelidades son una de las de crisis más frecuentes en las parejas. Cuando ocurren, lo primero que se busca es entender, sin juzgar, por qué y cómo se ha llegado a esa situación. Luego, habrá que ver si hay intenciones de ambas partes de seguir adelante después de este episodio. «Si tú eres la persona a la que le han roto la confianza, tienes que sentir que tu pareja ha reparado el daño, que se ha arrepentido de verdad. Primero, debe dejar de hacer esas cosas que a lo mejor han causado la ruptura de la confianza. Y el perdón tiene que ser genuino. Lo que no podemos hacer es decir "Yo te perdono, pero en cada discusión te vuelvo a sacar de nuevo el problema", porque eso lo que hace es crear un abismo entre tú y tu pareja cada vez más grande. Además, lo que hay que hacer es volver a confiar, volver a abrirte poco a poco. Porque si tú ves que tu pareja ha intentado reparar el daño, pero tú pones un muro, eso no va a bastar. Esto lleva tiempo», explica González.

Volver a armar una pareja tras una crisis puede ser más difícil o más fácil, dependiendo de factores como la profundidad de los problemas que hayan llevado a la crisis y de cuánto tiempo hayan convivido con esa situación. Pero hay algunos elementos que pueden ayudarnos. «El ingrediente indispensable, pero no único, que debe haber es el amor. Luego, se reconstruye una pareja cuando eres humilde. Al final, aunque tú pienses que tienes la razón, no lo haces perfecto. Y cuando estamos en una sesión con una pareja, muchas veces es una guerra de egos. A los psicólogos no nos importa quién tiene razón, si realmente ha pasado tal como lo cuentas, sino los malestares. Qué está pasando aquí que nos está causando malestar a los dos y cómo evitarlo o trabajarlo», dice González.

«El amor es imprescindible, pero no es suficiente nunca. Es algo que cada uno siente individualmente y lo necesita para ser feliz, para vivir. Es como el oxígeno. Pero son necesarias muchas cosas para recomponer la pareja. Respeto, entendimiento, capacidad de escucha, empatía», enumera Rodríguez.

En definitiva, superar una crisis de pareja depende de varios factores. «Lo primero es saber si la pareja es reconstruible, es decir, si tienen capacidad de poder reconstruirse juntos. Luego, que haya adhesión al tratamiento. A veces, a uno de los dos le resulta difícil seguir el tratamiento y venir. En ese caso, ya no hay nada que hacer. Si hay adhesión, por lo general acaban resolviendo», observa Rodríguez.

Prejuicios en la era del postureo

Cuando alguien tiene resistencia al tratamiento, esto puede deberse a prejuicios: los mismos estigmas con los que carga la psicoterapia individual pesan también sobre las terapias de pareja. Y, en este último caso, se suma a la vulnerabilidad y el temor de ser visto como alguien débil la dificultad de admitir que no tenemos una relación perfecta.

«Aunque cada vez va mejor, el hecho de que tú vayas a terapia de pareja y lo digas es evidenciar que en tu relación algo no va bien. Y no todo el mundo es lo suficientemente valiente como para decirlo. Ese sería el prejuicio mayor que existe ahora mismo, la vergüenza de mostrarlo. Y más en la época en la que estamos, que es de postureo máximo de parejas que se muestran súper felices de la vida en las redes», observa González.

Frente a esto, hay que recordar que ir a terapia siempre es un paso positivo que damos para mejorar nuestra calidad de vida. Del mismo modo en que acudiríamos al médico por un malestar físico, la psicoterapia tiene mucho para ofrecernos cuando se trata de nuestra salud mental. Una relación sana tiene la capacidad de potenciar otros aspectos de nuestra vida, por lo que vale la pena preservar y cuidar esas relaciones acudiendo a profesionales cuando sea necesario.

Cambios vitales y crisis de pareja

Dado que las crisis se suelen dar en los momentos de cambios, a veces es posible prever esos cambios y estar atentos para nutrir más los espacios de la pareja en esas etapas. Aunque los cambios que ocurren en nuestra vida no siempre son previsibles (enfermedades, cambios laborales repentinos o pérdidas), hay ciertas situaciones planificadas en las que se suelen plantear crisis porque se ve alterado el modo en que vivíamos hasta ese entonces. «Cada etapa, cada cambio de etapa vital es una crisis. Cuando se tienen niños, es una crisis. Cuando se hacen adolescentes, es una crisis. Cuando se casan o se van los hijos es otra crisis. Quedarse solos es una crisis», ejemplifica Rodríguez.

En esos momentos, se puede trabajar en reforzar la satisfacción tanto en la pareja como con uno mismo, en lo individual o personal. «Uno se puede anticipar y preparar para esos momentos buscando espacios dentro de la pareja de mayor satisfacción. Actividades juntos, planes juntos. Es buena idea tener muchos recursos», aconseja Rodríguez.

En los momentos en los que la vida se transforma, establecer un pequeño espacio para compartir con nuestra pareja nos puede proporcionar alivio, fortaleciendo al mismo tiempo el vínculo. «A veces parece que todo tuviera que ser espontáneo. Está muy bien lo espontáneo, pero también está muy bien tener rituales establecidos que no es necesario que lleve trabajo planificarlos, como puede ser cada semana hacer algo juntos fuera de casa, o cada quince días. Una cena, ir a bailar, o algo. Esos espacios, esos proyectos son necesarios para que respire la pareja», indica Rodríguez.

Laura Inés Miyara
Laura Inés Miyara
Laura Inés Miyara

Redactora de La Voz de La Salud, periodista y escritora de Rosario, Argentina. Estudié Licenciatura en Comunicación Social en la Universidad Nacional de Rosario y en el 2019 me trasladé a España gracias a una beca para realizar el Máster en Produción Xornalística e Audiovisual de La Voz de Galicia. Mi misión es difundir y promover la salud mental, luchando contra la estigmatización de los trastornos y la psicoterapia, y creando recursos de fácil acceso para aliviar a las personas en momentos difíciles.

Redactora de La Voz de La Salud, periodista y escritora de Rosario, Argentina. Estudié Licenciatura en Comunicación Social en la Universidad Nacional de Rosario y en el 2019 me trasladé a España gracias a una beca para realizar el Máster en Produción Xornalística e Audiovisual de La Voz de Galicia. Mi misión es difundir y promover la salud mental, luchando contra la estigmatización de los trastornos y la psicoterapia, y creando recursos de fácil acceso para aliviar a las personas en momentos difíciles.