Por qué respiramos mejor que antes: «Somos más altos que hace 50 años y nuestros pulmones son más grandes»

Laura Inés Miyara
Laura Miyara LA VOZ DE LA SALUD

VIDA SALUDABLE

Los pulmones de la población han cambiado en las últimas décadas.
Los pulmones de la población han cambiado en las últimas décadas. iStock

Las nuevas generaciones tienen un menor riesgo de infecciones como la tuberculosis, pero se exponen a contaminantes y a tóxicos como el tabaco

06 ago 2025 . Actualizado a las 15:10 h.

La respiración es uno de los signos vitales. Es un proceso fisiológico crucial para transportar el oxígeno que necesitan todas las células de nuestro cuerpo y, por tanto, se mantiene a lo largo de la vida. Pero esto no significa que siempre respiremos igual; al contrario. Nuestra frecuencia respiratoria está lejos de ser constante. A esto se suma el hecho de que, a lo largo de la vida, los pulmones van modificándose ligeramente. «Normalmente, a partir de los 30 años de edad, la función pulmonar empieza a decaer en todas las personas y la caída aumenta cada año hasta que nos morimos», explica el neumólogo Luis Seijo Maceiras, director del Departamento de Neumología en la Clínica Universidad de Navarra y miembro de la Sociedad Española de Neumología y Cirugía Torácica (Separ).

En la era post covid-19, estamos más atentos que nunca a cómo respiramos. Si miramos hacia atrás, hemos dejado de preocuparnos por muchas infecciones respiratorias que han sido frecuentes a lo lardo de la historia y que podían limitar nuestra capacidad pulmonar para toda la vida, como la tuberculosis. Sin embargo, otros factores han empeorado el aire que introducimos en nuestro organismo. La contaminación ambiental y el humo del tabaco, incluso inhalado de manera pasiva, son dos de los principales elementos problemáticos en este sentido. Analizamos cómo ha cambiado nuestra capacidad pulmonar para intentar responder a una pregunta: ¿respiramos mejor o peor que antes?

Cómo funciona la respiración

Nuestra función pulmonar se lleva a cabo en dos fases: la inhalación y la exhalación. Durante la primera, los músculos intercostales y el diafragma se contraen, permitiendo el ingreso del aire en los pulmones. En la exhalación, los músculos utilizados para la inhalación se relajan, expulsando dióxido de carbono de los pulmones.

Todo esto se combina en una respiración completa que integra los tres movimientos, aunque una respiración profunda que ejercite nuestra capacidad pulmonar deberá llegar hasta el diafragma. Este es el principal músculo encargado de la inspiración y, cuando funciona correctamente, esto nos puede ayudar a mejorar la capacidad respiratoria y también el vaciado de nuestros pulmones.

Dentro de este proceso, el nervio vago, que conecta el tronco cerebral con los órganos del tórax y el abdomen, tiene un papel relevante. La complejidad de sus fibras en los pulmones y el diafragma es mayor que en otros órganos viscerales. El aire que respiramos no es constante ni homogéneo, por lo que, para detectar estas fluctuaciones, las vías respiratorias utilizan esa vasta red que se deriva de ese nervio. La información que transmite al cerebro genera un ritmo o una frecuencia respiratoria, en otras palabras, la cantidad de veces que respiramos por minuto.

Esta intervención del nervio vago es bidireccional, de manera que cerebro y pulmones pueden influirse mutuamente. De esta forma, una respiración lenta y controlada disminuye la actividad en el circuito, mientras que una respiración rápida y agitada la aumenta, lo que a su vez influye en nuestros estados emocionales.

Factores externos

Los elementos que influyen en nuestra respiración son numerosos, desde nuestro estado anímico hasta la calidad del aire. Aunque en cierta medida nuestra capacidad respiratoria está determinada por nuestra genética, esto no lo es todo. Claramente, el tabaco es uno de los principales agresores para el tejido pulmonar.

«Este es un tipo de daño que no siempre ha estado presente. Hace cien años no había tabaquismo como lo ha habido a lo largo de las últimas décadas. Los niños, siglos atrás, no estaban expuestos a humo de tabaco. El desarrollo del cigarrillo comercial y su expansión supuso un impacto importante en el desarrollo pulmonar de muchos niños, expuestos al tabaco pasivo», señala Seijo.

La calidad del aire también puede impactar, si bien estimar la magnitud de este impacto a nivel científico es más complejo. «La polución y los contaminantes ambientales no son los mismos en todas partes del mundo, ni siquiera en toda España. Obviamente, respirar un aire más limpio es mejor, ayuda a que los pulmones funcionen mejor. Si uno trabaja o vive en un ambiente con polución o con exposición laboral a aire tóxico y no está protegido con una mascarilla, claramente, eso afecta al pulmón», explica el doctor Àlvar Agustí, neumólogo de la Separ, catedrático de Salud Respiratoria de la Universidad de Barcelona y experto del Instituto Respiratorio en el Hospital Clínic de Barcelona.

Con todo, «se ha publicado un artículo en la revista The Lancet que demuestra que en los últimos cien años, en Europa en general, la función pulmonar de la población ha aumentado y mejorado. También es cierto que la población actual es más alta que la de hace 50 o 60 años. Eso hace que los pulmones sean más grandes y que, por tanto, en la población sana, la función pulmonar mejore», observa Agustí.

En este progreso tienen un rol crucial las terapias preventivas y curativas que se han desarrollado en las últimas décadas para frenar el avance de determinadas infecciones que pueden impactar gravemente en la salud pulmonar y dejar secuelas de por vida. «Hay que pensar que en el momento actual las infecciones respiratorias están más o menos controladas. Estamos hablando de enfermedades como la tuberculosis o las neumonías que, antaño, cuando no había fármacos antituberculosos o antibióticos, acababan causando graves desperfectos pulmonares y secuelas a largo plazo en la capacidad pulmonar de quienes las padecían», señala Seijo. También hay contamos con mejores tratamientos para patologías como el asma que, si aparecen en la infancia, pueden impactar en el desarrollo de los pulmones.

Si estas infecciones eran el principal enemigo de nuestros pulmones en el pasado, hoy, además del tabaco y la contaminación, se ha extendido otra gran fuente de problemas, que es el sedentarismo. En este sentido, la inactividad prolongada «puede mermar la función pulmonar», señala Seijo, dado que impacta en nuestra capacidad cardiorrespiratoria y en cómo pueden afrontar nuestros músculos el trabajo continuo de la respiración.

El desarrollo pulmonar a lo largo de la vida

Los pulmones se empiezan a desarrollar en el vientre materno, a partir de la quinta semana de gestación. Sin embargo, dado que no llegan a desarrollarse por completo hasta las últimas semanas antes del parto, los bebés prematuros tienen un riesgo especialmente alto de tener problemas pulmonares, ya que estos órganos no han terminado de formarse al momento de nacer.

«En los últimos 20 años se han hecho grandes avances en el tratamiento de los niños prematuros cuando nacen y, afortunadamente, esto ha bajado mucho su mortalidad. Es una magnífica noticia. Sin embargo, cuando esos niños llegan a adultos, en un porcentaje significativo de los casos lo hacen con una función pulmonar baja y estas personas que tienen alteraciones en su desarrollo, en los siguientes 50 años pueden tener más problemas cardiovasculares, más diabetes y en general, un envejecimiento menos saludable», apunta Agustí.

Por esta razón, es importante diagnosticar a tiempo cualquier tipo de problema pulmonar durante la infancia. «Cuando tienen ocho o diez años, en mucho casos son capaces de recuperarla y tener una función normal. Sin embargo, en la mayoría de casos, no se recuperan», señala el experto. Para ayudar a un buen desarrollo pulmonar en la infancia, además de no fumar cerca de los niños y evitar que ellos se expongan a unas condiciones tóxicas de aire, el doctor Agustí incide en que es importante transmitirles claramente los riesgos asociados al vapeo, una tendencia cada vez mayor entre los jóvenes.

Laura Inés Miyara
Laura Inés Miyara
Laura Inés Miyara

Redactora de La Voz de La Salud, periodista y escritora de Rosario, Argentina. Estudié Licenciatura en Comunicación Social en la Universidad Nacional de Rosario y en el 2019 me trasladé a España gracias a una beca para realizar el Máster en Produción Xornalística e Audiovisual de La Voz de Galicia. Mi misión es difundir y promover la salud mental, luchando contra la estigmatización de los trastornos y la psicoterapia, y creando recursos de fácil acceso para aliviar a las personas en momentos difíciles.

Redactora de La Voz de La Salud, periodista y escritora de Rosario, Argentina. Estudié Licenciatura en Comunicación Social en la Universidad Nacional de Rosario y en el 2019 me trasladé a España gracias a una beca para realizar el Máster en Produción Xornalística e Audiovisual de La Voz de Galicia. Mi misión es difundir y promover la salud mental, luchando contra la estigmatización de los trastornos y la psicoterapia, y creando recursos de fácil acceso para aliviar a las personas en momentos difíciles.