Enrique Esteve, médico internista: «Un dolor que empeora por las noches es señal de que hay inflamación»

VIDA SALUDABLE

El doctor Enrique Esteve es especialista en Medicina Interna y en Inmunología.
El doctor Enrique Esteve es especialista en Medicina Interna y en Inmunología.

El experto explica todos los factores que pueden contribuir a la inflamación crónica, una condición que daña al organismo y acelera el envejecimiento

14 oct 2025 . Actualizado a las 14:32 h.

Cada vez más enfermedades crónicas se vinculan a procesos de inflamación. Esta es una reacción normal del organismo frente a amenazas externas, pero, en determinadas circunstancias, puede descontrolarse y atacar al cuerpo generando una patología autoinmune. Pero la inflamación no es un hecho inevitable de la vida. Podemos frenar su avance y evitar que se cronifique para aumentar nuestro bienestar y potenciar la longevidad. El doctor Enrique Esteve, especialista en Medicina Interna y experto en enfermedades autoinmunes, explica cómo podemos reducir el impacto negativo de la inflamación en nuestro día a día en su nuevo libro, Querida inflamación, vamos a llevarnos bien (Grijalbo, 2025).

—¿Cómo describiría la inflamación? ¿Cuándo nos debería preocupar?

—La inflamación es una respuesta que tiene nuestro sistema inmunológico para adaptarse y responder cuando hay agresiones. Aparece sobre todo frente a infecciones o cuando ha habido alguna lesión, traumatismo, herida o exposición a tóxicos. Tú puedes tener una inflamación que curse en minutos o días, que es la inflamación aguda. Es mucho más intensa, pero va a estar circunscrita un corto período de tiempo en el que va a reparar el problema o eliminar la infección. La inflamación crónica es un proceso más de fondo, que suele ser desadaptativo, lo cual quiere decir que ya se ha producido una respuesta inicial pero que no ha conseguido resolver el problema. Ha quedado aquí y va a ir poco a poco haciendo un daño en el organismo que es más silente.

—¿Qué síntomas de alarma nos indican que estamos sufriendo inflamación crónica?

—Las red flags aparecen cuando una persona está en un contexto en el que ha normalizado tener dolor, una pérdida de peso significativa o síntomas que no consigue resolver. Esto se traduce en que verdaderamente hay un daño que está impactando en el organismo. Un ejemplo es tener un dolor que empeora por las noches o bien, rigidez por las mañanas. Estos dolores tienen características inflamatorias. A nivel digestivo, síntomas que empeoran en horario nocturno también son señales de alerta. Esto se debe a que la noche es cuando se activa nuestro sistema inmunitario. Nos indica que hay una inflamación que está persistiendo a lo largo del tiempo, durante meses o incluso años.

—¿Qué puede ocurrir cuando se sostiene la inflamación durante tanto tiempo?

—Puede haber una enfermedad autoinmune, infecciosa o incluso un cáncer.

—¿Cómo podemos frenar la reacción inflamatoria?

—Las reacciones inflamatorias son el mecanismo que tiene nuestro organismo para, de forma rápida y eficaz, señalizar una amenaza para que acudan más células inmunitarias al foco inflamatorio y resuelvan el problema. Esto se vehiculiza a través de la liberación de citoquinas, que son proteínas inflamatorias. Estas van a dañar a los microorganismos que están impactando en la salud y, por otro lado, van a activar otras células inmunitarias. En paralelo, se producen otras reacciones como la activación del sistema de complemento, una serie de proteínas que van a activar la respuesta inflamatoria y a ayudarnos a resolver una infección, por ejemplo. Estas primeras reacciones inflamatorias permiten que se infiltren más leucocitos en los tejidos. Estas reacciones responden a factores inflamatorios externos. Lo que tenemos que hacer es entender qué hay en el ambiente o qué ha sucedido para que se haya producido esa inflamación.

—¿Qué causas frecuentes están detrás de ella?

—Por ejemplo, ser fumador produce cuadros de bronquitis de repetición. Evidentemente, en ese caso, conviene eliminar el tabaco. Si los síntomas son a nivel intestinal, como dolor de barriga o diarrea, hay que revisar la dieta, reducir el consumo de ultraprocesados o directamente retirarlos. El estrés crónico, laboral o personal, también puede provocar síntomas. Y hay que prestar atención a los tóxicos del ambiente a los que podemos estar expuestos. Hay que promover hábitos antiinflamatorios: el ejercicio regular, el sueño reparador, el control del estrés y la dieta equilibrada.

—¿Qué rol tiene específicamente la alimentación en estos procesos inflamatorios?

—Más de la mitad de nuestro sistema inmunológico está en el tubo digestivo. Y esto tiene un sentido evolutivo porque inicialmente nos tenía que proteger de todas las infecciones que podían entrar a través de la alimentación. No teníamos alimentos como los que tenemos ahora, tratados y sin riesgo de contaminaciones. Pero sí que es verdad que lo que hemos heredado es un tubo digestivo que es súper vigilante. Entonces, el rol principal que tiene la alimentación es modular la respuesta inmunológica.

—¿Qué alimentos tienen un mayor impacto en esta respuesta?

—Hay alimentos que van a favorecer que aparezca inflamación, como los que tienen azúcares refinados, grasas trans, o, en general, los ultraprocesados. Y tenemos que intentar introducir alimentos antiinflamatorios, como aquellos que llevan los omega 3, el pescado azul, el aceite de oliva virgen extra o los frutos secos. También es importante introducir verduras, consumir fibras.

—¿Qué errores cometemos frecuentemente con nuestra alimentación?

—Hoy en día, el ritmo de vida que llevamos no nos permite elaborar un menú con el equilibrio correcto de alimentos antiinflamatorios de proximidad. ¿Cuánto tiempo tenemos, realmente, para elaborar estas comidas? Nuestro error es recurrir a la comida rápida o a los ultraprocesados, que tienen un valor nutricional mucho más pobre que los alimentos frescos, están cargados de azúcares y tienen muchísimos aditivos. Estos productos nos aportan poco más que un pico de insulina y una adicción al azúcar.

—¿Cuál es la función de la microbiota en la modulación de la inflamación?

—La microbiota se adapta a nuestros hábitos alimentarios y su función principal es construir un nicho ecológico en el que se produce una simbiosis con nuestros tejidos. Si introducimos alimentos variados y ricos en fibra, pobres en azúcares y sin abusar de las proteínas, el tipo de microbiota que tendremos será una que va a fabricar más moco y más vitaminas del grupo B, que necesitamos. Esto va a ayudar a que haya un correcto ambiente en el que las bacterias van a ser capaces de producir sustancias antinflamatorias. En cambio, si tenemos una dieta muy rica en azúcares, en proteínas y en carbohidratos simples, vamos a ir contribuyendo a que se reproduzcan bacterias que tendrán un intercambio muy pobre con nuestro cuerpo y las bacterias buenas van a ir muriendo.

—¿Qué impacto tienen los disruptores endocrinos en la inflamación?

—Los disruptores endocrinos van a interferir con la correcta liberación de las hormonas y en el feedback que ellas deben tener con el organismo para activar el metabolismo correctamente. Vamos a tener un organismo totalmente confundido a nivel hormonal y esto va a perjudicar a nuestras bacterias. El perfil de bacterias se vuelve proinflamatorio y todo esto se asocia a un aumento del riesgo de obesidad, infertilidad o enfermedades metabólicas. Por tanto, hay que evitar que los plásticos estén en contacto con el calor. Es mejor, sobre todo a la hora de cocinar, optar por utensilios de vidrio o acero inoxidable.

—¿En qué consiste el estrés oxidativo?

—Es una de las reacciones que se ven cuando hay un proceso inflamatorio. Tiene la capacidad de destruir bacterias para ayudarnos a luchar contra una infección, pero ese mismo estrés oxidativo va a generar radicales libres. Lo que acaba haciendo es que se produzca un déficit de antioxidantes endógenos. Estos radicales libres van a reaccionar con el ambiente y lesionar todas las estructuras a su alrededor, ocasionando daño en las proteínas y en el ADN de las células. Pueden inducir la aparición de mutaciones o acelerar el envejecimiento celular.

—¿Se puede reducir el estrés oxidativo?

—Si se produce de manera aguda, es un mecanismo normal que se va a resolver a través del descanso nocturno y de la alimentación. Si se prolonga en el tiempo, hay que hacer cambios más profundos, reducir el estrés crónico, priorizar el sueño y aportar antioxidantes suficientes a través de la dieta. El aporte de vitaminas C y E, los carotenos, las frutas y verduras, pero también aquellos alimentos ricos en selenio y en zinc, como pescados o frutos secos, cacao puro o té verde para aportar polifenoles, todo esto es beneficioso. Otra manera de producir antioxidantes endógenos es el ejercicio de intensidad moderada a alta.

—¿Por qué tendemos a inflamarnos más a medida que envejecemos?

—Se debe a un fenómeno llamado inmunosenescencia, por el cual el sistema inmunológico va perdiendo eficacia con el paso de los años. Los linfocitos se van agotando, se vuelven menos precisos y hay menos cantidad, entonces, el ambiente de nuestro cuerpo es más inflamatorio. Además, se va acumulando daño celular y la microbiota es más pobre. Todo esto provoca un estado de inflamación silenciosa que no es llamativo pero sí sostenido, y que altera estructuras como las arterias o el tejido cerebral.

—¿Qué consejos daría para reducir la inflamación?

—Aumentar tanto los alimentos de proximidad como el consumo de fibra. Introducir alimentos fermentados, tener presente nuestra microbiota en el día a día. Con respecto al sueño, sincronizar nuestros ritmos circadianos con el sol. No irnos a dormirse mucho más tarde que cuando el sol se ha puesto y limitar la exposición a pantallas para tener un descanso reparador. Y hacer ejercicio regular, especialmente de fuerza, pero también caminar o nadar. Debemos hacer entre dos y tres horas de ejercicio intenso a la semana. Por último, hay que evitar tóxicos como el alcohol o el tabaco. Empezar a practicar la meditación puede ser beneficioso para controlar el estrés.

Laura Inés Miyara
Laura Inés Miyara
Laura Inés Miyara

Redactora de La Voz de La Salud, periodista y escritora de Rosario, Argentina. Estudié Licenciatura en Comunicación Social en la Universidad Nacional de Rosario y en el 2019 me trasladé a España gracias a una beca para realizar el Máster en Produción Xornalística e Audiovisual de La Voz de Galicia. Mi misión es difundir y promover la salud mental, luchando contra la estigmatización de los trastornos y la psicoterapia, y creando recursos de fácil acceso para aliviar a las personas en momentos difíciles.

Redactora de La Voz de La Salud, periodista y escritora de Rosario, Argentina. Estudié Licenciatura en Comunicación Social en la Universidad Nacional de Rosario y en el 2019 me trasladé a España gracias a una beca para realizar el Máster en Produción Xornalística e Audiovisual de La Voz de Galicia. Mi misión es difundir y promover la salud mental, luchando contra la estigmatización de los trastornos y la psicoterapia, y creando recursos de fácil acceso para aliviar a las personas en momentos difíciles.