Celso Arango, psiquiatra: «Pensar en el suicidio es algo que sucede en algún momento de la vida a la mayor parte de la población»
SALUD MENTAL
¿Por qué cada vez se suicidan más jóvenes? ¿Cómo podemos cuidar nuestra salud mental en el día a día? ¿Cuáles son los trastornos más prevalentes? A todo esto y mucho más responde uno de los expertos más reconocidos en su especialidad
20 jul 2022 . Actualizado a las 18:59 h.Hablar de salud mental con Celso Arango es un aprendizaje continuo. Acaba de ser elegido Académico de la Real Academia Nacional de Medicina de España representando la especialidad de Psicología Médica, es el director del Instituto de Psiquiatría y Salud Mental del Hospital General Universitario Gregorio Marañón y jefe del Servicio de Psiquiatría del Niño y del Adolescente. Hasta hace dos meses fue el presidente de la Sociedad Española de Psiquiatría y Salud Mental (SEPSM), de la que sigue formando parte como miembro del Comité Ejecutivo. Todo esto ligado a su carrera a nivel internacional porque también es miembro del European Brain Council (órgano asesor de la Comisión Europea) y forma parte del Comité Ejecutivo de la World Psychiatric Association. Con Celso Arango analizamos qué nos pasa, por qué estamos más deprimidos o cómo es posible que siga aumentado el número de suicidios en jóvenes.
—Si le pidiera un diagnóstico de la salud mental de la población, a nivel general, cuál sería.
—Un poco peor que hace dos años. Que la gente no piense que lo que hemos vivido con la salud mental ha sido una epidemia, lo que ha pasado es que unas patologías muy frecuentes y prevalentes que afectan a una de cada cuatro personas en el mundo, se han incrementado, según la Organización Mundial de la Salud, entre un 10 y un 20 por ciento. Pero esto sobre un valor que ya era alto, por lo tanto, ¿cómo está la salud mental en general de la población? Pues un poco peor de lo que ya era hace dos años.
—Lo cierto es que nunca se ha hablado tanto de salud mental como ahora.
—Eso es verdad, pero como sucede y ha sucedido con otras cosas. Hay una expresión en inglés «tipping points», que son como puntos sin retorno. Pasó con el sida, con el cáncer… De repente, algo que estaba más estigmatizado o era más tabú, la gente se da cuenta de que es un problema y hay que afrontarlo hablando de ello y no mirando para otro lado. Esta pandemia ha desbordado un vaso que ya estaba lleno, el de la salud mental, pero ha permitido que se visualice. Incluso con personas más conocidas de distintos ámbitos públicos que han comenzado a hablar de ello en primera persona. Que personajes conocidos hablen de sus trastornos mentales es un mensaje muy potente porque, al final, tiene mucho más impacto en la población lo que ves que te puede ocurrir a ti. Si a él o a ella le pasa, también me puede estar pasando a mí.
—¿Cuáles son los trastornos más prevalentes?
—Si hablamos de la pandemia, está claro que no ha afectado por igual a todos los segmentos de la población en base, por ejemplo, a rangos de edad, a nivel socioeconómico o, incluso, a sexo. La pandemia ha afectado más a mujeres que a hombres, a estratos socioeconómicos más bajos y, de forma muy llamativa, a población joven. Fundamentalmente, en niños y adolescentes, lo que más se ha incrementado han sido los trastornos afectivos, sobre todo depresión; trastornos de conducta alimentaria, fundamentalmente anorexia; y conductas autolesivas. En población adulta, sobre todo, los trastornos de ansiedad, cuadros depresivos y los trastornos relacionados con el sueño. En los profesionales sanitarios hay muchos trastornos por estrés postraumático.
—Más del 50 % de los trastornos mentales comienzan en la infancia y en la adolescencia. ¿ A qué señales debemos estar atentos los padres?
—Las señales no han cambiado. Distinguimos dos grandes grupos de trastornos mentales, aquellos que aparecen desde el nacimiento (discapacidad intelectual,trastornos del neurodesarrollo, autismo), aquí lo que es fundamental es el retraso madurativo y la adquisición de los hitos evolutivos como andar, hablar, relacionarse, compartir, mirar a los ojos…. la señal de alarma es que no aparezcan o se retrasen mucho, por eso es fundamental, que en las visitas rutinarias al pediatría se evalúen todos estos signos. Luego están los trastornos que aparecen a lo largo de la vida del niño y del adolescente y aquí lo fundamental es el cambio, deja de ser el mismo. Era un niño que disfrutaba saliendo con los amigos, jugando, tenía sus hobbies y ahora está encerrado en la habitación, no le gusta hacer nada y no quiere ver a nadie; o era una niña que comía bien con la familia, ahora aparta la comida, está muy preocupada por las calorías y no para de perder peso… Dependiendo de cada patología los signos son distintos, pero la clave es ese cambio en el comportamiento que afecta a la vida, no hay que confundirlo con la rebeldía propia de la edad.
En todos los casos el mensaje es claro, todos los trastornos tienen tratamiento y el tratamiento, como sucede en cualquier ámbito médico, va a ser mucho más eficaz cuanto antes se intervenga. No es lo mismo un cáncer de mama cogido a tiempo que cuando ya tiene metástasis, pues tampoco lo es una depresión cuando un niño lleva tres meses así que cuando solo lleva quince días.
—La adolescencia es una edad crítica. ¿Por qué hay cada vez más adolescentes deprimidos?
—La pandemia ha quebrado muchos de los pilares básicos que constituyen la adolescencia. Fue mucho tiempo encerrados, sin salir y sin negociación. El contacto con sus iguales fue solo a través de una pantalla. El pilar fundamental del desarrollo de la personalidad en la adolescencia se quebró y a eso se une la dificultad para proyectarse a uno mismo más allá de un futuro inmediato, lo que hace que gestión de la frustración, del no poder ser adolescente cuando tienes que serlo… Un cúmulo que ha hecho que se desborden las urgencias de todos los hospitales con adolescentes con tentativa de suicidio o suicidios consumados.
—¿Lo que se ha vivido en esa franja de edad hará que estos adolescentes sean adultos distintos a lo que hubieran sido?
—Hay que aprender de la experiencia, de los aciertos y de los errores. Nunca habíamos vivido lo que vivimos, por lo tanto, no sabíamos cuál era el precio que iba a tener que pagar la sociedad desde el punto de vista de la salud mental. Tampoco se sabía que esto iba a tener más incidencia en niños y adolescentes. Hemos visto el precio de cerrar colegios, por ejemplo, esperemos que esto sirva de experiencia.
Hemos aprendido que la educación que estamos dando a las nuevas generaciones de gratificación inmediata no vale, no se les entrena en la resolución de problemas… Es evidente que tenemos que hacer un aprendizaje socioemocional de gestión de la frustración, desarrollo de la empatía, respeto hacia la diversidad, de detectar cuándo hay que pedir ayuda y cuándo hay que ayudar. Dentro del currículo de alumnos de primaria deberían incluirse todos los aspectos que tienen que ver con la salud mental.
—¿Qué lleva a un joven a autolesionarse o intentar suicidarse?
—En nuestro país se han triplicado los casos de suicidios consumados en menores de 12 años y el suicidio es la primera causa de muerte en adolescentes. Hay que decir que no se puede banalizar nunca ninguna señal de alarma en relación con el suicido, el 50 % de las personas que se suicidan, previamente se lo han comunicado a alguien. No se puede mirar para otro lado o pensar que ya se le pasará. El suicidio en adolescentes y en niños es más impulsivo que en población adulta. Hay varios factores de riesgo, como el consumo de tóxicos… Hay que tener en cuenta que el pensar en el suicidio es algo que sucede en algún momento de la vida a la mayor parte de la población, pero no se pueden dejar pasar las señales. Hay estudios donde se ve, por ejemplo, que en las familias que cenan juntas hay menos riesgo de acoso escolar y menos casos de suicidio. ¿Por qué? Porque se habla y el niño sabe que hay un espacio de seguridad para comentar las cosas. Por fin acabamos de poner en marcha en nuestro país el teléfono de atención al suicidio (024), que está recibiendo mil llamadas diarias, muchas son de menores de edad.
—Si vemos que alguien de nuestro alrededor da alguna de esas señales, ¿qué debemos hacer?
—Hay que hablar con esa persona para infundir la esperanza de que lo que le pasa se puede solucionar y buscar ayuda profesional.
—También hay un repunte de casos de trastornos de la conducta alimentaria.
—Sí, fundamentalmente los trastornos de anorexia de tipo restrictivo. Ese es el que más ha aumentado en población muy joven.
—Se habla siempre de las listas de espera para cirugías, por ejemplo, pero se habla mucho menos de la espera para que te pueda atender un psicólogo o un psiquiatra.
—La situación está muy mal. España es un país que nunca ha priorizado la salud mental, nunca. Esto no lo digo yo, del total del gasto sanitario, España dedica un 5,5 % a aspectos que tienen que ver con salud mental en general. La media europea está en el 7,5 %. La ratio de profesionales es de las más bajas de todos los países de la Unión Europea. Esto no es a raíz de la pandemia, siempre ha estado mal, ahora se habla más, pero los profesionales lo sabemos desde hace décadas. En infanto-juvenil mucho peor, hasta este año no se ha aprobado la especialidad. La psiquiatría está muy poco desarrollada y la psiquiatría infantil mucho menos. Hasta hace nada no teníamos ni siquiera unidades de hospitalización para menores.
—¿Si ahora mismo entrásemos en una Unidad de Hospitalización Infanto-Juvenil, qué nos encontraríamos?
—Adolescentes que en un cincuenta por ciento han ingresado por ideación suicida, veinte por ciento con trastornos de conducta alimentaria, diez por ciento con brotes psicóticos y luego una amalgama con pacientes con un trastorno obsesivo compulsivo grave, con conductas disruptivas importantes, pacientes con trastornos adaptativos importantes…
—Sabemos que hay que llevar una dieta equilibrada, hacer ejercicio… Que todo eso mejora nuestra salud. ¿Qué debemos hacer, cada uno de nosotros de manera individual, para cuidar nuestra salud mental?
—Hay muchísimos estudios de cómo el ejercicio evita riesgos de padecer trastornos mentales y de cómo, en las que ya los tienen, produce efectos terapéuticos importantes.
Después, algo que ayuda muchísimo es la relativización, es uno de los mecanismos de defensa mayores que tenemos. Pensar siempre lo afortunados que somos. Ver todo lo que pasa a nuestro alrededor, ver todos esos problemas que nos provocan ese estrés crónico desde otro punto de vista, salir de nuestro ombligo y mirarnos a nosotros mismos desde fuera, en relación con el mundo. Ese relativizar y parar, conocernos, es de los factores más protectores. El estrés crónico nos mata de muchas formas. Las personas con trastornos mentales graves viven veinte años menos que el resto de la población, se mueren por otro tipo de factores que desvinculamos de la salud mental pero no es así. Cuando vemos casos de parejas mayores que se muere uno y a los pocos meses el otro, no es casualidad, el que murió de segundo dejó de luchar para seguir viviendo. Muchas de las cosas que suceden en la vida tienen un trasfondo psíquico al que no le damos la importancia que tiene realmente.