Miguel Nicolelis, neurocientífico: «Creo que los paralíticos por una lesión medular podrán caminar, algunos de nuestros pacientes ya lo han hecho»
SALUD MENTAL
El profesor emérito de la Universidad de Duke explica cómo su proyecto «Walk again» puede ayudar a los lesionados medulares
18 may 2024 . Actualizado a las 16:57 h.El 13 de junio del 2014, Juliano Pinto, un hombre de 29 años que llevaba casi un año con parálisis completa del tronco inferior a causa de un accidente, dio el saque de honor al Mundial de Fútbol celebrado en Brasil. El joven, de pie, fue capaz de golpear el balón minutos antes de que comenzase el Brasil-Croacia gracias a un exoesqueleto que convertía las señales motoras cerebrales en movimiento.
Un hito posible por la colaboración de más de 150 personas, lideradas por el neurocientífico Miguel Nicolelis (São Paulo, 1960), una de las mentes más brillantes en el campo. La audiencia del encuentro, contada en miles de millones, pudo ver cómo se materializaba el proyecto Walk Again, cuyas raíces tienen más de dos décadas de historia.
Una máquina capaz de mejorar la vida de un ser humano y, para Nicolelis, la prueba evidente del poder inspirador y adaptativo del cerebro de nuestra especie. El profesor emérito de Neurociencia de la Universidad de Duke charla con La Voz de la Salud y se muestra confiado ante el futuro de esta medida.
—De estar en silla de ruedas a poder levantarse y caminar. ¿Cómo lograron en su proyecto que un dispositivo electrónico fuese capaz de traducir la actividad cerebral en movimiento?
—Walk Again fue creado hace doce años. En el laboratorio inventamos una interfaz cerebro-máquina, hace unos 25 años ya, la cual nos permitía vincular los cerebros de animales y humanos a diferentes tipos de dispositivos. En el 2012, tomé la decisión de que había que demostrar que esta tecnología podría llegar a usarse para ayudar a pacientes con una lesión medular, gravemente paralizados. Quise hacerlo en el Mundial de Fútbol, celebrado en Brasil, en el 2014, para demostrar el hecho de que ya era posible que alguien que había estado en una silla de ruedas, durante casi una década, podía levantarse y hacer el saque de honor. Eso fue exactamente lo que pasó. Detrás había un consorcio internacional de más de 150 personas de 25 países diferentes, quienes colaboraron con la intención de dar esperanza a 25 millones de personas en el mundo con una lesión medular. Cuando creé esta interfaz, por ejemplo, la diseñé con implantes cerebrales para leer la actividad cerebral. Pero después nos dimos cuenta de que podíamos usar un dispositivo no invasivo que leyese la actividad cerebral. Es como un gorro de natación, que el paciente lleva puesto, y al que le añadimos una serie de electrodos que se pegan al cuero cabelludo. Así, vimos que se podían leer las señales cerebrales y extraer la intención del paciente de moverse.
—¿En qué momento pasan de un «gorro de natación» a un exoesqueleto?
—Vino después. Cuando lo creamos fue capaz de entender estas señales que recogíamos y programábamos en el sistema, básicamente, por medio de vincular el cerebro a este dispositivo que llevan puesto, que es como un traje robótico. Vimos que si contábamos con suficientes señales eléctricas procedentes del área del cerebro que generan la actividad motora podríamos traducirlas usando modelos matemáticos muy simples. Aquí sucede una cosa. El cerebro, como un tercio de segundo antes de que empieces a moverte, ya está provocando todos los comandos necesarios para que lo hagas, para que tus piernas o brazos se muevan. En este margen de tiempo mi laboratorio fue capaz de leer las señales que produce, traducirlas digitalmente gracias a un programa informático y extraer de ellas los comandos de movimiento que necesitamos para que el exoesqueleto se mueva. Esto fue un gran descubrimiento. Primero, para ver si era posible, lo hicimos en animales; una vez que dimos el salto a los humanos, nos percatamos de a cuánta gente con lesiones medulares podrá ayudar esta interfaz en el futuro.
—¿Qué pudieron hacer los pacientes que antes de su invento no eran capaces de hacer?
—En un principio, pensamos que el beneficio principal sería que podrían caminar de nuevo, de ahí el nombre del proyecto y que fuese diseñado como una tecnología asistencial. Nuestra teoría decía que la persona que estaba postrada en la cama o en una silla de ruedas, se pondría este traje y, después, mediante las señales cerebrales, se levantaría y caminaría. Y sí, esto se consiguió. Pero lo que descubrimos en el medio del proyecto fue que, a medida que el paciente practicaba con este programa, realidad virtual y el robot, empezaba a mejorar y a recuperar funciones neurológicas que había perdido debido a la lesión medular; algo que nunca se había visto. Nadie había logrado la recuperación funcional en este tipo de pacientes, de una forma tan rápida y sin ninguna intervención quirúrgica. Así que, cuando llevábamos unos siete meses de entrenamiento —los seguimos durante 28— vimos que algunos de los músculos en las piernas, que antes los pacientes no podían controlar directamente, empezaron a contraerse voluntariamente. Sin emplear ningún dispositivo. Era una recuperación neurológica real. También volvieron a sentir las piernas y recuperaron la sensación del tacto, que habían perdido parcialmente. Notaban la presencia de sus piernas, si se las tocabas o tocabas un dedo del pie; lo conseguían, incluso, mirando a otro lado o con un antifaz. Esto fue algo muy destacable. Y además, también recuperaron algunas funciones viscerales muy importantes, como el control de la vejiga. Esto es tan importante como difícil porque muchos pacientes con lesión medular tienen infecciones urinarias recurrentes, y pueden llegar a ser muy peligrosas si se extienden. Así que, además de ser capaces de moverse de nuevo, desencadenaron, de alguna forma, una recuperación neurológica parcial que nunca había sido vista en la literatura científica.
—¿Cree que una persona que esté en una silla de ruedas en la actualidad podrá volver a caminar?
—Bueno, algunos de nuestros pacientes lo hicieron, y después de eso, en otros estudios que estamos a punto de publicar, las personas se recuperaron hasta el punto de que solo necesitan la ayuda de un andador. De verdad, algunos han tenido una recuperación tan increíble que ya no necesitan el exoesqueleto en absoluto. En nuestro grupo, tenemos tres pacientes que han alcanzado este nivel de recuperación. Así que sí, puede pasar que un paciente en silla de ruedas pueda volver a caminar.
—¿Cómo recuerda ese momento en el que, por primera vez, ve que uno de sus pacientes puede levantarse y caminar?
—Bueno, imagínate. Cuando esto sucedió, llevaba como unos 25 años de carrera como neurocientífico, ahora son casi 40 ya. Había estado desarrollando esta idea desde unos estudios muy simples en animales, paso a paso, y de repente, enfrente de mí, alguien que había sido paralítico durante una década estaba caminando. Fue un momento muy emotivo para todos; no pudimos contener las lágrimas ante algo tan mágico.
—Supongo que le habrán dicho que era imposible unas cuantas veces.
—Y tanto. Cuando comencé con esta idea, la mayoría de colegas y amigos me decían que era imposible, que todo el mundo sabía que una persona con una lesión medular completa nunca podría caminar de nuevo. Y años después, veía como ocho personas, que antes no eran capaces, ahora estaban —literalmente— andando delante de mí. Creo que estábamos tan sorprendidos como los propios pacientes. Pero te digo una cosa, todavía nos sorprendimos más cuando vimos que podían mover las piernas sin el exoesqueleto unos meses después. De verdad que esto era completamente inesperado. Soy médico de formación y en mi vida pensé que vería algo como eso, porque las lesiones que presentaban eran muy graves, para nada un problema menor. Y que diez años después, Juliano estuviese dándole patadas a un balón en el Mundial ante más de mil millones de espectadores fue un momento mágico, sin duda.
—En alguna ocasión ha dicho que el cerebro es el verdadero creador de todo. ¿Por qué es de la manera que es?
—Sí, yo digo eso porque la razón por la cual podemos interpretar y conocer el universo que está encima y debajo de nuestra cabeza, se debe al tipo de cerebro que tenemos. Porque no solo interpreta lo que está fuera, sino que trata de entenderlo. Lo cual, si te paras a pensarlo, es una cosa mágica. Mi perro está en el jardín jugando con su juguete, está muy feliz, pero no entiende las leyes de física que hacen que el juguete se mueva; no entiende porque tiene hambre cada dos horas y mira al cielo y no tiene ni idea de lo que pasa ahí. Sin embargo, nosotros miramos al cielo y creamos una historia de lo que puede ser el universo. Con esto quiero decir que el universo no tiene sentido sin un ser inteligente que pueda dotarlo de significado. La razón por la cual llamé al cerebro el verdadero creador de todo es porque, literalmente, sin él, nada tendría sentido para nosotros, no habría historia de nosotros. La historia completa de la civilización humana depende del tipo de cerebro que tenemos. Por supuesto, el cerebro fue creado por el peso de la evolución, y el proceso de la evolución depende de cómo es el universo, así que si te fijas, es como un círculo.
—¿Qué sucede dentro de nuestro cerebro para que se considere un sistema tan complejo y único?
—Por ejemplo, si miras el cerebro de un mono ves que físicamente es mucho más pequeño y tienen menos neuronas. Tiene, en su mayoría, las mismas regiones que el nuestro, solo que la densidad de las neuronas, la masa total, es distinta. Algunas áreas de nuestro cerebro, durante los millones de años que nos separan de nuestros ancestros, evolucionaron para que aumentase la corteza frontal, se asociasen unas áreas con otras y para que varios circuitos aumentasen su número de neuronas y conectividad. Todo esto nos hizo diferentes, así que al final es una cuestión que se resume en el número de células, en cómo se conectan entre sí y la complejidad de estas dinámicas. Al contrario de lo que se suele pensar, todas las regiones y neuronas están conectadas entre sí. Esta idea de que cada área se dedica a una cosa es falsa y es difícil convencer de ello, incluso, a otros neurocientíficos. El cerebro es extremadamente dinámico.
—¿Hasta qué punto?
—Es muy plástico hasta el punto de que puede cambiar su propia configuración, adaptarse a nuevas circunstancias, crear nuevas conexiones y nuevas formas de llevar la información por los circuitos. Esa es la razón por la cual tenemos la habilidad de recuperarnos después de una lesión. Durante muchísimos años, los neurocientíficos han estudiado esta neuroplasticidad como una cosa menor. Pero para mí, es el componente principal del cerebro. Es su propiedad esencial. La complejidad que parte de todos estos factores quizás es la razón por la cual un chimpancé no crea su propia civilización o investiga una vacuna en el laboratorio. Pequeños cambios en la forma en la que el cerebro está conectado fueron responsables de la civilización humana. Esto fue un hito en la evolución, aunque no lo pensemos a menudo.
—Sabe tanto de cerebros como de máquinas. ¿Piensa que la inteligencia artificial podrá sustituir a la humana?
—No. Llevo diciendo durante muchos años que la inteligencia artificial no es ni inteligente ni artificial.
—Va a tener que explicarlo.
—La inteligencia es una propiedad de los organismos, es una propiedad que emerge durante el proceso de selección natural, que permite a los organismos aumentar sus probabilidad de sobrevivir a cambios en el ambiente, a un depredador o a interacciones con otros. Las máquinas no lo son, de hecho, copian lo que los humanos ya han hecho. Y no son artificiales porque dependen del trabajo humano para funcionar, por mucho que nos digan lo contrario. Así que de artificial, nada. Para que tú uses ciertas herramientas de inteligencia artificial, hay todo un ejército de humanos que han entrenado y validado sus respuestas. Es como un mago que saca un conejo del sombrero, pero detrás tiene todo un entramado de trucos que no ves, que tal vez no entiendes, y consigue engañarte. Las máquinas nunca serán inteligentes ni podrán reemplazar millones de años del proceso natural que se requirió para crear un humano. La inteligencia artificial, ahora mismo, es un arma de dominación, de poder, es un intento de controlar nuestro comportamiento para robarnos todo lo que hemos creado, nuestra escritura, nuestro arte, los libros, los cuadros o las fotos que sacamos con los teléfonos. Todo eso se roba para entrenar estos programas y después salir a decir que pueden crear una imagen o a escribir una noticia. Bueno, pues no. Realmente no pueden escribir, solo están usando la estadística de millones y millones de artículos. Es casi como un plagio. Pero claro, una gran minoría de personas ganan mucho dinero con esto.
—Por último, ¿qué actividades demuestran mayor beneficio para el cerebro?
—El cerebro es como un músculo y hay que trabajarlo. Tienes que estar rodeado de la naturaleza, tienes que leer, tienes que retarlo cada día. Creo que en la actualidad, que estamos rodeados de lo digital, algo saludable para el cerebro es volver al estilo de vida analógico. Escribir de tu puño y letra, pintar, pasear a tu perro por tu cuenta y sin cascos, es decir, hacer cosas que te hagan salir del idioma de programación. Nuestros cerebros no son ordenadores, no somos máquinas digitales, los seres humanos no somos digitales. Nuestra lógica no es digital, es analógica, es continua. En lugar de pensar en blanco y negro, podemos ver toda la gama de colores y eso es lo que los ordenadores no pueden hacer.