Maribel Rodríguez, psiquiatra: «Detrás de un narcisista hay un niño asustado, que ha sido manipulado o que no ha crecido»

Cinthya Martínez Lorenzo
Cinthya Martínez LA VOZ DE LA SALUD

SALUD MENTAL

Maribel Rodríguez es psiquiatra y ha centrado su investigación en las personas narcisistas.
Maribel Rodríguez es psiquiatra y ha centrado su investigación en las personas narcisistas.

La experta repasa todos los rasgos que definen a un narcisista y señala que «los peores son los encubiertos, porque parecen amables, suaves y hasta tímidos»

20 jun 2024 . Actualizado a las 17:50 h.

El narcisismo está cada vez más presente en nuestra sociedad. Así lo consideran profesionales como Maribel Rodríguez, que se ha especializado en este tipo de personas. Doctora en Medicina y especializada en Psiquiatría, actualmente es coordinadora y profesora en el postrado en Logoterapia y Análisis Existencial aplicados a la clínica de la Universidad Internacional de La Rioja y su trabajo de investigación se ha centrado en perspectivas interdisciplinares e integradoras en la comprensión de la salud mental. Acaba de publicar Liberémonos del narcisismo (Desclée de Brouwer, 2024), su segunda obra abordando este trastorno. 

—Cuando hablamos de una persona narcisista, ¿a qué nos referimos?

—Hay que aclarar que a veces utilizamos el término narcisista refiriéndonos a alguien que se comporta de manera soberbia o vanidosa. La diferencia entre esas actitudes de tipo soberbio, que al final son humanas, a la que llamamos narcisista o que tiene un trastorno narcisista de la personalidad es que esta última está atrapada en su vanidad y centrada exclusivamente en sí misma. Es la reina de todo, el centro, y los demás son como objetos que deben satisfacerle, calmar sus necesidades, adorarle y prestarle atención. Se ha hecho una fantasía de superioridad y siente que los demás tienen que seguir esa fantasía. 

—No siempre es un problema patológico. 

—Exacto. Cuando es extremo, sí. Cuando una persona siempre funciona así se trata de una patología que, sobre todo, daña a los demás, porque la persona se siente contenta siendo así. A veces, siente frustración cuando no le siguen el juego, pero por la manera de funcionar que implica que viven en una vida falsa, que abusan de otros, son personas que están fuera de la realidad en cuanto a lo que son los vínculos.

—¿Y cuando se puede confirmar que es un narcisismo patológico?

—Se entiende que es patológico por el efecto que crean en los demás. La persona que está cerca se siente vacía y llena de inseguridades. Además, con frecuencia lo que hacen deriva de haber vivido situaciones traumáticas en su infancia y por eso se han fabricado una especie de disfraz para sobrevivir, como una gran máscara a través de la que se relacionan con los demás. 

—¿Cómo podemos detectar a un narcisista?

—Aunque es posible detectarlos, a veces también se pueden enmascarar. Los que son más torpes los vemos como los creídos, los que van de sobrados. No son necesariamente los más peligrosos porque los vemos venir. Son peores los narcisistas encubiertos que parecen amables, suaves y hasta tímidos, pero en el fondo lo que quieren es manipularnos para sacar algo de nosotros. 

—Enumera varios tipos de narcisistas, ¿cuáles son los más presentes en la sociedad?

—Diría tres principales. El primero, el que llamo narcisista Peter Pan. No ha querido crecer y sigue siendo un niño, aunque sea adulto. Vive en una infancia permanente. Como los niños pequeños, esperan que los papás, los demás, satisfagan sus necesidades. Son caprichosos, egocéntricos y hasta pueden ser graciosos porque son como niños y tienen un punto seductor desde su infantilismo. Aunque no son malvados, son cansinos porque esperan que los demás estén girando en torno a ellos. Sería un primer tipo que, lamentablemente, es bastante frecuente. Son personas que no quieren emanciparse, que no quieren cumplir las normas o unos horarios de trabajo, que creen que el mundo gira a su alrededor. 

—¿Cuál sería el segundo tipo?

El narcisismo grandioso, el de las personas que se sienten superiores a los demás. Muchas veces han sido niños desprotegidos, idolatrados por sus padres, porque han tenido alguna cualidad como ser listos, guapos o jugar bien al fútbol. Los padres los han puesto como en un pedestal y creen que el mundo les tiene que hacer lo mismo. Estos son los que llevan a cabo el postureo en las redes sociales y que siempre están mostrando que su vida es estupenda, maravillosa, quieren mostrar que son más que nadie exagerando sus cualidades. 

—Y quedaría el tercer tipo. 

—Los peores. Los narcisistas encubiertos, que son los que van camuflados y pasan desaparecidos. Son personas amables, discretas y les captamos cuando nos damos cuenta de que en el fondo solo se miran a sí mismos.

—¿Cómo nos damos cuenta de que en realidad son narcisistas?

—Dándonos cuenta de que no tienen empatía hacia el sufrimiento de los otros y, si la aparentan, es para obtener algo. Sus relaciones son para obtener beneficios. No toleran las críticas y pueden ser muy vengativas, incluso a largo plazo. Pareciendo buena gente, a la larga, te vas dando cuenta de incoherencias. Detectamos a los narcisistas por cómo nos hacen sentir. Igual en un primer momento nos parecen muy majos y nos hacen sentir muy bien, pero luego, a lo largo del tiempo, no cuadran esas maravillas que nos venden con lo que hacen en realidad, porque son muy egoístas. 

Habría un cuarto tipo que es menos frecuente, que son los que se llaman narcisistas perversos. Estos ya rozan lo psicopático porque disfrutan haciendo daño, teniendo poder y juegan con los valores de otro dándoles la vuelta. Son los líderes de sectas, le dan la vuelta a los valores para utilizarte. Estos serían los más destructivos y peligrosos. Son inteligentes y pueden hacer mucho daño, son los peores. 

—¿Una persona narcisista puede ser consciente de que lo es?

—Les cuesta mucho porque han confundido su personaje con la realidad. Uno de los déficits que tienen es que no son capaces de verse a sí mismos con objetividad. En general, es muy difícil que se den cuenta. He conocido casos de personas que me han dicho que creen que son narcisistas. Pero cuando se dan cuenta, esto pone de manifiesto que no es tan grave y que hay una parte más sana a la que se pueden mirar; es una buena noticia. 

—¿Una persona puede dejar de ser narcisista? 

—Si se trata de un narcisismo patológico, es muy difícil. Están contentos con su personaje narcisista a través del que viven, es muy difícil convencerles de que está mal porque ellos creen que los que están mal, son los demás. Si ya les va fatal en la vida o tienen un fracaso estrepitoso, a veces se puede abrir como una grieta en esa máscara y pueden empezar a pensar, pero realmente, es muy difícil. A veces sus pareja o familiares se empeñan en cambiarles, pero no es posible cambiar a una persona que no quiere hacerlo. Es más, está encantada de conocerse. Es muy difícil y en los casos más extremos, es imposible. Llegamos demasiado tarde. 

—Menciona en varias ocasiones en el libro que nos encontramos ante una pandemia narcisista. ¿Por qué?

—Porque al parecer, el narcisismo ha ido en aumento. En Estados Unidos han hecho estudios a lo largo de los años y se ha visto que han aumentado, por un lado, los comportamientos narcisistas, que cualquiera podemos tenerlos como un momento de vanidad o de inseguridad. Sobre todo, por las redes sociales. Pero además, el tipo de vida que llevamos, sobre todo en las culturas occidentales, ha fomentado el individualismo, la sobreprotección a los niños o el no poder ponerles límites. Algunos colegas lo denominan el retroceso de la autoridad. Parece que esos egos inflados y sobrevalorados se alimentan de estas dinámicas sociales que, a su vez, hacen que se vaya expandiendo. El narcisismo es como un virus que se va expandiendo; por eso hablo de pandemia. 

—¿Cómo afecta el comportamiento de una persona narcisista a los que están a su alrededor?

—Con frecuencia las personas llegan con cuadros de depresión, ansiedad, pesadillas, dicen que han ido perdiendo autoestima, empequeñeciendo, debilitándose en la fuerza de voluntad. Muchas veces no son conscientes de que están siendo maltratadas y te cuentan cómo les falta su pareja, las dinámicas que hay y que incluso están normalizadas. He tenido personas en terapia que, cuando les digo que eso es maltrato, te miren sorprendidas. A veces cuesta. Es como una secta.

—¿Se parece el maltrato narcisista a una secta?

—Sí, se compara muchas veces porque te va seduciendo, envolviendo, crees que estás en un sitio maravilloso y en realidad, es un infierno. Con estas relaciones de pareja, en realidad pasa lo mismo. Las víctimas vienen por otras razones y según te cuentan cómo es su vida, descubres que se les está minusvalorando, empequeñeciendo, controlándolas sin dejarles crecer y destacar. Un efecto gota a gota. 

—¿Qué sucede cuando el narcisista se encuentra en el ámbito familiar?

—Cuando el padre o la madre es narcisista, es de película de terror. Cuanto más narcisismo hay en los padres, más acorralados están los hijos. En primer lugar, cuando ven que los hijos no son exactamente los muñecos complacientes que ellos esperan, los machacan y les exigen mucho. Pueden ser muy destructivos y agresivos, incluso pueden pasar ampliamente de ellos, sobre todo si no cumples con lo que ellos quieren. Ellos mismos escriben el guion de vida de sus hijos. En consecuencia, muchos también se convierten en narcisistas para sobrevivir, o bien son personas muy inseguras o profundas porque las personas que deberían haberlas cuidado las han machacado. Es una realidad compleja. 

—¿Es posible protegerse de un narcisista?

—Hay varios mecanismos para protegerse. Cuando es una persona que conoces en tu vida cotidiana, si te das cuenta, aléjate. Si detectamos que alguien viene a succionarlos la atención o manipularnos, lo mejor es poner distancia lo antes posible. En el caso de una relación de pareja, cuando uno está en los inicios y lo detecta, por más que te guste esa persona, porque además saben seducirte y envolverte muy bien, también sal corriendo. Normalmente nadie puede cambiar una dinámica de un narcisista patológico, muchas veces, ni los profesionales podemos, porque ellos no quieren cambiar. Si te das cuenta y te puedes alejar, hazlo. Esa es la solución simple y fácil cuando no existe un vínculo que tienes que mantener. 

—¿Y cuando sí que existe ese vínculo que hay que mantener?

 —En ese sentido hay varias situaciones. Por ejemplo, el narcisista es tu jefe. Si puedes cambiar de trabajo, adelante. Pero claro, no siempre es posible. Si no tienes alternativas laborales, lo suyo es mantener distancia emocional, poner límites, no reaccionar emocionalmente.  También sirve para los familiares. Es más difícil, pero las pautas son similares. Aunque te sientas mal, no se lo manifiestes. Cuando te adula y te sientes bien, tampoco se lo digas. Te escanean provocando emociones y así ven si te pueden manipular.

La clave es la distancia emocional. Entender que una parte de todo esto es un truco, como de los magos, que cuando los descubrimos ya no nos hacen tanta gracia. Con los narcisistas es un poco así, todo ese globo que hacen de sí mismos, primero seduciendo, luego humillando, te comparan con otros para que te sientas menos y entonces dominan la situación… Mejor no creerte nada de eso que te hace sentir demasiado bien o demasiado mal, porque es un juego. Detrás de eso hay un niño asustado, que ha sido manipulado o que no ha crecido. Es mucho ruido y pocas nueces. No nos creamos esto y aprendamos a cultivar nuestra autoconfianza. 

Cinthya Martínez Lorenzo
Cinthya Martínez Lorenzo
Cinthya Martínez Lorenzo

De Noia, A Coruña (1997). Graduada en Periodismo por la Universidad de Santiago de Compostela, me especialicé en nuevas narrativas en el MPXA. Después de trabajar en la edición local de La Voz de Galicia en Santiago, me embarco en esta nueva aventura para escribir sobre nuestro bien más preciado: la salud.

De Noia, A Coruña (1997). Graduada en Periodismo por la Universidad de Santiago de Compostela, me especialicé en nuevas narrativas en el MPXA. Después de trabajar en la edición local de La Voz de Galicia en Santiago, me embarco en esta nueva aventura para escribir sobre nuestro bien más preciado: la salud.