Astrid Pérez, investigadora: «Llevamos una década estudiando la Klebsiella, número uno del ránking en la lista de patógenos prioritarios de la OMS»
EL BOTIQUÍN
La chantadesa, que lidera la investigación de una vacuna contra esta bacteria, explica cómo se producen las resistencias a los antibióticos
24 oct 2025 . Actualizado a las 12:30 h.Astrid Pérez es natural de Chantada, aunque, por trabajo, ahora mismo se encuentre en Madrid. Estudió biología molecular en Santiago e hizo su tesis de microbiología en el Complexo Hospitalario Universitario de A Coruña (Chuac), centrándose en una bacteria muy concreta, la Enterobacter Cloacae. «Mi carrera científica empezó estudiando mecanismos de resistencia bacteriana, pero evolucionó un poco a estudiar mecanismos de virulencia, que no es lo mismo», adelanta. A día de hoy se encuentra liderando un ambicioso proyecto en el Centro Nacional de Microbiología (CNM), una institución dependiente del Instituto de Salud Carlos III: el desarrollo de una vacuna que busca adelantarse a la colonización intestinal de la bacteria Klebsiella pneumoniae, un microorganismo en el punto de mira de la Organización Mundial de la Salud (OMS).
—Lo primero de todo, aclarar que no es lo mismo un mecanismo de resistencia bacteriana que de virulencia, ¿en qué se diferencian?
—Los mecanismos de resistencia que tienen las bacterias son para tolerar los antibióticos. Son estrategias que ellas utilizan, como la producción de betalactamasas; ellas mismas se regulan para que los antibióticos no las maten. Así, los mecanismos de resistencia se parecen a una defensa, mientras que los de virulencia son como un ataque, estrategias que puede utilizar una bacteria para infectar mejor, más rápido o persistir más en un ambiente en el que se dé la oportunidad de infectar. Procesos para atacar, evolucionar y diseminarse.
—¿Por qué se pone el foco en las bacterias que son resistentes a los antibióticos?
—Las resistencias a los antibióticos son una adaptación evolutiva que tienen las bacterias para resistir a esos tratamientos, porque las matan. Un antibiótico ejerce mucha presión selectiva sobre una bacteria, porque si no, muere, y lo único que quiere esta es sobrevivir. La aproximación en la que estoy ahora mismo, desde hace seis o siete años, es en el diseño de vacunas, que son estrategias preventivas. La infección no se llega a producir y, por lo tanto, esa presión selectiva frente a la bacteria para que surjan nuevas resistencias a nuevos antibióticos no ocurre. Diseñamos y desarrollamos a nivel preclínico y académico estrategias de inmunoterapia preventiva, sobre todo vacunas, frente a patógenos de prioridad crítica, según precisamente la OMS.
—Habla de patógenos de prioridad clínica, ¿cuáles son?
—Son la Klebsiella, Acinetobacter y Pseudomonas, que están dentro del grupo de prioridad crítica en términos de preocupación porque son muy resistentes y es muy necesario tener más herramientas para combatirlas.
—¿Es lo mismo superbacteria a resistente a los antibióticos?
—Es parecido. Superbacteria es un nombre que se le da para el público en general. Hay diferentes niveles de resistencia que están establecidos, publicados y existe bastante consenso en la literatura: multidrogorresistente, la bacteria es resistente a, al menos, un agente de tres o más categorías de antibióticos (MDR); extensamente drogorresistente, es no sensible a, al menos, un agente en todas las categorías excepto dos o menos (XDR); y pan-drogorresistente, resistente a todos los agentes de todas las categorías de antibióticos (PDR). Son bacterias que, por evolución o presión selectiva, han adquirido un montón de mecanismos que hacen que su tratamiento sea mucho más difícil porque casi no hay opciones terapéuticas. Si resiste a muchos antibióticos o a los que normalmente se utilizan, también se puede denominar como una superbacteria.
—Podría decirse que el término «superbacteria» se utiliza en el lenguaje coloquial, pero que ustedes, a nivel profesional, no recurren a este término.
—Exacto. Es más, cuando entra un paciente al hospital, los médicos no saben en el momento cuál es la bacteria causante de la infección. No le puedes poner nombre y apellidos, ni saber a qué son sensibles para tratarlas bien y que no exista ningún efecto secundario. Cuando no eres capaz de matarla porque no has elegido bien el antibiótico, ahí es cuando surge el problema. Hay una serie de ellos que se llaman empíricos, que normalmente funcionan. Si bien en determinados casos, eso que crees que va a funcionar, no lo hace. Sí que es cierto que a día de hoy, en un día ya lo sabes, porque han mejorado mucho las técnicas de identificación. Esto se hace, pero las horas cuentan mucho.
—¿Cómo se ha llegado a este punto en el que los antibióticos que antes funcionaban ahora no siempre lo hacen?
—Por ponerlos antes sin saber o por abusar, con muchas comillas, de ellos.
—¿Por qué con muchas comillas?
—Porque es muy fácil decir que se abusa de los antibióticos, pero cuando no tienes otra opción, ¿qué haces? ¿Y si se te muere el paciente?
—A nivel individual y, por lo tanto, en infecciones más simples, ¿tomamos los antibióticos de manera errónea?
—El papel a nivel individual está muy diluido. Es cierto que cada vez se abusa menos de los antibióticos, porque antiguamente sí se prescribían a la mínima. No vale para nada si se trata de un virus, porque no lo mata. Creo que hay más educación en este sentido, la gente lo sabe más. Pero aun así, se prescriben un montón de antibióticos en casi todos los países desarrollados, aunque la OMS publicó que se redujo bastante, era un 20 y pico por ciento. Uno de los objetivos de la OMS y, por lo tanto, también de España, es reducir aún más ese porcentaje. Porque sí que es verdad que cuanto más se prescriban, más oportunidades tienen las bacterias de evolucionar, adquirir y generar, por mutaciones u otra circunstancia, resistencia a ellos.
—Usted estudia la bacteria Klebsiella, ¿qué es exactamente?
—Klebsiella pneumoniae es una prima hermana de la E. coli que conoce todo el mundo, son enterobacterias, que nosotros ya tenemos en nuestro propio microbioma. El foco que tenemos nosotros sobre Klebsiella es estudiar su virulencia y vacunas para prevenir este patógeno. Las bacterias, entre ellas, pueden pasarse herramientas las unas a las otras para poder resistir a antibióticos. Klebsiella tiene una capacidad enorme de coger esos cachitos de material genético, plásmidos, y quedárselos. Eso necesita un esfuerzo por parte de la bacteria para mantenerlo, porque cuesta, pero le compensa porque le da muchas herramientas y estrategias para sobrevivir frente a varias familias de antibióticos. Además, hay algunos mecanismos de virulencia que nuestro laboratorio ha estudiado que la hacen adherente.
—¿Qué quiere decir eso?
—Que puede colonizar fácilmente el colon, nuestro intestino, y está ahí quieta, pero aumenta su capacidad de diseminación. Si tú colonizas y no le haces daño al hospedador, siempre vas a tener más oportunidad de causar una infección, o de pasar a otras personas. Por eso nos parece muy interesante y llevamos estudiando la Klebsiella durante una década. Subió al número uno del ránking del año pasado en la lista de patógenos prioritarios de la OMS. Estaba de tercera y subió al primer puesto.
—Su trabajo tiene por objetivo una vacuna, ¿para quién sería?
—Con las vacunas contra Klebsiella Pneumoniae estamos en una fase muy inicial del proyecto, de probar si la idea que tenemos funciona o no. El a quién vacunar es la pregunta del millón. Si tuviera la respuesta sería la mejor asesora de farmacéuticas del mundo. Si hay algunas ideas a día de hoy de qué población sufre más infecciones por esta bacteria. La gente con diabetes, la que se va a someter a una operación quirúrgica, hay publicaciones que buscan ver qué personas están más afectadas o tienen factores de riesgo que puedan favorecer la adquisición de una infección por Klebsiella, pero de ahí al diseño de un ensayo clínico y decir que lo vas a probar en una población y va salir bien, hay un trecho. Los ensayos clínicos a veces fallan por su diseño, es muy importante elegir a la población diana.
—¿Qué objetivo le gustaría conseguir con su investigación?
—Es un desafío muy grande poder sacar cualquier tipo de medicamento al mercado y una vacuna contra esta bacteria todavía no se ha logrado. Me refiero a patógenos a los que la propia OMS ha alertado que necesitamos ponerles freno y ninguna tiene vacuna aprobada ahora mismo. Hay mucha gente detrás de vacunas contra Klebsiella, tiene buenos datos y prometedores, pero aprobada de momento no hay ninguna y llevamos muchos años investigando sobre esto. Pero sí que es verdad que es el objetivo de cualquier científico es que lo que tú descubras se pueda usar para ayudar a la gente, cambiar cosas, crear conocimiento e incluso salvar vidas.