Yhanna Sánchez, dietista especializada en salud digestiva: «Tu naturaleza no espera que comas ni pan de molde, ni galletas, ni refrescos»

Lucía Cancela
Lucía Cancela LA VOZ DE LA SALUD

VIDA SALUDABLE

Yhanna Sánchez.
Yhanna Sánchez.

La experta en alimentación saludable explica que mucha gente puede tener una inflamación crónica de bajo grado y no saberlo pese a que «el cuerpo, antes de gritar, susurra»

05 dic 2025 . Actualizado a las 09:23 h.

Cuenta Yhanna Sánchez, dietista, que su pasión por la salud digestiva comenzó como técnica de laboratorio clínico, estudiando «los bichitos» que siempre le habían gustado. «Por circunstancias de la vida, empecé a tener síntomas de inflamación: problemas digestivos, dolor de regla, alteraciones en la piel y cansancio», dice. Tras estudiar dietética y psiconeuroinmunología, solucionó su problema y decidió que quería ayudar a otros. Ahora, publica Desinflámate (Oberon, 2025), donde profundiza en el proceso de la inflamación.

—Empieza el libro diciendo lo siguiente: «Tú también estás inflamada, pero probablemente no lo sepas». ¿Qué signos pueden indicarnos que tenemos esta inflamación?

—Una gran mayoría de pequeños achaques que tenemos en el día a día suelen tener una base inflamatoria. El 90 % o más de personas, que sobre todo eran mujeres, presentaban mucho problema digestivo, el llamado intestino irritable, barriga hinchada, digestiones pesadas, dificultades para ir al baño o tenían dolor de barriga. Esto, siempre y cuando no exista una enfermedad que lo justifique, es que hay una inflamación de fondo. Lo típico que no sale nada en las pruebas que hacen pero el paciente se sigue encontrando mal. También ocurre con temas de dolor menstrual, las típicas reglas dolorosas. La regla debería ser una pequeña molestia el primer día, pero cuando hablamos ya del dolor, de tener que tomar un analgésico, tenemos inflamación. Es decir, para que se desprenda el endometrio, tiene que haber una pequeña inflamación. Es normal y natural, pero estamos adaptados a ella y no tendría por qué molestar. Cuando lo hace, se debe a que a esta inflamación normal se le está sumando todo un contexto que le está echando más leña al fuego. También puede haber problemas de piel inflamatorios; todo lo que acaba en itis, como la dermatitis; o el acné adulto, que puede verse mediado por un desarreglo hormonal y, a veces también, por factores inflamatorios. Aquí las pistas son un poquito más complejas porque hay que hablar mucho con la persona y ver cómo mejora, cómo empeora y te puede llevar a pensar si va más por un lado o por otro.

—También menciona entre los síntomas, el cansancio.

—Sí, un cansancio que no se explique por dormir poco o por tener una excesiva actividad. Esto pasa porque el sistema inmunitario, al igual que el nervioso, consumen muchos recursos. El sistema inmunitario puede detectar como amenaza tener demasiada grasa corporal, dormir mal o no hacer ejercicio, y eso, a diario, son pequeños estímulos inflamatorios. Es decir, los detecta como peligro y pone en marcha la respuesta inflamatoria, que es para lo que está preparado. Y ahí está la cosa, que esta respuesta igual no se dispara en igual medida que cuando nos torcemos un tobillo, pero no desaparece. Eso es lo que va consumiendo recursos al cuerpo, entre ellos, la energía.

—Conviene saber qué es la inflamación.

—En sí es una maravilla de la naturaleza que está diseñada para salvar la vida. A nivel biológico, la inflamación es una respuesta del sistema inmunitario, que se pone en marcha cuando detecta peligro. Por ejemplo, si nos hacemos un corte, se desencadena esta reacción para reparar los tejidos y para luchar contra una posible infección. Hasta aquí todo perfecto, nos ha salvado durante cientos de miles de años. El problema es que esta respuesta está programada biológicamente para momentos puntuales. En cambio, nuestros estímulos ya no son concretos y agudos, sino que son de bajo grado. Es decir, son constantes, no desaparecen. Están día tras día tras día y para eso no estamos biológicamente programados. Por eso acaba, como te decía, consumiendo recursos y convirtiéndose, primero, en molestias, porque el cuerpo, antes de gritar, susurra. Y si no les hacemos caso, ya se puede convertir en algo mucho más importante.

—«El cuerpo, antes de gritar, susurra». ¿Estos síntomas pasan desapercibidos?

—Sí, primero son molestias que pueden pasar más o menos desapercibidas, porque las tenemos muy normalizadas. Por ejemplo, la barriga hinchada, ir mal al baño o el dolor de regla, pero no deberíamos vivir con esto. Y si no hacemos caso al cuerpo, ya se puede convertir en algo mucho más importante. La revista Times le dedicó una portada a la inflamación y la tituló «El asesino silencioso». Me parece un poco sensacionalista, pero nos sirve para ilustrar cómo poco a poco va desgastando el cuerpo. 

—Habla de estímulos continuos que la desencadenan, ¿cuáles son?

—Hay un montón, tampoco es cuestión de que la gente se desanime, porque somos hijos de la civilización y no es cuestión de obsesionarse. La buena noticia es que muchos de ellos se pueden modificar. Uno es el estrés crónico, otro es descansar poco y mal. Cuando no dormimos bien, el cerebro no consigue desintoxicar y desinflamar. Y por tanto es más fácil que a largo plazo pueda haber cierta neuroinflamación. El sedentarismo es un motivo de peso. Por lo general somos demasiado sedentarios, tenemos poca masa muscular y demasiada grasa corporal, independientemente de nuestro peso. No deberíamos estar diez horas al día sentados, deberíamos ver más la luz solar que la que nos da la vitamina D, deberíamos estar activos durante el día y descansar durante la noche. Es decir, ir en contra de nuestra naturaleza es inflamatorio. Y dentro de todo esto, la dieta juega un papel importantísimo. Los nutrientes no dejan de ser moléculas químicas, que se incorporan en nuestro sistema varias veces al día, todos los días de la vida, con impacto en nuestro cuerpo a todos los niveles: metabólico, digestivo e inmunitario. Y, además, la microbiota intestinal influye muchísimo.

—Cuenta en el libro que la inflamación también dificulta la pérdida de peso.

—Sí, es uno de los factores que tiende a perpetuarse, es por varias rutas metabólicas diferentes que se activan. Por un lado, se produce como cierta resistencia a hormonas. En el caso de la inflamación, a la insulina, que es la hormona que metaboliza el azúcar, pero que también tiene la misión de llevar esos azúcares dentro de la célula para que sean quemados o acumulados como grasa. Ya tenemos por ahí un mecanismo que nos entorpece este proceso. Y, por otro lado, también hay como una rueda de hámster que se retroalimenta, que sucede cuando la persona va acumulando grasa corporal. Aquí, llega un punto en el que la célula donde se acumula la grasa, se llena demasiado y se ahoga, metafóricamente explicado. A estas alturas, el sistema inmunitario detecta un peligro y responde activando la inflamación. Esta, a su vez, acaba provocando más resistencia a otra hormona, la leptina.

—Y ahí, ¿cuál es el problema? 

—Que cuando hay resistencia, hace que no pueda entregar correctamente su mensaje. La persona, primero, se encuentra cansada. Por eso, las personas con sobrepeso u obesidad, que que hacen un esfuerzo terrible por intentar moverse, están hipercansada. No es su culpa, porque a nivel hormonal hay un cansancio más grande. En segundo lugar, y eso es muy paradójico, la leptina también se encarga de decirle al cerebro que el cuerpo está lleno. Sin embargo, si no puede entregar bien su mensaje, el individuo tendrá hambre constantemente. Hay muchas personas que se sienten culpables porque les cuesta mucho seguir una dieta y, realmente, es que tienen mucho apetito y están muy cansadas. Para revertirlo, nada de exigirse demasiado. Puede ser buena idea empezar con una alimentación antiinflamatoria mucho antes de ponerse a contar calorías, porque en cuanto se reduzca, el proceso será más sencillo.

—¿Existen alimentos que sean proinflamatorios?

—¿Qué es lo que tu naturaleza espera que comas? Por supuesto, no va a ser ni comida ultraprocesada, ni pan de molde, ni galletas con azúcar, ni refrescos. Por eso, lo primero que hay que hacer es tratar de comer lo más natural posible. Eso no quita que, de vez en cuando pueda haber una excepción, no hay que obsesionarse. Una vez hemos conseguido retirar lo que nos inflama, que ya lo estaremos haciendo mucho mejor que la mayoría de gente, pasaremos al siguiente nivel. Hay que intentar comer alimentos reales, frescos, de temporada y aprender a equilibrar nuestros platos a nivel de macronutrientes, así como variar lo que comemos. En consulta me di cuenta de que la gente comía siempre las mismas verduras en la ensalada. No obstante, cuando entendemos que los bichitos de nuestra microbiota se alimentan de las fibras vegetales, como la de los frutos secos o frutas, no hablo de las galletas son salvado de fibra, entendemos que hay que darles una variedad. Además, así tomamos más antioxidantes y compuestos de activos, moléculas químicas con un efecto positivo en el cuerpo.

—¿Cuál es su opinión de los lácteos? Nutricionalmente, es uno de los grupos de alimentos más completos.

—Les di un capítulo aparte, porque desde hace un tiempo, ha habido mucha polémica en redes sociales con respecto a su consumo. En realidad, los lácteos son un alimento muy completo. Aportan grasas, proteínas, azúcar en forma de lactosa, tienen vitamina A y vitamina B. Son muy interesantes. Ahora bien, hay personas que no tolerarán bien la lactosa o la proteína de la leche de vaca. Pero igual la de cabra, sí. Con esto quiero dejar claro que los lácteos son saludables, solo que depende de cada persona. Es más, hay distintos tipos de vaca que dan leches diferentes. Es decir, el tipo de vaca que produce la mayor cantidad de leche tiene un tipo de proteína que inflama más que otras leches.

—¿Y con el gluten?

—Sucede lo mismo. El gluten se ha demonizado muchísimo y sí que es verdad que estadísticamente también es uno de, digamos, los nutrientes o de los compuestos que puede dar problemas a más personas o que puede inflamar a más, pero ni esto le ocurre a todas las personas ni significa que sea el demonio. Por ejemplo, hay personas que están convencidas de que el gluten les sienta mal porque les hincha mucho la barriga, les da dolor de barriga, les da diarrea. En cambio, cuando lo abordamos en consulta, nos damos cuenta de que el problema no es el gluten, sino los fructanos, otro componente del trigo. O resulta que si el pan es de masa madre, ha sido fermentando, porque en la fermentación hay una predigestión del gluten, a la persona le sienta bien.

Lucía Cancela
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Lucía Cancela

Graduada en Periodismo y CAV. Me especialicé en nuevos formatos en el MPXA. Antes, pasé por Sociedad y después, por la delegación de A Coruña de La Voz de Galicia. Ahora, como redactora en La Voz de la Salud, es momento de contar y seguir aprendiendo sobre ciencia y salud.

Graduada en Periodismo y CAV. Me especialicé en nuevos formatos en el MPXA. Antes, pasé por Sociedad y después, por la delegación de A Coruña de La Voz de Galicia. Ahora, como redactora en La Voz de la Salud, es momento de contar y seguir aprendiendo sobre ciencia y salud.