¿Varias identidades conviviendo en un solo paciente?: no es personalidad múltiple, es TID

SALUD MENTAL

Las personas que sufren trastorno de la identidad disociativo (TID) poseen dos o más identidades separadas.
Las personas que sufren trastorno de la identidad disociativo (TID) poseen dos o más identidades separadas. iStock

El actualmente denominado trastorno de identidad disociativo es una patología rodeada de mitos y muy retratada, con poco rigor científico, en series y películas

28 ago 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Split es una película de terror y suspense estadounidense que se estrenó en el 2017. Para aquel que no la haya visto, tiene como protagonista a Kevin Wendell y sus veintitrés personalidades diferentes, que acaban secuestrando a tres chicas. El estreno del filme contó con bastante controversia, porque presentaba una imagen errónea y estereotipada de las personas que padecen trastorno de identidad disociativo (TID). «Los pacientes que lo sufren no tienen identidades que conllevan a la agresividad y tampoco están tan divididas, hay cierta conexión entre ellas», asegura Noelia Morán, profesora de Psicología de la Universidad Complutense de Madrid y colaboradora del Consejo General de la Psicología de España (COP). Con todo, sí es un problema de salud mental que existe y que afecta mucho a la calidad de vida de las personas que lo sufren. 

Qué es 

El trastorno, antes conocido como de la personalidad múltiple, es complejo. La persona que lo padece tiene diferentes identidades fragmentadas. «Implica que hay una forma grave de disociación», avanza Morán. Y para comprenderlo, la profesional apunta a la necesidad de entender los síntomas disociativos. «Las personas tenemos una serie de procesos a nivel psicológico como pueden ser la conciencia, que tienen que ver con esa capacidad que tenemos para entender lo que ocurre a nuestro alrededor, conocer y estar conectados con nuestros fenómenos y procesos internos. Pero también con la memoria, la identidad, las emociones y la percepción de quiénes somos», explica.

En realidad, la disociación está presente entre todos nosotros. «Es algo normal en una persona que no tiene patologías, puede ocurrir de una forma muy leve y no genera ningún tipo de dificultad. Por ejemplo, no acordarme cómo he ido al trabajo. Pero esta también aparece cuando vivimos situaciones muy duras y estresantes, como una forma de protegernos en esos momentos, después de un accidente de tráfico o un atentado. El sufrimiento de ese momento es tan potente, que la disociación nos desconecta para ayudarnos a gestionar y manejar la situación». 

Lo que ocurre en este trastorno es que la disociación predomina en la vida de la persona. «Es algo tan presente, de una forma tan continuada y crónica, que empieza a generar dificultades en su vida. La identidad se encuentra fragmentada y no existe un único yo. Varias identidades y personalidades conviven en la misma persona», apunta la psicóloga. Por lo tanto, se tienen recuerdos, emociones y percepciones distintas, en función de la identidad que se está dando en ese momento. Pueden ser dos, tres, o incluso más. 

Cómo se produce el cambio de una identidad a otra

Morán asegura que los fallos de memoria suelen ser una de las claves en el diagnóstico de este trastorno. La persona es consciente de que los tiene y acude a consulta. «Aunque todos tenemos olvidos, aquí se dan en períodos largos de tiempo. Además, perciben que algo pasa dentro de ellos mismos. Pueden decirte: "Siento que otra persona me está hablando en mi cabeza"», aclara la psicóloga. 

A diferencia de la idea tradicional que se suele tener sobre cambios abruptos de una personalidad a otra, no es lo habitual. «Lo que suele ocurrir es que se superponen o solapan esas identidades a través de esas voces que me están "hablando" en ese momento o "estoy haciendo esto porque la otra persona está provocando que lo haga". En ese sentido sí que hay un conocimiento mutuo de las personalidades o identidades de la persona que presenta estas dificultades», sostiene Morán. 

«Generalmente estas personas no solo sufren la disociación, sino que se acompaña de otros síntomas como la angustia. Al final, no se pueden desenvolver en situaciones sociales o laborales porque hay que tener en cuenta el malestar que se genera en la persona. Suelen sufrir ideas suicidas, autolesiones. Se produce una disfunción del individuo porque no es capaz de llevar una vida normal», expresa Marina Díaz Marsá, vicepresidenta de la Sociedad Española de Psiquiatría y Salud Mental (Sepsm).

Con todo, también puede darse una amnesia recíproca, es decir, una falta de recuerdo de una identidad con respecto a la otra. «Como la persona se encuentra disociada, no recuerda la información que alguna de esas identidades realiza», afirma Marsá. Y añade que «pueden tener formas de comportamiento e incluso de hablar diferentes. Pero la persona no decide que hoy quiere estar en una personalidad y mañana en otra, es algo que surge».

Cuáles pueden ser sus causas

El trastorno suele debutar en jóvenes que han tenido antecedentes de trauma en la infancia. «Pero si una persona adulta sufre un evento traumático muy significativo que le lleva a hacer ese mecanismo de defensa de disociación, también se podría dar», amplía la psiquiatra. 

Su origen, según Marsá, «se conoce desde Freud»: «Ante las personalidades histéricas que él describía o las somatizaciones que a veces ocurren en psiquiatría, son fruto de que el cerebro se defiende ante esa situación estresante, ya sea disociando o teniendo amnesia de ese episodio». Si bien, cómo sucede ese proceso en el cerebro, no se conoce exactamente. 

Un diagnóstico con controversia 

Morán indica que existen pruebas para llevar a cabo el diagnóstico. Confiesa que «es controvertido» y que necesita más investigación:  «Tiene detractores y personas que lo defienden. Han existido momentos en los que la investigación de su evaluación no ha avanzado tanto como ha podido hacerlo en el caso de otros trastornos mentales, pero sí que existen instrumentos específicos que nos ayudan a medir la disociación». Sin embargo, la profesional comenta que «a veces se tardan años» porque los síntomas se confunden con otro tipo de patologías o problemas de salud mental. «Esa otra persona que convive contigo se puede interpretar como un pensamiento y no como una identidad fragmentada en ese momento».  

El cambio de nombre de este trastorno también a responde a esa necesidad de especificar de una forma más precisa en qué consiste. «Con personalidad múltiple parecía que nos referíamos a muchas personalidades, cuando en realidad, está alterada la identidad del individuo, de cómo se reconoce a sí mismo», expresa Marsá. A lo que Morán, añade: «La personalidad es una estructura más estable y, cuando hablamos de identidad, esta es mucho más fluctuante y dinámica, tiende a cambiar más». 

¿Existe tratamiento?

«Es cierto que necesitamos más investigación y afianzar más los tratamientos que tenemos ahora, porque es un trastorno poco estudiado, pero sí, existen», confirma la psicóloga. Se basa, sobre todo, en la intervención psicológica en base a tres objetivos fundamentales: «El primero tiene que ver con estabilizar a la persona. Es decir, ayudarle a entender lo que le está ocurriendo para que mejore su capacidad de regulación emocional, al igual que la que tiene con los demás». 

Una vez conseguido esto, el segundo paso es trabajar en técnicas para abordar la disociación. «Por ejemplo, ayudar a que la persona esté más conectada con su propio cuerpo, con el aquí y el ahora. Técnicas de relajación, mindfulness, tomar conciencia del dónde estoy ahora, cuáles son mis emociones y qué me está pasando». 

Y por último, abordar ese trauma que suele ser la base de este trastorno y reintegrar las identidades de esa persona. «A nivel de prevalencia, casi todas las personas tienen historias de trauma, abuso y negligencia, generando procesos de rehabilitación emocional, de percepción de la propia identidad». El objetivo: conseguir la mejor calidad de vida. 

Cinthya Martínez Lorenzo
Cinthya Martínez Lorenzo
Cinthya Martínez Lorenzo

De Noia, A Coruña (1997). Graduada en Periodismo por la Universidad de Santiago de Compostela, me especialicé en nuevas narrativas en el MPXA. Después de trabajar en la edición local de La Voz de Galicia en Santiago, me embarco en esta nueva aventura para escribir sobre nuestro bien más preciado: la salud.

De Noia, A Coruña (1997). Graduada en Periodismo por la Universidad de Santiago de Compostela, me especialicé en nuevas narrativas en el MPXA. Después de trabajar en la edición local de La Voz de Galicia en Santiago, me embarco en esta nueva aventura para escribir sobre nuestro bien más preciado: la salud.