Jesse Anderson, diagnosticado de TDAH a los 36: «Hay un montón de CEOs que tienen este trastorno»
SALUD MENTAL
El paciente explica que el deporte ayuda a muchos niños a lidiar con el trastorno, de modo que no perciben sus dificultades hasta la edad adulta
31 ene 2025 . Actualizado a las 05:00 h.Jesse J. Anderson, escritor y conferenciante estadounidense, fue diagnosticado de trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH) a los 36 años tras pasar toda su vida sin comprender por qué su cerebro no respondía a los mismos estímulos que los de otras personas. Su búsqueda de recursos para adultos con este trastorno asociado fuertemente a la infancia lo llevó a desarrollar sus propias estrategias para controlar el TDAH. Con el tiempo, decidió compartirlas a través del boletín semanal Extra Focus, que ofrece herramientas para personas con este trastorno y para sus seres queridos. Ha compilado estos recursos en su nuevo libro, Extra focus (Lunwerg, 2025).
—¿Cómo ha sido su experiencia recibiendo el diagnóstico de TDAH como adulto?
—Yo había oído hablar del TDAH en mi infancia, conocía a algunos niños que lo tenían, pero realmente lo que más había interiorizado eran mitos acerca del trastorno. Realmente no llegué a pensar que fuese algo que yo podía llegar a tener, porque pensaba que era lo típico del niño hiperactivo que no para de correr en círculos por el aula y que se mete en problemas, y yo nunca había sido así. No era hiperactivo de niño. Cuando cumplí 30 un amigo nos contó que había recibido el diagnóstico, nuestras parejas empezaron a hablar más del tema y mi mujer dijo: «Suena exactamente como Jesse». Entonces fue cuando empezamos a investigar por nuestra cuenta. Fue una gran sorpresa descubrir que lo tenía.
—¿Por qué fue una sorpresa?
—Porque, por ejemplo, yo nunca tuve problemas para concentrarme en las cosas que me interesaban. Este es un rasgo típico del TDAH, porque el problema está en concentrarse cuando es algo que no te llama la atención. Pero como había actividades en las que me concentraba perfectamente, no me imaginé que pudiera tener TDAH. Además, pensaba que era algo que solo le pasaba a los niños. Cuando me puse a averiguar más sobre el tema, vi que hay millones de adultos que tienen TDAH. Sin embargo, me costó encontrar a alguien que me diagnosticara, porque, justamente, soy adulto.
—¿Qué recursos existen para los adultos con TDAH?
—Precisamente, fue desalentador descubrir que no había mucho adónde ir con este diagnóstico. Me encontré con que no había información para pacientes adultos, porque todo, incluso las investigaciones, estaba hecho para niños o en base a experiencias de niños. Por eso pienso que el TDAH tiene un problema de relaciones públicas: la gente lo conoce, pero tienen una idea equivocada de lo que es. No me ofrecieron recursos más allá de la medicación, que probé, pero no llegué a encontrar ninguna que me funcionara. Me tuve que convertir en un investigador de mi propio cerebro. Averigüé todo lo que pude sobre el tema y lancé una newsletter semanal para otros pacientes adultos.
—¿Qué signos pueden indicarle a un adulto la posibilidad de tener TDAH?
—Uno de los más obvios es tener lo que se conoce como ceguera de tiempo. Es una forma de percibir el tiempo que nos lleva a solo poder ver lo inmediato. Las cosas o están ocurriendo ahora mismo, o sentimos que no van a ocurrir nunca. Por ejemplo, si tengo que entregar un trabajo, da igual que la fecha de entrega sea dentro de tres semanas o tres meses. Me cuesta mucho comprender el tiempo y organizarme para el futuro. Siempre pienso: «El Jesse del futuro se ocupará de ello». Pero no siento esa urgencia de ponerme a trabajar hasta que faltan tres horas para entregarlo.
—¿Qué otros síntomas se pueden asociar al TDAH?
—Otra cosa que nos sucede mucho es que nos olvidamos de hacer tareas si no las tenemos delante. Yo tenía una mancha en el asiento del coche que permaneció allí durante muchísimo tiempo, porque cada vez que me subía al coche la veía y pensaba: «Me tengo que ocupar de limpiar esto», pero después al bajarme me olvidaba del tema hasta que me volvía a subir la siguiente vez. Esto se debe a un fallo en la memoria perspectiva, que es la que nos permite recordar que tenemos que hacer algo. Es ese recordatorio interno que nos dice, a lo largo del día, que cuando volvamos a casa del trabajo tenemos que pasar por la tienda a comprar leche. Pero, fundamentalmente, el TDAH es un trastorno de la motivación.
—¿A qué se refiere?
—A las personas que no tienen TDAH se las motiva principalmente con tres factores, que son la importancia, las recompensas y las consecuencias. Entonces, cuando te pones a buscar recursos para aumentar tu productividad, verás que todo se basa en ponerte una pequeña recompensa al final de cada tarea que realizas. Sin embargo, a quienes tenemos este trastorno no nos motivan esas cosas. Nuestra motivación está ligada a nuestro sistema de intereses: todo aquello que le interesa a nuestro cerebro se vuelve urgente, pero lo que no nos interesa, no conseguimos forzarnos a hacerlo. Un principio muy popular en el ámbito de la productividad es la idea de comerse el sapo, que significa realizar la tarea más difícil al comienzo de la jornada y, de esa forma, sentirse más liberado el resto del día. Ahora bien, cuando tienes TDAH, te vas a quedar todo el día mirando al sapo, sin conseguir comértelo.
—¿Por qué no funcionan estas tácticas?
—No es necesariamente que no funcionen. Lo que pasa es que quienes tenemos TDAH nos hemos pasado la vida intentando organizarnos, hemos probado de todo y entonces, cuando alguien nos sugiere, con buena intención, que utilicemos un calendario, es como: ¿de verdad crees que no lo he intentado? Yo tengo en casa más de 40 agendas y calendarios que he comprado para intentar organizarme. Pero lo que nunca me van a dar esos sistemas es la motivación para hacer cosas. Además, está el problema de que nos olvidamos de aquello que no tenemos delante. Entonces, yo puedo apuntar en mi agenda la lista de cosas que tengo que hacer, pero en cuanto la cierre, se me van a olvidar y no me voy a acordar de abrir la agenda para consultarla. En cambio, una persona sin el trastorno quizás no recuerde todo lo que tiene que hacer, pero se va a acordar de mirar esa lista de tareas varias veces a lo largo del día.
—¿Cómo obtiene motivación para hacer aquellas tareas que no le interesan, pero que son necesarias?
—Si consigo que la tarea que tengo pendiente incorpore algún desafío, me siento motivado a realizarla. Por ejemplo, si tengo que fregar los platos, me motiva convertirlo en un juego. Ponerme un cronómetro y ver cuántos cacharros puedo fregar en tres minutos. O bien, intentar ordenarlos por color, o por tamaño. Ese tipo de desafíos me ayudan muchísimo. Para recoger la casa, me concentro en diferentes objetos en orden alfabético: primero voy a guardar los calcetines, después, los vasos, y así. O, si estoy viendo la televisión, me desafío a ver cuánto puedo recoger durante los anuncios. Puede parecer algo infantil, pero cuando tienes TDAH estás constantemente recurriendo a estas estrategias para poder llevar adelante tu vida. Cualquier elemento que aumente tu interés por una tarea te va a permitir hacerla.
—¿Qué estrategias utiliza para manejar mejor el tiempo?
—Los temporizadores visuales me ayudan bastante. Uso uno que se llama Time timer, puedes configurarlo para trabajar 30 minutos y es un círculo rojo del que va desapareciendo una porción cada vez más grande a medida que el tiempo pasa.
—¿Qué mitos sobre el TDAH le gustaría derribar?
—El trastorno no desaparece el día que cumples 18, se queda contigo. A veces, algo que ocurre es que los niños hacen mucho deporte y esta actividad física les ayuda a lidiar más fácilmente con los síntomas del TDAH, entonces, no se dan cuenta de que lo tienen hasta que acaban el colegio y dejan de tener esos niveles de actividad. Otro mito es que las chicas no pueden tenerlo. Surge del hecho de que los niños suelen presentar más hiperactividad, que es más notoria que otros síntomas y facilita el diagnóstico temprano en muchos casos, pero no significa que las mujeres no lo tengan. Otro es que si eres exitoso, no puedes tener TDAH. Este es un estereotipo muy dañino y falso, hay un montón de CEOs que tienen TDAH. También es falso el mito de que somos personas perezosas. Somos los que más nos esforzamos, pero nos cuesta llevar a cabo cosas, porque nuestro cerebro nos bloquea. Estos mitos nos perjudican, porque nos llevan a desarrollar un perfeccionismo que nos puede paralizar. A veces nos da tanto miedo equivocarnos, que acabamos por no intentar hacer nada. Y es mentira que no nos podemos concentrar. Cuando nos interesa algo, nos concentramos en ello de manera absoluta.