El papa Francisco reveló en una entrevista póstuma que había ido a una psiquiatra: «Me ayudó muchísimo»

SALUD MENTAL

El papa Francisco, durante la misa de Epifanía, en el 2014.
El papa Francisco, durante la misa de Epifanía, en el 2014. Max Rossi | REUTERS

El pontífice dio detalles acerca de su salud mental a un medio de comunicación argentino en una entrevista en la que aseguró que había conseguido «domar» la ansiedad gracias a esta terapia

24 abr 2025 . Actualizado a las 13:15 h.

La prensa argentina ha dado a conocer de manera póstuma información sobre la salud mental del papa Francisco. En una entrevista grabada en el 2019, el pontífice abrió una ventana poco habitual y profundamente humana a su intimidad. Con una franqueza inusual, Jorge Mario Bergoglio confesó haber atravesado momentos de profunda angustia durante la última dictadura militar argentina, que duró de 1976 a 1983, y reconoció haber acudido a una psiquiatra en busca de alivio para su malestar.

«Había cosas que no sabía manejar bien», expresó el papa en la entrevista, en referencia a la carga emocional de ayudar a personas perseguidas por el régimen, muchas veces trasladándolas escondidas en su propio coche. «La tensión era difícil», describió. Fue en esa época cuando decidió acudir a una conocida suya que era psiquiatra. «Me daba explicaciones y consejos. Me ayudó muchísimo», dijo sobre aquel tratamiento.

Para él, este apoyo fue crucial a la hora de afrontar una etapa oscura no solo de la historia, sino de su vida personal, ya que al acompañar a personas perseguidas por la dictadura ponía en riesgo su propia vida. En un contexto en el que hablar de salud mental sigue siendo un tabú en muchos sectores religiosos, las palabras póstumas del papa no solo sorprenden por su candidez, sino que abren una conversación necesaria sobre el costo emocional del liderazgo en contextos de violencia y represión.

«Alégrese de ser neurótico»

Francisco no fue ajeno al peso del estrés. Con sentido del humor, recordó en esta entrevista un libro que le hizo reír, Alégrese de ser neurótico. Afirmó que entender sus propias limitaciones mentales fue clave para enfrentarlas, y señaló que «son compañeras de toda la vida», por lo que aceptarlas es importante para poder salir adelante.

Así, consiguió «domar» la ansiedad y «no dejarla entrar». Dormía bien, sin medicación, se levantaba antes que el despertador sonase, y en el recuerdo de sus sueños encontraba belleza. Esa rutina cotidiana y simple contrasta con el vértigo emocional de haber sido confesor, líder espiritual, y a veces, salvador en las sombras.

Esta entrevista, que el papa pidió mantener en reserva hasta su muerte, también reveló su dolor ante el sufrimiento ajeno, algo que caracterizó su obra como pontífice. «El dolor ajeno me aflige. Los chicos que están muriendo de hambre, los niños soldados, los ancianos abandonados», se sinceró en la conversación con la televisión argentina.

El estrés de ser líder

Los individuos que, como Francisco, ocupan posiciones de poder y de liderazgo «están sometidos diariamente a mucho estrés, porque su labor implica no solamente responsabilidad, sino capacidad de organización y saber lo que hay que hacer y afrontar constantes preocupaciones. Eso supone una falta de descanso, un control continuo de las emociones, por ejemplo, al acudir a ruedas de prensa. Todas las preocupaciones, las jornadas con poco descanso, estar siempre tensionado, prestar atención a distintos temas, contener las emociones. Básicamente, es un panorama de estrés crónico», explica en este artículo el biólogo molecular Antonio Ayala, Vicepresidente de la Sociedad Española de Medicina Antienvejecimiento y Longevidad (Semal).

El estrés se potencia por el volumen de decisiones que tienen que tomar y el nivel de responsabilidad. «Y las consecuencias son inmediatas. Es una situación de estrés continuado a lo largo del tiempo, puesto que esto no es algo de un día o un momento puntual, sino que es una labor muy exigente. Lo que tienen es una situación de excesos sostenidos que provocan cambios fisiológicos», señala el psicólogo Julio González Morandeira, del Colexio Oficial de Psicoloxía de Galicia.

Entre estos cambios, «lo primero en aparecer son las alteraciones del sueño. Después, tenemos la posibilidad de que haya alguna alteración en las hormonas. Y tienen unos ritmos de vida, unas exigencias externas que acaban provocando que el envejecimiento se acelere. Las últimas investigaciones que se han realizado indican que, efectivamente hay consecuencias fisiológicas que derivan de esa situación y de ese entorno de estrés continuo», detalla González.

A nivel evolutivo, el estrés cumple la función de permitirnos responder a las amenazas del entorno poniéndonos a salvo. Así lo explica Ayala: «Si tú te enfrentas a un animal que te ataca, tu cuerpo reacciona para que salgas corriendo y necesitas energía para los músculos. Es una respuesta fisiológica que se genera poniendo a disposición todos los recursos en ese momento, olvidándote del largo plazo. Esto significa que, por ejemplo, se inhiben la digestión, la capacidad reproductora y la hormona de crecimiento. Todo lo que tiene que ver con el largo plazo se inhibe en esa situación concreta».

El problema surge cuando ese estrés no desaparece, sino que se prolonga en el tiempo. Esto «inhibe el sistema nervioso simpático y se activa el parasimpático, que produce calma y restituye la digestión y la capacidad reproductiva. Si el sistema nervioso simpático está perpetuamente activado, no hay calma, no hay paz», señala el vicepresidente de la Semal.

Para hacer frente a todo esto, las personas que, como Francisco, están en altos puestos cuentan con equipos de apoyo. «Es habitual que haya un equipo de nutrición, de entrenadores personales, psicólogos y otros expertos que les ayudan en estas cosas. Pero el nivel de exigencia de estos líderes es elevado. Tienen que proyectar seguridad, fortaleza, capacidad de gestión. Y a veces no es tan real como puede parecer, sino que es una gestión que se hace de ese factor muy conscientemente», dice González.

Laura Inés Miyara
Laura Inés Miyara
Laura Inés Miyara

Redactora de La Voz de La Salud, periodista y escritora de Rosario, Argentina. Estudié Licenciatura en Comunicación Social en la Universidad Nacional de Rosario y en el 2019 me trasladé a España gracias a una beca para realizar el Máster en Produción Xornalística e Audiovisual de La Voz de Galicia. Mi misión es difundir y promover la salud mental, luchando contra la estigmatización de los trastornos y la psicoterapia, y creando recursos de fácil acceso para aliviar a las personas en momentos difíciles.

Redactora de La Voz de La Salud, periodista y escritora de Rosario, Argentina. Estudié Licenciatura en Comunicación Social en la Universidad Nacional de Rosario y en el 2019 me trasladé a España gracias a una beca para realizar el Máster en Produción Xornalística e Audiovisual de La Voz de Galicia. Mi misión es difundir y promover la salud mental, luchando contra la estigmatización de los trastornos y la psicoterapia, y creando recursos de fácil acceso para aliviar a las personas en momentos difíciles.