Lo que el apagón reveló sobre nuestra salud mental: «El haber tenido experiencias previas como el covid-19 nos protege un poco»
SALUD MENTAL

La pandemia nos ha permitido entrenar nuestra resiliencia emocional para no caer en el pánico ante este tipo de sucesos y mantenernos centrados en el presente sin pensar en el peor escenario posible
30 abr 2025 . Actualizado a las 13:26 h.Este lunes, a las 12:31 del mediodía, España se sumió en una situación de desconcierto cuando un apagón generalizado dejó sin suministro eléctrico a millones de ciudadanos durante gran parte de la jornada. El evento causó problemas en las conexiones y el transporte y puso a prueba no solo la infraestructura energética, sino también el equilibrio emocional de la población.
Desde el punto de vista psicológico, las consecuencias podrían ir más allá del inconveniente en la rutina diaria. Las personas más vulnerables podrían revivir, a raíz de esta situación, traumas colectivos o individuales anteriores. Sin embargo, los expertos insisten en que podemos confiar en nuestra capacidad de resiliencia colectiva, sobre todo si dejamos de lado las diferencias y, en momentos de crisis, nos apoyamos unos a otros.
Falta de información
El apagón fue una fuente importante de ansiedad para muchas personas. Como explica Ana María Núñez Rubines, coordinadora del Grupo de Intervención en Catástrofes y Emergencias del Colexio Oficial de Psicoloxía de Galicia (COPG), «no es solo que no tengamos luz, es que de repente todos nuestros planes se trastocan». Desde no poder cocinar hasta la imposibilidad de desplazarse por la falta de servicios básicos como gasolineras, pasando por la pérdida de comunicación por fallos en redes móviles, el corte de suministro eléctrico desató una sensación de descontrol que hizo mella a nivel emocional.
A este cóctel de incertidumbre se sumaron los bulos que circularon por la dificultad del acceso a información. En redes sociales, se difundieron teorías acerca del alcance, la duración y el origen de esta situación, que contribuyeron a generar ansiedad y angustia. La psicóloga advierte que en momentos así es fundamental limitar la exposición a información no verificada y apoyarse en fuentes oficiales, ya que la sobreexposición a noticias alarmistas solo incrementa el malestar.

Vulnerabilidad y resiliencia
Sonia Gómez Pardiñas, psiquiatra del Complejo Hospitalario Universitario de A Coruña (Chuac), señala que si bien aún es pronto para detectar secuelas clínicas a raíz del apagón, no se puede minimizar el impacto emocional que eventos de este tipo tienen sobre sectores sensibles de la población. «Las personas mayores, especialmente aquellas que viven solas, y los niños y adolescentes, suelen ser los más vulnerables ante situaciones de incertidumbre», explica.
Además, aquellos pacientes con antecedentes de ansiedad o trastornos psicológicos pueden haber experimentado un agravamiento de sus síntomas. Por otro lado, Gómez subraya que no todas las consecuencias de un evento como este se evidencian inmediatamente; algunos efectos pueden aflorar con el tiempo.
Para muchos, el apagón de este lunes fue «un suceso más» entre muchos otros recientes: desde la pandemia del covid-19 hasta la dana en Valencia, de los conflictos bélicos al cambio climático. Núñez señala que estos eventos pueden dejar a la población más susceptible a nivel psicológico. Como explica la experta, la percepción de que ha habido una serie de adversidades acumuladas puede agravar el sentimiento de impotencia colectiva y generar una actitud de resignación ansiosa ante futuros eventos inesperados.
Además, un evento como este puede reabrir heridas pasadas. «Por ejemplo, cuando pasó lo del covid-19, las personas que habían pasado hambre en la posguerra revivieron esas escenas. Ibas al supermercado y no había ciertos productos. Esto, para otros que no han estado en esa posición, puede no ser para tanto. No van a la compra y listo. Pero en cambio, el que ha vivido esa situación tan traumática de la posguerra puede realmente tener una ansiedad importante por esa rememoración del trauma», explica Josep Vilajoana, coordinador de la División de Psicología de la Salud del Consejo General de la Psicología.
Con todo, estos eventos permiten apreciar nuestra resiliencia colectiva y la capacidad de aprender para estar mejor preparados ante futuros problemas. Algunas personas ya están tomando medidas preventivas, haciéndose con kits de emergencia y estableciendo planes de acción en caso de que esta situación se repita, lo que refleja una actitud activa y adaptativa ante lo incierto. Este tipo de respuestas pueden amortiguar el impacto emocional de futuras contingencias.
«La incertidumbre siempre es un factor que genera estrés, pero de ahí a que repercuta directamente en la salud mental, dependerá de la predisposición personal que tenga cada persona. El haber tenido experiencias previas nos protege un poco y por lo menos nos da alguna herramienta a la hora de sobrellevar este tipo de situaciones», señala en este sentido la doctora Gómez.
«A los más vulnerables les recomendaría intentar evitar anticiparse a lo que pueda estar pasando, mantener la cabeza ocupada en oras cuestiones y centrarse en el momento presente, no en opciones del futuro que a lo mejor nunca lleguen a darse» indica la psiquiatra. Además, ante situaciones de estrés, enfatiza la importancia de evitar la sobreexposición informativa y acompañar a las personas más vulnerables.
Uno de los elementos más disruptivos del apagón fue la pérdida de conexión a internet y la caída de las redes móviles. Este aislamiento repentino fue especialmente difícil de afrontar para los más jóvenes. «Los pacientes con mayor dependencia de las redes sociales o del uso de consolas y videojuegos lo pasaron peor», señala Núñez. La experta anticipa que la interrupción forzada del acceso digital será un tema recurrente en consulta durante los próximos días. Gómez señala a su vez que la pérdida de conexión puede detonar ansiedad en personas que ya presentan predisposición a ello.
En el contexto psicosocial, la información se puede entender como una necesidad. «Si recordamos la pirámide de necesidades de Maslow, en la base están las más básicas: comer y dormir. Un poco más arriba, está el tener un techo. Y este techo es tanto físico como psicológico, es decir, gente que está contigo y que te da apoyo. Dentro de este techo psicológico también entra la información que brinda seguridad, por ejemplo, se dijo enseguida que los hospitales tienen generadores y que tienen una cobertura de suficientes horas, ese tipo de información tranquiliza a las personas», explica Vilajoana.
Un sistema poco preparado
Uno de los puntos críticos que ambas especialistas observan es la falta de preparación estructural del sistema de salud mental para atender este tipo de eventos. Núñez destaca la necesidad de integrar adecuadamente la figura del psicólogo en centros de atención primaria y en instituciones educativas, para ofrecer recursos inmediatos a aquellos que más los necesitan, especialmente en situaciones como estas.
Esto es fundamental sobre todo cuando se trata de la atención a niños, ya que ellos pueden haber vivido el apagón como una experiencia desconcertante y angustiante. Contar con profesionales de la psicología en los entornos escolares, propone Núñez, podría servir no solo para atender crisis puntuales, sino para desarrollar herramientas emocionales duraderas desde edades tempranas.
La importancia de la comunidad
Numerosos estudios han demostrado que las redes de apoyo social funcionan como amortiguadores del estrés y del trauma. Por eso, Núñez insiste en la importancia de fortalecer los vínculos comunitarios: «Tener una buena red de apoyo nos ayuda a sobreponernos, a sacar nuestras estrategias de afrontamiento y a cultivar esa resiliencia de la que tanto hablamos».
En situaciones de crisis, el simple hecho de salir de casa y ver a los vecinos o conversar en el portal puede ser reconfortante y disminuir la sensación de aislamiento. El apagón, paradójicamente, fue en este sentido un recordatorio de la importancia de los vínculos humanos. «El rol del entorno comunitario, su función, en este sentido, es la de contener, ayudar y acompañar si hace falta. Cuanto menos aislados estemos en estas situaciones, mejor, si podemos estar con familiares, vecinos o amigos, esto nos va a ayudar a todos», sostiene Vilajoana.
Estrategias ante lo imprevisto
El apagón del lunes dejó una huella emocional que, en algunos casos, debe ser atendida. Si bien emociones como el miedo, la frustración, la impotencia o la ansiedad son respuestas normales ante lo inesperado, si persisten o se intensifican, es buena idea buscar ayuda profesional. También se recomienda acudir a un psicólogo o psiquiatra si aparecen problemas para dormir, una complicación frecuente tras un evento psicológicamente traumático.
«El buscar desesperadamente información es una práctica que deberíamos abandonar. No nos conviene estar leyendo todo el rato o entrando en las redes o al móvil. En situaciones excepcionales como estas, es mejor coger un canal de confianza, oficial y quedarnos con la información que nos dé, reducir al máximo el ruido. La ansiedad nos va a llevar a sobredimensionar lo que puede pasar, así que también puede ser útil hacer ejercicios de respiración y relajación, si tenemos la posibilidad, tumbarnos para hacerlos. Hay que recordar que estos eventos no dependen de nosotros», aconseja Vilajoana.
Finalmente, recomienda prepararse para eventos futuros. «Los aprendizajes que podamos aplicar como soluciones para estar mejor preparados la próxima solo van a aparecer si aceptamos esta situación. En cambio, negarla y quedarnos con que no va a volver a pasar, aunque es algo comprensible, porque obedece al deseo, no nos sirve para nada», asegura el experto.