Antón Gómez-Escolar, psicofarmacólogo: «Los psicodélicos clásicos no tienen potencial adictivo y de hecho sirven para tratar adicciones»

Laura Inés Miyara
Laura Miyara LA VOZ DE LA SALUD

SALUD MENTAL

Antón Gómez-Escolar, psicofarmacólogo, investigador, divulgador y asesor científico especializado en drogas, también conocido como @drogopedia.
Antón Gómez-Escolar, psicofarmacólogo, investigador, divulgador y asesor científico especializado en drogas, también conocido como @drogopedia.

El experto conocido como @drogopedia asegura que veremos una revolución en el tratamiento de trastornos como la depresión o la ansiedad con terapias asistidas por psicodélicos, que podrían estar disponibles en Europa en los próximos años

15 may 2025 . Actualizado a las 13:55 h.

Desde que se sintetizaron por primera vez drogas psicodélicas como la MDMA o el LSD, a principios del siglo XX, los científicos han intentado conseguir capitalizar sus efectos para incluirlas en protocolos de tratamiento en salud mental. Cerca de cien años después, contamos con numerosos psicofármacos de diferentes familias, desde estimulantes como las anfetaminas, hasta los depresores, como el Lorazepam. Pero en España, a día de hoy, los psicodélicos siguen estando ausentes en esa lista.

Sin embargo, un cuerpo creciente de evidencia posiciona este grupo de sustancias como el motor de un cambio de paradigma que podría revolucionar no solo cómo tratamos las patologías mentales en la actualidad, sino cómo entendemos sus causas. Antón Gómez-Escolar, psicofarmacólogo, investigador, divulgador y asesor científico especializado en drogas, conocido en redes sociales como @drogopedia, nos adentra en el campo de los psicodélicos y el prometedor futuro de su uso en el campo terapéutico en su nuevo libro, Expande tu mente (Grijalbo, 2025). El experto habla desde la experiencia profesional, pero también personal: en su juventud sufrió una depresión de la que consiguió salir gracias a la psicoterapia asistida con estas sustancias.

—¿Qué son las drogas psicodélicas? ¿Cómo se diferencian de otras sustancias psicoactivas?

—Cuando hablamos de drogas psicoactivas en general, estamos hablando de muchas familias diferentes de sustancias. Dentro de ellas, están las drogas psicodélicas, que son lo que antiguamente se conocía como drogas alucinógenas. Estas drogas tienen la particularidad de producir cambios muy profundos en la percepción, concretamente, en los sentidos, en los pensamientos y las emociones.

—¿Qué diferencias hay entre los distintos tipos de psicodélicos?

—Dentro de la familia de las drogas psicodélicas se pueden establecer dos grupos diferentes. Están los psicodélicos clásicos, que son sustancias como la LSD, la psilocibina de las setas alucinógenas, la dimetiltriptamina de la ayahuasca o la mescalina de los cactus. Luego, hay un segundo grupo, los psicodélicos atípicos, sustancias que no son psicodélicas de forma natural, pero cuando se toman en dosis altas sí que producen efectos psicodélicos. Aquí tenemos tanto la MDMA, conocida como éxtasis, como la ketamina. Todas ellas actualmente se están investigando para el tratamiento de diversos trastornos mentales complicados de abordar con la farmacología convencional, como la depresión, la ansiedad, el estrés postraumático o las adicciones.

—¿Qué utilidad pueden tener estas sustancias para los pacientes que sufren esos trastornos?

—El cerebro humano tiene una capacidad de readaptarse, de reorganizar las redes neuronales que lo componen, que se conoce como neuroplasticidad. Este es un proceso que cuando somos niños o jóvenes lo tenemos muy activo y es lo que nos permite aprender y adaptarnos al entorno y construir nuestra personalidad. Pero con la edad vamos perdiendo esa capacidad plástica del cerebro. Los psicodélicos tienen la capacidad de activar esos procesos de neuroplasticidad, para que el cerebro se pueda adaptar incluso en edades adultas. También existe otro dominio que se conoce como neurogénesis, que es la capacidad que tiene el cerebro de producir nuevas neuronas en la edad adulta. Es algo que hasta hace muy poco pensábamos que no era posible. Sabemos ahora que sí que sucede en el adulto. No en todo el cerebro, pero, por ejemplo, en el hipocampo, que es el área de la memoria, sí que nacen nuevas neuronas y hemos visto que las drogas psicodélicas tienen la capacidad de acelerar ese proceso.

—¿Qué relación tienen la neuroplasticidad y la neurogénesis con los trastornos mentales?

—En trastornos como la depresión, la ansiedad, el estrés postraumático o las adicciones, tiene que haber un cambio en el cerebro para que la persona se recupere y pueda tener una vida feliz. Esos cambios normalmente se abordan desde la psicoterapia, pero se necesita mucho tiempo de terapia para que la persona llegue a esto, porque precisamente esa neuroplasticidad en la edad adulta no está demasiado activada. Los psicodélicos, al incrementar esta neuroplasticidad, pueden hacer que el trabajo que se necesite en psicoterapia para obtener ese cambio sea mucho menor. Con menos trabajo se obtiene ese mismo resultado de una forma más rápida y eficaz, con pocos días.

—¿Qué se sabe acerca de los efectos que tienen estas sustancias a largo plazo?

—Cuando hablamos de los efectos de las drogas psicodélicas en un proceso terapéutico, normalmente se habla primero de los efectos que se producen durante la experiencia, es decir los efectos agudos, que básicamente son tres. Por un lado, están los cambios que se producen en la conectividad cerebral durante unas horas, que es el tiempo que dura el efecto de las drogas. Se desactiva una región del cerebro que se conoce como red neuronal por defecto, que está muy relacionada con la estructura del ego, de la personalidad. Eso facilita que la persona tenga una visión de las cosas diferente, como si estuviese viéndolo desde fuera, lo que facilita el ver claramente las cosas que necesita cambiar porque no están funcionando. También se produce, por supuesto, esa activación de la neuroplasticidad que luego perdura durante algunos días, facilitando que todos los cambios que se hagan durante esos días vayan a ser mucho más duraderos y se queden fijados de una forma más fácil. A largo plazo, cuando esto se acompaña de psicoterapia, la persona se encuentra mejor, incluso recuperada, y esto puede perdurar durante años sin necesidad de seguir sometiendo a la persona a terapia, sin tener que volver a tomar la sustancia.

—¿Cómo es una sesión de terapia asistida con psicodélicos?

—Esta terapia se compone de cuatro fases. La primera es una de cribado y evaluación, en la que se tiene que analizar si la persona es candidata a este tratamiento y se va a beneficiar de la experiencia, o si está contraindicado en ella. Las personas con propensión a la psicosis, por ejemplo, es peligroso que tomen psicodélicos; lo mismo ocurre con aquellos que tienen antecedentes familiares de esquizofrenia. No son para todo el mundo. En la segunda fase, se prepara a la persona para la experiencia y se genera confianza con el terapeuta. Esto es muy importante para que el paciente esté acompañado. De esta manera, si durante la experiencia surge la ansiedad o emerge un pensamiento perturbador, es posible afrontarlos. La tercera fase es la sesión con la sustancia psicodélica. Suele hacerse por la mañana y durar entre cuatro y seis horas. Ese día, se administra el principio activo y el paciente se tumba en un sofá, se coloca unos cascos y un antifaz y se le indica que busque la introspección. En todo momento está acompañado del terapeuta, que está disponible para hablar. Unos días después de esto, se realiza la cuarta fase, que es la de la integración. Es la parte probablemente más importante de toda la de toda la terapia psicodélica, porque es cuando el paciente y el terapeuta empiezan a desgranar la experiencia psicodélica que ha tenido el individuo. Aquí, esa neuroplasticidad adquirida facilita y acelera los cambios.

—Es una forma de plantear el tratamiento radicalmente diferente al panorama actual de la psicoterapia. ¿Cómo se puede saber si los efectos son atribuibles al psicodélico y no, por ejemplo, al hecho de contar con un psicoterapeuta durante seis horas?

—En muchos ensayos clínicos que se han hecho se ha utilizado placebo. Un grupo de pacientes ha recibido esas cuatro fases de terapia y en la fase de la sesión psicodélica no se le ha administrado el psicodélico, y otro grupo sí ha recibido el psicodélico. Entonces, podemos ver cuál es el efecto que ha producido el psicodélico específicamente. Lo que se ha obeservado es que el grupo que recibe el psicodélico sí que tiene un cambio importante frente al otro grupo, lo cual nos hace pensar que el psicodélico está potenciando mucho el efecto de la terapia. También es muy importante lo que la persona vive en esas horas de sesión, pues suele ser muy revelador a nivel subjetivo.

—¿Cree que estamos cerca de ver este protocolo terapéutico disponible en España?

—Sí, yo creo que estamos muy cerca de ver esto autorizado. Sin ir más lejos, el año pasado la Agencia Europea de Medicamento me invitó junto con un grupo de personas a sus oficinas en Ámsterdam y estuvimos hablando precisamente de cómo se van a implantar en Europa este tipo de terapias. Dada la eficacia y la seguridad que están mostrando en los ensayos clínicos, hay muy poca duda de que esto va a ser una realidad dentro de poco. El problema que tienen los psicodélicos es que obligan a un cambio de paradigma muy grande. Hasta ahora, los psicofármacos se utilizaban normalmente para estabilizar al paciente. Le desconectaban de su sufrimiento, pero no curaban ni trataban la causa profunda del trastorno. Con estas herramientas pasamos a un tratamiento muy diferente en el que la persona se enfrenta a sus miedos y a causas muy profundas. Los sistemas nacionales de salud, con psiquiatras que ven a lo mejor a 20 pacientes al día, tendrían que adaptarse a este modelo en el que solamente podrían ver a dos o a tres. Pero a cambio, en vez de tener pacientes que están años teniendo que tomar medicaciones y sin mejorar, se pueden obtener mejoras superrápidas. Hay cada vez más evidencia de ello.

—En el libro menciona que la legalidad no siempre va de la mano de la peligrosidad cuando hablamos de drogas...

—Desgraciadamente, a día de hoy no hay una correspondencia entre la peligrosidad objetiva de una sustancia en parámetros medibles, como la toxicidad o la adictividad, y su estatus legal. Así que tenemos sustancias como los psicodélicos, que en muchos casos son sustancias bastante seguras, con una toxicidad muy baja o prácticamente nula y una adictividad inexistente, que están ubicadas en las listas de mayor control internacional como si fuesen las drogas más peligrosas del mundo.

—¿Qué obstáculos impiden la aprobación de estas sustancias?

—Ahora mismo los únicos escollos que hay para regular el uso médico de estas sustancias están en que las investigaciones que se están llevando a cabo lleguen a término. Hace falta recursos para que estas investigaciones se desarrollen de principio a fin y esto, por desgracia, es algo que ha faltado mucho porque, entre otras cosas, no hay grandes beneficiarios a nivel comercial de que estos tratamientos se comercialicen. Hablamos de sustancias que en muchos casos son naturales, es decir que no tienen patentes, entonces, no es fácil sacar dinero de ellas. En cambio, los fármacos que se utilizan a día de hoy en salud mental, como los ansiolíticos o los antidepresivos, son moléculas patentadas que generan dinero para una industria farmacéutica. Además, en el caso de los psicodélicos no está tan claro que se pueda sacar mucho dinero de ellos porque son tratamientos que curan en muchos casos y que hacen que no sea necesario tomar más fármacos en el futuro. Otra cosa importante es que el hecho de que estas sustancias estén actualmente clasificadas como de máxima prohibición hace que la investigación con ellas sea mucho más cara y difícil.

—Hablaba del perfil de seguridad de estas sustancias. ¿Qué prejuicios existen al respecto?

—Lo que deberíamos saber es que los psicodélicos clásicos que mencionaba al principio, LSD, psilocibina, mescalina o DMT, no tienen potencial adictivo y de hecho se utilizan para tratar adicciones. Ni siquiera conocemos su dosis letal, porque no se ha dado nunca ningún caso de muerte de una persona por una sobredosis de LSD o de psilocibina. La dosis letal está miles de veces por encima de la dosis activa. Los que sí que tienen algo de toxicidad, aunque es baja, son los psicodélicos atípicos por ejemplo la ketamina y la MDMA. La ketamina sí que puede ser adictiva y hay que administrarla con más prudencia, pero eso no ha evitado que la ketamina lleve aprobada para uso en anestesia desde los años 70 y se haya aprobado para uso en depresión en el año 2019.

Laura Inés Miyara
Laura Inés Miyara
Laura Inés Miyara

Redactora de La Voz de La Salud, periodista y escritora de Rosario, Argentina. Estudié Licenciatura en Comunicación Social en la Universidad Nacional de Rosario y en el 2019 me trasladé a España gracias a una beca para realizar el Máster en Produción Xornalística e Audiovisual de La Voz de Galicia. Mi misión es difundir y promover la salud mental, luchando contra la estigmatización de los trastornos y la psicoterapia, y creando recursos de fácil acceso para aliviar a las personas en momentos difíciles.

Redactora de La Voz de La Salud, periodista y escritora de Rosario, Argentina. Estudié Licenciatura en Comunicación Social en la Universidad Nacional de Rosario y en el 2019 me trasladé a España gracias a una beca para realizar el Máster en Produción Xornalística e Audiovisual de La Voz de Galicia. Mi misión es difundir y promover la salud mental, luchando contra la estigmatización de los trastornos y la psicoterapia, y creando recursos de fácil acceso para aliviar a las personas en momentos difíciles.