Emiliano Bruner, investigador en enfermedades neurológicas: «Nuestro cerebro es un motor Ferrari dentro de un Seat»

Laura Inés Miyara
Laura Miyara LA VOZ DE LA SALUD

SALUD MENTAL

Emiliano Bruner es investigador del CSIC.
Emiliano Bruner es investigador del CSIC.

El experto explica cómo la evolución ha condicionado nuestro cerebro a que sea más propenso a la ansiedad y el estrés y qué podemos hacer para contrarrestar esta predisposición

24 jun 2025 . Actualizado a las 19:53 h.

La historia del cerebro humano es un proceso de cambios lentos y progresivos que nos han convertido en los «más exitosos» de los primates, en términos evolutivos. Pero aunque tendemos a pensar en ella como una serie de eternas mejoras o progresos, la evolución no siempre ha funcionado a nuestro favor; al menos, no en el sentido en el que lo imaginamos. El proceso de selección natural prioriza un único objetivo, que es la reproducción de la especie. En otras palabras, las características que perduran en el tiempo son aquellas que mejoran las probabilidades de esa reproducción, que no son necesariamente las que conducen al bienestar de los individuos.

Esta distinción es clave para entender el origen de muchas aflicciones, enfermedades y condiciones con las que convive el Homo Sapiens moderno. Emiliano Bruner, investigador del Museo Nacional de Ciencias Naturales del CSIC, en Madrid, e investigador afiliado en el Centro de Investigación en Enfermedades Neurológicas, explica cómo podemos adaptarnos a nuestra biología para vivir mejor en su nuevo libro, La maldición del hombre mono, publicado este mes por Crítica.

—¿Qué entendemos, a nivel científico, por «evolución»?

—Se suele decir que la evolución favorece al más fuerte o al más inteligente, pero no. Qué va. La evolución solo favorece al que se reproduce más, da igual que sea guapo, feo, inteligente, tonto, alto o bajo. La selección natural lo único que valora es la eficiencia de un rasgo, sea genético, comportamental o anatómico, en aumentar o disminuir el éxito reproductivo. Lo único que está en juego es el número de hijos, no hay otro parámetro, variable o criterio. Muchas veces, la evolución compra paquetes de rasgos, no rasgos individuales. Y en la siguiente generación habrá más personas con esos rasgos, simplemente porque sus padres se han reproducido más.

—¿Cómo caracterizaría nuestra evolución como especie?

—La evolución no vela por nuestro bienestar personal, sino por el éxito reproductivo de la especie y en nuestro caso lo ha hecho muy bien, porque en 60 millones de años de historia de los primates, ninguna especie había alcanzado los 8.000 millones de individuos. Pero el bienestar no entra entre estos valores, por lo que muchas veces el criterio de la evolución puede que no encaje bien con la prioridad del individuo, que es tener una vida sana, feliz, plena y satisfactoria. Porque la reproducción que cuenta para la evolución no es la del individuo, sino la del grupo.

—Se suele decir que somos seres sociales. ¿Qué implica esto para la evolución de la especie humana?

—Los primates somos un grupo zoológico que ha invertido muchísimo en el grupo social. Somos los únicos animales con un tamaño cerebral proporcional al del círculo social: cuanto más grande es el cerebro, con más individuos puedo relacionarme. Toda nuestra programación se orienta a la pertenencia al grupo. Muchas veces, las prioridades del grupo y las del individuo no van por el mismo camino, pero la evolución se ha forjado para el grupo y nosotros dependemos del apego a él. Sin esto, nos apagamos. La única cosa que nos da más miedo que la muerte es la soledad. En nuestro caso, esto se ha ido de las manos y estamos muriendo de éxito. Hemos creado macrocomunidades que ya no son grupos, porque en el grupo conoces a todo el mundo. Nuestras ciudades y países ya son hordas anónimas y esto tiene ventajas y desventajas. Lo que hay que tener en cuenta es que el nivel individual es el más importante en el que podemos actuar, no por egocentrismo, sino porque si tú no estás en equilibrio contigo mismo, no vas a poder aportar al grupo.

—Menciona que la inteligencia no es un objetivo de la evolución. ¿Cómo se ha formado nuestra inteligencia y qué la diferencia de las de otros animales?

—Nuestra especie ha invertido en una capacidad cognitiva muy compleja y la inteligencia nos ha dado resultados excelentes de éxito reproductivo grupal. Gracias a esa complejidad cognitiva hemos alcanzado avances tecnológicos y sociales importantes y esta ha sido una base de nuestro éxito evolutivo, pero conlleva también aspectos secundarios como, por ejemplo, las rumiaciones. El vagabundeo mental transforma nuestra capacidad de imaginación en agobio, ansiedad y estrés.

—Explica también que la atención es un aspecto clave para la inteligencia.

—Efectivamente. En realidad, todavía no tenemos una definición clara y única de lo que es la inteligencia. Hay quien dice que es un factor cognitivo puro y duro, hay quien dice que es la capacidad de integrar el resto de habilidades cognitivas, hay quien dice que, directamente, no existe la inteligencia. Por eso, muchas veces hay debates sobre si la inteligencia artificial es inteligente o no. Si no tenemos claro qué es la inteligencia, no podemos responder a esta pregunta. Ahora bien, un vicio que tenemos es intentar medir la inteligencia a través de la capacidad de resolver problemas. Esto es muy limitante, porque la inteligencia es mucho más que esta capacidad; las máquinas también los resuelven. Y en ese sentido, sea lo que sea la inteligencia, el proceso mental que la produce tiene que pasar a través del cuello de botella de la atención.

—¿Cómo define la atención?

—La atención es la capacidad de sostener un proceso cognitivo en el tiempo a pesar de que haya otros elementos que nos estén distrayendo, tanto internos como externos. Tú puedes tener una habilidad matemática, lingüística o espacial buenísima, pero si no eres capaz de sostener esta habilidad por más de cinco segundos, no te va a servir de nada. Entonces, los límites de la inteligencia están en la atención. Si tienes mucha capacidad de atención, puedes desplegar todos tus recursos cognitivos. Si la atención es poca, no llegas ni siquiera a utilizar ese potencial. Tenemos que reconocer que la atención de Homo Sapiens es mucho más poderosa que la de cualquier otro animal. Hace entre 50.000 y 100.000 años se desarrolló esta capacidad atencional que tiene, por lo menos, tres características. Es sostenida en el tiempo, es intencional, es decir, yo puedo decidir encenderla o apagarla, y es consciente. En la medida que hemos desarrollado estas tres habilidades, hemos empezado a ser capaces de sostener este proceso mental de una forma más focalizada, más dirigida, más deliberada.

—¿El volumen de información al que estamos expuestos hoy limita esa capacidad de atención?

—En nuestra sociedad hay muchos factores que están mermando nuestra capacidad atencional. Esto está claro. El mismo sistema económico se aprovecha de esta merma en la capacidad atencional. Una persona con menos atención es esclava de las exigencias externas, de las expectativas sociales y de su respuesta emocional. Al mismo tiempo, el sistema educativo nunca ha priorizado la atención. Pero no por eso podemos decir que nuestro sistema atencional esté peor ahora que antes. El sistema atencional es muy poderoso, lo que sucede es que no puede contrarrestar todo este vagabundeo mental que toma posesión de nuestra mente sin que nosotros podamos hacer nada. Esta es una gran causa de malestar.

—¿Cómo se produce ese malestar?

—Siempre podemos imaginar una situación peor o mejor de la que estamos viviendo, con lo cual siempre estamos preocupados de que nuestra situación pueda empeorar o deseando que pueda mejorar. Esto se debe a que nuestro sistema atencional no puede lidiar con esta capacidad de imaginación, de imágenes y palabras, la capacidad de imaginar a nivel visual y la capacidad de hablarte a ti mismo. Una hipótesis sobre esto es que a la selección natural este agobio y este estrés perpetuo le vienen bien, porque probablemente aumentan el éxito reproductivo.

—¿Qué efectos tiene el 'multitasking' en el cerebro?

—En realidad, no existe el multitasking. Cuando tú haces más de una cosa a la vez, no estás trabajando en varias cosas en paralelo, sino que estás pasando de una a otra rápidamente. Y todo esto gasta energía. Es como si tuvieras que mover cajas y en lugar de mover una caja a la vez hasta donde tienes que llevarla, mueves cada caja a medio metro y luego empiezas con la otra. Cada vez que tienes que volver a levantar la caja desde cero es un gran gasto de energía. Entonces, el multitasking de fuera parece que funciona, pero por dentro en realidad estás agotando toda la reserva y probablemente generando, a nivel tanto psicológico como hormonal y bioquímico, una condición de estrés que luego la vas a pagar.

—Uno de los grandes hitos de la evolución de nuestra especie ha sido el uso de herramientas. ¿Cómo ha modificado nuestro cerebro?

—La cognición es un proceso que nace de la interacción entre cerebro, cuerpo y medio ambiente. Estos tres elementos intercambian información y este flujo de información es lo que llamamos el proceso cognitivo o la mente. El cerebro es como un ordenador moderno. Por sí solo, no va a ningún lado, necesita conectarse a un WiFi o a un servidor, delegar funciones afuera de su caja. Esto es posiblemente lo que ha pasado con nosotros. Hemos evolucionado lo que yo llamo una habilidad protésica, que consiste en extendernos en elementos externos. Delegamos funciones perceptivas, sensoriales y cognitivas en elementos externos y así nuestra función se potencia. Tenemos más memoria porque tenemos libros y fotografías. Tenemos mejores habilidades de cálculo porque tenemos calculadoras. Nuestra ecología, nuestro nicho, ya no existe sin nuestras herramientas. Si nos las quitan, no podemos ni pensar como pensamos. La herramienta se integra incluso en los esquemas del cerebro y empezamos a pensar en función de ella como si fuese una parte del cuerpo. Esta integración es propia del Homo Sapiens.

—En el libro explica que la red neuronal por defecto podría ser el origen de la ansiedad. ¿Cómo funciona esa red?

—Es un cableado que se activa cuando no hacemos nada. Cuando esto ocurre, comienza a trabajar la imaginación, tanto en imágenes como en el monólogo interno lingüístico. Esta red se integra con la memoria episódica, es decir, con los recuerdos de la vida, y capta la atención sin que nos demos cuenta. Es gracias a esta capacidad de imaginación que tenemos muchos de nuestros superpoderes como humanos: la creatividad, la capacidad de hacer experimentos mentales. Pero lo que pasa es que se sobreexpresa y coge el mando sin que la podamos controlar. Nuestras proyecciones de pasado y futuro son inmensas y cuentan con muchísimos detalles. Son tan grandes que el presente desaparece. Y entonces se genera una avalancha de ansiedad.

—¿Podemos poner freno a este proceso?

—Podemos hacer un entrenamiento para que la mente sea capaz de observar la activación de esta red, de reconocerla, de desapegarse de estas imágenes, de tomar cierta distancia. La meditación es un entrenamiento necesario para ser más libre de esa red por defecto. Esto es algo que han identificado todas las sociedades de los últimos 3.000 años. Y lo bueno es que la meditación es un entrenamiento progresivo en el que cuanto más inviertes, más recibes. Tú sabrás si le vas a dedicar cinco minutos al día o cincuenta.

—¿Por qué es tan importante este entrenamiento?

—Tenemos un cerebro que funciona como un Seat con el motor de un Ferrari. Si comparamos con otros primates, tenemos un cerebro que es tres veces más grande de lo que se supone tendríamos que tener por nuestro tamaño. Es un motor enorme y esto tiene consecuencias en dos sentidos. El primero es el trabajo que hace el cerebro a nivel psicológico y el segundo es la energía que consume. Literalmente nos calienta la cabeza, porque este cerebro produce y acumula mucho calor. Si tú pones el motor de un Ferrari en un Seat 600, el coche va a ir como un cohete, pero, probablemente, en la primera curva se estrelle, porque sus frenos no son los de un Ferrari y no podrá detener la carrera cuando lo necesite. Nuestra capacidad de imaginación, imágenes y palabras es tan poderosa que cuando tú intentas pararla no lo vas a poder hacer. Si te sientas en un banco y cierras los ojos, verás que si no te has entrenado vas a ser capaz de escuchar los pajarillos dos segundos, porque luego las imágenes y palabras van a entrar en la cabeza sin pedirte permiso. Para eso sirve la meditación.

Laura Inés Miyara
Laura Inés Miyara
Laura Inés Miyara

Redactora de La Voz de La Salud, periodista y escritora de Rosario, Argentina. Estudié Licenciatura en Comunicación Social en la Universidad Nacional de Rosario y en el 2019 me trasladé a España gracias a una beca para realizar el Máster en Produción Xornalística e Audiovisual de La Voz de Galicia. Mi misión es difundir y promover la salud mental, luchando contra la estigmatización de los trastornos y la psicoterapia, y creando recursos de fácil acceso para aliviar a las personas en momentos difíciles.

Redactora de La Voz de La Salud, periodista y escritora de Rosario, Argentina. Estudié Licenciatura en Comunicación Social en la Universidad Nacional de Rosario y en el 2019 me trasladé a España gracias a una beca para realizar el Máster en Produción Xornalística e Audiovisual de La Voz de Galicia. Mi misión es difundir y promover la salud mental, luchando contra la estigmatización de los trastornos y la psicoterapia, y creando recursos de fácil acceso para aliviar a las personas en momentos difíciles.