Sonia López, psicopedagoga: «Si ante cualquier error de un adolescente, le respondemos juzgándole, va a alejarse»
SALUD MENTAL
La especialista recalca que el principal error que cometen los progenitores es «recordarle en bucle al adolescente que todo lo hace mal»
17 sep 2025 . Actualizado a las 13:46 h.Sonia López trabaja desde hace años con adolescentes y ha podido ver con sus propios ojos lo complicada que resulta esta etapa. «Hay muchos jóvenes que se sienten muy solos, existe una crisis real de la salud mental en esos años». De ahí la publicación de Cuando la adolescencia duele (Destino, 2025), un libro que contiene las claves para cuidar la salud mental durante una travesía complicada hacia la madurez que todos debemos recorrer.
—¿Por qué considera la adolescencia una etapa especial, qué sucede?
—Es una etapa compleja porque está repleta de cambios. El adolescente no solo tiene que sufrirlos a nivel físico, también en el plano cognitivo, psicológico, emocional y social; y, a veces, no tienen las estrategias necesarias para poder hacer frente a todo esto. Los cambios les producen inseguridad y vulnerabilidad, y el adolescente tiene que hacer frente a un duelo: aceptar que dejan atrás la infancia y, con ella, muchos privilegios que tenían en esa etapa. Las responsabilidades se multiplican y, problemas que antes les solucionaban sus padres, ahora tienen que hacerles frente de forma autónoma.
—Un duelo para los adolescentes, ¿y también para sus padres?
—Sí, los padres también pasamos por un duelo porque hay que aceptar que ese adolescente tiene nuevas necesidades: necesita libertad y empezar a descubrir el mundo a su manera. Aceptar que tu hijo se ha hecho mayor, que tiene otras prioridades y otras necesidades no es fácil para las familias. Tampoco lo es darle esa libertad y esa autonomía que necesita el adolescente, porque nos da miedo que se equivoquen. O que tengan, por ejemplo, conductas de riesgo. Por eso, tanto ese joven como su familia pasan por un duelo al llegar a la adolescencia. Pero conocer correctamente la etapa nos va a facilitar mucho el tránsito por ese duelo de una forma más serena y también poder dar respuesta a esas nuevas necesidades.
—Dice en el libro que si hay un error que cometen los progenitores es recordar en bucle al adolescente que todo lo hace mal.
—Sí, es que la adolescencia es la etapa en la que ellos, con esa libertad y esa confianza que les tenemos que brindar, tienen que empezar a tomar sus propias decisiones. Y por eso es muy normal que se equivoquen. Por eso hay que entender y tener muy presente, como padres, que el error es parte imprescindible del aprendizaje. Para ellos, crecer es muy difícil. Si ante cualquier error respondemos constantemente con juicios de valor, ese adolescente va a alejarse de nosotros, notará que no confiamos en él y que además solo resaltamos aquello que hacen mal. Que no valoramos lo que hacen bien, que seguramente serán muchas cosas.
—¿Cómo afrontar con ellos un error?
—Primero hay que hacerlos responsables de las consecuencias de ese error. No podemos decirles que se han equivocado y que no pase nada. Hay que analizar esas consecuencias y sobre todo, qué le ha llevado a hacer ese error. Por ejemplo, si la causa fue debido a su impulsividad o a una mala gestión de sus emociones, destacarlo. Hacer ese análisis desde la calma y la empatía que tanto necesitan de nuestra mano, les va a permitir que, en unos días, cuando se encuentren en la misma situación, tomen decisiones más acertadas. De ahí la importancia de no juzgar, sino acompañarlos en el análisis y decirles: «Estoy a tu lado. Entiendo que te equivoques, no pasa nada, pero hay que asumir la responsabilidad».
—Los padres deben confiar en el adolescente.
—Claro. Si un adolescente siente que sus padres le comprenden y, sobre todo, que confían en él, va a establecer un vínculo seguro con sus padres de una forma mucho más sencilla. Sentirán que seguimos siendo un pilar en sus vidas, como lo hemos sido a lo largo de toda su infancia, a pesar de toda la convulsión, del sentimiento de cambio y de la vulnerabilidad que sienten durante esta etapa. Esa confianza, el acompañarlos pase lo que pase, es lo que va a permitirnos establecer un buen vínculo con nuestro adolescente.
—¿Qué hay de esa rebeldía o picardía que también puede darse en esta etapa?
—Los adolescentes, igual que en la infancia, aprenden a base de probar y para hacerlo, muchas veces, rebasarán el límite. Su cerebro, su corteza prefrontal que controla unas funciones que se llaman ejecutivas —como por ejemplo, la capacidad de planificación, de controlar impulsos o de gestionar correctamente las emociones—, aún se está desarrollando y es súper inmadura. Entender eso, a las familias y a los docentes, nos permite no reaccionar ante conductas que son muy normales en ellos. ¿Es normal que prueben? Sí, es muy normal porque ese cerebro, esa corteza prefrontal, aún no está preparada para actuar correctamente para prevenir los riesgos, para gestionar las emociones correctamente. Hay que acompañar en ese salto de límites, explicándole que esa conducta de riesgo le puede provocar consecuencias muy negativas.
—¿Qué consejo darías para que obedezcan cuando se le manda una tarea? Un ejemplo: tiene la habitación desordenada y le decimos que no debe ser así.
—A un adolescente, si le mandas hacer algo, no te va a funcionar; eso seguro. Lo que hay que hacer es consensuar tanto los límites como sus responsabilidades. Si el adolescente nota que lo tenemos en cuenta a la hora de consensuar, que tomamos en consideración sus opiniones y, sobre todo, sus necesidades, va a ser mucho más fácil que asuma esas responsabilidades en casa. Por eso, tenemos dos opciones: darle órdenes y pasarnos todo el día de mal humor alzando la voz o llegar a acuerdos. Eso sí, también tienen que saber que cuando ellos saltan un límite o no cumplen con la responsabilidad, tiene que haber una consecuencia lógica a ese comportamiento. Esto nos va a permitir y hará más fácil que ese adolescente cumpla con esas responsabilidades y con esos límites que hemos consensuado, desde el respeto y la serenidad.
—¿Es buena opción rebajar el enfado con buen humor?
—El humor es muy importante a la hora de centrarnos en esas conductas que no son adecuadas. Porque el mal humor provocará que el adolescente no quiera saber nada de nosotros porque llega a casa y ya piensa: «Papá o mamá vuelven a estar chillando por la falta de orden o porque no he hecho tal cosa». Pero si en casa hay un ambiente distendido, comunicación afectiva y respetuosa, y utilizamos mucho el buen humor, todo esto nos hará conectar con ellos y va a ser mucho más fácil que tengamos buena relación. Lo que hay que evitar es que en casa nos pasemos todo el día discutiendo.
—¿Es normal que un hijo sea muy diferente a sus padres?
—Claro, cada niño desarrolla su propia personalidad. Muchas veces está muy relacionada con el entorno en el que ha crecido, porque el niño no solo tiene nuestra influencia, sino la de todos los adultos referentes que van pasando por su vida. En ocasiones, lo que nos hace chocar con los adolescentes no es que sean muy diferentes a nosotros, sino todo lo contrario, que sean demasiado iguales, porque vemos en él defectos que no nos gustan de nosotros mismos.
—¿Cómo saber si le estamos sobreprotegiendo?
—Nos daremos cuenta por dos aspectos. Primero, porque no estamos desarrollando su autonomía, no le dejamos hacer cosas por ellos mismos y, por lo tanto, el niño no tiene responsabilidades y tampoco toma decisiones. No queremos que nuestro hijo sufra, le solucionamos el problema y eso hace que no desarrolle correctamente las habilidades necesarias.
—En cada uno de los capítulos recoge una frase o una opinión de un adolescente. ¿De qué se suelen quejar?
—Sobre todo se quejan de que no les aceptan tal y como son, que no confían en ellos, y que esos padres quieren que ese adolescente haga las cosas tal y como ellos las han hecho siempre. Cuesta aceptar que tengan sus propias ideas, o que tengan gustos totalmente diferentes, o que elijan cosas para su futuro que ellos no esperaban. Muchas familias marcan el camino del adolescente sin tener en cuenta sus necesidades. La adolescencia es la etapa en la que, sin duda, nuestros hijos más nos necesitan, pero debe ser a una distancia prudencial. Y encontrarla, no es fácil.