Neus Moya, podóloga: «Nunca en la vida es una buena opción comprarle un tacatá a un niño para estimularlo a caminar»

Cinthya Martínez Lorenzo
Cinthya Martínez LA VOZ DE LA SALUD

LA TRIBU

Neus Moya, podóloga pediátrica, cuenta con más de 340.000 seguidores en redes sociales.
Neus Moya, podóloga pediátrica, cuenta con más de 340.000 seguidores en redes sociales.

La especialista proporciona consejos para el cuidado de los pies de los niños desde los primeros meses de vida

08 may 2024 . Actualizado a las 22:13 h.

El desarrollo de los pies del bebé, sus primeros pasos y la evolución de la marcha a lo largo de la infancia tienen una gran importancia para el crecimiento de los niños en el futuro. Pero es un mundo que, muchas veces, resulta desconocido para padres y madres. Por eso, lo descubrimos de la mano con Neus Moya, diplomada en Enfermería y Podología, con máster en Podología Pediátrica. Al tratar con pequeños de forma diaria en su consulta, se dio cuenta de la falta de información que había acerca del tema y decidió empezar a divulgar en redes sociales. Y ahora, también con la publicación de su primer libro Pasito a pasito (Zenith, 2023). 

—¿Cuáles suelen ser los problemas más frecuentes por los que los padres llevan a sus hijos a su consulta?

—Últimamente son, sobre todo, preocupaciones de las desviaciones de los dedos, desviaciones digitales. También hay un problema estrella: el pie plano. ¿Ese pie plano es normal o no? ¿Tengo que hacer algo? Es la eterna duda. 

—Sobre las desviaciones de los dedos, podría decirse que existen dos corrientes: solucionarlo en la infancia o esperar a que sean más mayores. ¿Cuál considera que es la mejor opción?

—Como podóloga, abogo siempre por intentar evitar al máximo la cirugía. Si eso implica intentar corregir desde pequeños, lo intentaría. Además, hay evidencia clínica, lo hemos visto. Cuando recolocas un dedo en esa edad, aunque está muy flexible porque todavía no está estructurado, notamos mejoría. A veces no es total, pero al menos evitamos descompensaciones en el dedo o complicaciones a la larga. Para mí siempre es mejor intentarlo todo porque además lo que hacemos es muy poco invasivo y económico. Creo que merece mucho la pena intentarlo siempre. 

—¿Cuándo debemos preocuparnos por los pies de los más pequeños?

—Es tan genérico… Lo que digo siempre es que a partir de los tres años se puede hacer una revisión con el podólogo infantil. Al igual que cuando salen los dientes y vas a revisarle la boca. Los podólogos utilizan una serie de parámetros y un algoritmo terapéutico en el que se intenta ver o saber si ese pie evolucionará favorablemente o no. Se hace una revisión cada año. Determinar si un pie plano es o no patológico se hace a partir de una exploración en la que se miden parámetros desde la cadera, rodilla, tibia, pie; es muy complejo. Por eso le digo a los padres que hay que hacer una visita. A través de lo que se hace a menudo, poner al niño en el podoscopio, mirar la huella y decir que es plana, es totalmente incorrecto. La huella nos puede servir como complemento a partir de los seis u ocho años de edad. Antes no tiene validez científica. Y a los seis u ocho años de edad nos puede ayudar en algo, pero por sí sola, no nos dice absolutamente nada. 

—¿Suele ser una preocupación que el niño no camine bien de forma autónoma?

—Claro. Siempre lo digo, parece que los padres estamos muy concienciados en que el niño necesita una evolución en muchos ámbitos de la vida excepto en la marcha. Por ejemplo, asumimos que un niño para empezar a escribir primero lo hará con letra de palo y poco a poco evolucionará. O que pasará de estar tumbado a la capacidad de darse la vuelta, sentarse y gatear. Eso lo vemos normal. Sin embargo, cuando camina, parece que lo va a hacer ya, del tirón. Y no, la marcha del niño requiere una evolución y hay cosas que solo suceden en determinadas edades. Por ejemplo, hasta los tres años se puede considerar normal una marcha en puntillas, con los pies hacia adentro o hacia afuera. Si no hay una causa que se considera muy grave, es normal esa marcha alterada. Hasta los dos años no hay el impulso del pie y hasta los cuatro no lo hay de talón. Es la evolución de esa marcha que alcanza la madurez a los siete años. Si la marca evoluciona, habrá aspectos que nos preocupen y que tienen que hacerlo porque realmente hay algo alterado, o no. Pero tenemos que ser conscientes de que un niño, mientras madura la marcha, puede sufrir diferentes variables. 

—Para estimularlo a caminar cuando aún es un bebé, ¿sería una buena opción comprarle un tacataca?

—No, nunca en la vida. El niño tiene que aprender a caminar por sí solo y cualquier ayuda externa que queramos darle lo único que hará es entorpecer ese desarrollo. Con ayuda externa me refiero también a los caminadores, los que ellos arrastran. Esos hacen mucho para ayudarles a caminar pero, sin embargo, lo que hacen es desplazar al niño hacia adelante, el centro de gravedad y retrasas el inicio de la marcha. 

En el caso de los tacatacas, además, aunque no hay evidencia científica de que produzcan deformidades en las piernas, es verdad que la posición que provocan en caderas y piernas no es la óptima. Retrasa la evolución de la marcha porque verticaliza al niño en un momento en el que no está preparado para ello y luego, la cantidad de accidentes que puede provocar, domésticos. De hecho, en algunos países está prohibido por la cantidad de accidentes que puede provocar y, además, de gravedad. Por eso, totalmente desaconsejado. 

—¿Debe dar sus primeros pasos con zapatos o sin ellos?

—Sin ellos. Los zapatos se deben usar para lo que están diseñados. La definición de zapato es proteger el pie de los medios externos. Si en casa, tenemos un espacio protegido, el suelo no quema y no hay posibilidad de cortarse, siempre es mejor descalzos. Hay que pensar que durante la evolución de la marcha, los primeros años, es por el desarrollo del sistema nervioso central. Requiere de mucho trabajo de equilibrio y propiocepción que entra a través del pie. Por eso, siempre decimos que los niños, si vivimos en pisos con los suelos lisos y uniformes, intentemos poner alfombras sensoriales. Cosas que les hagan sentir mucho el suelo, diferentes texturas. Con esto, lo que hacemos es trabajar estímulo de propiocepción. Cuando tú pones una suela estás poniendo una interfaz entre piel y suelo, le estás quitando todo el estímulo. Con lo cual lo estás entorpeciendo. Por eso siempre hablamos de suelas muy finas, para que el niño perciba todo el estímulo del suelo. Mejor siempre descalzos y cuando se necesite, los zapatos. En realidad es sentido común. 

 —¿Sueles dar algún consejo a los padres para que el niño empiece con esa marcha autónoma?

—En realidad, nada. Va a evolucionar por sí solo. Dejarlo en movimiento, eso seguro. Es decir, si tú lo pones encerrado en un parque de casa, se ve limitado. Si no le das movimiento y espacio el niño no va a caminar. Siempre digo lo mismo: dejar espacio y movimiento en el pie, ya está. No hay nada para incentivar. Hay juegos, como jugar a la pelota y cosas así, pero nunca sujetarle de la manos ni hacer cosas extrañas porque al final el niño va a evolucionar bien si todo está dentro de la normalidad. Evitar encerrarlos en el parque. Sobre todo, dejarles mucho en el suelo porque no nos lo parece, pero cuando hablo con los padres que tienen bebés siempre les digo: cuéntame tu día. Y al final, muchas veces, te das cuenta de que el bebé se pasa medio día entre cochecito y trona. Por eso siempre decimos que hay que dejarlos mucho en el suelo, mucho estímulo. De hecho, en la pandemia he tenido niños en consulta que el diagnóstico era falta de estimulación. Niños con muy poco tono y un desarrollo bajo. Era porque los padres trabajaban y no había calle ni nada, muy poca estimulación del niño. 

—¿A partir de qué edad el niño debería de llevar calzado infantil?

—A partir de que camine, que pueda dar diez pasos por sí solo. Siempre y cuando sea necesario. 

—¿Qué es un calzado respetuoso?

—Se define de diversas formas. Una es que permite el movimiento natural del pie y lo respeta en cuanto movimiento y espacio. Es un zapato que ni beneficia ni perjudica el desarrollo del niño. Porque tampoco queremos que beneficie, eso ya lo sabemos. Siempre digo en las ponencias que doy que, al final, un zapato respetuoso es aquel que es necesario para el pie del niño. Es decir, hay niños que vienen a consulta, tienen X patología y requieren otro tipo de calzado. Pero también que no lo necesiten. Puede que los padres me digan: «yo quería que el niño llevara calzado respetuoso». No, no, es que ese es el respetuoso para él porque es el que le hace falta. Estamos llegando a unos extremismos que yo siempre defiendo la flexibilidad ante todo. Sobre todo en temas de maternidad y paternidad. 

—¿Y hasta qué edad habría que llevar ese calzado respetuoso?

—Siempre respondo con una pregunta. A los padres, les digo: «¿Hasta qué edad dirías que el niño tiene que comer sano?» Es exactamente lo mismo. El niño tiene que ir con calzado respetuoso toda la vida. De la misma forma que en el fin de semana, a lo mejor le doy un dulce, si me piden unos zapatos de luces, pues se los dejo en esos días. Se puede pactar con los niños, pero tampoco se debe prohibir.  

—A la hora de elegir entre velcro, cordones y calzado con punteras, ¿también hay flexibilidad?

—No. En el libro incluyo una tabla resumen recogiendo a lo que yo podría renunciar, a lo que renuncio a veces y a lo que nunca renunciaría de un zapato. A lo que nunca renunciaría es una puntera y a una suela. La puntera siempre debe ser o anatómica o redondeada, me da igual, pero debe permitir que los dedos estén amplios. Que puedan trabajar y que durante la marcha no estén apretujados y dormidos. La suela siempre debe ser flexible. Para caminar se deben doblar los metatarsianos para despegar y en el momento en el que una suela no me permita hacer eso, no me sirve, en absoluto. Luego ya lo otro, podrá depender más o menos. Por ejemplo, el sistema de ajuste tiene que ser siempre regulable, pero si encontramos uno que no lo es pero encaja perfectamente en el pie del niño o lo que sea, lo paso. Siempre defendemos que el niño debe ser lo más autónomo posible y hasta que no se sabe atar los cordones, aconsejamos velcro, pero si encuentro un formato perfecto para mi hijo, que hace atletismo, y resulta que lleva cordones, tiro para adelante.  

—¿Cada cuánto se debería de cambiar el calzado de los niños? 

—Hay tablas que dicen cada cuánto hay que cambiar el zapato y yo las incluyo en el libro. Pero siempre digo que más allá de estas, hay que comprobar la talla. Siempre digo que mis hijos, cada día, se quitan los calcetines y los zapatos y les miro si hay rojeces. Cada dos semanas, aproximadamente, ellos ponen el pie en la plantilla y comprueban. Ahora porque son mayores, pero antes lo hacía yo. Tiene que sobrar entre 0,8 y 1,2 centímetros. Cuando quedan 5 milímetros es que estamos al límite de talla. Tenemos que empezar a buscar ya otro zapato porque ese se queda pequeño. También se debe de cambiar cuando la estructura está muy destrozada, aunque le vaya bien de talla. Porque el calzado respetuoso tiene tendencia a romperse con más facilidad que otro más duro que una piedra, claro. 

—¿Es una buena opción comprar calzado una o dos tallas más grande y poner una plantilla? 

—No es una buena opción, nunca. Al final, le pones la plantilla que le abultará más, pero seguirá siendo más largo y más grande del que debería y ahí se pierde la parte de ajuste mecánico en la que el niño no va ir cómodo.

—¿Y heredar zapatos?

—Aquí la respuesta principal es un no. Con la práctica, me he dado cuenta de que cuando dices «es que se han utilizado poco», es tan relativo… ¿Qué es poco para ti y qué es poco para mí? Al final, aunque sean hermanos, pueden tener pies totalmente diferentes. Estás marcando la huella de un pie en el otro que a lo mejor no lo tiene. A parte, puede que le encaje o no el zapato.

No obstante, la realidad de muchas familias es una situación económica difícil y zapatos muy caros. Aquí siempre les recomiendo mirar que realmente se hayan usado muy poco y que no esté desgastada la suela ni la plantilla. Si la suela tiene un desgaste externo, no nos sirve. Y si la plantilla también lo tiene y está baja, tampoco nos sirve. Es verdad que muchos padres vienen a consulta y me traen los zapatos, para que les ayude a escoger cuáles pueden heredar. Y lo hago tranquilamente porque entiendo que hay situaciones muy duras. ¿Qué te lo puedes permitir? Evítalo. Hereda ropa, gorros y todo lo que quieras, pero zapatos, mejor que no. Pero hay bebés que ni se los han puesto, entonces, evidentemente, sí es buena opción que pasen a otro niño. 

Cinthya Martínez Lorenzo
Cinthya Martínez Lorenzo
Cinthya Martínez Lorenzo

De Noia, A Coruña (1997). Graduada en Periodismo por la Universidad de Santiago de Compostela, me especialicé en nuevas narrativas en el MPXA. Después de trabajar en la edición local de La Voz de Galicia en Santiago, me embarco en esta nueva aventura para escribir sobre nuestro bien más preciado: la salud.

De Noia, A Coruña (1997). Graduada en Periodismo por la Universidad de Santiago de Compostela, me especialicé en nuevas narrativas en el MPXA. Después de trabajar en la edición local de La Voz de Galicia en Santiago, me embarco en esta nueva aventura para escribir sobre nuestro bien más preciado: la salud.