¿Hasta qué edad se puede ser padre?: «El riesgo aumenta a partir de los 40»

Laura Inés Miyara
Laura Miyara LA VOZ DE LA SALUD

LA TRIBU

El riesgo en la paternidad aumenta a partir de los 40 años.
El riesgo en la paternidad aumenta a partir de los 40 años. iStock

El reloj biológico no afecta solo a las mujeres, sino que la calidad del semen también empeora a partir de cierta edad

13 jul 2023 . Actualizado a las 17:33 h.

La edad ideal para ser padre es algo a lo que no solemos prestar atención, sobre todo en comparación con el caso femenino: contamos con abundante información sobre el ciclo reproductivo de las mujeres y sabemos cuáles son las edades de mayor fertilidad para ellas. Tenemos claro que, a nivel biológico, la década de la veintena es la más favorable para ser mamá e incluso hemos escuchado, en alguna ocasión, la odiosa expresión «embarazo geriátrico», que define a aquellas gestaciones que suceden a partir de los 35 años de edad de la madre. ¿Y qué hay de ellos?

La paternidad se ha ido retrasando, así como la maternidad, en los últimos años, a raíz de factores socioeconómicos y culturales que han llevado a que la edad media para tener hijos sea en Galicia cercana a los 36 años en los hombres, y supere los 32 en el caso de las mujeres. La edad media de paternidad actual es tres años mayor que hace una década. Pero, ¿qué significa esto para la descendencia?

El reloj biológico no es solo una realidad para las mujeres. Aunque en ellas se hace evidente el final de la fertilidad con la llegada de la menopausia, en el caso de los hombres, la edad «también se relaciona con un peor pronóstico de embarazo, una mayor tasa de abortos, así como riesgos para la salud de la madre y de la descendencia», explica el andrólogo Miguel Ruiz, director del departamento de Andrología Reproductiva de la clínica Crea de Valencia y vicepresidente de la Sociedad Española de Fertilidad (SEF).

Paternidad de riesgo

Cuando hablamos de tener hijos a edades cada vez más avanzadas, tenemos que saber que esto supone un mayor riesgo de que el bebé concebido pueda tener problemas de salud. En otras palabras, los testículos van a producir espermatozoides a lo largo de toda la vida, «pero no es una cuestión de si los hay o no, o de si son móviles. Lo importante es el ADN que llevan en la cabeza, que resulta esencial para que se produzca un embrión. Con el paso de los años, es más probable que existan daños», explica Juan Álvarez, vocal de la Asociación Española de Andrología, Medicina Sexual y Reproductiva (ASESA) y andrólogo en la clínica Androgen de A Coruña.

Esto no quiere decir que no se pueda concebir, aunque es cierto que la fertilidad masculina se ve resentida a partir de los 40 años de edad y puede verse asimismo afectada por enfermedades cardiovasculares o metabólicas.

Al fin y al cabo, «si el padre representa el 50 % de la genética de su descendencia, es evidente que transmite un 50 % de información de sus genes y, con ello, todos aquellos factores que actúan, interfieren y producen mutaciones en el espermatozoide, a su descendencia. Por lo tanto, todo aquello que hace el padre y que influye en su calidad de salud también influirá en los hijos», señala la doctora Ana Puigvert, andróloga y miembro del Comité Científico de la Sociedad Española de Fertilidad.

Por qué la edad importa

El mecanismo concreto que hace que la edad de los hombres impacte en los hijos no está del todo claro aún. En este sentido, hay que recordar que «hay aspectos en los que influye la edad del varón. Hay más probabilidades de alteraciones cromosómicas y, en esto, sí que hay algún estudio que dice que tienen más problemas a posteriori los niños. Pero existen bastante menos datos que con las madres porque, al final, son las que gestan y sobre las que se controla el embarazo», señala la doctora Anna Suy, presidenta de la sección de Medicina Perinatal de la Sociedad Española de Ginecología y Obstetricia (SEGO).

De todos modos, existen factores claros que determinan el riesgo de una paternidad a edad avanzada. El principal de ellos es la disminución de la testosterona que se va dando con el paso del tiempo. Esta hormona, que se produce en los testículos, es de vital importancia no solo para la función sexual y reproductiva del hombre, sino para el desarrollo de caracteres sexuales secundarios como la barba y el músculo.

El problema es que, como explica Ruiz, «los testículos deben producir suficiente cantidad de esta sustancia para que la espermatogénesis funcione de forma adecuada. Pero con la edad, se va produciendo una reducción progresiva de sus niveles, que con frecuencia implica el establecimiento de lo que se conoce como un hipogonadismo de aparición tardía».

Este cuadro se suele dar a partir de la década de los cuarenta en la vida de los hombres y está caracterizado por síntomas como la pérdida de libido, erecciones menos frecuentes, orgasmos menos intensos y aumento de la grasa abdominal, así como una pérdida de masa muscular y un aumento de riesgo de padecer depresión, tener un infarto o un ictus. Al mismo tiempo, los niveles bajos de testosterona conllevan también una menor producción de espermatozoides en el semen, lo que, por supuesto, no ayuda a la concepción.

Así, la producción ininterrumpida de millones de espermatozoides que el cuerpo masculino lleva a cabo desde la pubertad hace que las células del tejido testicular vayan envejeciendo progresivamente, lo que se relaciona con variaciones en la expresión de la información genética que contienen los espermatozoides. En otras palabras, se producen cambios epigenéticos que se traducen en un aumento de la propensión a sufrir enfermedades como el cáncer, la esquizofrenia o trastornos del espectro autista.

Otro cambio que se produce con la edad es un empeoramiento en la función de la próstata, que es la encargada de fabricar el líquido que forma parte del semen y que protege la información genética alojada en el núcleo de los espermatozoides. Esto es crucial para la reproducción, ya que el fin último de un espermatozoide es depositar en el ovocito el genoma paterno. «Se ha evidenciado que, con la edad, aumenta el porcentaje de espermatozoides que presentan roturas en la cadena de ADN», observa Ruiz.

Este cambio en la próstata hace que los espermatozoides tengan una peor movilidad, aunque pueden llegar a fecundar el óvulo. El ovocito puede ser capaz de reparar correctamente el ADN del espermatozoide, y si lo hace, el embrión evolucionara sin problema. Sin embargo, «esta capacidad de reparación depende directamente de la calidad de este ovocito y estará mermada, en la mayoría de los casos, en mujeres que tengan también una edad avanzada», precisa el vicepresidente de la SEF.

Por esta razón, el pronóstico reproductivo mejora en gran medida si hablamos de hombres que se encuentran en la década de los cincuenta o sesenta cuando su pareja es significativamente más joven que él, o si se utiliza una técnica de reproducción asistida con óvulos de donante joven.

Entonces, ¿hasta cuándo se puede ser padre?

Esto va a depender de distintos factores transversales a la edad. La patología prostática, las enfermedades cardiovasculares y el hipogonadismo tardío son algunos de los factores que pueden implicar una peor calidad del semen y resultar en problemas al concebir o para llevar a término un embarazo.

En suma, a partir de los cuarenta años, aumenta el riesgo de problemas de salud en el hombre, lo que a su vez se verá reflejado en su capacidad reproductiva. Por eso, «se recomienda realizar un estudio andrológico específico de estos riesgos en hombres que buscan descendencia a partir de los 45 o los 50 años», indica Ruiz.

Hábitos

La decisión de ser padre es algo totalmente personal, pero es bueno tener en mente la edad al momento de empezar a intentarlo. Al mismo tiempo, hay que tener en cuenta otros factores de riesgo del varón que impactan en la capacidad de lograr un embarazo y sobre los que tenemos control. No podemos dejar de lado la asociación entre la calidad del esperma y hábitos como la alimentación, el ejercicio físico o el consumo de tóxicos como alcohol o tabaco.

En este sentido, existen investigaciones que muestran no solo los beneficios de una alimentación saludable y mediterránea, sino la importancia de hacer ejercicio de manera regular. Esto último es especialmente importante, teniendo en cuenta los efectos nocivos del sedentarismo al modificar las características del tejido testicular. Dada la alta sensibilidad de los espermatozoides, el pasar demasiado tiempo sentados puede alterar la temperatura de los testículos o limitar la irrigación sanguínea, causándoles daño.

El alcohol es otro gran enemigo de la salud reproductiva: estudios en animales han demostrado que el consumo de alcohol por parte del padre influye en el peso que tendrán los descendientes y puede exacerbar un comportamiento ansioso en ellos, entre otros problemas. Por su parte, la nicotina no se queda atrás: el tabaco se ha asociado a un aumento en el riesgo de alteraciones en el neurodesarrollo de los hijos.

Laura Inés Miyara
Laura Inés Miyara
Laura Inés Miyara

Redactora de La Voz de La Salud, periodista y escritora de Rosario, Argentina. Estudié Licenciatura en Comunicación Social en la Universidad Nacional de Rosario y en el 2019 me trasladé a España gracias a una beca para realizar el Máster en Produción Xornalística e Audiovisual de La Voz de Galicia. Mi misión es difundir y promover la salud mental, luchando contra la estigmatización de los trastornos y la psicoterapia, y creando recursos de fácil acceso para aliviar a las personas en momentos difíciles.

Redactora de La Voz de La Salud, periodista y escritora de Rosario, Argentina. Estudié Licenciatura en Comunicación Social en la Universidad Nacional de Rosario y en el 2019 me trasladé a España gracias a una beca para realizar el Máster en Produción Xornalística e Audiovisual de La Voz de Galicia. Mi misión es difundir y promover la salud mental, luchando contra la estigmatización de los trastornos y la psicoterapia, y creando recursos de fácil acceso para aliviar a las personas en momentos difíciles.