María Luisa Ferrerós, experta en conducta infantil: «Si los niños no tienen hambre en el desayuno es porque han cenado tarde y mal»

LA TRIBU

María Luisa Ferrerós es psicóloga y autora de Dime qué come y te diré cómo se porta.
María Luisa Ferrerós es psicóloga y autora de Dime qué come y te diré cómo se porta.

La especialista explica que en la etapa escolar, es importante cenar a las siete de la tarde para después bañarse e irse a dormir a las nueve y media, una rutina que asegura suficientes horas de sueño

26 jun 2024 . Actualizado a las 12:04 h.

La relación entre el consumo de azúcar y la hiperactividad en los niños se ha repetido en la cultura popular hasta convertirse en un cliché. Pero ¿hasta qué punto el exceso de dulces puede cambiar la conducta de los más pequeños? ¿Qué impacto tiene una dieta mal equilibrada en su salud mental? La psicóloga María Luisa Ferrerós, especializada en neuropsicología, sostiene que la nutrición tiene un rol más importante de lo que podríamos pensar en estos temas. La experta, formada en el diagnóstico de la neurodiversidad en la universidad de Cornell, en Estados Unidos y la London University del Reino Unido, acaba de publicar Dime qué come y te diré cómo se porta (Planeta, 2024), un libro que escribió con la colaboración de la doctora Victoria Revilla Sánchez, investigadora en neurobiología, y que desglosa la relación entre el sistema digestivo y el cerebro y explica cómo se puede mejorar el bienestar emocional desde la infancia a través de los alimentos.

—¿Cómo se relaciona la nutrición con la conducta de los niños?

—Como sabemos, el intestino es el segundo cerebro. Hay una conexión cerebro-intestino-emociones que está estudiada y comprobada. En el intestino es donde se segregan la mayoría de los neurotransmisores y las hormonas responsables del bienestar, como la serotonina y la dopamina. Si el sistema digestivo está alterado, con déficit de nutrientes o con exceso de otras sustancias, eso altera directamente a esas secreciones, con lo cual su estado emocional se ve alterado y aparecen la impulsividad, la irritabilidad y la agresividad.

—¿Cuáles son algunos de los nutrientes más importantes a tener en cuenta a la hora de cuidar la salud mental de los niños?

—Por una parte, tenemos los déficits de magnesio, de zinc, de hierro, de ácido fólico o de omega 3, porque los niños no comen adecuadamente. Y por otro lado, puede haber excesos de sustancias químicas estabilizantes, colorantes, azúcares, conservantes que son disruptores endocrinos.

—¿Qué impacto tienen estas deficiencias alimentarias en las conductas?

—El magnesio es un mineral que se encuentra en alimentos que los niños suelen comer poco, como los pescados azules o los frutos secos. Si tienen déficit de magnesio, no tienen la base para poder desarrollar los neurotransmisores responsables de su estado de ánimo. Eso repercute directamente en el bienestar.

—¿Qué efectos tiene el azúcar en los niños?

—El azúcar lo único que nos da es energía. Es como un estimulante. No tiene proteínas ni micronutrientes importantes. Es una bomba que además, se digiere y se asimila rapidísimo, por eso se utiliza la glucosa en formato de gel en deportistas, para suplir su gasto energético. Pero se digiere rápido y al rato hay una bajada otra vez del azúcar, que provoca ansiedad, irritabilidad y un malestar importante. Se entra en un bucle. Y el problema principal en el caso de los niños es que, cuando les pasa esto, ellos no lo saben identificar. No saben qué les pasa, solo saben que se encuentran raros, mal, les molesta todo. Pero no se dan cuenta de que es por algo que han comido o porque tienen hambre. Entonces, hay que ir educándoles acerca de este tema.

—¿Qué podemos hacer para incentivar el consumo de frutas y verduras en ellos?

—Hay que ofrecerles siempre sin prohibir ni obligar. Cuando prohíbes u obligas, consigues el efecto contrario. La mejor manera de ofrecerles alimentos es implicando a los niños en la elaboración de los platos. Por ejemplo, si haces una macedonia de frutas, si ellos te ayudan a pelarlas con un pelador con el que no se puedan cortar, o a mezclarlas, se implican y después van a querer probar lo que prepararon. Además, es como un juego para ellos. Incluso puedes usarlo para enseñarles matemáticas. Pueden ir sumando cucharadas y gramos y hacer pequeños cálculos. La manera de introducirles en un estilo de vida saludable es de forma lúdica. Y es bueno que la comida tenga muchos colores. Yo aconsejo hacer platos combinados que tengan un poquito de alimentos de cada color. Puedes poner unos guisantes, unos tomatitos cherry, un trocito de pollo y de esa manera comen un poquito de cada cosa y se lo acaban. No es lo mismo que darles un plato enorme con ensalada que nunca se van a poder acabar.

—¿Qué efectos se ven con estos cambios en la alimentación de los niños?

—El efecto positivo de armonía y tranquilidad en el niño es brutal. Puede cambiar tu día a día, porque es pasar de tener unas tardes con pataletas y problemas de gestión emocional a tener tardes tranquilas.

—¿El desayuno es indispensable incluso si no tienen hambre?

—Lo que he comprobado a lo largo de mi experiencia profesional es que si por la mañana no tienen hambre es porque han cenado tarde y mal. A veces los hacemos esperar a las nueve de la noche para cenar, cuando a las siete ya tendrían que tomar algo. Pensemos que los horarios de los niños son un poco diferentes y ellos a las nueve y media tendrían que estar durmiendo. Por lo tanto, pueden cenar a las siete o siete y media. Si cenan a la hora que les toca y la comida que les corresponde, once horas después van a tener hambre. Si no la tienen es porque han cenado tarde y a lo mejor cenaron algo ultraprocesado, entonces, todavía están haciendo la digestión. Es importante desayunar, porque la primera comida del día te da la energía y los nutrientes necesarios para que vayas al cole y puedas estar atento y concentrado, enterándote de lo que te explican hasta la hora de comer. De lo contrario, estarán ansiosos, medio dormidos, portándose mal.

—¿Cómo tiene que ser ese desayuno?

—Es importante que tenga un tercio de proteína, un tercio de grasa y un tercio de hidratos de carbono. Un desayuno completo podría ser un tazón de yogur con un puñadito de frutos secos, con pepitas de chocolate y un kiwi o un plátano cortado dentro. Otra opción podría ser un bocadillo de tortilla francesa o unos huevos duros o a la plancha con un poquito de tomate y atún. El huevo es un alimento de alta calidad nutricional, porque tiene aminoácidos esenciales, proteína y grasas saludables.

—¿Qué errores cometen las familias con la alimentación de los pequeños?

—La merienda es lo que hacen peor, porque suelen pillar lo primero que encuentran, no es una merienda nutricionalmente compensada y eso hace que no aguanten hasta la hora de la cena. Yo soy partidaria de hacer meriendas contundentes, como un bocadillo con queso. Esto les ayudará a aguantar hasta la cena. Pero también tenemos que plantearnos cenar más temprano, porque ellos se van a dormir más pronto y además, cuando los niños tienen hambre, es un hambre mucho más intensa que no pueden aguantar.

—¿Cómo tiene que ser esa rutina nocturna para ellos?

—A los niños pequeños a veces les va mejor cenar primero y después bañarse. Porque a veces están con hambre y el baño es una pelea. Luego les das la cena, esa cena les da un subidón de energía y entonces no hay quien los meta en la cama. Si tú primero les das la cena, se bañan tranquilos, el baño les relaja y ahí se van a dormir. Por eso soy partidaria de cenar más pronto, con el horario europeo. También porque en el colegio a la una ya están comiendo. Si les hacemos esperar, van a estar de mal humor.

—Muchos ultraprocesados están dirigidos específicamente a los niños y hay mucha presión del márketing. ¿Qué podemos hacer cuando ellos piden estos productos?

—Si los piden, hay que tener claro que se pueden hacer excepciones, porque prohibir normalmente no funciona. Pero es importante no ir a la compra con los niños, porque entonces acabas comprando más de estos productos. Si los compramos, lo hacemos en un día especial, un cumpleaños o el fin de curso. Lo que no puede ser es que esta sea su fuente habitual de comida. Hay que entender que lo que es ultraprocesado lleva sulfitos, nitratos, estabilizantes y no es comida real. Eso irrita el estómago, provoca dificultades en el crecimiento cognitivo cerebral y causa ansiedad. Lo que hay que hacer es ofrecerles alternativas saludables a todo eso. Por ejemplo, podemos aprender a hacer chuches saludables, con zumo natural de fruta, gelatina, para aprovechar el colágeno que lleva, y moldes de cubitos de hielo. Pones el líquido a hervir y en cuanto espesa, ya lo puedes poner en los moldes. Lo dejas enfriar y te quedan unas gominolas saludables.

—¿Qué alternativas propone para llevar al cole?

—Por ejemplo, un táper con unos trocitos de manzana, unas nueces y unos trocitos de queso. Si no, un bocadillo de atún o tortilla francesa. Si le gusta mucho el dulce y quiere un bocadillo de pasta de cacao, en vez de comprarla, podemos prepararla en casa con avellanas, leche, cacao y un plátano en vez de azúcar. Pones todo a triturar y te queda una pasta natural y nutritiva para untar.

—¿Cómo podemos identificar si un problema de comportamiento está relacionado con la alimentación?

—Cuando hay un cambio relevante en el comportamiento, eso debe hacernos pensar que está pasando algo. Entonces, hay que mirar qué está pasando en el cole, si le están haciendo bullying, si está suspendiendo algo, si no le han invitado a una fiesta de cumpleaños. Primero hay que descartar que no esté pasando nada en la esfera social y emocional. Si es así, lo siguiente que nos tenemos que plantear es si estamos comiendo peor, si ese niño está consumiendo más procesados.

—¿Qué importancia tiene comer o cenar en familia desde el punto de vista del desarrollo del niño?

—Es fundamental porque ellos aprenden por imitación. En ese momento los padres damos el ejemplo. A veces, cuando los niños no ven comer algo, deciden probarlo. El hecho de comer juntos es importante para que se den esas instancias. Es verdad que en el día a día, si ellos cenan a las siete y media, a veces no se puede. Pero en el fin de semana podemos intentar hacer comidas juntos.

Laura Inés Miyara
Laura Inés Miyara
Laura Inés Miyara

Redactora de La Voz de La Salud, periodista y escritora de Rosario, Argentina. Estudié Licenciatura en Comunicación Social en la Universidad Nacional de Rosario y en el 2019 me trasladé a España gracias a una beca para realizar el Máster en Produción Xornalística e Audiovisual de La Voz de Galicia. Mi misión es difundir y promover la salud mental, luchando contra la estigmatización de los trastornos y la psicoterapia, y creando recursos de fácil acceso para aliviar a las personas en momentos difíciles.

Redactora de La Voz de La Salud, periodista y escritora de Rosario, Argentina. Estudié Licenciatura en Comunicación Social en la Universidad Nacional de Rosario y en el 2019 me trasladé a España gracias a una beca para realizar el Máster en Produción Xornalística e Audiovisual de La Voz de Galicia. Mi misión es difundir y promover la salud mental, luchando contra la estigmatización de los trastornos y la psicoterapia, y creando recursos de fácil acceso para aliviar a las personas en momentos difíciles.