Javier Urra, psicólogo: «La gente dice que no se puede elegir a los amigos de los hijos, pero yo digo que sí»
LA TRIBU
Es una de las voces expertas más reconocidas en psicología y crianza, Urra explica que las nuevas generaciones han crecido sin exposición a situaciones frustrantes, lo que implica riesgos a largo plazo
19 dic 2024 . Actualizado a las 05:00 h.Javier Urra es doctor en Psicología especializado en Clínica y pedagogo terapeuta. Dentro de su extenso currículum se destacan sus logros a nivel nacional: entre 1996 y 2001 fue el primer defensor del Menor en la Comunidad de Madrid y ha sido también presidente de la Red Europea de Defensores del Menor; es colegiado de Honor en Psicología y le concedieron la Cruz de San Raimundo de Peñafort por el Ministerio de Justicia.
Urra es, además, autor de numerosos libros sobre crianza y psicología. El más reciente de ellos, Hijos: Prevención de riesgos (Desclée De Brouwer, 2024) es una guía completa para criar a los adultos del mañana con una premisa central: la sobreprotección es el mayor de los riesgos a los que los niños españoles están expuestos.
—¿Cuáles son algunos riesgos que aparecen a medida que crecen los hijos?
—Uno importante es no darse cuenta de que un hijo adolescente padece depresión. Esto puede ocurrir porque la depresión en adolescentes emana de una manera sorprendente y a veces parece que son jóvenes adolescentes negativos y enojados con el mundo, pero en el fondo están deprimidos. Son chicos que tienen poca ilusión por vivir y esto es un problema. Porque a partir de ahí, aparece la depresión y se corre el riesgo de que sientan desesperanza y aparezcan ideas autolíticas o de suicidio. El segundo riesgo es que el chico no tenga amigos. Esto le va a hacer sentir tan mal que posiblemente se refugie en las pantallas, creando un personaje que no coincide con él mismo. Se meten en un mundo que no es real.
—¿Cuáles son los principales problemas que ve en consulta relacionados con el uso de internet?
—Dentro de la red, un problema que tenemos es que las chicas, primordialmente, encuentran páginas proanorexia, que les dan consejos de qué hacer para mantener un cuerpo muy delgado. Este es un tema realmente serio y grave. Otro problema que encontramos en la red es la ludopatía, que creció mucho con el covid. Chicos que se meten en el mundo del juego y cuando les va mal, la única forma de salir que tienen es seguir jugando. Y también hay un problema, numéricamente no tan grande, pero sí grave, que es la posibilidad de que los chicos entren en bandas violentas, agresivas, extremistas, que entren en sectas o en grupos con ideas fanáticas. Estos son todos riesgos significativos que hay que saber que existen.
—¿Es difícil detectarlos a tiempo?
—Si los padres se enteran de que esto existe, yo creo que pueden estar atentos y si son próximos a sus hijos, se dan cuenta. En relación con las redes sociales, la gente cree que los padres no deberían entrar a controlarlas, porque atenta contra la intimidad del hijo, pero eso no es así. Hay una sentencia del Tribunal Supremo que explica que los padres tienen el deber de saber con quién contactan sus hijos a través de la red. Otra cosa es que si tu hija de 17 años tiene una pareja quieras cotillear lo que hace con esa pareja; eso sí que no es apropiado. Pero si tú crees que está en una situación de riesgo o que puede estar en contacto con adultos que le piden imágenes o dinero, hay que intervenir. Esto es realmente importante.
—Esa línea entre intervenir y no hacerlo no siempre es tan clara...
—Hay que estar presentes, pero no debemos de caer en la sobreprotección, porque incapacita a los chicos. La vida tiene momentos preciosos, pero también tiene momentos duros, de pérdidas, de deslealtad. Hay que enseñar a los niños a sobreponerse a ellos.
—Muchos riesgos vienen del entorno en el que los jóvenes se desarrollan, más allá de la familia. ¿Cuánta influencia pueden tener los padres frente a esos otros círculos con los que un joven se empieza a relacionar a medida que va creciendo?
—Yo creo que mucha. Un 100 %. Porque la influencia los padres la tienen desde el inicio y a lo largo de la vida. ¿Puedes elegir a los amigos de tus hijos? La gente dice que no, pero mi respuesta es que sí. Porque yo puedo dejar a mis hijos salir el viernes a la noche, pero ya saben que a las ocho de la mañana el sábado les voy a despertar para ir a la piscina o al campamento. Si metes a tu hija en una orquesta, estará con un grupo de gente sana a la que le gusta el arte y la música. Esa es una forma de evitar que esté en otros ámbitos. No se trata de decirle que no se drogue, sino de darle otras posibilidades que sean más bonitas, más atractivas incluso, de darle esas herramientas para que se proyecte en el futuro y construya su vocación.
—¿Cuáles son las claves para gestionar conflictos con los hijos en la adolescencia?
—Lo primero es saber que el conflicto es parte de la vida. Pero hay que poner normas y límites. No por ser adolescente le vas a permitir que pegue un portazo o que te insulte. Para poder gestionar el conflicto, los padres tienen que tener criterios más o menos coherentes en la crianza: saber qué papel van a dar a los abuelos, si van a llevar al hijo a un colegio de un corte religioso o no, todas esas cosas tienen que estar decididas. Y durante una discusión con los hijos, como con la pareja, no hay que gritar ni levantar la mano ni insultar. Hay que autorregularse y educar. Lo importante es trasladar a los hijos que tú también eres sereno, que tienes equilibrio. Esto ayuda a mantener el respeto.
—¿Cómo podemos establecer esos límites para que se respeten?
—Para eso, lo que es esencial es que los mayores seamos adultos, seamos responsables, asumamos cuál es nuestro papel. Esto se trabaja desde los dos años, no puedes ponerle límites a un chico con 16 años por primera vez si no se los has puesto nunca.
—¿Qué cambios ha observado en cómo se relacionan padres e hijos a lo largo de sus años de experiencia?
—Antes había un gran respeto hacia los padres, a veces miedo, aunque esto también era un problema. Había un gran respeto a los profesores, también. Y hoy, es al revés. Quizás hoy haya más violencia filioparental, es decir hijos que agreden a sus padres. Las tecnologías también han cambiado mucho las relaciones. Primero las inventamos y ahora nos estamos dando cuenta de los riesgos que tienen y las limitaciones que tenemos que poner.
—¿Cuáles son los principales errores que cometemos en la crianza?
—Como decía antes, la sobreprotección es un error muy frecuente. Hay que dejarles que arriesguen, que corran, que conozcan, sin miedo, sin paranoia, sin medicalizar, sin psicologizar. Se nota mucho que los chicos no maduran porque los sobreprotegen y los cuidan demasiado. Esto frena el desarrollo de su autonomía. Hay que recordar que nosotros también fuimos hijos y nos hacía falta esa independencia. Luego, se empieza a querer que los niños sean siempre felices. Está bien como idea, pero no siempre. También tienen que saber tolerar la frustración, enamorarse de la persona que no les hace caso, intentar algo y que salga mal. Todo eso es importante en la vida.