Miguel Ángel Martínez-González, catedrático de Salud Pública: «No deberíamos usar el móvil ni en el baño ni en el dormitorio»

Laura Inés Miyara
Laura Miyara LA VOZ DE LA SALUD

LA TRIBU

El doctor Miguel Ángel Martínez-González es catedrático de Salud Pública.
Miguel Garrote

El experto señala que la exposición a pantallas se debería considerar como un «arma de distracción masiva» que perjudica gravemente el desarrollo emocional e intelectual de los jóvenes

20 ene 2025 . Actualizado a las 11:55 h.

El doctor Miguel Ángel Martínez-González, especialista en Medicina Preventiva y Salud Pública, es catedrático de la Universidad de Navarra desde el 2005 y catedrático visitante de la Universidad de Harvard desde el 2016. Ha recibido el Premio Nacional Gregorio Marañón en el 2022, un importante reconocimiento a la investigación médica en España. Ha publicado varios libros sobre prevención sanitaria. El más reciente, 12 soluciones para los retos de las pantallas (Planeta, 2025), aborda los problemas que surgen de la exposición constante de niños y jóvenes a contenidos digitales que, en muchos casos, no son apropiados para su edad. En diálogo con La Voz de la Salud explica cómo podemos construir límites sanos con las pantallas.

—¿A partir de qué edad cree que una persona está lista para tener móvil?

—Antes de los 18 años, no. Pienso que no soy el único que está diciendo que la adolescencia tiene que estar libre de móviles. Ahora mismo hay un movimiento en toda España con más de 50.000 familias que piden esta adolescencia libre de móviles y se basan en los daños graves que se están produciendo a la salud pública por la imprudencia que supone darle una tecnología tan potente a una persona, que por su desarrollo cerebral no está preparada para manejar. A esa edad, no se puede competir con algoritmos que están diseñados para capturar la atención permanentemente y no dejarle ni un minuto libre.

—¿Qué impacto tiene en la salud mental este ecosistema digital?

—Tenemos una epidemia de patología de salud mental en jóvenes sin precedentes. A mí me asombra el hecho de que la mortalidad en el estrato de edad de 1 a 19 años, en los países que tienen mejores estadísticas, en vez de seguir disminuyendo, como estábamos acostumbrados, está aumentando por el suicidio. Y cuando se hacen estudios poblacionales se ve que hay una frecuencia de patología psiquiátrica en la gente joven como no se ha visto nunca. Esto está aumentando claramente, no hay nadie que lo dude, están aumentando los trastornos de ansiedad, las autolesiones, las depresiones, los déficits de atención, hay muchísimos jóvenes que están medicados. Tenemos evidencia más que suficiente para decir que la causa es esta exposición masiva desde la infancia a pantallas con conexión a internet, una exposición que para muchos adolescentes está ocupando ocho horas al día, por lo menos.

—¿Qué consecuencias tiene este uso del móvil a edades tempranas?

—Genera daños en tres aspectos. Por una parte, en la salud mental, por otra parte, en todo lo relativo a la afectividad y la sexualidad, y por otra parte, para la propia inteligencia, que está experimentando por primera vez un declive con respecto a generaciones previas. Estos son instrumentos que consiguen una distracción masiva de la población, especialmente en las personas jóvenes, y además interrumpen su ciclo de sueño. Los peligros son varios.

—Menciona la esfera sexual. ¿Cómo podemos abordar con los jóvenes el tema de la exposición a pornografía?

Hay que hablar con nuestros hijos de esto y mejor antes que después. El peligro no es adelantarse, es retrasarse. Y en estas conversaciones, que tienen que ser individuales, que tienen que estar llenas de confianza, hay que dar por hecho a partir de cierta edad que es seguro que han tenido la exposición, porque la pornografía no se busca. Los chavales la encuentran muchas veces sin buscarla. No hay que regañarles, no hay que inculparlos. Hay que asumir incluso desde el propio lenguaje corporal que no se les está reprochando nada. Simplemente, lo que hay que facilitar es la sinceridad. Si se establecen esas conversaciones desde muy pequeños, se les puede ir educando en este tema.

—¿Qué impacto tiene la exposición a pornografía en el desarrollo de los jóvenes?

—La tragedia actual es que quien educa en sexualidad a las chicas, a los chicos, no son los padres, no son los colegios, no es el ministro de Educación, sino que es la pornografía online, que está incrustando unos códigos de conducta que incluyen la violencia y el desprecio a la mujer, que incluyen las agresiones, e incluyen una serie de conductas que no tienen nada que ver con la sexualidad real ni con la afectividad real, y hacen mucho daño. Por eso es fundamental que los padres se adelanten.

—¿Qué riesgos supone el consumo de estos contenidos a edades tempranas?

—Esto no lo digo yo, lo ha dicho la Fiscalía en España. Al ver el aumento de los delitos de tipo sexual, el aumento de violaciones, la edad de los perpetradores cada vez es menor. Y ellos lo dicen claramente, la exposición masiva a pornografía que están viendo los jóvenes es una causa de este aumento de agresiones sexuales a la mujer. En los estudios poblacionales que se han hecho en España, como el de Save the Children o el de UNICEF, cuando les preguntan a los chicos y a las chicas si el contenido pornográfico que ven en Internet es violento, más del 70 % dicen que sí. Y las grandes corporaciones industriales de pornografía saben que sus usuarios se van volviendo adictos y que necesitan una dosis cada vez más salvaje de un tipo de contenido de pornografía más duro para que esos usuarios sigan enganchados. Y eso está al alcance de cualquier chaval que tenga un teléfono móvil con conexión a Internet.

—¿Por qué califica como adictivo el uso del móvil?

—Porque proporciona unos picos de dopamina a nivel cerebral, unos chutes de dopamina que son absolutamente supranormales. Esto hace que se produzcan todas las condiciones que tiene una adicción: que se tenga que recurrir a una escalada porque ya el estímulo no hace efecto, o sea, que necesitan dosis cada vez mayores. Se tiene síndrome de abstinencia, se genera una tolerancia y aparece la necesidad de recurrir a eso como la primera cosa por la mañana. Se desatienden obligaciones importantes. Se percibe que eso está produciendo problemas graves, sin embargo se sigue usando a pesar de percibir los problemas graves.

—¿Por qué es tan adictivo?

—Cuando se abusa de estas gratificaciones inmediatas de tipo placentero, entra en juego la dopamina, que más que con la propia recompensa placentera, está relacionada con la esperanza de una gratificación. Esa es la sensación, que viene algo bueno, algo mejor. Esa anticipación. Cuando se abusa de esto, se pierde la capacidad de disfrutar de los placeres de la vida normal, como un paisaje, una película, una novela, estar con amigos o disfrutar en familia. Ya nada hace gracia porque se cierran esas cerraduras en las que encaja la dopamina. Hay una reconfiguración del cerebro no solo a nivel de funciones, sino a nivel físico, morfológico. Esto hace que se altere tanto la producción de dopamina, que requiere mucho más estímulo para producirse, como los receptores en los que la dopamina tiene que encajar, que son como las cerraduras donde esa llave tiene que introducirse.

—¿Qué podemos hacer para poner freno a esta conducta adictiva?

—El ayuno de dopamina es algo que se está difundiendo mucho. También se le llama a veces Digital Detox o Desintoxicación Digital, y consiste en que haya algún día a la semana en el que uno prescinde por muchas horas de tener el teléfono móvil cerca. Y una vez al trimestre se hace un fin de semana entero de desintoxicación de los contenidos digitales. Esto es sanísimo a nivel cerebral, porque se aprende a disfrutar de los procesos ordinarios de la vida y se equilibra esa balanza que tiene que haber entre el dolor y lo placentero, que están ocupando zonas cerebrales similares.

—¿Qué medidas recomienda a los padres para poner freno al uso excesivo de las pantallas?

—Los dispositivos digitales se tienen que usar únicamente en zonas comunes, no permitir el uso de dispositivos en el baño o en le dormitorio antes de acostarse. También recomiendo llegar a un pacto acerca del uso de estos elementos. No podemos pretender que se moderen en el uso si no hemos establecido reglas claras de antemano.

Laura Inés Miyara
Laura Inés Miyara
Laura Inés Miyara

Redactora de La Voz de La Salud, periodista y escritora de Rosario, Argentina. Estudié Licenciatura en Comunicación Social en la Universidad Nacional de Rosario y en el 2019 me trasladé a España gracias a una beca para realizar el Máster en Produción Xornalística e Audiovisual de La Voz de Galicia. Mi misión es difundir y promover la salud mental, luchando contra la estigmatización de los trastornos y la psicoterapia, y creando recursos de fácil acceso para aliviar a las personas en momentos difíciles.

Redactora de La Voz de La Salud, periodista y escritora de Rosario, Argentina. Estudié Licenciatura en Comunicación Social en la Universidad Nacional de Rosario y en el 2019 me trasladé a España gracias a una beca para realizar el Máster en Produción Xornalística e Audiovisual de La Voz de Galicia. Mi misión es difundir y promover la salud mental, luchando contra la estigmatización de los trastornos y la psicoterapia, y creando recursos de fácil acceso para aliviar a las personas en momentos difíciles.