Beatriz Cazurro, psicóloga experta en crianza: «Los niños pequeños son egocéntricos y eso está bien»
![Laura Inés Miyara](https://cflvdg.avoz.es/sc/Bp2WU_vBaShIj6Ya_ugBm1P7En0=/75x75/perfiles/1637054644741/1637918886756_thumb.png)
LA TRIBU
![Beatriz Cazurro, psicoterapeuta especializada en crianza.](https://cflvdg.avoz.es/sc/I16Pf3llQCJo73ja_YWJ0x9HobA=/480x/2025/01/27/00121737976427909168744/Foto/beacazurro.png)
La experta observa que hay mucha más sintomatología psicológica y psiquiátrica que antes en niños
06 feb 2025 . Actualizado a las 12:27 h.Beatriz Cazurro es psicóloga y tiene más de 20 años de experiencia trabajando con pacientes de todas las edades desde una perspectiva humanista con enfoque de trauma. La experta acompaña a los padres y apoya a las familias a la hora de construir vínculos sólidos y seguros con los niños, algo que es crucial para su desarrollo. Su nuevo libro, Atender lo invisible (Planeta, 2025) es una aproximación a esta relación con los más pequeños desde una perspectiva de autoridad, pero no autoritaria.
—¿Qué es y qué no es una crianza respetuosa?
—La crianza respetuosa intenta construir un vínculo de seguridad en el que el niño pueda ser él mismo, crecer y desarrollarse construyendo su autonomía y explorando quién es, sostenido por sus padres. La seguridad viene de saber que hay una autoridad por encima de él que le cuida. No tanto una figura autoritaria, sino una autoridad firme y sana que marque dónde están los límites, que no le trate de igual a igual.
—¿Cuáles son algunos de los errores que los padres cometen en este camino?
—Hay mucha intención de un tiempo a esta parte de emprender este camino, pero en ocasiones se ha interpretado la crianza respetuosa de una forma que no es correcta. Hay situaciones en las que se deja decidir a niños cosas que no están dentro de sus competencias, o se les permite hacer lo que quieran con sus emociones siempre, a cualquier edad, o se toma la premisa de que no pueden sufrir, que el objetivo es que no lo pasen mal nunca. Eso no es crianza respetuosa.
—¿Dónde está la línea entre criar con respeto y ser demasiado permisivo en detrimento de su desarrollo?
—El hecho de poner un límite en un momento determinado, por muy sano y respetuoso que sea, va a hacer a un niño sufrir y eso es inevitable, pero es parte de lo que significa darle esa seguridad que necesita. Hay que transmitir que hay cosas que no puede hacer y que hay alguien por encima de él. Que no puede controlar cosas que no le corresponden.
—La presión que hay hoy sobre los padres para que lo hagan todo bien puede ser abrumadora. Da la sensación de que un padre o una madre no se puede equivocar...
—Sí. En primer lugar, me parece importante resaltar que aunque los padres seamos el vínculo directo con los niños, especialmente cuando son muy pequeñitos, hay toda una sociedad detrás de esa relación directa que tienen con los padres y es importante devolverle la responsabilidad a cada parte. A la parte médica, a la violencia obstétrica, a la política. Todo esto impacta en la paternidad. Las dificultades en la vivienda que hay ahora mismo, la falta de apoyos económicos, la precariedad, las condiciones laborales y los permisos de paternidad y de maternidad son cosas que nos impactan e impactan a nuestros niños. Y no las podemos cambiar nosotros.
—¿Cómo impactan las redes sociales en la paternidad?
—Hay mucho acceso a la información. Por una parte, está muy bien. Pero a veces la consumimos sin registrar el impacto que tiene en nosotros. Si seguimos a muchísimos perfiles que hablan de paternidad, vamos a ver mil detalles que podríamos cambiar. No podemos darle mucha autoridad a gente que ni siquiera conocemos.
—¿Qué herramientas recomienda para contrarrestar este impacto?
—Sabemos que en las redes hay que aplicar el principio de que no es oro todo lo que reluce, sin embargo, nos comparamos y nos sentimos inseguros pensando que los demás lo hacen mejor que nosotros. Que algo esté en redes no es garantía de nada. Hay que ser críticos con cómo consumimos esta información. Elegir perfiles de los que nos podamos fiar y solo seguir estos. Y por otro lado, con respecto a lo psicológico, el acercarnos a nuestra propia historia, a nuestras sensaciones y a nuestras emociones puede ayudar. Es un camino un poco más complejo, no hay pautas. Pero es importante para poder construir nuestra capacidad de conectar con los niños, de entender su lenguaje.
—¿Qué aspectos de la crianza suelen ser los más difíciles para los padres?
—Muchos padres se encuentran con la expectativa de que los niños sean adultos en tamaño pequeñito, que sepan controlarse como podría hacerlo un adulto. Pero el cerebro de los niños tarda mucho tiempo en desarrollarse. En condiciones óptimas, un cerebro se termina de desarrollar después de los 20 años. Entonces, nos ponemos a trabajar ciertos aspectos emocionales y queremos que cambien rápido y nos angustiamos con eso. No funciona así. Los niños pequeños no tienen la mente de un adulto. Pueden tener explosiones emocionales, quieren las cosas ya. Son egocéntricos y eso está bien. No tienen en cuenta a los otros. Interiorizar que tienen que tener en mente a los demás es algo que va ocurriendo a lo largo de años. Estas cosas son normales para un niño y ellos van a ir ampliando la capacidad de manejarlas de forma más madura, pero ocurre muy poco a poco, gota a gota.
—¿Cuáles son las etapas por las que pasa ese cerebro a lo largo de su desarrollo?
—Hay muchas cosas que podrían ser esperables. Hay una primera etapa de muchísima dependencia, cuando es bebé. Después, alrededor de los dos años, hay una etapa de búsqueda de autonomía que identificamos con las rabietas, porque es la forma en la que esa búsqueda se manifiesta de cara a los padres, pero es una necesidad de control que ellos tienen. A los cuatro años empiezan a poder tener más en mente al otro. Empiezan a ver que los demás ven las cosas de manera diferente y compatibilizan su visión con la del otro. Es más fácil a esa edad explicarles la importancia de compartir, u otros conceptos como ganar o perder en un juego. Se empieza a partir de ahí, pero muchos padres quieren empezar al año y es demasiado pronto. Más adelante, el cerebro da un giro y comienzan a pensar de forma más abstracta, lo que también puede generar miedos. Luego, en la adolescencia, hay una búsqueda de identidad e independencia.
—¿Qué problemas ve frecuentemente en consulta con las familias de hoy?
—Me encuentro con muchas circunstancias en las que hay padres que están siguiendo todos los consejos, todas las pautas, todo lo que les han dicho y con niños que ven que se están sintiendo muy mal, que no son capaces de adaptarse a situaciones o que tienen explosiones emocionales muy grandes, o que llegan a la adolescencia y tienen autolesiones o ataques de ansiedad. Creo que hay mucha más sintomatología psicológica y psiquiátrica y es muy confuso, porque las familias están verdaderamente intentando dar un giro. Cuando yo lo he hecho todo y veo que mi hijo se lleva sintiendo mal, es difícil de entender. Por eso te decía que la seguridad con los vínculos es cuerpo a cuerpo, no hay recetas universales.
—¿A qué atribuye ese aumento de los síntomas de salud mental?
—Creo que los vínculos son muy inseguros y que las familias estamos muy inseguras, los padres y las madres. No se trata de romantizar de lo de antes, porque había mucha violencia, pero sí que es verdad que había una autoridad y había una cierta seguridad, incluso con las dudas y con los fallos. Esa autoridad ahora mismo no está tan clara. Es muy difícil transmitir un entorno seguro cuando yo como padre no me puedo colocar en mi sitio de autoridad. Cuando tengo tantas dudas, no me atrevo a tomar decisiones. Muchos padres leen libros sobre crianza y siguen pautas, pero no se han preguntado si se las creen, si son coherentes con ellos, con sus valores, si las necesitan. Estar un poco perdido en la crianza es natural, pero hay que tomar decisiones y asumirlas. Esa seguridad que les llega a los niños a veces es casi más importante que si es la decisión perfecta o no.
—¿Cuáles son algunos desafíos a los que se enfrentan los padres a la hora de llevar adelante una crianza respetuosa?
—Yo creo que el mayor desafío es aprender a regularnos nosotros. Entender qué nos pasa, darle un sentido a desde dónde nos pasa, expresarlo, encontrar la forma de comunicarlo, no siempre a nuestro hijo, a veces a nuestra pareja, o simplemente hacernos conscientes de ello, ver cómo lo manejamos. Ese es el verdadero reto, conocernos en relación con ellos. Descubrir qué cosas nos sacan de nuestras casillas, por qué reaccionamos de determinada manera, qué hacer cuando estamos enfadados pero sabemos que no podemos pagarlo con ellos, cómo manejar el cansancio cuando ellos necesitan nuestra presencia. El verdadero reto es regularnos a nosotros mismos en medio de todo eso.
—¿Qué consejos le daría a los padres para conseguirlo?
—Nuestro sistema nervioso se ha configurado de una manera determinada en las relaciones y el contexto que hemos tenido. El trabajo se trata de reeducar de alguna manera a este sistema nervioso nuestro y para ese trabajo no hay atajos. Cada uno parte de un sitio muy diferente y puede ir a un ritmo muy diferente, con un inicio y un final muy diferentes.