Niños pequeños y exposición al sol, las claves a tener en cuenta: «Si tú tienes calor, él mucho más»

Laura Inés Miyara
Laura Miyara LA VOZ DE LA SALUD

LA TRIBU

Una de las obligaciones de los niños en verano es jugar al aire libre mañana y tarde
Una de las obligaciones de los niños en verano es jugar al aire libre mañana y tarde José Manuel Casal

Entre los seis meses y los dos años, los pequeños tienen una piel más sensible que tiende a quemarse rápido y también tienen mayor riesgo de deshidratarse

25 jul 2025 . Actualizado a las 15:29 h.

En la playa, en la piscina, en el parque o haciendo senderismo en el monte, el verano se disfruta al aire libre. Pero los niños pequeños no están preparados para estar toda una tarde al sol. Hasta los dos años, su piel es más frágil y la exposición prolongada a la radiación UV puede tener consecuencias graves. Por eso, la recomendación general suele ser evitar que los bebés estén al sol y protegerlos lo máximo posible con gorros, sombrillas y ropa adecuada. Sin embargo, esto no siempre es posible. Cuando la familia al completo hace un pícnic en la playa, el calor y los rayos solares pueden ser difíciles de evadir. Analizamos cómo proteger al máximo a los niños en cada etapa de su desarrollo con la ayuda de los expertos.

Cuándo es seguro exponerlos al sol

Si bien la exposición solar segura no se puede establecer de manera unívoca, ya que depende del contexto en el que se encuentre cada persona y de las características de su piel, el doctor Pedro Viaño, pediatra, vocal del Colegio Oficial de Médicos de Pontevedra y coeditor de EnFamilia, la página web de la Asociación Española de Pediatría, señala que «hay evidencia suficiente como para contraindicar la exposición solar directa, sobre todo en las horas de máximo calor, en bebés menores de seis meses de edad».

Entre los seis meses y los dos años, «pueden exponerse al sol, pero con precaución, ya que sabemos que tienen una piel más vulnerable, sobre todo los menores de seis meses, y que la quemadura solar fruto de esta exposición aumenta el riesgo de cáncer de piel en la edad adulta», advierte el experto.

«Hay que tener en cuenta que los mecanismos propios de defensa de la piel frente al sol, que son fundamentalmente el bronceado y el engrosamiento de la capa córnea, que es la más superficial, un niño muy pequeño todavía no los tiene. Entonces, probablemente se va a quemar. Y sabemos que esta piel joven es tan permeable que aplicar filtros solares no es tampoco la mejor idea», apunta en este sentido la dermatóloga Cristina Eguren, miembro del Grupo de Dermatología Estética y Terapéutica (Gedet) de la Academia Española de Dermatología y Venereología (AEDV).

Cabe destacar que tomar el sol no es una actividad recomendable tampoco para los adultos. «La población general considera que hay una exposición solar que es segura, incluso deseable. Esto no es cierto, la exposición solar no es segura. Por razones culturales consideramos que sí, pero no existe un bronceado saludable. El bronceado es una reacción de defensa de la piel a la exposición solar durante períodos de tiempo prolongados», subraya el doctor Viaño.

Niños y vitamina D

Si la exposición al sol está completamente descartada para los bebés y niños pequeños, podríamos preguntarnos cómo obtienen la vitamina D que su cuerpo, igual que el de los adultos, necesita. El doctor Viaño aclara que «los niños menores de 12 meses en España ya reciben profilaxis con vitamina D, con medicamentos orales, por lo que en principio no tienen un riesgo aumentado de tener una insuficiencia o un déficit. Por otro lado, la vitamina D se sintetiza en cantidad suficiente con una exposición solar fuera de las horas de máxima incidencia de los rayos ultravioleta y no es necesaria la exposición de una gran superficie corporal».

Cómo proteger a los más pequeños

Hasta los dos años, la recomendación unánime de los expertos es que la exposición sea mínima, de ser posible, fuera de las horas de máxima exposición y siempre con el uso de crema fotoprotectora. No obstante, «la protección solar no debe usarse en los niños menores de seis meses. Entre los seis meses y los dos años podemos aplicarla en las zonas que tengan que quedar expuestas, por ejemplo, las manos y el rostro», indica.

El resto del cuerpo debería estar cubierto por ropa idealmente fotoprotectora, «por ejemplo, un sombrero de ala ancha, gafas de sol y ropa de manga larga», propone Viaño. Hay que tener en cuenta que estas prendas se desgastan y van perdiendo esa protección con los lavados y con el uso. «Y los niños deben estar bajo la sombrilla, aunque esto no evita que tengan que estar protegidos de la luz solar ya que la mayoría de los rayos del sol se reflejan en la arena, en el agua y pueden llegar a la piel de los niños e incluso producir quemadura solar aunque no hay una exposición directa», advierte el pediatra.

A partir de los seis meses, «lo que recomendamos es empezar a utilizar filtros solares minerales, que son los que no se absorben y por tanto, para estas pieles que no son de recién nacido, pero que todavía están en maduración, son los más amigables», apunta la doctora Eguren. Estas cremas deben reaplicarse con frecuencia, sobre todo si el niño se está moviendo o si le metemos en el agua.

En esta etapa, podemos llevarlos a la playa, pero hay que prestar atención a los signos tempranos de un golpe de calor. «El cuerpo de un niño todavía regula mal la temperatura y se deshidrata más fácilmente. Un día entero en la playa a 40 grados no es lo ideal para un bebé de seis meses. Aunque ya le puede dar un poco el sol sin peligro, hay que hacerlo con mesura. Si tú tienes calor, el niño, mucho más», explica Eguren.

En este sentido, Viaño nos recuerda que el golpe de calor es una emergencia médica, «por tanto, debemos avisar a los servicios de emergencia en cuanto veamos signos de esto y seguir sus indicaciones». Podemos reconocerlo porque la piel del niño estará poco turgente, seca, sin brillo, la respiración será superficial, el niño se encontrará letárgico o somnoliento con los ojos hundidos, habrá hecho menos cantidad de orina en el tiempo previo y su actividad estará claramente disminuida.

Si bien es importante prestar atención a estos riesgos, Eguren considera que la actitud de los adultos no debe ser de todo o nada. Para la experta, «el ir a la playa puede tener muchos beneficios para un niño. Coge la arena, juega, toca el agua por primera vez, disfruta y esta estimulación es importante. Pero hay que hacer las cosas con sensatez. Por tanto, por debajo de los seis meses, no le expondría al sol. De seis meses a dos años, puede ir un poquito en horas de menor incidencia de los rayos, utilizando fotoprotectores minerales y con el refuerzo de la ropa y de la sombra, hidratándoles con frecuencia».

Laura Inés Miyara
Laura Inés Miyara
Laura Inés Miyara

Redactora de La Voz de La Salud, periodista y escritora de Rosario, Argentina. Estudié Licenciatura en Comunicación Social en la Universidad Nacional de Rosario y en el 2019 me trasladé a España gracias a una beca para realizar el Máster en Produción Xornalística e Audiovisual de La Voz de Galicia. Mi misión es difundir y promover la salud mental, luchando contra la estigmatización de los trastornos y la psicoterapia, y creando recursos de fácil acceso para aliviar a las personas en momentos difíciles.

Redactora de La Voz de La Salud, periodista y escritora de Rosario, Argentina. Estudié Licenciatura en Comunicación Social en la Universidad Nacional de Rosario y en el 2019 me trasladé a España gracias a una beca para realizar el Máster en Produción Xornalística e Audiovisual de La Voz de Galicia. Mi misión es difundir y promover la salud mental, luchando contra la estigmatización de los trastornos y la psicoterapia, y creando recursos de fácil acceso para aliviar a las personas en momentos difíciles.