Desde resistencia a la insulina a diabetes: consumir demasiado endulzante todos los días tiene consecuencias
21 oct 2022 . Actualizado a las 17:16 h.El consumo exacerbado de azúcar refinado puede traer consecuencias para la salud a corto, medio y largo plazo. Aunque acotarlo a meses o años es complicado. Se ve en los niños, que después de un chute propio de esta energía, podrían bajar y subir los toboganes como si de una recta se tratase. O en los adultos deportistas, que a la hora de hacer pruebas de alta resistencia como una maratón, se toman a medio camino un gel compuesto en parte, por azúcar, lo que les ayuda a terminar los heroicos 42 kilómetros. Irritación, malestar, sensación de euforia, este carbohidrato no se asimila en todos por igual, aunque el camino que recorre al entrar en el organismo es el mismo.
Para no empezar la casa por el tejado, ¿qué es el azúcar? Dícese de la sustancia cristalina perteneciente al grupo químico de los hidratos de carbono, de sabor dulce y de color blanco en estado puro, soluble en el agua, que se obtiene de la caña dulce, de la remolacha y de otros vegetales. Está constituido por la unión de una molécula de glucosa y otra de fructosa, de hecho, esta separación es la forma que tiene el intestino de absorberlo. Durante su digestión, el azúcar se degrada en sus dos componentes. Hasta aquí todo bien.
El problema, visto desde un punto de vista nutricional, es la forma en la que se consume. Se trata de una sustancia químicamente pura, es decir, no hay más que azúcar en su lista de ingredientes, por lo que carece de otras sustancia nutritivas (e interesantes) como las proteínas, los aminoácidos esenciales, las vitaminas o los minerales. Solo aporta energía (rápida, por cierto) y por ello, en ocasiones, resulta importante añadirlo en la dieta de los deportistas de alto rendimiento (en efecto, ellos necesitan mucha energía o lo que es lo mismo, calorías).
En ejemplos prácticos, muchos habrán escuchado que la fruta (por decir uno) también tiene azúcar. Más allá del sabor, hay sendas diferencias. La más importante es el efecto que el consumo de un tipo u otros tiene sobre la salud. «En primer lugar, hay que tener en cuenta que el “azúcar”, entendiendo como tal la glucosa, es el principal combustible de todas nuestras células, especialmente del cerebro y, por lo tanto, es fundamental para la vida. Sin embargo, su origen tiene mucho que decir en cuanto a las posibles consecuencias a nivel metabólico», precisa la doctora Milagros Rocha, investigadora sénior en Endocrinología y Nutrición en el grupo de Investigación Traslacional en Nutrición y Metabolismo de Fisabio, en el que lidera el equipo de Mecanismos Moleculares Subyacentes a la Diabesidad.
¿Cómo entra el azúcar en el cuerpo?
Los azúcares simples, presentes en las galletas, zumos o refrescos tradicionales, producen una liberación muy rápida «y aguda» de la glucosa en sangre. «Esto se conoce como glucemia, y sucede de esta forma porque la digestión es muy rápida», precisa la doctora Rocha. En cambio, los azúcares más complejos, tales como los cereales integrales, las legumbres o los tubérculos, requieren una absorción más lenta «y provocan una glucemia que se mantiene elevada durante más tiempo pero a menor concentración», detalla la endocrina. Esta diferencia es la que determina los dos patrones posibles de liberación de la insulina, «la hormona responsable de la homeostasis de la glucosa». Es decir, que sus niveles en el torrente se mantengan controlados dentro de unos márgenes. Así, la insulina «se sintetiza en las células beta pancreáticas» y su función principal es favorecer la captación de su pareja, la glucosa.
Sin embargo, ¿qué sucede en esta relación cuando el pico de azúcar es demasiado rápido y elevado? La insulina responde acorde a ello. «Su objetivo es retirar lo antes posible la glucosa en sangre, ya que cuando su concentración es muy elevada puede resultar tóxica para los vasos sanguíneos», responde la doctora Rocha. Por ello, el azúcar se almacena «en lugares más “seguros”», sobre todo, en el tejido adiposo (la grasa de toda la vida), «lo que a la larga puede acarrear consecuencias como la obesidad».
Por el contrario, el baile de hormonas es diferente cuando es el azúcar complejo el que llega a la sangre. La liberación de insulina es progresiva y eso hace que la glucosa pase más tiempo circulando en el torrente: «En este caso ya no supone un riesgo, y las células de los diferentes órganos y tejidos son capaces de captarla para llevar a cabo sus funciones vitales», detalla Rocha. El equilibrio está asegurado.
Primer efecto: hiperglucemia
En cuanto al capítulo de los efectos. A corto plazo, la hiperglucemia que se produce al tener altas concentraciones de glucosa en sangre provoca fundamentalmente «una sobrecarga de las células beta pancreáticas por tener que sintetizar elevadas cantidades de insulina», explica la investigadora. Lógicamente, que esto suceda de manera puntual no supone un riesgo, aunque el efecto esté presente. Es a medio y largo plazo dónde aparece el problema: «Puede provocar un estrés celular (de tipo oxidativo, de retículo endoplasmático o disfunción mitocondrial) que, en primer lugar, haría que funcionen peor y, si los mecanismos compensatorios que se establecen para recuperar su función no fueran suficientes, se induciría a la muerte celular», añade la experta. Eso sí, calma. Insistimos en la palabra ocasional.
Paso a la hipoglucemia que, en resumidas cuentas, es una condición caracterizada por bajos niveles de glucosa en sangre. «La hipoglucemia reactiva es la aparición, en personas sin diabetes, de niveles bajos de glucosa y síntomas compatibles con hipoglucemia, que se produce tras la ingesta de alimentos», explica el doctor José Carlos Fernández García, miembro del Comité Gestor del Área de Diabetes de la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (SEEN). ¿Significa esto que la ingesta de alimentos que la produce es baja en azúcares? Todo lo contrario. «Aparece por una liberación inadecuada y excesiva de insulina por el páncreas, especialmente cuando se consumen alimentos con un contenido elevado de azúcar, como pueden ser los dulces, la bollería, o los helados», señala el experto. Esta condición es más frecuente en personas con sobrepeso y obesidad, «con antecedentes familiares de diabetes y está muy relacionada con la resistencia a la insulina. También se puede presentar en pacientes con antecedentes de cirugía gástrica», indica el doctor.
Resistencia a la insulina
Si esto pareciese poco, hay más. Esta vez en lo relativo al sistema inmune, que se ve activado ante elevadas concentraciones de glucosa en sangre: «Este proceso favorece un aumento de marcadores inflamatorios que dificultan la respuesta de las células a la insulina», señala Rocha. En otras palabras, la hormona liberada por el páncreas no funciona de forma correcta. Como consecuencia, este órgano se ve obligado a sintetizar cada vez más cantidad de esta hormona «para así mantener una respuesta adecuada de las células diana». Esta condición, que ha ganado en popularidad en los últimos años, se conoce como resistencia a la insulina y es uno de los principales efectos de un exagerado consumo de azúcar. Esta condición surge, en esencia, «por el exceso de grasa corporal, en especial, por el incremento de la grasa visceral, que se sitúa en la zona abdominal, rodea a los órganos y es mucho más perjudicial que la subcutánea», detalla el doctor Fernández.
Diabetes tipo 2
La bola de nieve sigue haciéndose grande, y como consecuencia de lo anterior puede aparecer una diabetes tipo 2. Otro de los efectos. A continuación del diagnóstico, se abordará en primera instancia con medidas higiénico sanitarias, es decir con dieta y ejercicio. Si estas no bastasen: «Optaríamos por medidas farmacológicas, los antidiabéticos orales», explica Rocha. Pero no será hasta cuando se produzca «la destrucción de las células beta pancreáticas y el páncreas sea incapaz de sintetizar insulina» cuando el paciente sea dependiente de esta hormona.
Así lo resume la investigadora sénior: «El proceso sería gradual, de manera que una hiperglucemia se resolvería con un aumento de la síntesis de insulina; si esta se mantuviera en el tiempo, se produciría un estado de resistencia a la insulina que a su vez implicaría una mayor síntesis de insulina y, a la larga, el desarrollo de la diabetes».
Eso sí, la alimentación no es lo único que importa en esta enfermedad: «Se produce por los malos hábitos de vida, la inactividad física y el exceso de peso. Los antecedentes familiares o el uso de determinados fármacos, como los corticoides, también aumentan el riesgo de padecerla», precisa el doctor Fernández García. Es decir, el consumo de azúcar tendría que venir acompañado de una mala rutina.
¿Puede el azúcar relacionarse con la inflamación?
La doctora Milagros Rocha ha investigado esta cuestión. Los estudios llevados a cabo por su grupo «constatan que la diabetes tipo 2 se asocia a un aumento de estrés oxidativo en las célula del sistema inmune», lo que por medio de diferentes procesos conduce a un mal funcionamiento de las mitocondrias, el principal responsable de la energía. Con ellas dañadas, la función está comprometida. «Como son células del sistema inmune, una de sus principales tareas es la producción de mediadores inflamatorios, los cuales se ven aumentados y favorecen a la inflamación generalizada del organismo», indica. Así, se propicia el desarrollo de otras patologías, especialmente, de las cardiovasculares. Por ejemplo, la hiperglucemia «provoca un daño específico sobre las células del vaso sanguíneo haciéndolo mucho más susceptible a la formación de la placa de ateroma y la enfermedad aterosclerótica, lo que provoca finalmente conduce al desarrollo de enfermedad cardiovascular», responde Rocha.
Enfermedades cardiovasculares o alzhéimer
La lista continúa. Más allá de la diabetes, «que de por sí es una patología con muy alta relevancia en nuestra sociedad y con un alto grado de vulnerabilidad en España», dice Rocha, el consumo excesivo de azúcar también se asocia con otras enfermedades como la obesidad, los problemas cardiovasculares, el cáncer, el alzhéimer, «y recientemente, se la ha considerado como un riesgo importante para el desarrollo de los efectos más severos en la infección por covid-19», indica la endocrina.
«El consumo excesivo y a largo plazo de azúcar también se ha relacionado con una mayor predisposición a la enfermedad dental y a una mayor mortalidad», precisa el miembro de la SEEN. Es por ello que recomienda reducir el consumo de azúcar: «Tal y como establece la European Food Safety Authority la ingesta de azúcares añadidos y libres debe ser lo más baja posible en el control de una dieta adecuada y saludable», recuerda el doctor. La mejor forma de conseguirlo es imitar un patrón mediterráneo de alimentación, «eligiendo productos sin azúcares añadidos, en lo que resulta muy importante revisar el etiquetado de los alimentos y evitando los ultraprocesados», aconseja José Carlos Fernández.
Adicción al azúcar
El consumo de azúcar puede enganchar. Al menos, lo que produce en el organismo. «Al igual que determinadas personas presentan adicción por la comida, también pueden presentar específicamente adicción por el consumo de azúcar, desarrollando diversos síntomas cuando no lo ingieren como irritabilidad, nerviosismo o sensación de debilidad, entre otros», explica el miembro de la SEEN.