Ropa de cama, trapos de cocina o toallas: ¿cada cuánto se deben lavar?, ¿qué microorganismos se esconden en ellos?

Cinthya Martínez Lorenzo
Cinthya Martínez LA VOZ DE LA SALUD

VIDA SALUDABLE

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Te explicamos cada cuánto y cómo se deben lavar los textiles de hogar

09 mar 2023 . Actualizado a las 15:24 h.

En las sábanas y toallas se pueden acumular un sinfín de «bichitos». Algunos, inofensivos, que proceden de nuestro propio cuerpo. El problema viene cuando utilizamos la misma cama o ropa de aseo con otra persona, ya que también implica compartir ácaros, hongos y otro tipo de microorganismos que aunque no tienen ningún tipo de complicación en nuestra piel, sí pueden propiciar una si llegan a la de otro. Por todo esto, ¿cada cuánto tiempo debemos lavar todos estos textiles?, ¿qué se puede llegar a esconder en ellos?

De nuestra piel a las sábanas

«Todos los seres vivos tenemos una microbiota que es esencial para nuestra vida. Esos microorganismos que están conviviendo con nosotros mismos, lógicamente por el tema de contacto, van a pasar de la piel y de las mucosas hacia la ropa o las sábanas, de manera natural. Además, estos producen reacciones bioquímicas y van a liberar una serie de metabolitos que, en parte, también van a estar implicados en el olor corporal, de tal manera que todo ese material también se transferirá a la ropa de la cama», cuenta Dolo Vidal, miembro del grupo de Docencia y difusión de la Sociedad Española de Microbiología (SEM).  

Así, la experta enumera algunos microorganismos que tenemos como microbiota saprófita de la piel o mucosas: los estafilococos (Staphylococcus epidermidis, Staphylococcus aureus), corinebacterias, algunos hongos como Malassezia o Candida, etcétera. «Todos estos son microorganismos que viven en nosotros y que no producen ninguna alteración si están en equilibrio», asegura el doctor. 

No obstante, sí que puede haber brotes de sarna o de piojos a través del contacto de la ropa de cama. «La sarna es una enfermedad producida por unos parásitos (arácnidos) que están viviendo en nuestra piel. Las personas que son portadoras de él, pueden contagiarlo a través de la ropa, incluida la de cama. Al igual que los piojos, que son insectos que fuera del cuerpo pueden sobrevivir algunos días hasta que agoten su reserva energética», explica Vidal. 

¿Es una buena opción optar por una ducha antes de irse a dormir?

Puede existir gente que prefiere ducharse antes de meterse en la cama, ¿influiría esta decisión en todo lo antes comentado? «El tema de la ducha es muy personal. Hay gente que lo hace antes de irse a dormir no solo por el hecho de ir a la cama más limpio, que también, sino por un tema de relajación», comenta. En este sentido, Vidal expresa su propia opinión: «No soy muy partidaria de la ducha diaria porque deteriora la microbiota de nuestro cuerpo, que es fundamental. Si haces deporte y sudas, lógicamente hay que quitar ese olor corporal, pero una higiene extrema puede deteriorar nuestro ecosistema cutáneo que es muy beneficioso». 

Las toallas, mejor no compartirlas

En entornos sanitarios, está prohibido el uso compartido de toallas. Un dato que nos proporciona mucha información sobre los posibles riesgos que tiene el hecho de que varias personas utilicen una. «Es una tela que lo que hace es arrastrar. Cuando nos lavamos las manos, si no hemos hecho bien el enjabonado y no hubo el necesario arrastre físico para eliminar toda la suciedad que puede haber en ellas, esos restos de las cosas que hemos tocado pasan directamente a la toalla», apunta la microbióloga. 

De hecho, se han dado casos así: «Ha sido de un manera muy testimonial, pero puede darse. Por ejemplo, el traspaso de un protozoo que produce una infección de transmisión sexual (ITS) que se llama trichomonas vaginalis. Aunque no resiste bien fuera del cuerpo porque se muere con relativa facilidad, si nos hemos acabado de duchar y utilizamos la toalla de una persona que es portadora para también secarnos nuestras partes íntimas podríamos pasar este protozoo de una zona genital a otra. No es algo muy común, pero se puede dar el caso». 

¿Cada cuánto se deben lavar sábanas y toallas?

La microbióloga indica que en ambos casos se debe optar por el sentido común y la cultura popular. En el caso concreto de la cama, esta hay que cambiarla porque «acaba desprendiendo olor», pero la necesidad puede variar dependiendo de la estación del año en la que nos encontremos o la edad de la persona. «No es lo mismo un niño que un adolescente, ya que este último produce mucho más sebo y sudoración». Dicho esto, Vidal considera que se deben cambiar las sábanas una vez a la semana o cada quince días y si es necesario, hacerlo con más frecuencia en el caso de la funda de las almohadas. «Estas se quedan impregnadas del sudor de la cabeza, donde tenemos muchas glándulas sudoríparas», amplía. 

Además, los colchones también necesitan ciertos cuidados: lavar la funda del mismo, aspirarlo, utilizar algún tipo de producto de limpieza en seco o darles la vuelta. «No hace falta lavar la funda del colchón con tanta frecuencia como la ropa de cama, pero sí una vez al mes, por ejemplo», considera Vidal. 

Por otra parte, cuando hablamos de las toallas la cosa cambia: «Las toallas quedan húmedas y esto favorece la proliferación de los hongos. Por eso, esta se debe cambiar cada cuatro o cinco días, una semana si no se usan con mucha frecuencia. Hablamos de toallas de las manos, pero en caso del aseo personal, ya hemos dicho que lo mejor es tener una individual cada miembro de la familia». Vidal aconseja que si estas se encuentran muy húmedas lo mejor es airearlas un poco al sol porque «es muy buen antiséptico, mata a muchos microorganismos». 

La forma correcta de hacer la cama

«Esta respuesta tampoco la expreso desde el punto de vista microbiológico, sino desde el sentido común. La cama vale la pena airearla todos los días y lo podemos hacer de una forma muy sencilla. Cuando nos levantamos, deshacemos la cama, separamos todas las partes, las ponemos encima de la silla que tengamos en la habitación o de un sofá y abrimos la ventana para que se intercambie el aire que tenemos en la habitación. Por la noche estamos produciendo mucho CO2 y también es de sentido común abrir la ventana hasta que se ventile la casa», responde Vidal.

¿Durante cuánto tiempo debemos mantener la ventana abierta? Tampoco existe una respuesta exacta. La microbióloga propone ir a desayunar después de abrir la ventana y al volver, hacer la cama. «Si no nos da tiempo la podemos dejar sin hacer y ya lo haremos al volver de trabajar, lo importante es airear la ropa de la cama», asegura. 

¿Y qué microorganismos hay en los trapos de cocina?,  ¿cada cuánto se deben lavar?

Otro tipo de textiles que utilizamos con mucha frecuencia son los trapos de cocina. Aquí se podría distinguir entre los que utilizamos para secarnos las manos —que necesitarían las mismas medidas de higiene que las toallas— y las bayetas. Estas últimas, según palabras de Vidal, «sí que son tema aparte». Al utilizarse para limpiar mucha materia orgánica y restos de alimentos, «esta puede estar colonizada por microorganismos de la comida que incluso podrían ser patógenos, solo que cuando se cocinan, no pasa nada». 

Por esa razón, la microbióloga recomienda una forma rápida y útil de desinfectar esta bayeta: «De entrada, nunca utilizarla directamente sobre los restos de comida. Primero enjabonar, que este haga de arrastre físico. Con el típico estropajo de esponja pasar bien el jabón por todas las superficies. Después coger la bayeta, aclarar a conciencia y pasarla». ¿Qué se hace con ella cuando se acaba de utilizar? Se debe desinfectar. «Esta no puede quedar sucia, tiene que quedar muy bien enjuagada. Lo siguiente es cogerla, ponerla en el microondas y hacer un programa a máxima temperatura de un par de minutos. En ese tiempo, los microorganismos que se han quedado en esas bayetas se mueren porque el microondas es bactericida también», añade Vidal. Posteriormente, tener cuidado a la hora de sacarla porque estará ardiendo.

Cinthya Martínez Lorenzo
Cinthya Martínez Lorenzo
Cinthya Martínez Lorenzo

De Noia, A Coruña (1997). Graduada en Periodismo por la Universidad de Santiago de Compostela, me especialicé en nuevas narrativas en el MPXA. Después de trabajar en la edición local de La Voz de Galicia en Santiago, me embarco en esta nueva aventura para escribir sobre nuestro bien más preciado: la salud.

De Noia, A Coruña (1997). Graduada en Periodismo por la Universidad de Santiago de Compostela, me especialicé en nuevas narrativas en el MPXA. Después de trabajar en la edición local de La Voz de Galicia en Santiago, me embarco en esta nueva aventura para escribir sobre nuestro bien más preciado: la salud.