Xuan Lan, gurú de yoga: «La meditación se puede hacer caminando»

Lucía Cancela
Lucía Cancela LA VOZ DE LA SALUD

VIDA SALUDABLE

Xuan Lan es una de las gurús de yoga con más relevancia en el mundo de habla hispana.
Xuan Lan es una de las gurús de yoga con más relevancia en el mundo de habla hispana.

La instructora, una de las más conocidas del mundo de habla hispana, explica que «el yoga no es un deporte»

11 jun 2024 . Actualizado a las 17:46 h.

Xuan Lan, la conocida instructora de yoga, cuenta la historia de su vida para inspirar la de otros. En La buena hija vietnamita (Grijalbo, 2024) deja a un lado su «pudor vietnamita» y recuerda cómo fueron sus inicios en el camino del yoga y el autoconocimiento. Para comenzar en esta disciplina, insiste en una idea: no rendirse después de la primera clase. Todo lo contrario. Se debe repetir la misma sesión hasta en tres ocasiones para, de verdad, juzgar la práctica en todo su ser. Quien lo prueba no quiere parar. 

—En el libro cuenta que, cuando usted era pequeña, lo normal en su familia era no entrar en conversaciones relacionadas con lo emocional. Lo describe como un pudor vietnamita. 

—Es un tema cultural, no solo vietnamita. En el mundo oriental, y esto se conoce también con los chinos o japoneses, la expresión de las emociones no es exterior, sino interior. Se mantiene el pudor pensando en la discreción, no quieren ponerte en una situación incómoda. Lo vemos también en el tema laboral. La relación entre los padres y los hijos está basada en esta misma cultura. Es decir, no hay una expresión oral de las emociones, sino que se siente; no se abraza tanto, hay una presencia; es muy distinto de la cultura europea y latina. Es verdad que, habiendo crecido en un entorno francés, he llegado a pensar que el hecho de que no se hablase de las emociones se debía a una falta de interés, porque mis padres no me preguntaban si estaba bien, si tenía un novio, o si tenía un problema, sino que se centraban más en las notas o en el tono de voz. Seguramente, conociendo a sus hijos, sabían detectar cuando las cosas iban o no bien. Es algo que hemos ido desarrollando, poco a poco, en los últimos 30 años. 

—¿Este pudor le ha puesto difícil escribir el libro?

—Me ha resultado bastante difícil. La verdad que es una decisión que tomé después de reflexionar mucho, después de contar con la autorización de mis padres. Invito al lector a no buscar anécdotas complicadas o traumáticas. Estoy contando mi historia personal para hablar de las enseñanzas y el desarrollo espiritual de los maestros, de lo que me ha inspirado en hacer este camino del autoconocimiento. 

—¿Cómo fueron sus primeras clases de yoga? 

—Yo empecé en el yoga como todo el mundo. Entrando como una principiante, asustada por ver a otras personas haciendo posturas complicadas y avanzadas. Mi cuerpo no entendía todas las explicaciones del sánscrito, y fue una iniciación como cualquier otra. Todo yogui empieza por ser principiante, sabiendo que muy poca gente lo comienza de pequeño —el yoga para niños es una tendencia actual—. Más bien, es una disciplina que se empieza a una edad de madurez, más de 25 o 30 años. Es un momento en el que, si bien conoces tu cuerpo, con el yoga descubres que no lo haces tanto como pensabas. La puerta de entrada, para mucha gente, es una preocupación personal: tiene una lesión, está estresada, le duele la espalda y buscan en el yoga una píldora milagrosa. En mi caso fue entender lo que hacía mi compañero de piso, a quien le iba bien a hacer meditación y yoga, y fue por curiosidad. No tuve una llamada vocacional, sino que ha sido cuestión de probar, disfrutar y poco a poco ilusionarme. 

—¿El yoga va de la mano del autoconocimiento?

—Sí, es algo que es difícil que la gente entienda haciendo posturas y respiración, pero el yoga toca muchas emociones y sentimientos como la concentración, la frustración, conocer su cuerpo y la aceptación de sus límites. También a descubrir su fuerza, su potencial en ciertas posturas, la parte fisiológica de dormir mejor, de sentirse más flexible o más fuerte. Todo eso se descubre poco a poco con la práctica regular, y fuera de la esterilla, vamos viendo que estos beneficios realmente llegan a nuestro día a día. 

—¿En qué aspectos ayuda la meditación?

—Lo primero es que me ayuda a tener cierta disciplina en materia de vida saludable. Cuando estoy un tiempo sin meditar y lo retomo, me siento más tranquila, tomo mejores decisiones y las relaciones interpersonales se ven beneficiadas porque estamos menos irritables. Para mí la meditación es una higiene mental. Y es cierto que mantenerla todos los días es difícil, pero sabiendo que existe, vale la pena utilizarla como método de prevención y mantenimiento de una buena salud mental. 

—Recomienda meditar mientras uno camina. ¿Qué tiene de diferente?

—Sí, es una meditación activa, dinámica, en movimiento. Thich Nhat Hanh, que es un maestro budista vietnamita, nos enseñó que la meditación no tiene que ser siempre formal y sentada en el suelo, especialmente, si sabemos que a una gran mayoría de la gente le dolerá el cuerpo durante este momento y solo se acabará preocupando. Proponer una meditación en movimiento está al alcance de todos, pero no es más fácil. Tenemos que ralentizar el paso habitual, el ritmo, tenemos que pensar que no vamos a un destino, sino que caminamos por caminar, el propósito es caminar en sí, es conectar con el paso de un pie a otro, con la sensaciones que tenemos en la planta delos pies, e intentar mantener la mente presente en cada paso con el ritmo de la reparación. 

—Parece difícil. 

—Esto, como en cada meditación, cuesta, porque nuestra cabeza va a saltar de un pensamiento a otro. Esta meditación se puede hacer en un bosque, en la playa o en un salón, pero en cualquier sitio habrá estímulos visuales que intervengan los cuales, cuando estamos sentados, no vemos porque tenemos los ojos cerrados. Es interesante observar las cosas sin buscar objetos, sin preocuparnos demasiado de lo que hay alrededor. No cazamos los sonidos, solo los dejamos estar presentes. Para mí es una manera muy amena de meditar y aprovechar para salir a la naturaleza, donde conectamos con otro ritmo. 

—La respiración influye en los niveles de estrés. ¿Lo hacemos bien?

—No, porque antes de estar estresados, ya respiramos mal debido a nuestro estilo de vida actual. Deberíamos hacerlo utilizando otras partes del cuerpo, como hacen los bebés. La barriga se debería mover empleando el diafragma, un músculo muy importante en esta materia que ayuda, entre otras cosas, a masajear la parte digestiva. Es un músculo destinado a la respiración que no utilizamos tanto hoy en día.

Xuan Lan publica su nuevo libro «La buena hija vietnamita».
Xuan Lan publica su nuevo libro «La buena hija vietnamita».

—¿Qué factores hacen que respiremos mal?

—Tenemos tanta información, tanto estímulo estresante que, aunque sea pequeño, como una llamada, ya genera esta reacción de alerta en nuestro cuerpo. Esto promueve cambios fisiológicos y la respiración se ve acortada. Respiramos desde el pecho hacia arriba, con cantidades más pequeñas de oxígeno, sin que el proceso llegue a ser completo. 

—¿En qué consiste una buena respiración?

—Si aprendemos a respirar correctamente, primero por la nariz tanto la inhalación como la expiración, involucrando el diafragma y el abdomen, esto nos permitirá estimular el sistema nervioso parasimpático, responsable de la tranquilidad y del reposo. A partir de ahí, cuando nuestro sistema nervioso está reequilibrado, podemos tomar las buenas decisiones. El problema es que el estrés, la sobredosis de información que recibimos no nos permite volver a encontrarnos en esta homeostasis y situación de equilibrio. Siempre estamos sobreestimulados. Cuando se mantiene en el tiempo, el estrés pasa a ser crónico, lo que genera altos niveles de cortisol, y de ahí, los problemas. Tensiones digestivas, irritabilidad, cansancio, mal sueño, y el sistema inmune se ve afectado. El estrés crónico tiene muchos efectos sobre nuestra salud. 

—¿Uno mismo puede detectar que está respirando mal?

—Sí. Es más, la respiración es una forma de detectar que no estamos bien, porque lo hacemos acortado, irregular, y solo con escucharnos nos podemos dar cuenta. La cuestión es que tenemos que aprender a escuchar bien esta respiración. Cuando en yoga, trabajamos con ejercicios de pranayama, de respiración, aprendemos a regularla. Fíjate, cuando hacemos una autopráctica de yoga nos damos cuenta de que aceleramos el paso porque estamos estresados, o tenemos muchas cosas en la cabeza que hacen que acabemos rápido. Para mí, esta disciplina, con sus técnicas que son la respiración y la meditación entre otras, nos ayuda a conectar con este estado de estrés y poder manejarlo. 

—De hecho, en el libro habla de la respiración profunda calmante. 

—Sí. Cuando alargamos la expiración, es calmante. Si es la misma duración entre inhalación y exhalación sería más equilibrante. 

—¿Por dónde puede empezar alguien que quiere comenzar con su práctica de yoga?

—La base es escoger una clase de principiante y hacerla tres veces. La primera vez, como no sabes nada, hay muchísimas expectativas y pones demasiado esfuerzo, sales cansado. Aunque suele ser una clase suave, la gente lo da todo.  La segunda clase, la persona ya sabe lo que le espera, no hay tanta expectativa en la secuencia, porque más o menos sabe lo que le va a llegar, pero todavía no tiene el conocimiento para modular el esfuerzo. Y la tercera clase para mí es clave. Cuando la persona ya se relaja, la respiración es más fácil, más fluida, ya entiendes de qué va, puede entrar en los pasos a su ritmo y sin frustrarse. Y a partir de ahí puede decidir si quiere seguir o no. Pero juzgar el yoga, por una sola clase suelta, sería hacerlo demasiado rápido, porque los beneficios del yoga son tan sutiles, que si nos quedamos con la parte exterior y visible, nos quedamos muy cortos. 

—¿Cree que todavía hay mucha confusión con respecto a lo que es y no es el yoga?

—El yoga no es un deporte, porque no hay competición, no hay premios. Es una herramienta de autoconocimiento, de transformación holística. Es una disciplina integral que trabaja cuerpo, mente, espíritu y emociones. Va mucho más allá de estirar el cuerpo. Si una persona solo hace posturas, hace gimnasia. Si no incluye la manera de pensar, actuar y respirar, no está haciendo yoga, por eso es tan potente como método. Al principio uno no se da cuenta, pero va escuchando una charla filosófica, aprende a respirar, se siente mejor, duerme más por la noche, y quizás no lo relaciona con la práctica, pero poco a poco, entra en el día a día para hacer sentir mejor. Para mí, el yoga ha sido clave.

Lucía Cancela
Lucía Cancela
Lucía Cancela

Graduada en Periodismo y CAV. Me especialicé en nuevos formatos en el MPXA. Antes, pasé por Sociedad y después, por la delegación de A Coruña de La Voz de Galicia. Ahora, como redactora en La Voz de la Salud, es momento de contar y seguir aprendiendo sobre ciencia y salud.

Graduada en Periodismo y CAV. Me especialicé en nuevos formatos en el MPXA. Antes, pasé por Sociedad y después, por la delegación de A Coruña de La Voz de Galicia. Ahora, como redactora en La Voz de la Salud, es momento de contar y seguir aprendiendo sobre ciencia y salud.