Jesús Serrano, fisioterapeuta: «Los zapatos convencionales son escayolas con cordones»

Lucía Cancela
Lucía Cancela LA VOZ DE LA SALUD

VIDA SALUDABLE

Jesús Serrano es un conocido divulgador en redes sobre la salud de los pies.
Jesús Serrano es un conocido divulgador en redes sobre la salud de los pies. Diego Mateo

El experto, conocido por divulgar sobre la salud de los pies en redes sociales, es un firme defensor de que la gente ande descalza siempre que pueda

05 sep 2024 . Actualizado a las 10:56 h.

Los Kalenjin son una tribu que habita en el valle de Rift, Kenia. Son famosos corredores de larga distancia y muchos han destacado en competiciones internacionales. Lejos de hacerlo con la última tecnología en materia de zapatos, esta población es conocida por vivir descalzos. De hecho, sus pies han sido motivo de estudio en más de una ocasión. Se ha observado que no usar calzado durante gran parte de su vida ha contribuido a que sus pies sean más anchos y musculosos y tengan una destacada flexibilidad en comparación a otros grupos que sí hacen uso de zapatos convencionales. 

Jesús Serrano desterró este tipo de calzados hace años. Siempre que puede, va descalzo, y cuando esto no es posible, recurre al zapato respetuoso o minimalista, también conocido como barefoot. Este licenciado en Ciencias de la Actividad Física y del Deporte y diplomado en Fisioterapia es conocido por su amplio conocimiento sobre los pies. Un conjunto de huesos, articulaciones y ligamentos —entre otros— tan importantes como olvidados. 

El experto publica ahora La salud a tus pies (2024, Harper Collins), donde critica que la estética de un zapato bonito prime sobre la salud que aporta uno cómodo. «Siempre digo que los padres son los responsables de los juanetes de sus hijos», indica. En la mayoría de ocasiones es por desconocimiento, «pero cuando lean esta entrevista, que cojan el pie de su hijo, tracen su silueta en un folio y que en su armario quede solo lo que le corresponda por tamaño y forma», comenta. 

—Se tiende a proteger el pie a toda costa. ¿Qué problemas se ahorrarían si se entrenasen y se tratasen como al resto del cuerpo? 

—Normalmente, dejamos que todo el cuerpo esté libre, menos los pies. Siempre los tenemos en un zapato. Nos han vendido que cuanto más duro, más rígido, mayor suela y talón, mejor. En cambio, nos encontramos con calzados que son, prácticamente, escayolas con cordones.  El pie no se articula nada, los dedos están muy comprimidos, está muy protegido, y como pasaría en cualquier otra parte del cuerpo —si yo escayolo un brazo o una rodilla—, la pérdida de musculatura se produce en pocas horas. Nosotros estamos 10, 20, 30 o 40 años con zapatos que no permiten al pie moverse con naturalidad y, por eso, prácticamente todos los adultos los tienen atrofiados y, en muchos casos, totalmente deformados. Aparecen los juanetes, los dedos en garra y pies que son una auténtica calamidad. Todo eso provocado por calzados estrechos y extremadamente duros. 

—Explica que los pies son los responsables de muchas patologías que se ven en traumatología o fisioterapia, ¿qué ejemplo podría dar?

—Muchas veces una patología muy común son problemas de cartílago de rodilla. Las famosas condromalacias rotulianas. Duele la rodilla y eso hace que nos centremos en ella. Hacemos ejercicios de cuádriceps en el gimnasio, nos infiltran la rodilla, y claro, esa estructura está por encima del pie y suelen producirse desalineamientos en ella. Por eso, el trabajo muscular va bien. Pero si no atendemos al pie, no conseguiremos sanar del todo a la rodilla porque los cimientos están muy mal. Si un pie apoya mal, se hunde el arco interno porque tenemos un juanete o un pie con poco tono muscular y el arco cede, la rodilla va a acompañarle. Esto ocurre muchas veces, especialmente en mujeres jóvenes en las que son típicas las condromalacias rotulianas. Vemos asociado un principio de juanete, un pie con poco tono muscular. Además, van con zapatillas demasiado amortiguadas y con puntera estrecha, y eso hace que la rodilla esté desalineada, sufra el cartílago y aparezca inflamación y dolor. Esto pasa con más articulaciones, desde la cadera, la espalda, o incluso problemas de cuello o bruxismo asociados a un mal calzado.  

—¿Todo el mundo debería hacerse un estudio de pisada?

—Los estudios de podología son múltiples. Te lo puedes hacer en una consulta de podología tradicional, en una consulta de podología distinta, hay médicos que estudian la pisada a su manera. En mi clínica hago mi propio estudio de pisada. Siempre descalzo evidentemente, miro los dedos, hago varios tests, mando hacer sentadillas o ejercicios a la pata coja. Voy viendo aquellas estructuras que no funcionan. Qué casualidad que, prácticamente, todas las patologías que vemos están asociadas siempre al calzado estrecho. Es cierto que hay malformaciones o problemas neurológicos, pero son las que menos. La mayoría son juanetes, un pie que no funciona, el arco caído, un dedo en garra, un callo, un meñique escondido debajo del otro… Y siempre, con alguna excepción, está asociado al calzado estrecho. En este sentido, creo que es importante hacer un estudio de pisada para empezar a corregir lo que funciona mal, de una manera o de otra.

—En su libro señala que los pies de los niños son especialmente susceptibles a deformaciones y problemas. ¿Por qué?

—Los pies son los cimientos del cuerpo humano y es importantísimo que estén sanos. El problema que tenemos con los niños es que sus huesos son todo cartílago, están en formación, y por ello son muy maleables. Si a un niño con un añito, cuyo pie es prácticamente cartílago, le colocas unos zapatos que le comprimen los dedos y deforman los pies, como ocurre con el calzado convencional de niños que acaba en punta, harás que el dedo gordo empiece a crecer torcido o que el dedo meñique se esconda debajo del cuarto dedo. Suelo decir que muchos juanetes se fraguan en los primeros años de vida —a los cuatro, cinco o seis años— porque los niños utilizan zapatos bonitos, según la moda. De ahí todos los pequeños que vemos en consulta con un principio de juanete o uno ya instaurado. Un proceso que es una artrosis en la articulación del dedo. Es grave ver a un niño con un pie muy ancho al que los padres, por desconocimiento, le han colocado un zapato y le ha deformado los dedos porque su pie no cabe en ese zapato y su dedo gordo está creciendo torcido. 

—¿Cómo se deben cuidar estos pies más jóvenes?

—A edades tempranas, cuanto más tiempo descalzos, mejor. El gateo, reptar, los primeros pasos hacen que el pie se vuelva fuerte. Todos esos estímulos enriquecen mucho los ligamentos, las articulaciones y musculatura intrínseca del pie. Cuando es irremediable que tengan que ir calzados, por el peligro o porque tenga un evento o lo que sea, hay que usar un zapato que se ajuste exactamente a las características anatómicas del pie del niño. Hay niños con pies anchos o empeines más pronunciados, y tenemos que buscar un zapato que no le oprima por ningún lado, que permita el libre movimiento de sus dedos, que sea flexible, con suelas muy finas y que imite prácticamente igual a ir descalzo. Es decir, casi sería un calcetín un poco holgado y una suela fina de caucho que proteja de arañazos o pinchazos en la planta. La mínima expresión de calzado. Y a medida que vayan creciendo, igual, que el zapato siempre sea como ir descalzo, prácticamente.

—¿Y en el colegio?

—También. Desde luego en espacios como las escuelas de Educación Infantil, abogaría porque en invierno el suelo esté calentito y así puedan ir descalzos o con calcetines que no compriman. Creo que es la mejor manera de asegurar el desarrollo correcto del pie de los niños. Como los colegios empiezan en breve, ahora tengo la batalla de que los padres compren calzado con forma de pie a sus hijos de todas las edades. Es decir, niños que con ocho, diez o doce años, que por el uniforme del cole tienen que ir con los mocasines de toda la vida. El colegio por desconocimiento y por uniformidad, y los padres por desconocimiento también, les ponen los zapatos convencionales sin tener en cuenta que el pie quepa o no dentro. Vemos a muchos niños que no pueden ni andar, con tiritas en los bolsillos porque les rozan los zapatos.

—¿El zapato no da de sí?

—Es lo que todo el mundo dice. Pero si el zapato de tu hijo, en este caso, da de sí es porque el pie ha cedido parte también. Se ha empezado a atrofiar y deformar parte de las articulaciones. Por eso es tan importante que los padres elijan un zapato respetuoso con el pie de sus hijos. 

—Uno de los actos más comunes cuando son pequeñitos consiste en quitarse los zapatos. 

—Eso es. Es instinto de supervivencia. Yo creo que a todos nos gusta descalzarnos al llegar a casa. Hay adultos que tienen el pie enfermo, que no soportan sentir el suelo de casa. Pero en general, es un gusto andar descalzo por el césped o la arena de la playa. Los niños quieren saltar en el sofá descalzos, correr por casa descalzos. Estamos llamados a eso. La naturaleza lo pide porque es un escenario para que el pie funcione bien. El resto de partes del cuerpo no están sujetas a nada, ¿por qué iba a ser distinto el pie? El único motivo es evitar pinchazos y cortes, vale. Pues le ponemos una suela finita que lo proteja en ese sentido, pero que permita el libre movimiento de los pies. Pero vaya, que es cultural en parte. En otros países van mucho más descalzos, como es el caso de Australia. 

—¿En qué se caracteriza un pie saludable y en forma?

—Eso se ve muy bien en las poblaciones que van prácticamente descalzos, que no han tenido nada que le comprima y sus pies tienen la forma natural. En ellos, vemos que los pies son más anchos. Algo que coincide con la gente que ha empezado a usar un calzado que respete su forma, que se ensancha. Están más musculosos, con los dedos más separados, con más destreza en ellos y en el arco plantar. Y no vemos los pies con forma de flecha, con los dedos totalmente juntos, montados unos en otros, en los pies sanos, se marcan más las venas, los músculos. En cambio, un pie que no funciona bien tiene forma de flecha, con dedos apiñados, deformes, callos y uñas encarnadas. El otro día vino un paciente que tenía un cuerpo muy musculado, muy potente, y sus pies no tenían tono muscular, sus dedos estaban torcidos, porque llevaba tiempo con plantillas, estrecho, y le gustaba mucho la moda, entonces utilizaba tipo castellanos. Sus pies estaban enfermos.

—¿Te suelen criticar mucho que deformamos nuestros pies por estética? 

—Con ese aspecto no. Quizás hay sectores que tratan los pies de otra manera, y no les gusta que yo entrene pies, me dicen que es competencia de los podólogos. Al final, yo soy sanitario. Trabajo con todo el cuerpo. Tengo mis herramientas, y luego, una gran dosis de sentido común, que básicamente es decir, que al igual que los pantalones tienen forma de pierna, o el casco de moto de cabeza, el zapato debe tener la forma del pie. Que tengamos que defender esto me parece ridículo. ¿Qué pasa con el zapato convencional? Que más o menos estamos cómodos porque nos lo han puesto desde pequeñitos. 

—Dice que la mayoría de los adultos tienen el dedo gordo desviado, ¿cómo se debería tener?

—Hay un estudio poblacional hecho por mis amigos de My Foot Function, en el que estudian poblaciones en la que mayoritariamente van descalzos. En ellas, solo sufren deformaciones del dedo gordo las que van con el calzado convencional, como son policías, maestros e incluso niños que van al colegio con uniforme. Este dedo tiene que estar alineado con el arco longitudinal del pie. Incluso, en bebés recién nacidos, vemos que está más hacia fuera que el arco longitudinal del pie. Es decir, que se abre muchísimo para estabilizar internamente ese arco del pie, y por lo tanto, estabilizar rodilla y cadera. Siempre digo que el dedo gordo es el responsable del 85 % de las tareas del pie. Es fundamental que esté en su sitio y es el principal damnificado del calzado estrecho. 

—Es un firme defensor del «descalcismo» e incluso señala que notar unas migas de pan que estén por el suelo de casa, por ejemplo, aporta un estímulo saludable a nuestros pies. 

—El pie tiene tantas o más terminaciones nerviosas que la mano. Con las manos sentimos y trabajamos constantemente la musculatura, y les aporta muchísimo. Con el pie debería ser lo mismo. Sentir las migas de pan nos da información de cómo está el terreno. Nosotros andamos por un terreno irregular, pero llevamos una suela tan dura que no lo sentimos. Por tanto, vamos a ser más susceptibles de tropezarnos. Si vamos por el campo, hay que sentir esas raíces, esas piedras o piedrecitas; y si vamos por asfalto, la propia rugosidad. Con el zapato respetuoso es la experiencia que tenemos, y eso alimenta nuestro sistema nervioso y nos informa acerca de cómo está nuestro pie en cada momento, al mismo tiempo que entrenamos la sensibilidad. En cambio, la gente que va siempre con plantillas rígidas, calzado muy amortiguado, tiene un sistema nervioso acostumbrado a que todo sea plano, y cuando salen de ahí, aunque sea por ir a la playa, les duele el pie, tienen hipersensibilidad.. Por eso, hay gente que es incapaz de andar de la cama al baño descalzo. Para mí es el primer síntoma de que ese pie está enfermo, que no era capaz de andar descalzo por casa. Por eso defiendo que la gente vaya descalza por casa, por el gimnasio y por otros entornos seguros. Hay que aprovechar cualquier entorno natural para descalzarse y entrenar. Los parques infantiles son perfectos para los niños y los adultos. 

—¿Entrenar descalzo?

—Sí, es fundamental. Yo empecé a entrenar a pacientes descalzos, entreno yo de esta forma, y no es lo mismo hacer una sentadilla sin zapato, que con una zapatilla a la moda, amortiguada, estrecha en la puntera, con drops altos, en el que el pie está escayolado y no sabe qué pasa. A mí me parece fundamental que al hacer la sentadilla veamos, por ejemplo, si levantamos o no el dedo gordo. Es tremendamente eficaz entrenar a gente desde los pies y ver qué sucede en un empuje de hombro, en una tracción o en la misma marcha. Por eso animo a todo el mundo que entrene descalzo. 

—En los gimnasios se ve todo lo contrario, incluso, gente que lleva zapatos con muchísima suela y, por lo tanto, amortiguación. ¿Cuanto menos, mejor? 

—Claro, es una pena. Vas al gimnasio y ves que la gente entrena de tobillo para arriba, porque los pes están encerrados en el último modelo de zapatillas de running, que sería el peor exponente para hacer musculación. También hay modelos de zapatillas de entrenamiento con suelas especialmente duras y no tiene sentido. ¿Con qué te vas a pinchar? Es ridículo hacer mucho entrenamientos con calzado duro, rígido. A mis pacientes que van a gimnasios que no les dejan estar descalzos, les digo que pidan un descuento, porque no les están dejando entrenar el cuerpo entero. Lo normal sería ir al gimnasio a entrenar el dedo gordo del pie, el bíceps o la tableta. 

—¿Qué debería tener un zapato respetuoso?

—Primero, buscaría una zapatería que tenga zapatos respetuosos, barefoot, minimalistas. Y sino en internet. Las características de estos zapatos imitan prácticamente a ir descalzo con una suela fina, una puntera ancha, para que los dedos quepan y se puedan mover con normalidad, drop cero, que no esté elevado el talón, que el contrafuerte en el talón no sea duro. Habrá pies que estén un poco más enfermos —porque hayan utilizado mucha plantillas rígidas o zapatos ortopédicos—  y tendrán que ir poco a poco. En casos más graves, pueden ir a un podólogo experto en calzado respetuoso que les haga una plantilla a medida para el zapato, con la idea de acabar quitándola, según el paciente vaya mejorando con entrenamiento. Hay que devolverle la salud con movimiento, ya que el pie está hecho para moverse. 

—¿Al principio este cambio resulta extraño?

—Claro. Yo venía de trabajar en consulta todos los días con unas zapatillas amortiguadas, y la primera semana con calzado barefoot me dolían los talones. Pero es como el que nunca ha ido al gimnasio y empieza a ir, que tendrá agujetas. Si hay patología sería conveniente que un sanitario te orientase para hacerlo bien sin hacerte daño. 

—¿Qué hacemos en las bodas?

—Hay zapatos de boda respetuosos. En breves tendré el bautizo de mi hijo, e iré con traje, y con un zapato de cuero, de piel, con las características del barefoot. Yo a los eventos voy respectivamente descalzo. La gente está incómoda, con zapatos estrechos y duros como una piedra, que aguantan malamente, y yo voy literalmente descalzo. Hemos llegado a lo absurdo que parece que para ir guapo hay que sufrir. Y claro, si solo fuese un rato, pues bueno. Pero hay gente que terminan las bodas con los dedos destrozados y están así semanas. 

—De hecho, la Reina Letizia ha sido el máximo exponente a la hora de renunciar al suo de tacones. 

—Ha sido maravilloso porque casi ha sido nuestra mayor influencer. Hubo una temporada en la que se le ha visto mucho con zapato barefoot y con zapatilla de deporte barefoot, ha ido a eventos oficiales con traje y zapatilla de deporte, en este caso, barefoot. Que maravilla. ¿Por qué tenemos que sufrir para ir elegantes? Estaría bien que el consenso fuese general. Oye, que no pasa nada si una novia o invitada va plana a un evento. Ojalá en 20 años la moda fuese ir así  y no con tacón a una boda, por lo menos, la salud del pie se beneficiaría.

—Si alguien quiere empezar a entrenar el pie, ¿por dónde debe comenzar?

—Recomiendo que empiecen por andar descalzos en casa. Y las personas con un pie enfermo, que opten por hacerlo sobre una alfombra. Pero todavía quedan muchos que siguen el recuerdo de su madre cuando les gritaba que se pusiesen las zapatillas para estar en casa. Pero la manera de entrenar los pies es hacer todo lo contrario. Descalzarse muchísimo más y luego, con pequeñas pelotitas, con elásticos, se pueden ir haciendo ejercicios específicos para intentar alinear un dedo con el otro. Mucho trabajo en apoyo monopodal, para entrenar el equilibrio y ver cómo los músculos del pie se ponen a trabajar juntos para estabilizar. También aconsejo hacer los ejercicios típicos del gimnasio, como una sentadilla o peso muerto, descalzos para poder ver qué pasa en los pies.  Así que vivir descalzo, o con «barefoot», 24/7.

Lucía Cancela
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Graduada en Periodismo y CAV. Me especialicé en nuevos formatos en el MPXA. Antes, pasé por Sociedad y después, por la delegación de A Coruña de La Voz de Galicia. Ahora, como redactora en La Voz de la Salud, es momento de contar y seguir aprendiendo sobre ciencia y salud.

Graduada en Periodismo y CAV. Me especialicé en nuevos formatos en el MPXA. Antes, pasé por Sociedad y después, por la delegación de A Coruña de La Voz de Galicia. Ahora, como redactora en La Voz de la Salud, es momento de contar y seguir aprendiendo sobre ciencia y salud.