Así cambia el deseo sexual a lo largo de la vida: «Podemos vivir perfectamente sin sexo»

Laura Inés Miyara
Laura Miyara LA VOZ DE LA SALUD

VIDA SALUDABLE

La llama del deseo oscila en función de cómo nos encontramos en todos los demás niveles de la vida.

Los expertos explican que cualquier cambio en el estado de ánimo va a tocar directamente la sexualidad y el deseo, porque el cuerpo no lo considera prioritario

16 dic 2024 . Actualizado a las 16:22 h.

El deseo sexual es una dimensión esencial de la experiencia humana, pero lejos de ser constante, la llama oscila a lo largo de la vida en respuesta a factores biológicos, psicológicos y sociales. Desde los cambios de la adolescencia que desencadenan el despertar de la sexualidad hasta la menopausia, la andropausia y el envejecimiento, en todo ese recorrido, la libido puede verse influenciada por circunstancias diversas, desde las hormonas hasta la forma en la que nos relacionamos con nuestras parejas, las experiencias que tenemos y nuestro estado de salud general.

El sexólogo Roberto Sanz explica que «el deseo sexual es la fase de la respuesta sexual humana más compleja, con influencias importantes a nivel biológico, psicológico y social. De ahí que tenga tanta variabilidad. Cualquier medicación, situación estresante o pensamiento negativo puede afectarle». Comprender cómo varía en cada etapa contribuye a desmitificar ideas preconcebidas para liberarnos y permitirnos disfrutar de una sexualidad saludable y plena a todas las edades.

El pico en la juventud: ¿realidad o mito?

Aunque podríamos pensar que la etapa adolescente en la que el cuerpo experimenta por primera vez esa inundación de hormonas sexuales es el pico máximo del deseo, esto no siempre es así. En realidad, señala la sexóloga Paula Álvarez, «el deseo fluctúa a lo largo de la vida en función más de factores sociales que de procesos biológicos como las hormonas», aunque el peso de estas no se discute.

Para muchas personas, la adolescencia puede ser un momento complicado para albergar el deseo. La propia subida de hormonas como la testosterona en los varones o los estrógenos en las chicas puede traducirse en una situación que, a nivel de salud mental, no es propicia para la sexualidad. Muchos jóvenes experimentan problemas de imagen corporal, baja autoestima o incluso ansiedad, depresión o trastornos de la conducta alimentaria, factores que pueden imponer una distancia en las relaciones interpersonales e inhibir la activación en la esfera sexual.

Y, si bien los humanos no dejamos de ser animales, nuestro deseo no está ligado, necesariamente, a épocas de apareamiento como ocurre en otras especies. Esto, a nivel evolutivo, responde a la necesidad de mantener una proporción de personas fértiles en todo momento para maximizar las probabilidades de embarazos en una comunidad. Por eso, aunque evidentemente las hormonas sexuales tienen un rol en esto, «no necesariamente tenemos más deseo en el momento en el que estamos más fértiles, sino que el deseo viene y va y no se han encontrado picos universales», observa Álvarez.

Por otro lado, explica Sanz, la medicación que una parte importante de la población toma para diferentes patologías, desde el acné hasta la ansiedad, tiene un impacto mayor de lo que normalmente se cree en estos temas.

Diferencias por sexos

El investigador Alfred Kinsey, considerado el padre de la teoría de la sexualidad, postuló en el siglo XX que los hombres y las mujeres alcanzan su máximo apogeo sexual en distintas etapas de la vida. Su investigación sugiere que las mujeres experimentan un pico de deseo sexual en torno a los 30 años, mientras que en los hombres, el punto máximo se encuentra al final de la adolescencia.

Sin embargo, en el 2002, una revisión de la literatura existente sobre sexualidad y envejecimiento cuestionó esos hallazgos y señaló que estos picos sexuales son difíciles de medir de manera objetiva. Para empezar, porque los estudios sobre el tema no son tan numerosos como en otros campos del conocimiento. Pero, además, estas investigaciones dependen de datos autorreportados por los participantes, dado que el deseo es algo subjetivo. En un tema tabú como lo ha sido, a lo largo de la historia, la sexualidad, hay que contemplar la posibilidad de que las personas no sean sinceras a la hora de responder a un cuestionario sobre sus fantasías íntimas.

«Un posible índice indirecto del deseo de estimulación sexual, que no se ve afectado por la necesidad de encontrar una pareja dispuesta, es la frecuencia de la masturbación. Según este criterio, ciertamente imperfecto, los hombres son más propensos a desear estimulación sexual entre los 24 y los 29 años, y las mujeres entre los 34 y los 39 años», detalla el estudio del 2002.

«En resumen, las fuentes de datos existentes sugieren que, si bien las tasas de relaciones heterosexuales son casi necesariamente las mismas para ambos sexos, las mujeres comienzan a experimentar el orgasmo y alcanzan un pico de actividad masturbatoria más tarde en sus vidas», concluye la investigación.

Factores emocionales

El estrés, la ansiedad o la depresión, como cualquier otro estado que influya en el ánimo, va a alterar la sexualidad y el deseo, generalmente reduciéndolo o inhibiendo su expresión ya que, como señala Sanz, «el deseo, al no ser una necesidad primaria como beber, comer o abrigarse, se desactiva cuando el organismo tiene necesidades más prioritarias».

Dado que el miedo es una emoción que, a nivel evolutivo, indica la presencia de un peligro inminente, «cualquier sensación relacionada con él, como estrés, incertidumbre, dudas o preocupación, va a ser atendida antes que el deseo sexual, que se puede posponer, retrasar e incluso anular sin perjuicio en la salud», detalla el experto.

Por eso, no es recomendable forzar encuentros cuando hay conflictos profundos en otras variables vitales. Lo mejor es atender a esos problemas de manera prioritaria. «Hay que entender que la sexualidad está en la punta de la pirámide de Maslow, es decir, hace falta que tengamos asentado y bien todo lo demás, que es más prioritario, para que podamos disfrutar de esa parte nuestra. De hecho, podemos vivir perfectamente sin sexo», remarca Álvarez.

Seguridad en el vínculo

El vínculo sentimental que tenemos con nuestra pareja influye de manera directa en el deseo, ya que es la persona sobre la que se va a dirigir en gran medida la libido. Si existe conflicto en la relación, si hay una mala comunicación o problemas de convivencia, «el deseo hacia esa persona se reduce, pues ya no resulta tan atractiva o segura o reconfortante», señala Sanz.

En este sentido, Sanz asegura que si el deseo no se ha modificado de la misma forma hacia personas externas a la relación, es porque el problema está en el vínculo. «Es decir, si pierdo el deseo hacia mi compañero, pero no hacia otras personas porque me siguen resultando sexualmente atractivas, el problema no es de mi libido en sí».

Con las crisis de pareja, podemos ver cambios y fluctuaciones en ese deseo. «Sobre todo, la maternidad tiene un impacto fundamental porque produce un agotamiento que causa una bajada de la libido y, por otra parte, hay estudios que reflejan que la lactancia hace que baje el nivel de deseo por la producción de oxitocina que crece al amamantar y que hace que no tengas necesidad del sexo para obtenerla», explica Álvarez.

Menopausia y deseo

Así como los cambios en la adolescencia pueden desencadenar esa primera chispa del deseo, la menopausia, que marca el final de la vida reproductiva para las mujeres, puede tener un impacto importante en la respuesta sexual. «La sequedad vaginal y los cambios hormonales que hacen que perdamos el ciclo menstrual pueden causar una caída de las ganas, ya que, a nivel biológico, el ciclo sí que establece la ovulación, que hace que tengamos más deseo, y con la menopausia esto desaparece», señala Álvarez.

En esta etapa, además, las parejas que ya están asentadas pueden hallarse en un punto de cierto distanciamiento o desencuentro que coincide con el momento en el que los hijos ya han ido creciendo y se produce esa sensación de «nido vacío» que muchas parejas experimentan. A su vez, el cuidado de padres mayores puede suponer un estrés adicional para las personas en este momento vital.

Todo esto puede requerir cierta paciencia y dedicación (que no esfuerzo) para reconectar con el deseo y volver a propiciar los encuentros. Se puede potenciar la excitación incorporando juegos de rol, lecturas eróticas o escapadas de fin de semana sin los hijos. Es clave evitar que el guion sexual se vuelva predecible y buscar una intimidad madura y tranquila. La buena noticia es que, con esto, la menopausia puede ser un momento de redescubrimiento muy estimulante, señalan los expertos.

Aunque en el inicio de una relación puede que el deseo sea inagotable y espontáneo, «con el tiempo, va a ser necesario ampliar el mapa erótico, reconectar con la masturbación y con el deseo una misma antes de llevarlo a la pareja», detalla Álvarez.

Sexualidad en la vejez

Con el paso de los años, la vitalidad que teníamos puede dar lugar a una vida más pausada en la que la prioridad es estar tranquilos. Así, la vejez nos condiciona fisiológicamente y eso nos debe llevar a asumir nuevas condiciones, estados o contextos, «pero nunca debería limitar nuestra mente y nuestros deseos, aunque no puedan cumplirse», sostiene Sanz.

Esta idea de que las personas mayores no tienen relaciones o no desean tenerlas es, en muchos casos, solo un mito. Aunque la sociedad reduce la sexualidad en esta etapa de la vida a un tabú, en la práctica, es frecuente que el deseo se mantenga o que pueda verse alimentado, incluso, por la posibilidad de explorar este terreno con la liberación de que no pueda producirse un embarazo no deseado y con el tiempo para dedicar a la sexualidad sin prisa. «En la tercera edad hay mucha gente que tiene sexo, en las residencias de ancianos también», asegura en este sentido Álvarez.

«El deseo es placentero en sí mismo y su cultivo, a través de la fantasía o la práctica satisfactoria, es igualmente placentero. Es importante entender que el deseo sexual no tiene por qué limitarse a las capacidades físicas y que debemos asumir, aceptar y acomodarnos a estas para poder disfrutar del deseo, de su búsqueda y de su ejecución», señala el experto.

Laura Inés Miyara
Laura Inés Miyara
Laura Inés Miyara

Redactora de La Voz de La Salud, periodista y escritora de Rosario, Argentina. Estudié Licenciatura en Comunicación Social en la Universidad Nacional de Rosario y en el 2019 me trasladé a España gracias a una beca para realizar el Máster en Produción Xornalística e Audiovisual de La Voz de Galicia. Mi misión es difundir y promover la salud mental, luchando contra la estigmatización de los trastornos y la psicoterapia, y creando recursos de fácil acceso para aliviar a las personas en momentos difíciles.

Redactora de La Voz de La Salud, periodista y escritora de Rosario, Argentina. Estudié Licenciatura en Comunicación Social en la Universidad Nacional de Rosario y en el 2019 me trasladé a España gracias a una beca para realizar el Máster en Produción Xornalística e Audiovisual de La Voz de Galicia. Mi misión es difundir y promover la salud mental, luchando contra la estigmatización de los trastornos y la psicoterapia, y creando recursos de fácil acceso para aliviar a las personas en momentos difíciles.