Naomi Watts, sobre su menopausia: «Me convertí de un golpe en madre y en una "vieja pelleja"»

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Naomi Watts en la gala de los Premios Emmy.
Naomi Watts en la gala de los Premios Emmy. DAVID SWANSON | EFE

La intérprete publica «Me atrevo a contarlo», un libro en el que resume su experiencia en esta etapa

06 mar 2025 . Actualizado a las 12:43 h.

Cuando Naomi Watts descubrió que, a sus 36 años, estaba llegando a la menopausia casi se cae de la silla de la consulta. Primero, por su vida personal. En aquellos momentos, estaba intentando quedarse embarazada. Y, segundo, por su carrera profesional. «No sabía lo que significaba menopausia, salvo muy probablemente el fin de mi carrera como actriz, que había comenzado mucho más tarde que la mayoría», recuerda en las primeras páginas de su libro Me atrevo a contarlo, en el que narra su experiencia en esta etapa de la vida y la nula información que encontró.

Por aquel entonces, descubrió que lo que ella estaba experimentando, a una edad más precoz que la mayoría, era la perimenopausia. Una fase que se caracteriza por el vaivén de estrógenos, como una antesala de la propia menopausia —el día que se cumple un año de la última menstruación—. «Llevo sufriendo sudores nocturnos un tiempo, pero ningún médico (y he visitado bastantes) les ha prestado mayor atención. En cada ocasión, fueron achacados al estrés o al síndrome premenstrual o a una reacción alérgica a algo que yo hubiera comido o bebido. Y yo aceptaba aquellas explicaciones», cuenta de aquel diagnóstico.

Menciona, también, la irregularidad de sus reglas que empezó a experimentar a mediados de los treinta o el cansancio que la actriz británica explicaba con sus largas jornadas de rodaje. Pensó en hablar con su madre al salir de aquella consulta; jamás le había dicho nada de «esta transición inevitable».

La intérprete nominada al Oscar por su actuación en Lo imposible o 21 gramos lamenta, a través de sus páginas, el tabú que hay con respecto a ello. «¿Es posible que una de las razones del silencio sobre la menopausia es que las mujeres sienten que se supone que las cosas tienen que doler?». Así, recoge las experiencias personales y profesionales de varias expertas, así como la suya propia, para dar visibilidad a un momento nuevo que, más tarde o temprano, vivirá cada mujer.

Watts recuerda varios de sus sofocos, en todos ellos, sintió como se asfixiaba. «La primera vez que tuve uno pensé: "¿quién ha subido la calefacción?¿A quién tengo que culpar de esto?"». También de las terribles migrañas con las que convivió durante años. «Duraban tres días, justo en el mismo punto detrás de mi ojo izquierdo (...) Pero nadie me mencionó que podría ser un síntoma relacionado con la menopausia». Lo mismo sucedió con las constantes infecciones del tracto urinario, de las que la sequedad (un síntoma que se agrava en esta etapa) puede ser la desencadenante.

Años después, resume en sus páginas, sabe que esto se llama síndrome genitourinario de la menopausia, antes llamado síndrome vulvovaginal de la menopausia, todo un conjunto de afectaciones que se pueden manifestar con infecciones urinarias recurrentes, dolor en las relaciones, sexuales, así como sequedad. El descenso hormonal provoca que se pierda elasticidad y la humedad natural que protegen los tejidos. La actriz también habla de los problemas gastrointestinales, que tardó años en empezar a controlar. Ella lo consigue, en parte, con moderación: «Me cansa ajustarme a las dietas y la tentación de hacer trampas siempre me vence», recuerda.

Naomi Watts comparte que casi en paralelo a tomar la decisión de quedarse embarazada descubrió que la menopausia estaba a la vuelta de la esquina. «Entré en la menopausia y la maternidad más o menos a la vez, convirtiéndome de un golpe en madre y en "vieja pelleja". Y, ambas luchas, con la menopausia precoz y la infertilidad, me tenían empapada en sudor, confusión y vergüenza».

Mediante tratamientos de fertilidad lo consiguió. Dio a luz a los 38 años, y tuvo a su segundo bebé a los cuarenta. «En realidad, quería más de dos, pero para entonces ya se me había acabado el tiempo», lamenta.

Con esta etapa no solo le llegaron síntomas físicos, sino también dudas respecto a su carrera. Watts cuenta que, muchas otras mujeres en su juventud, se pasó años intentando ser más madura y mayor. «Después, en algún punto del camino la cuestión se convierte en: "¿Cómo puedo parecer más joven? ¿Cómo seguir siendo joven?"». Durante décadas, fue la persona más joven del set de rodaje, y casi sin darse cuenta, se ha convertido en una de las más mayores. Intentó, durante años, dar pistas sobre lo que le sucedía. Ocultaba su menopausia precoz, pero hacía bromas con sus amigas sobre «baños de estrógenos y cosas así».

Iba probando las aguas, para conocer la reacción de los otros. «A menudo se recibía con risas nerviosas o con un: "No seas tonta. Es demasiado pronto para la menopausia". La confirmación de que mi cuerpo había fallado y mi vergüenza se hacía más profunda».

Esto también cuestionaba su valor. Se preguntaba si podría seguir siendo la protagonista, pues la menopausia no solo le parecía el fin de la menstruación, sino de todo lo demás: la fertilidad, la sexualidad, la vitalidad.

Ahora bien, con el tiempo, comenzó a preocuparse mucho menos de las opiniones ajenas. Hablar con amigas y médicas le resultó de ayuda. «Al final, me di cuenta de que sentirse avergonzada es agotador y no tengo energía que malgastar», escribe en su libro.

Ansiedad y tristeza

La fluctuación de las hormonas está directamente ligada al estado de ánimo. Por eso, algunos dicen que «la menopausia es como la pubertad al revés». Precisamente, Naomi Watts reconoce que se siente identificada con esta descripción por los altibajos emocionales que sintió en ambos momentos. Ansiedad y tristeza.

Sin embargo, apunta que desde los cuarenta intentó trabajar todo su bienestar. «Me he tomado más en serio la terapia y otras formas de sentirme mejor, incluidas la meditación, el yoga y el ejercicio». Escribe a diario, y también plasma cómo quiere que sea su futuro. «He aprendido a sacarme a mí misma de situaciones que me provocaban ansiedad (...) Sigo siendo muy social, pero mucho menos que antes. Odio salir entre semana si puedo evitarlo. Cualquier cosa que interfiera con mis siete horas de sueño es inaceptable. Digo que no a cosas que no quiero hacer, e incluso, a veces, a cosas que quiero hacer. Me mantengo alejada de la gente que me deja exhausta», indica.

Watts continúa contando que pone límites, que hace respiraciones profundas y que, cuando sus hijos son maleducados o siente que va a perder los nervios por su comportamiento, se va a pasear al perro. «Sigo los ritmos que me interesan y dejo que haya altibajos».

Pero, a medida que buscaba este equilibrio, cuenta que la terapia hormonal le ha ayudado en muchos aspectos, entre ellos, la parte emocional. «Nunca he pretendido decirles a las mujeres qué es lo que tienen que hacer con su cuerpo, pero quiero que sepan que no hay razones para desestimar la terapia hormonal si es segura en su caso, y que no hay razón para sufrir».