Diana Díaz-Rizzolo, doctora en Biomedicina: «En Estados Unidos, literalmente, no existen las aceras»

VIDA SALUDABLE

Diana Díaz-Rizzolo investiga en la Universidad de Columbia.
Diana Díaz-Rizzolo investiga en la Universidad de Columbia. MARCOS MÍGUEZ

Investiga desde el año 2023 en la universidad neoyorquina de Columbia, donde ha observado que cenar después de la puesta de sol se asocia a una peor tolerancia a la glucosa

03 may 2025 . Actualizado a las 11:51 h.

En un tiempo en el que muchos investigadores hacen sus pinitos en las redes sociales, tratando de conjugar ciencia con divulgación, apenas un puñado logran transmitir un mensaje que deje satisfechos a colegas y advenedizos. Diana Díaz-Rizzolo es un vendaval. Didáctica y clara, no se anda con rodeos. Si hay un charco que se debe pisar, se pone katiuskas; no se encarama a los altares de la academia, sino que sabe que no hay ciencia que valga si el contexto social se obvia.

Nos encontramos con ella durante el Congreso Nacional de la Fundación Sociedad Española Diabetes (FSED) que se celebró en A Coruña. Es una parada entre avión y avión. Una parada en el camino de esta científica, doctora en Biomedicina y profesora titular de la Universitat Oberta de Catalunya, para explicar parte de su trabajo que, desde el año 2023, realiza en la universidad neoyorquina de Columbia, en la Ivy League. 

—¿Qué se trae entre manos?

—Me centro en la investigación que estoy haciendo en la Universidad de Columbia. Aunque sí que contamos con algo de background, la crononutrición no es un campo que esté ampliamente estudiado. Especialmente, aplicado a ámbitos de glucosa y pacientes con enfermedad metabólica. Si ya añadirle un «cuándo» a la nutrición es algo relativamente nuevo, querer especificarlo en un ámbito tan concreto como el de una patología o de su prevención, el vacío es todavía mayor. Mi trabajo se centra en tres aspectos muy importantes. El primero tiene que ver con la distribución de las calorías en el día. Es decir, esta idea del refrán que dice «desayuna como un rey, come como un príncipe y cena como un mendigo», que la verdad es que lo odio cuando lo escucho porque es bastante clasista.

—Bueno, tiene el de «la naranja, por la mañana, oro; por la tarde, plata; por la noche, mata».

—Pues casi lo prefiero como ejemplo. Pero es un poco la idea de la distribución calórica. Además, quiero centrarme específicamente en la última comida del día, porque siempre se habla de que la cena debería ser más ligera. ¿Pero qué tenemos realmente de información sobre esto? ¿Es importante que sea baja en calorías? ¿Es importante que sea baja en carbohidratos en personas con problemas de regulación de glucosa? Porque tras cenar, el resto de la noche permanecemos en un estado de ayuno total. Durante ese período, ¿qué pasa con la regulación de nuestra glucosa? Y, sobre todo, algo que para nosotros es un marcador muy importante, ¿qué pasa a la mañana siguiente en ese período llamado el fasting glucose? —la medición de la glucosa en sangre después de ayunar durante, al menos, ocho horas—. Para nosotros es un marcador muy importante de salud metabólica. Y luego, otro punto que tiene que ver con el sueño. ¿Cómo el hecho de que seas más búho nocturno o alondra matutina puede tener un impacto en la regulación de ciertas hormonas?, ¿y cómo afectaría esto a la alimentación?

—Dígamelo usted.

—Lo que se ha visto es que, si eres una persona muy nocturna, quizás se deba a que tu melatonina se secreta unas horas más tarde y es por eso por lo que tardas más en quedarte dormido. Es como si tu día ya empezase con unas horas de delay, con ese retraso. En estos casos, ¿la alimentación tardía te va a afectar por igual? ¿O ese retraso en la secretación de la melatonina es una respuesta a que tienes un estilo de vida desplazado? Ahí estamos investigando.

—Hablando de cenas y de horas, publicó un estudio en el que resaltaba la importancia de cenar mientras todavía haya luz natural.

—Eso es. El artículo, que ya está publicado, tiene que ver con esta parte de la distribución de las calorías. Lo que hicimos fue ver qué sucedía en los estados de glucosa de aquellas personas que consumían al menos la mitad de sus calorías después de las cinco de la tarde. Elegimos esa hora porque el trabajo lo hicimos en Estados Unidos, algo a tener en cuenta, porque allí las cenas no son tan tardías como en España. Así nos asegurábamos de que esa distribución abarcase los efectos tras la cena, que normalmente la suelen hacer entre las seis y las siete y media de la tarde. Lo que vimos es que si la mitad o más de la mitad del total de esas calorías se consumían después de las cinco de la tarde, se asociaba a un mayor riesgo de padecer enfermedades metabólicas. El factor que observamos es que tenían una peor tolerancia a la glucosa. Al tratarse de ser un estudio observacional y que solemos asociar estos búhos con personas más sedentarias o que comen peor, lo que hicimos fue una medición de la composición corporal de esas personas. Les hicimos una resonancia magnética cuantitativa, ajustamos por el peso y por el tejido graso y analizamos su alimentación habitual para asegurarnos de que los resultados tenían en cuenta todas estas variables. E incluso ajustando todo esto, seguía habiendo peor tolerancia a la glucosa exclusivamente por el hecho de comer de noche. 

—Últimamente, con la democratización de los glucómetros, todo el mundo anda medio obsesionado con medirse sus picos glucémicos. Hay cuentas con millones de seguidores dedicadas a medir estos niveles en base a combinaciones de distintas comidas. ¿No es llevar esto a la obsesión?

—Que se empiece a hablar mucho de la glucosa, por un lado, me encanta. Al final, es mi tema, llevo muchos años investigando y, además, no se le habrá dado la importancia que debería tener en la salud. La glucosa, más allá del sustrato metabólico, tiene una implicación en casi todos los procesos que ocurren en el cuerpo o en el ritmo al que vas a envejecer. Hay muchos apartados donde la glucosa ejerce su influencia y sobre los que no se habla demasiado. Por un lado, me interesa mucho que la gente la conozca y le dé la importancia que tiene. Por otro, la irrupción de las redes sociales ha hecho que no solo nos ocupemos de nuestra salud, sino que nos preocupemos. El miedo vende mucho. Creo que se le ha dado la vuelta a la tortilla. Ahora lo que veo es que todo el mundo parece tenerle pánico a la glucosa y una obsesión por monitorizarla. En cuanto a los monitores de glucosa, la respuesta es clara y sencilla: no tenemos ni idea de cómo interpretar estos datos en población normoglucémica; en aquellas personas metabólicamente sanas. Los datos son tan dispersos y la capacidad que tenemos de reaccionar a un alimento es tan diferente de un día al otro que somos totalmente incapaces de tener alguna conclusión a partir de un dato de un monitor de glucosa. No digo que no sea interesante, pero probablemente en el futuro. No podemos correr más que la ciencia.

 —Vamos, que como ciencia recreativa está bien, pero más allá de eso...

 —Claro. Pero incluso por curiosidad es muy heavy lo que se ve. Yo los he usado habitualmente para hacer pruebas, incluso para ver qué se siente llevándolos porque hay personas que se quejan de que les pica o de que si se bañan con ellos notan no sé qué cosa. A raíz de eso, he estado probando y, dependiendo del momento, respondo súper diferente a alimentos haciendo exactamente lo mismo. Es decir, dejando ocho horas absolutas de ayuno, habiendo dormido las mismas horas previas, etcétera, respondo totalmente diferente al mismo alimento en dos momentos del mes o del año. No tenemos la capacidad de entender qué es lo que pasa. Pero sí que se están haciendo estudios y se está trabajando en la idea de poder dividir a la población según glucotipos. De si somos mejores respondedores a ciertos tipos de azúcares o peores respondedores a ciertos tipos de cadenas de carbohidratos. Pero esto es muy futurista. Saldrá, pero todavía falta.

—Usted divulga en redes y defiende la importancia de no demonizar los cuerpos no normativos. ¿Cómo se puede equilibrar un mensaje contra la gordofobia con dar a entender a la población que el sobrepeso es un problema?

—Creo que la mayor parte de la población es receptiva al mensaje si entonas el mea culpa. Muy pocos, entre el personal sanitario, podrían decir que jamás han estigmatizado a nadie, porque todos somos seres humanos y no estamos por encima de nadie en cuanto a moral. Si se ha hecho mal a lo largo de toda la historia de la humanidad, nosotros no somos menos. Lo que pasa es que se suponía que teníamos que ser un lugar seguro y no lo hemos sido. Después, queda seguir aprendiendo y darnos cuenta de que lo que hicimos estuvo mal para hacerlo, desde ya, lo mejor que se pueda. Debemos ser capaces de adquirir nuevas formas de tratar a la gente para que se sienta lo mejor posible. Y lo más importante, y esto es ciencia, que se deje de culpabilizar a los pacientes. Ni son los únicos responsables de su patología, ni por supuesto son los únicos responsables de su cura. Si seguimos diciéndoles que hagan dieta y ejercicio, seguiremos culpándolos y transmitiendo que lo importante es que cierren la boca o se muevan más. Y esto no funciona.

—Utiliza habitualmente un término que no se escucha quizás lo suficiente, «food noise» (en español, pensamientos intrusivos sobre la comida), ¿qué es esto?

—De hecho, no se había introducido como síntoma hasta hace relativamente poco y el concepto es bastante novedoso. Tener pensamientos intrusivos sobre la comida es una de las mayores dificultades a las que se enfrentan las personas con obesidad que desean perder peso. Hablamos de ese pensamiento constante, ese runrún, esa búsqueda activa de comida. Muchas veces se diferencia entre el hambre real y el hambre emocional o hedónica, pero es que ambas hambres son reales y tú, como individuo, no vas a ser capaz de diferenciarlas tan fácilmente. Es algo muy difícil de tratar. Se está viendo que los nuevos fármacos, los agonistas de GLP-1, pueden tener cierta capacidad de atenuar un poco ese ruido mental. Me parece que es un concepto superinteresante y que nos ha costado muchos años entenderlo. De hecho, seguimos sin entenderlo del todo.

Díaz-Rizzolo llevó sus conclusiones al público de A Coruña.
Díaz-Rizzolo llevó sus conclusiones al público de A Coruña. MARCOS MÍGUEZ

—De un tiempo a esta parte, cada vez que se habla sobre diabetes u obesidad, la conversación siempre acaba girando sobre los agonistas del receptor GLP-1. Es decir, sobre medicamentos como Ozempic y su capacidad para hacer que las personas pierdan peso. ¿Le resulta frustrante?

—A mí lo que me resulta frustrante es la demonización que hay sobre estos productos porque exista un grupo de personas que lo hayan usado de forma fraudulenta. Es un fármaco que salva vidas.

—Claro, pero aquí le paro un segundo. Resulta que en Estados Unidos la FDA regula de una manera; en Europa, la EMA lo hace de otra manera. Son escenarios muy diferentes, pero es que todos consumimos los mismos vídeos de TikTok de Kim Kardashian o Elon Musk usándolo. 

—Y, de hecho, aquí está perseguido. Ya no hablo de la EMA. España, a través de la AEMPS, ya ha lanzado dos avisos de persecución a especialistas que lo están pautando a población que no está indicada terapéuticamente y a farmacias que los están expidiendo sin receta médica. O sea, imagínate hasta dónde se está llegando. Pero creo que se le está restando la importancia real que tiene, que es que por primera vez en la historia de la humanidad tenemos un fármaco para combatir el problema de la obesidad. Y el problema en sí no es el peso, porque este fármaco no te ayuda a perderlo, sino que te ayuda a arreglar algo que no estaba funcionando correctamente en una patología. Es una ayuda y no quiere decir que esa persona no tenga que hacer dieta y ejercicio, que, de hecho, están en la indicación terapéutica del fármaco. Se debe prescribir junto con dieta y ejercicio. Si no, no existe la pérdida de peso. Con estos fármacos, los pacientes empiezan a jugar con las mismas reglas con las que juega el resto, porque ya no tienen rotas las señales de hambre y saciedad. Es algo muy potente. Pero resulta que por culpa de un colectivo de personas que quieren entrar en un vestido de una boda o lucir espectaculares, se está esfumando la importancia real del tratamiento.

—Habla también del «NEAT», ¿qué significa esto?

 —El Non-Exercise Activity Thermogenesis (NEAT). El gasto energético se divide en varios tipos de fuentes que hacen que gastes energía solo por el hecho de vivir. El ejercicio en sí, no solo promueve un aumento del gasto energético durante esa actividad, sino también en las horas posteriores. Sobre todo, si estamos haciendo un trabajo de fuerza que nos ayude a crear músculo, ese músculo se convierte en más demandante en los días y semanas posteriores. Por eso, nuestro metabolismo aumentará. Lo que pasa es que nos hemos centrado muchísimo en el gasto energético derivado del ejercicio y se nos ha olvidado totalmente lo más importante: el gasto energético derivado de movernos, de vivir. El 100 % de las personas que veo en la consulta y lo que veo también en redes sociales son personas totalmente sedentarias que entrenan todos los días. Pero se pasan las ocho horas sentadas mientras estás trabajando, y otra hora más de ida y de vuelta en el transporte público o en su vehículo personal. Más las comidas que se hacen durante el día, que son mínimo tres horas sentados. Más la tele o lo que sea que hagan. Ahora, eso sí, entreno una hora al día.

—¿Pero sabe lo que percibo? Que la responsabilidad de dejar de ser sedentarios siempre recae sobre nuestro ocio. Se asume que debes estar ocho horas en tu escritorio y, luego ya, búscate la vida. ¿No debería haber algún tipo de responsabilidad por parte de las empresas para mejorar esto?

—Estoy totalmente de acuerdo contigo. Muchas veces decimos que la obesidad es una cosa educativa, socioeconómica, pero la gente no acaba de entender qué significa. Pero es que una persona con un bajo poder adquisitivo va a nacer en una ciudad menos walkable, es decir, sin apenas espacios verdes y en donde, para ir de un sitio al otro, tendrá que estar no sé cuántas horas dentro de un transporte público. Esas decisiones no son individuales. Y no son fácilmente modificables, son estructurales. Sabemos que la mayor parte de los determinantes de la salud de las personas no recaen en sus decisiones individuales. Porque incluso las decisiones individuales que hagamos vendrán condicionadas por cosas que no podrás manejar. Por ejemplo, con la obesidad, la gente me dice que aunque haya más de cien variables, al final tú decides comprar ese alimento que has visto en el supermercado. Alto, un momento. Esa decisión también viene condicionada por la familia en la que hayas crecido, por el poder adquisitivo del núcleo en el que te hayas criado, por la disponibilidad de productos frescos en el vecindario donde vivas, por la capacidad que tengas de ir caminando o de la posibilidad de tener tiempo al aire libre con tus hijos en un espacio verde. Esto es súper importante, porque para atajar este tipo de problemas necesitamos hacerlo desde una perspectiva de salud pública. Esto parece una especie de entelequia, pero no; salud pública no es nada más ni nada menos que hacer políticas de salud desde todas las áreas de decisión. Y en la obesidad debería estar así. No puede ser que estemos tratando de combatir una patología así únicamente desde el Ministerio de Sanidad y que consumo no esté implicado; o que obviemos las políticas de urbanismo. Tendría que existir un plan totalmente transversal.

—Vienes de Estados Unidos, un país con unos índices de obesidad terribles. Pero las previsiones para España no son halagüeñas. ¿Usted tiene las dos perspectivas, ¿cree que vamos hacia eso?

—¿Sabes lo qué pasa? Que normalmente cuando vengo a España y presento datos o hablo con gente me dicen, «ah, claro, es que te has ido ''al país''». Y pienso en lo alejados que estamos de la realidad. Pensamos que frente a ellos no estamos tan mal. ¿De verdad nos queremos comparar con los peores? Por supuesto que allí están en unas cifras de obesidad del 40 o 45 %. En España, no alcanzamos el 18 %. Lo que pasa es que si a la obesidad le sumas la prevalencia de personas con sobrepeso, aquí ya estamos en más del 50 %. Una de cada dos personas en España tiene problemas de exceso de peso. Pero claro, como no es una obesidad traducida en esa obesidad mórbida que se ve allí...

—Ya, esas escenas de pacientes que van en carrito al supermercado.

—Exacto. Pues entonces parece que estamos muy alejados de eso, cuando la realidad es totalmente otra. Sí que es verdad que partimos de una base muy buena. Cuando hablo del concepto de ciudad caminable, la gente me pregunta que de qué estoy hablando. En España, más o menos, puedes ir andando a cualquier sitio. Allí no, si no tienes un coche no sales de tu vecindario. Porque, literalmente, no existen las aceras. Pero aún así, lo que pasa allí también lo podemos ver aquí. En aquellos barrios más periféricos, más pequeños, en los que no hay disponibilidad de zonas verdes ni sitios donde los niños puedan desarrollarse y jugar, pues también se está notando. Olvidamos que muchas veces hablamos desde el privilegio y nos cuesta reconocer que existe esta otra parte que no nos ha tocado vivir.

—Desde el privilegio y desde la ilusión de pensar: «Pero es que nosotros tenemos la dieta mediterránea». Y esa dieta mediterránea, discúlpeme, pero cada vez está menos presente en nuestros platos. Nos estamos haciendo trampas al solitario. 

—Esto es una locura. Como concepto, está muy bien, porque es una herencia cultural que nos ha tocado y hemos sido bendecidos con ella. Pero nos estamos alejando muchísimo de ella. La incapacidad de llegar a productos frescos y de temporada hace que las personas ya no sepan cuándo es el momento del año en el que hay mandarinas. Esto parece una tontería, pero es algo súper importante. Una vez vi un vídeo de una niña que decía que no entendía de dónde venía la carne. Claro, había sido criada en un entorno 100 % urbano, aislada de entender de dónde vienen los alimentos y que solo ha visto paquetes de plástico en un supermercado. ¿Cómo va a relacionar que eso viene de un animal? Nos estamos alejando tanto de todo esto que al final, aunque la idea de la dieta mediterránea forma parte de nuestro imaginario, el consumo de ultraprocesados está en aumento. 

Lois Balado Tomé
Lois Balado Tomé
Lois Balado Tomé

A Coruña (1988). Redactor multimedia que lleva más de una década haciendo periodismo. Un viaje que empezó en televisión, continuó en la redacción de un periódico y que ahora navega en las aguas abiertas de Internet. Creo en las nuevas narrativas, en que cambian las formas de informarse pero que la necesidad por saber sigue ahí. Conté historias políticas, conté historias deportivas y ahora cuento historias de salud.

A Coruña (1988). Redactor multimedia que lleva más de una década haciendo periodismo. Un viaje que empezó en televisión, continuó en la redacción de un periódico y que ahora navega en las aguas abiertas de Internet. Creo en las nuevas narrativas, en que cambian las formas de informarse pero que la necesidad por saber sigue ahí. Conté historias políticas, conté historias deportivas y ahora cuento historias de salud.